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16: Restricciones

RYN NUNCA HABÍA VISITADO UN HOTEL MUGGLE en su vida. En los viajes con su padre y su tía, siempre estuvo en las áreas del mundo mágico, en casas de socios o en diversas propiedades que su padre tenía por Europa. Así que cuando cruzó la puerta principal del pequeño hotel no-mágico, se sintió distinta, emocionada, feliz. Caminando de la mano de James, se mantuvo a su lado mientras él hacía el registro de entrada.

Los ojos curiosos de Ryn examinaron el lugar de aspecto rústico. Luces de navidad decoraban las esquinas del techo, extendiendo su mínimo resplandor colorido por las paredes que los rodeaban. En el recibidor había un par de personas con suéteres horribles de temática navideña. Una chimenea irradiaba calidez en el interior, dándole un toque hogareño al establecimiento.

Al tener las llaves de la habitación, James puso su mano en la espalda baja de Ryn, invitándola a caminar junto a él hacia la zona de los elevadores. Subieron al tercer piso, y buscaron la habitación 3E. La puerta de madera al fondo del pasillo les dio la bienvenida y se introdujeron en la cómoda—aunque pequeña en comparación con los espacios que tenían en sus respectivos hogares—habitación.

Había una cama grande en el centro, un escritorio, dos mesas de noche, una nevera personal, una caja fuerte y dos lámparas a cada lado de la cama. Dos puertas estaban en el interior, una para el baño—el cual tenía una tina para su sorpresa—y otra para el armario que compartirían.

Ryn no pudo evitar pensar que todo se sentía muy doméstico, pero no le molestaba en lo absoluto, sino todo lo contrario. Se dio cuenta de que en el futuro le gustaría tener ese tipo de arreglos con James de manera permanente, aunque fueran trivialidades como tener su cepillo de dientes al lado del suyo, que sus productos de aseo estuvieran juntos, o compartir la mitad del armario con él. Le agradaba eso.

Estar junto a él hacía que toda la ansiedad de escaparse de la mansión, dejándole solo una carta a su tía antes de marcharse, desapareciera. Quería estar con James, compartir las festividades con él y pasar el tiempo sin tener que esconderse del mundo entero. Nadie los conocía en esa zona del país, además de que tampoco sospecharían que Ryn era su estudiante. A fin de cuentas, las probabilidades de que alguien repitiera curso en Hogwarts eran mínimas.

—Tengo curiosidad —comentó mientras sus ojos recorrían la habitación. James había dejado la maleta a un lado y se encontraba de pie a sus espaldas, por lo que giró la cabeza para observarlo con una ceja arqueada—. Pensé que habías dicho que estaríamos con unos amigos tuyos...

James asintió.

—Los visitaremos, sí —confirmó con simpleza.

—Todavía no he hecho mi pregunta —dijo y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro—. ¿Por qué nos quedamos aquí?

Lo vio pasar la punta de la lengua por su labio inferior, halándolo a su boca para morderlo con sutileza. Su mirada almendrada se oscureció, mientras que, por un segundo, el deseo los iluminó. Dio dos pasos para acercarse a ella, pegando su figura alta a la de ella.

—Tú sabes por qué —respondió en un susurro cerca de su oreja. Le apartó el cabello del cuello, permitiendo que su nariz inhalara el perfume de la chica. Con la punta de los dedos, recorrió la extensión de los brazos de Ryn, sintiéndola estremecerse bajo su toque; la anticipación tomando hogar en su sistema—. Aquí si puedo hacer esto sin preocuparme en tener que poner hechizos silenciadores.

Ryn quiso preguntar a qué se refería cuando sintió las manos de James sosteniendo sus pechos por encima de la blusa que traía puesta. Un jadeo se ahogó en su garganta y un fuego se encendió bajo su piel, hirviéndole la sangre con lujuria.

—Ah, ¿sí? —inquirió la muchacha mirando hacia la cama de nuevo, aunque su voz estaba ahogada por el deseo—. ¿Estás tan seguro de que me harás gemir? No soy tan ruidosa.

La risa de James fue ronca y grave, y envió un escalofrío por su columna vertebral.

—Pruébame —la retó con voz enronquecida.

Ryn aprovechó que no la podía ver para morderse el labio inferior, sintiendo que estaba derritiéndose por dentro. Tenía las piernas convertidas en gelatina, y no podía evitar pensar en todos los escenarios que podían realizar en esa habitación del hotel.

