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18: Jugando con sentimientos

RYN LLORÓ TANTO ESA NOCHE QUE AL DÍA SIGUIENTE sus ojos terminaron tan hinchados que apenas podía abrirlos. Lloró hasta que no le quedaron más lágrimas que soltar, hasta que sus orbes estaban tan vacíos como su alma. Al menos por esos días que le quedaban en la mansión. Se rehusó a comer, a salir de su habitación, o siquiera a levantarse de la cama. Solo se paraba para sentarse en la tina de su baño para que el agua se llevara lejos los restos de su corazón roto.

Consideraba que estaba llegando al punto donde su cuerpo era incapaz de sentir, donde no era capaz de percibir sus emociones más allá de la profunda tristeza en la que estaba sumergida. Ya su sistema había dejado de doler. No le quedaba nada más. Solo un vacío en el pecho que no podía ser llenado, esparciéndose por su anatomía como una bacteria, alojándose en los lugares indicados para hacer más daño; su cerebro y su corazón.

Ryn no tenía nada más en su vida.

James se había convertido en alguien tan importante para ella, en su refugio en medio de todas las personas que la detestaban, su calma en medio de la tormenta. Ahora no tenía nada. Estaba a la deriva en un mar de miseria y se estaba ahogando, luchando por mantenerse a flote cuando su cuerpo entero le estaba gritando que se dejara consumir por lo que sentía.

¿Qué se suponía que debía hacer ahora? ¿Cómo se suponía que iba a romperle el corazón a la única persona que le recordó lo mucho que valía? Iba a convertirse en la peor persona del mundo por arruinar a la única persona que la amó sin condiciones, que la aceptó como era, que nunca la presionó y la liberó cuando el mundo entero quería mantenerla en una jaula.

—Ryn. —La voz de Leticia retumbó en el interior de la habitación.

Ryn se cubrió aún más con las sábanas en su cama.

—Vete.

—Es lo mejor.

Se podía meter las palabras por donde no le daba el sol porque no era lo mejor para ella. No cuando cada centímetro de su sistema estaba al borde del colapso. No cuando estaba a punto de cometer el peor error de su vida.

Estar sola le había dado tiempo de pensar y de calcular lo que iba a hacer. Si tan solo terminaba su relación con James, él iba a saber que algo estaba mal, que la estaban presionando. Si no planificaba hasta el más mínimo detalle, James iba a terminar sacándole la información de lo que sucedió con su tía y no podía permitir que eso sucediera porque no iba a arriesgar el futuro de él por estar feliz unos meses más.

Iba a sacrificar toda su felicidad para que James pudiera cumplir con las condiciones de su trato con el ministerio sin problemas, sin ella.

Así que envió las cartas necesarias para cumplir con su cometido. Si iba a romperle el corazón a James de la peor forma posible, no iba a poder hacerlo sola, y no con la personalidad que tenía con él. Tenía que regresar a la Ryn que fue un año atrás, tenía que ser una pésima versión de la mujer que llegó a conocer.

Supo cómo hacerlo cuando Leticia le informó que la estarían regresando a la sala común de Slytherin en lugar de tener su habitación en la torre. Todavía tendría un cuarto solo para ella, pero no sería uno en el que iba a estar completamente segura. De modo que hizo lo que la salvaría en el infierno de serpientes, pero que también marcaría una distancia clave entre James y ella.

Fue por esa razón y solo por eso que se vio escribiéndole a Adrien Winstock el día antes del inicio del segundo semestre. Y selló su destino cuando se encerró en un compartimiento en el tren junto a él.

—Sabía que vendrías de una forma u otra —dijo Adrien tan pronto Ryn cerró la puerta del compartimiento.

Ella esbozó una sonrisa ladina, sabiendo que era lo que Adrien quería recibir. Estaba jugando un papel para poder reunir la fuerza necesaria para lo que le esperaba en Hogwarts.

—Para mí suena como que ambos nos beneficiaremos de esto, ¿no? —increpó ella, sentándose a su lado.

Adrien estiró su mano y deslizó sus dedos por la piel del muslo de Ryn, haciéndola estremecer. Pero mientras él pensaba que era un efecto positivo, en Ryn era lo opuesto. Su cuerpo reaccionaba reacio al toque de Adrien porque el único que quería y necesitaba era el de James. No quería ningún otro toque masculino.

James. James. James.

Si tan solo se enfocaba en pretender lo suficiente, sería capaz de tolerar que Adrien la tocara. Sería capaz de resistir veinte minutos con él. Incluso si se sentía sucia y repugnante al permitirlo.

Esto es por James, se dijo y cerró los ojos con fuerzas cuando Adrien se inclinó para besarle el cuello. Su cuerpo saltó involuntariamente, poniéndose de pie para alejarse del muchacho.

—Hoy en la noche —habló, tragándose las náuseas y el sentimiento de repugnancia que la invadió—. McGonagall le dijo a mi tía que voy a tener una habitación para mí sola —añadió casi en un ronroneo para provocarlo.

