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17: Lo que significa el amor

RYN ESTABA NERVIOSA DE CONOCER A LOS AMIGOS DE JAMES. No porque fueran a sospechar que era una estudiante, pues si conocían del sistema educativo de Hogwarts, asumirían que estaba recién graduada. La historia que acordaron era que Ryn era una compañera de Lily y que se habían conocido en su internado de aprendizaje con Madame Pomfrey. Si le preguntaban, iba a decir que su interés profesional era ser enfermera.

No, no estaba preocupada por las sospechas, sino por el hecho de que podía desagradarles. Ryn era consciente de su carácter y actitud. Para muchos podía parecer mezquina y engreída. Una niñata que siempre obtuvo todo lo que quería en las paredes de su mansión.

No era secreto que la familia Stormhold era fría y egoísta, apenas mezclándose con selectos grupos en la comunidad mágica. Ni siquiera compartían con los Sagrados Veintiocho, pues sus alianzas eran reservadas y escasas. De modo que Ryn nunca aprendió en grandeza a cómo mezclarse con las personas de una manera que fuera pura y genuina. Apenas llevaba unos meses aprendiendo de su relación con James.

Quería agradarle a los amigos de su novio. Quería ser parte de algo donde las personas los miraran y dijeran: «Ese par va a estar junto por décadas». Aunque muy en el fondo estaba consciente de que las probabilidades de que lo suyo fuera eterno eran mínimas. Dolía pensarlo y dolía aún más saber que era cierto porque la verdad era que Ryn guardaba muchos secretos y James la odiaría igual que el resto cuando se enterara de las cosas que había hecho en el pasado; cuando supiera la verdad que luchaba por ocultarle.

—¿Estás lista?

Ryn volteó la cabeza para poder mirar a James.

Él vestía una camisa de botones negra. Había doblado las mangas largas hasta los codos, dándole un toque más informal junto a sus pantalones oscuros de mezclilla. Se veía igual de guapo que siempre o quizá un poco más. Ya Ryn no confiaba en su juicio para determinar la belleza de las personas porque estaba idiotizada por él. El amor podía cegar hasta a las personas con la vista más perfecta.

—Sí. Solo estaba buscando los aretes —dijo, elevando en el aire la pieza de joyería que le faltaba por colocarse.

Aunque era una mentira piadosa. Había estado la mitad del tiempo tratando de frenar el ataque de pánico que burbujeaba en su sistema, listo por salir a torturarla un poco.

Era la despedida de año y estaban preparados para realizar su primera introducción al mundo como pareja.

Pareja.

Ryn casi se rio de su pensamiento porque jamás pensó que ese año iba a terminar con un magnífico novio a su lado. Uno que no la juzgaba y que esperaba pacientemente a que estuviera cómoda. La persona que le dio una elección cuando el mundo le cerró las puertas.

—Perfecto porque Claire odia cuando llego tarde.

Ella arqueó una ceja, intrigada por conocer por primera vez el nombre de la anfitriona de la fiesta.

—¿Claire?

—Sí, mi amiga.

—¿Cómo la conociste? —curioseó.

No era que estuviera celosa, sino que no lo había escuchado mencionarla en todos los días que llevaban en el hotel compartiendo. De hecho, en ningún momento se dignó a mencionar que se trataba de una amiga, y no de un amigo en particular. Nunca le dijo el nombre, así que estaba preguntándose si había algo que ocultar en primer lugar.

James ladeó la cabeza y se rascó el mentón con el pulgar.

—Um, luego de un juego —comentó y Ryn se mantuvo sin reaccionar grandemente, solo esperando una mejor explicación—. Vale, ¿recuerdas la chica que te conté en Hogwarts? Aquella con la que salí, pero que nos dimos cuenta de que funcionábamos mejor como amigos.

Ryn apretó los labios en una fina línea para poder ahogar la molestia parcial. De nuevo, no estaba celosa, pues sabía que James tenía un pasado venturoso con las mujeres. No, lo que le incomodaba era el hecho de que se lo hubiera ocultado hasta el último minuto.

—De acuerdo, ¿y por qué no me lo contaste antes? —cuestionó cautelosamente, manteniendo su tono estable y bajo.

—No lo sé. No quería incomodarte si conocías la historia —confesó, bajando la cabeza un poco—. Nada pasó entre nosotros y juro que sí somos solo amigos.

Un suspiro abandonó los labios de Ryn mientras se volteaba completamente, llevando las manos a los hombros de James. Se alzó en puntitas y le dio un casto beso, apartándose con una ligera sonrisa.

—Confío en ti —aseguró—. Más que a nadie en el mundo.