James tenía razón, ahí no tendrían que preocuparse por nadie. No los iban a atrapar, él no tendría que subir por su ventana a altas horas de la noche, y tampoco iba a tener que hacer uso de la capa de invisibilidad. Era una de las pocas ocasiones en las que iban a tener libertad de hacer lo que quisieran. Al menos hasta que se graduara de Hogwarts.

Sin embargo, decidió hacerse la desentendida.

—¿Y si no quiero? —increpó.

Aunque su cuerpo estaba diciendo todo lo contrario porque su espalda se arqueó ligeramente, buscando más de su tacto. Quería sentir sus manos acariciando sus pechos y el resto de su anatomía. Solo... quería más de lo que estaba recibiendo.

—Entonces nada pasa, Ryn —respondió James al instante—. Pero si quisieras, me apetece intentar algo nuevo.

Eso picó el interés de Ryn, quien giró sobre sus talones para poder mirarlo. Sus ojos chispearon con intriga.

—¿Algo nuevo? —cuestionó—. ¿Realmente hay algo que no hemos hecho?

James ladeó la cabeza.

—Hay muchas cosas que no hemos explorado todavía.

—Mmm... mi trasero está fuera de límites por el momento —avisó en caso de que por ahí estuvieran los planes de él.

El muchacho solo se rio, negando con la cabeza.

—¿Por el momento, huh?

—No negaré que, aunque me aterra ahora, quizá en el futuro sea algo que me agrade. El mundo da muchas vueltas —contestó con simpleza.

—Tranquila, a mí tampoco me interesa navegar por esas aguas... por el momento —imitó el tono de ella, molestándola.

Ryn rodó los ojos.

—¿Entonces?

—¿Cuáles son tus límites? —interrogó él sin dar detalles sobre lo que quería intentar con ella.

Lo pensó durante un minuto, viajando con rapidez en los recuerdos de sus experiencias pasadas para saber si había algo en específico que no le gustó. También trató de imaginar los posibles escenarios más extremos, o poco convencionales para asegurarse de que no se estaba estancando en la vainilla. Su instinto le decía que James estaba interesado en explorar un terreno más excitante.

—No me gustan los golpes. Me gustan las nalgadas, pero ¿bofetadas o azotes en otra parte de mi cuerpo? No, eso no me atrae. Tampoco la degradación, pero sí me gusta la idea de los elogios. Nada de juegos de edades, primales o de dueño y esclavo. No me aterra hacer algo en público y no me desagrada la idea de participar de algo grupal. No sé cómo me siento respecto a ser voyeur... y creo que eso es todo lo que puedo pensar.

James asintió lentamente, agregando algunos elementos a su lista mental de cosas por probar. Estiró una mano hacia la de Ryn y la sostuvo en el espacio disponible entre sus cuerpos.

—¿Qué hay sobre restricciones? —preguntó, mirándola la muñeca.

Oh —pronunció Ryn, elevando las cejas para pensarlo durante un segundo. La idea no le aterró en lo absoluto, sino todo lo contrario. Encendió un infierno en su abdomen—. Definitivamente no es un límite.

—Eso es bueno saber, ahora podemos ir a almorzar —comentó calmadamente, dando la vuelta para agarrar su abrigo.

Ryn se apresuró en detenerlo antes de que pudiera hacer el intento de colocárselo de nuevo.

—Ah, no. No vas a hacerme el cuestionario BDSM solo para dejarme así —se quejó haciendo un puchero—. James, por favor. 

Él sonrió maliciosamente.

—Estoy jodiendo contigo, no hay forma de que vaya a salir de este cuarto ahora —expresó, llevando sus manos a la cintura de Ryn y la haló hacia su boca, besándola con vehemencia.

No tenían que ir de poco a poco, la anticipación los estaba comiendo a ambos. Sabían lo que querían, lo que necesitaban en ese momento. Llevaban desde la noche antes de que Ryn se marchara para sus vacaciones sin sentirse, sin tener algún contacto remotamente sexual. E incluso esa noche fue de manera apresurada porque no querían arriesgarse a ser atrapados desde que Neville había estado analizando cada paso que daban. Pero ahora... ahora tenían todo el tiempo del mundo para devorarse y consumirse con paciencia. Podían dar rienda suelta a su pasión sin problema alguno.

Eso era justo lo que James planificaba hacer ahora que Ryn estaba abordo con el plan.

—Necesito una palabra de seguridad —habló, rompiendo el beso—. Si hacemos esto, aunque seré suave, necesito una palabra de seguridad.

—¿No podías haberme preguntado eso antes de besarme de esa forma? Porque estoy segura de que no recuerdo ni mi nombre. —James rodó los ojos y Ryn frunció las cejas mientras pensaba en una palabra adecuada—. Honeydukes.