Adrien se mordió el labio inferior y asintió.

—De acuerdo. En la noche.

Ryn le sonrió y salió del compartimiento, diciendo que iba al baño por un minuto. En la privacidad del lavabo, sostuvo su cabeza entre sus manos y lloró.

Lloró porque solo era el inicio de un nuevo sufrimiento que no sabía si podía tolerar.

Después de la cena en la que Ryn se sentó con Adrien, le dijo que tenía que recoger sus pertenencias en la antigua habitación, sabiendo que era la excusa perfecta para deshacerse de él, y para tener la conversación con James. Sabía que la iba a esperar en la habitación por la forma en la que su mirada se oscureció cuando Adrien le pasó el brazo por los hombros, acercándola a su cuerpo y Ryn no se apartó.

Tomó todo de ella no hacerlo, pero se mantuvo firme en su postura. Pasó toda la cena de esa forma, y cuando se deshizo de Adrien, se escabulló hacia su antigua habitación en la torre, preparándose mentalmente para lo que estaba por ocurrir. Buscó en su sistema cualquier onza de frialdad que fue capaz de invocar para lograr sobrevivir a esa noche.

Quizá físicamente se recuperaría, pero ¿emocionalmente? No pensaba que ese día vendría en algún momento cercano. No estaba segura de que sería capaz de hacerlo en esa vida.

Tal y como lo pensó, James estaba en el interior de su habitación cuando cruzó la puerta. Sentado en el borde de la cama con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas en el medio. Ni siquiera alzó la cabeza para observarla cuando la escuchó entrar. Solo se mantuvo en esa posición mientras Ryn cerraba la puerta.

Las palmas de las manos de Ryn sudaban. Tenía la garganta seca y el corazón latiéndole a millón, casi como si quisiera gritarle que le dijera la verdad y que huyeran de ese lugar que solo les iba a causar dolor. Pero Ryn mantuvo sus pies firmes en el suelo de la habitación, anclados para que no pudieran moverse en la misma dirección en la que entraron. Solo se quedó de pie, sabiendo que si tomaba un paso hacia James o hacia la puerta, todo se iría al caño.

—He estado tratando de pensar toda la noche en qué demonios fue eso y no puedo entender —dijo James, rompiendo el silencio.

Ryn se relamió los labios y tragó en seco, preparando su voz para que saliera firma y libre de temblores. Lo menos que necesitaba era un momento de debilidad. James no podía enterarse jamás de que estaba siendo forzada a romperle el corazón.

A hacer los corazones de ambos añicos.

—¿Qué cosa? —preguntó Ryn, y se sorprendió de lo desconectada que sonó su voz. Era como si se hubiera desasociado de su persona por completo.

La cabeza de James se elevó, sus ojos chocolate perforando cada centímetro del cuerpo de Ryn. En sus orbes estaban presentes las llamas del fuego causado por la furia, pero no se movió, no se paró para expresar sus sentimientos, no alzó la voz. Solo se quedó sentado con la mandíbula apretada y los ojos en fuego.

—Sabes de lo que estoy hablando. ¿Adrien? ¿Te suena? —increpó con amargura, mas su voz se mantuvo en el mismo tono que antes—. ¿Qué pretendes, Ryn? Eres mi novia y ese bastardo solo te hizo sentir como mierda todo el semestre. ¿Por qué lo dejaste tocarte y mantenerte cerca de él?

Durante un segundo, Ryn pensó en lo terrible que James debía sentirse. Pensó en que James tenía razón, pero también sabía que su plan estaba funcionando. Eso era lo que debía pasar para que pudiera tener su futuro intacto.

—Porque ya me cansé de pretender —dijo Ryn tranquilamente, cruzando los brazos casualmente, pero en realidad lo hacía para que él no se percatara del temblor en sus manos—. Porque Adrien y yo hemos estado juntos todo el semestre.

James se echó a reír, resoplando con coraje.

—Este no es el momento de hacer bromas, Ryn.

No supo de dónde provino la fortaleza, pero ella se mantuvo impasible, incluso cuando su corazón se contrajo dolorosamente cuando el rostro de James cayó y su sonrisa se borró.

—Estás jugando conmigo. Basta de bromas. Estoy tratando de tener una conversación seria —pidió James entre dientes, apretando las manos en fuertes puños.

Ryn sonrió ladinamente.

—Estás completamente ciego y disfruté cada segundo de pretender estar contigo. Adrien y yo nos divertimos mucho después de que te marchabas por las noches.

Perdón, James.

—Corta el acto, Ryn.

—Empezamos esta broma al inicio del semestre luego del castigo en el campo de quidditch, ¿recuerdas? Cuando humillaste a Adrien frente al equipo al decirle que su padre era un inepto para el juego.

La mandíbula de James se apretó aún más, si es que era posible. Estaba segura de que sus encías dolían, pero no podía detenerse ahora. No cuando ya había abierto la represa. Era tarde para arrepentirse de haber elegido ese plan para romper con él.

—Mientes —acusó James.

Sí, miento. No me hagas caso.