James le ofreció la más brillante de las sonrisas, una que pareció iluminar toda la habitación y el hotel entero.

—Claire y su prometido van a amarte. Lo juro.

No se equivocó en lo que le dijo porque tanto Claire como Jonas amaron a Ryn y la hicieron partícipe de la fiesta como si hubieran sido amigos de toda la vida. Claire se tomó fotos con Ryn, charlaron por lo que parecieron horas, y al despedirse la envolvió en un enorme abrazo, pidiéndole que visitara nuevamente cuando tuviera la oportunidad. A James, Claire lo felicitó por haber encontrado una chica que verdaderamente valía la pena y que estaba alegre por verlo tan feliz y a gusto con alguien.

En silencio, dijeron todo lo que Ryn había querido escuchar cuando estaba en el hotel consumida por su ansiedad. Lucieron como ese tipo de parejas que ves y dices: «Ese par va a estar junto por décadas».

Pero las cosas no son eternas y tampoco lo era la semana que sacaron para estar juntos lejos del mundo. James tuvo que regresar a Ryn a la mansión Stormhold, y él tenía que llegar a Hogwarts a tiempo para las reuniones antes de que comenzara el nuevo semestre. La dejó luego de besarla tan profundamente que se quedaron sin aire y sus labios sutilmente hinchados por la fricción.

Por primera vez en mucho tiempo, Ryn sentía que estaba feliz. Absoluta y completamente feliz. Más alegre de lo que había estado en sus dieciocho años de vida. Tanto así que todavía tenía una sonrisa marcada en el rostro cuando se escabulló de vuelta en su habitación, luchando por lucir desapercibida.

—Espero que hayas disfrutado la escapada.

Ryn se sobresaltó al escuchar la voz de Leticia en su habitación. El corazón le latió con fuerzas, casi queriéndosele salir del pecho que lo mantenía prisionero. Apretando las manos en puños y los labios en una fina línea, se volteó lentamente para poder encarar a su tía.

—Hola. Lamento si te preocupé o algo. Realmente no tenía pensado hacerlo, pero fue necesario —se excusó Ryn cabizbaja.

Leticia alzó el mentón.

—¿Desde cuándo llevas saliendo con el hijo de Harry Potter? —preguntó Leticia, yendo directo al grano y sin anestesia alguna.

El cuerpo de Ryn se paralizó. Lo único con movimiento eran sus labios que temblaron sin poder controlarlos.

—No sé de qué hablas —comentó ella, girándose para comenzar a sacar sus cosas de la maleta.

—Sabes bien. No mientas, Ryn. Llevo sospechando desde la cena y no es coincidencia que después de que te marcharas encontré la nota que te dejó. Conozco tus escondites muy bien —le dejó saber, tirando el papel arrugado sobre la maleta abierta.

Ryn tragó en seco.

—No es lo que parece —murmuró apresuradamente, sospechando que Leticia estaba trazando conclusiones erróneas.

Conocía a su tía. Lamentablemente tuvo una semana entera para pensar en las peores situaciones y escenarios que su mente podía imaginar. Quebrar esas imágenes iba a ser muy difícil. En especial cuando no había forma de sacarle de la cabeza que su relación con James valía la pena.

—¿Entonces no estás teniendo una relación con tu profesor? —Ryn se mordió la lengua sin poder refutarle las palabras porque sabía que estaría mintiéndole. Leticia siempre fue buena en leerle las mentiras—. No puedes estar haciendo esto de nuevo.

De nuevo.

Ryn sintió el pánico mezclarse con los restos de su trauma, provocando que las lágrimas comenzaran a picarle los ojos. No. Ya podía adivinar hacia dónde se dirigía la discusión y no era algo que estaba dispuesta a atravesar. Se rehusaba a creer que ese era el giro que había tomado su vida, su felicidad.

¿Realmente iba a ser tan efímera? ¿Acaso no le bastaba al universo con el hecho de que sus compañeros en la escuela continuaban atormentándola? Ya aguantaba demasiado como para que también le arrebataran lo único que le traía una pizca de felicidad, una chispa de esperanza y alivio en medio de su tempestad.

—No es lo que parece —repitió con voz ahogada por el nudo que se había instalado en su garganta—. Déjame explicar. Por favor. Solo... déjame explicar.

Su respiración estaba saliendo entrecortada y pudo percatarse que se debía al hecho de que se le estaban escapando sollozos.

Leticia no se inmutó.

—En serio pensaba que podías cambiar, Katsiaryna, pero te veo cayendo en los mismos patrones una y otra vez.