—¿Honeydukes? ¿En serio?

—Oye, no juzgues la palabra de seguridad. Las probabilidades de que mencione esa tienda en una sesión de sexo son mínimas.

Tenía que darle la razón en ese aspecto. La palabra funcionaba de manera excelente. No era convencional, y tampoco una que fuera a utilizar a menudo en caso de que necesitaran parar del todo lo que estaban realizando. Aunque él sabía que detendría cualquier juego si escuchaba un "detente" de su parte, pero nunca estaba de más tener una palabra de seguridad cuando se trataba de ese tipo de sexo.

—No la juzgo. Es una excelente decisión —concordó, y regresó su boca a la de ella, mordiéndole el labio inferior por un segundo antes de volver a apartarse—. Tenemos que deshacernos de esto.

Con cuidado, le quitó la blusa de mangas largas que le cubría el torso y luego procedió a desabrocharle el sostén habilidosamente. Ryn quedó desnuda hasta la cintura, pero no se movió en ningún momento, disfrutando de la atención que estaba recibiendo de James, aunque no estaba segura de cuánto tiempo podría resistir estando de pie. En especial cuando la boca juguetona de él encontró su pezón, pasando la lengua por la protuberancia endurecida por un segundo, y luego succionó ligeramente. Ella jadeó, arqueando la espalda para recibir más, y sus dedos se enterraron en el cabello rebelde de James.

Él se entretuvo con sus pechos durante unos minutos, tentándola y haciendo que estuviera cada vez más excitada y ansiosa. La verdad era que estaba deseosa de descubrir el lado dominante de James. Siempre supo que era un poco dominante en la cama, pero estar completamente a su merced era algo distinto. Sin embargo, no le disgustaba en lo absoluto. Sabía que estaba segura en sus manos, confiaba en él más de lo que había confiado en cualquier otra persona en la vida.

—James, por favor.

—¿Qué necesitas, Ryn? —preguntó, arqueando una ceja—. Tenemos que comunicarnos directamente, cariño. Necesito palabras.

—Tu boca en mí.

Él siseó.

—Vamos a quitarte esto primero —dijo, anclando los dedos en el borde de su pantalón. —Ryn asintió efusivamente, permitiendo que James le desabotonara la pieza de ropa y la deslizara por sus piernas. Le ayudó quitándose los tacones para poder quitar el pantalón del medio. Aprovechando que se encontraba casi de rodillas, él delineó las bragas rojas que la cubrían—. Voltéate.

Ella obedeció sin chistar. James tomó la oportunidad para apretujarle el trasero mientras se ponía de pie, y le dio un ligero azote en la nalga, haciendo que un gemido se le escapara.

—James.

—Shh, eres tan jodidamente perfecta, Ryn.

—Te tomaste en serio lo que dije de los elogios, ¿no? —comentó Ryn con picardía.

Él se rio.

—No, realmente eres perfecta —recalcó, besándole el hombro—. ¿Estás lista?

—Me estoy haciendo vieja esperando, James Sirius.

Le dio otro azote, uno que Ryn recibió gustosa porque sabía que lo haría, y realizó un accio para obtener las esposas de cuero que había empacado por si acaso. Se las ofreció a Ryn para que se familiarizara con el material y su peso.

Ella las observó con curiosidad, asintiendo ligeramente mientras aprobaba las esposas para la primera restricción.

—No sé si el hecho de que las empacaste me parece genial o confianzudo.

James encogió los hombros.

—Se vale soñar, ¿no?

Ryn le dio la razón.

—¿Estas son tu método preferido de restricción? —preguntó con curiosidad.

—No es algo que haga frecuentemente. Se necesita un nivel de confianza para poder hacer algún tipo de escena, y cuando estoy con el equipo no da mucho tiempo para tener algo más permanente. Además de que puedo sobrevivir perfectamente con el sexo que tenemos.

—Esa no fue mi pregunta —apuntó ella con una ceja arqueada.

—De lo que he probado, no es lo que más me gusta, pero sí lo preferible para empezar. 

—Ahora sí que tengo curiosidad, ¿qué es lo que has utilizado?

—¿Es algo que quieras saber ahora? —cuestionó.

Ryn resopló.

—Por favor, sé que eras un puto. Claramente has tenido un montón de sexo y muy diverso, si puedo añadir. No me afecta en lo absoluto que hayas atado a alguien —replicó ella.

—Nos estás matando el rollo, Ryn.

—Vale, vale. Lo hablaremos después —aceptó, ofreciéndole las manos.