—Eso desearías. Adrien siempre pensó que la mejor forma de humillarte era lograr lo que nadie había hecho antes: haciendo que te enamoraras de mí. Todos saben los rumores del puto de James Sirius Potter, sancionado de su equipo porque un trío le salió mal —continuó diciendo Ryn, mofándose de él—. Así que supo que yo era la pieza clave.

—Mentirosa.

—Colaboramos para fingir que nos detestábamos para así convencerte de que era real. Tengo que admitir que pusiste más resistencia de lo que pensaba, pero luego el camino fue fácil —elaboró en un siseo—. ¿Realmente pensabas que me iba a enamorar de ti?

—Mentirosa —repitió James, sacudiendo la cabeza—. No sé qué tipo de broma retorcida estás haciendo, pero ya es suficiente.

—¿Sabes qué disfrutó más Adrien? La noche en la que me trajiste la cena de casa de tu abuela después de haber colaborado para cortarme el cabello. Un par de lágrimas serían suficientes para hacerte caer, y así fue.

James se puso de pie de golpe, buscando la mirada cálida de Ryn. Pero en su lugar solo encontró frialdad y orbes vacíos que no demostraban ni una pizca de emoción. La persona que había conocido estaba muy lejos de la que estaba frente a él en ese instante, sonriéndole cruelmente con una mirada opaca.

—¿Fingiste todo? ¿Eso es lo que quieres decir? Cada caricia, cada palabra, cada conversación. ¿Todo?

Ryn se limitó a encoger los hombros.

—Soy una persona determinada, y tú eras el blanco perfecto para satisfacer mi aburrimiento semestral.

Ryn lo vio resoplar, pero cuando desvió la mirada los ojos chocolates de James se cristalizaron por un breve instante. Estaba comenzando a calar en su cabeza. Solo tenía que ejercer más presión en la daga que le estaba clavando en el corazón.

—Fue divertido, profe. Pero ya obtuve todo lo que quería de ti —dijo con una sonrisa maliciosa—. Estás bajo mi control. No solo porque me entretuviste en este semestre y fue fácil jugar contigo, sino porque ahora tenemos la información y evidencia suficiente para manipularte a nuestro gusto por el resto del semestre. —Le palmeó el hombro con satisfacción—. Gracias, Potter. Fue un verdadero placer jugar contigo.

James se quedó en silencio. No peleó, ni le gritó. No le exigió saber más, no quiso luchar para ver más allá de sus palabras. Fue cuando lo vio girarse que confirmó que sus palabras habían cortado la barrera de su corazón y se encontraba sangrando.

No la insultó. Nada. Solo puro silencio que dolió más que cualquier palabra que fuera capaz de pronunciar.

—James —pronunció Ryn por un impulso y se recompuso con rapidez cuando él se detuvo en medio de la habitación—. Vete ahora porque tengo que recoger mis cosas. Adrien está esperándome en la sala común y no quiero dejarlo esperando.

Haz algo. Grítame, hiéreme, ámame.

Pero James hizo nada. Solo se marchó, dejando a Ryn con su corazón roto en sus manos, pero ella no tuvo tiempo de quebrarse. Tampoco quiso hacerlo. Solo se enfocó en recoger los restos de sus pertenencias y se marchó de la habitación, dejando atrás los recuerdos de todas las noches que compartió con James en su interior.

Todas las caricias, las conversaciones, los momentos vulnerables, y también los apasionados. Porque James no solo fue la persona que la hizo feliz, sino que también fue el que le recordó quién era. Pero ahora volvería a estar perdida.

Volvió a perderse cuando cruzó las puertas de su nueva habitación con Adrien pisándole los talones y dejó que utilizara su cuerpo como pago por su protección de los demás estudiantes. No sintió los toques de Adrien, y tampoco la forma en la que penetró su cuerpo porque lo único que quedaba de Katsiaryna Stormhold era la piel que la rodeaba. Su corazón lo dejó en las manos de James.

Siempre estaría en las manos de él. Incluso cuando él se recuperara y ya no lo quisiera.

Mientras Ryn sufría en las mazmorras, siendo utilizada por Adrien, James se encontraba en su oficina, consumiendo los restos de la botella de alcohol que tenía. La tomó a grandes tragos, directamente del cuello porque no pensaba molestarse en sacar un vaso. Solo tragó y tragó con la esperanza de que pronto dejaría de sentir, con la esperanza de que el dolor de su pecho se apaciguaría pronto.

Pero fue solo un error porque el alcohol trajo a su mente los recuerdos de todos los momentos que compartió con Ryn, todas las mentiras que crearon sin saberlo. En especial cuando le dijo que lo amaba.

¿Qué tan retorcida debía estar para jugar así con alguien? ¿Cómo pudo jugar con sus sentimientos de esa forma?

Katsiaryna Stormhold era lo peor que había conocido y deseaba haber renunciado a su carrera antes que toparse con ella en aquel elevador.

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Y... pues. Sí, esto. Me voy. Chau.

Amor para todys,
Thals

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