—¡No es así! ¡Lo amo! —exclamó, interrumpiéndola antes de que pudiera continuar con unas palabras que resultarían hirientes y dañinas.

No necesitaba que la juzgaran. Lo menos que quería era que la compararan con su pasado, que minimizaran sus progresos, y que se cegaran ante el hecho de que sí había cambiado. No era la misma persona de un año atrás. Se estaba esforzando por ser una mejor persona... se había esforzado.

Y James no era un juguete para ella. James lo era todo. Era todo lo que necesitaba para mantenerse cuerda, para sobrevivir en un lugar donde el mundo entero estaba en su contra. James Sirius Potter era la gravedad que la mantenía pegada a la tierra cuando las partes oscuras de su mente luchaban por arrastrarla de vuelta a la posición en la que estuvo casi un año atrás.

Escuchó a Leticia reírse sardónicamente y fue suficiente para que las lágrimas comenzaran a rodar por su mejilla. No aguantaba que la única persona que la había defendido en el pasado antes de conocer a James, fuera la misma que se estuviera mofando de sus sentimientos.

—No seas cínica, Ryn. Ambas sabemos que no lo amas realmente. Solo es tu nuevo capricho que tienes que arruinar. Lo siento, pero no voy a permitir que dañes a otra persona.

¿Dañar a otra persona?

¡Si Ryn estaba dispuesta a hacer lo que fuera por proteger a James! No iba a lastimarlo.

No sabía qué parásito retorcido estaba eclipsando la mirada de su tía, pero necesitaba que todo se aclarara porque no quería continuar escuchándola.

—No voy a herirlo —aseguró entre hipidos.

—¿Lo sabe? ¿Sabe James la razón por la que te tienen alejada de todos? —increpó y Ryn negó, cerrando los ojos con fuerzas en un intento de frenar las lágrimas—. ¿Qué demonios estás pensando?

Ryn se aproximó a su tía, tratando de agarrarle las manos en un intento de que viera su súplica.

—Déjame probarte que lo que siento es genuino. Por favor. Es diferente, te lo juro. Lo amo, juro que lo amo. Nunca haría algo para herirlo.

Leticia negó con la cabeza, zafándose del agarre de su sobrina.

—Lo siento, Ryn, pero el hecho de que quieras convencerme de que me haga de la vista gorda ante su relación prohibida me demuestra que no es para nada diferente. ¿Sabes que le arruinarías la vida si las personas se enteran de lo que tienen?

—Me hace feliz. ¿No puede eso ser suficiente para ti? —murmuró, su voz quebrándose entre las palabras.

—No lo es. La felicidad no vale nada si estás destruyendo a la otra parte del sentimiento —espetó con frialdad. Ryn lloriqueó aún más fuerte—. Si en verdad quieres cambiar y probármelo, termina la relación.

Ryn negó efusivamente.

—N-No.

—Termínala.

—No puedo hacer eso. Por favor. Tiene que haber otra opción. Por favor, por favor, por favor...

—¡Termínala! —ordenó Leticia con fuerzas.

—¡No puedo!

Porque hacerlo sería como arrancarse el corazón del pecho con sus propias manos. Su lado egoísta sabía que si lo hacía, sí terminaría como el año anterior porque sacar a James de su vida sería como apagar la calefacción en la noche más fría del invierno.

Leticia tomó una bocanada de aire, pasándose una mano por el cabello oscuro.

—Termínala, Katsiaryna, o yo la terminaré por ti. Lamentaría mucho tener que arrastrarlo contigo —amenazó con firmeza y Ryn supo que no estaba mintiendo. No eran palabras vacías. Al no tener una respuesta, Leticia supo que había calado lo suficiente en la cabeza de su sobrina—. Te daré hasta la primera semana de clases.

Cuando escuchó la puerta cerrarse, Ryn se permitió sollozar libremente, dejándose caer al suelo. Las lágrimas saladas le empapaban el rostro, deslizándose por su mentón. Cada sollozo era una pieza de su corazón quebrándose.

Y lo entendió.

Ryn entendió que para poder darle un futuro a James, primero tenía que romperlo primero. Tendría que hacerle el corazón añicos para que pudiera poner de vuelta los pedazos y reconstruir una vida de la que ella no formaría parte.

Eso era el amor. Darse cuenta de que a veces se tiene que sacrificar sentimientos para que la otra persona pueda tener algo mejor.

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Bueno, dejo esto aquí y me largo antes de que me linchen porque siempre hago lo mismo, jsjsjsjsjs. Ya era mucha felicidad para ellos, ¿no? Y todavía no escribo lo que va a doler más. La verdad... esto es el inicio de la montaña rusa de emociones.

love,
thals

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