James negó divertido, y la empujó al colchón. Ryn rebotó con una risa traviesa mientras él se trepó sobre ella, estirándole los brazos sobre la cabeza de modo que estuvieran cerca del cabezal de la cama donde dos tubos unían los pilares. Colocó la primera esposa en la muñeca derecha, asegurándose de que no estuviera muy apretada.

—¿Está bien? —preguntó James.

Ryn asintió, así que él pasó la cadena de las esposas por detrás del tubo, y prosiguió con la otra muñeca, dejándola atada a la cama. La cadena le permitía el espacio suficiente para que todavía tuviera un poco de movilidad, pero sin tocarlo. El cuero de las esposas era lo suficientemente duro para sostenerla, pero suave para no dejarle marcas en la piel.

Lo vio quitarse la camisa, quedándose solamente con los vaqueros oscuros.

—¿Palabra de seguridad? —James se aseguró de que no se le había olvidado.

—Honeydukes —respondió Ryn al instante.

—Bien —murmuró, depositando un casto beso en sus labios—. Úsala cuando quieras y necesites que me detenga.

—Lo haré, pero por ahora no la estoy diciendo, así que eres libre de hacer lo que quieras.

Entonces comenzó la diversión para él. Algo que había notado en sus pasados encuentros era que en algún punto Ryn siempre reclamaba el control, pero que también era capaz de cederlo cuando quería. Había visto el brillo en sus ojos cuando le decían qué hacer. Solo le gustaba retar, y eso era lo que más le gustaba a James. Sin embargo, tenerla a su merced era una sensación completamente distinta. Estaba completamente duro de tan solo observarla, y ni siquiera había comenzado a tentarla.

Primero comenzó por sus pechos, dejando un camino de besos por el valle entre ellos antes de enfocarse en los pezones que pedían a gritos su atención.

Ryn se removió bajo su cuerpo, de vez en cuando alzando las caderas para ver si alcanzaba a recibir fricción en la zona que más necesitaba.

—James —susurró en un tono suplicante.

—Shh, paciencia, Ryn.

Descendió un poco más, delineando nuevamente las bragas que cubrían el centro húmedo de su novia. Podía apreciarlo cuando apartó las piernas, deleitándose con la vista. Su humedad era perceptible a través de la tela, y a James se le hizo la boca agua de tan solo apreciarla.

Ancló los dedos a ambos lados de las bragas, removiéndolas del camino. Se posicionó entre las piernas de la chica y besó ambos muslos para luego permitirse degustar de su sexo. Se ganó un gemido cuando deslizó la lengua por su hendidura, probando el terreno, torturándola y jugando con su placer.

Ryn se removió, halando las esposas mientras el placer cosquilleaba bajo su piel, enviando todo tipo de corrientes eléctricas a través de su cuerpo. James no se detuvo cuando un orgasmo explotó en su sistema, haciéndola retorcer y ver estrellas. No, él continuó hasta que se quebró por segunda vez y sus piernas temblaron a ambos lados de los hombros de él.

—Joder, joder, James.

Él se alzó, trepando nuevamente por su cuerpo para sostenerle el rostro y besarla con rudeza. Ryn pudo sentir su sabor en los labios de James, pero no le importó en lo más mínimo. Incluso lo encontró aún más excitante cuando sus lenguas se encontraron y los sabores se mezclaron, convirtiéndose en uno.

—¿Todo bien? —preguntó.

Ryn asintió.

—Sí.

—Bien.

Con destreza, la volteó sobre el colchón y Ryn captó sus intenciones, apoyando su peso en las rodillas y arqueando la espalda de modo que su mentón casi rozaba las almohadas. Las restricciones hicieron que sus manos terminaran cruzadas, pero no era doloroso y tampoco incómodo.

Lo escuchó bajar la cremallera del pantalón y realizar los hechizos necesarios para la protección de ambos. Acto seguido se deslizó en su interior de un solo movimiento, aprovechando lo empapada que estaba, y Ryn gimió roncamente. Él había tenido razón, definitivamente iba a ser ruidosa. ¿Lo verdad? No le importaba que las personas supieran que la estaban llevando al infierno en veinte maneras distintas porque lo único que podía pensar eran las estocadas profundas y constantes de James.

El placer nubló sus sentidos, haciendo que se olvidara de que tenía las piernas hechas gelatina por los dos orgasmos, y que sonidos agudos estaban saliendo de sus labios sin un control. Lo único que podía procesar eran los movimientos de James llenándola una y otra vez. Ni siquiera era capaz de formular un pensamiento coherente.

—Vamos, Ryn, una vez más.

¿Otro?

No, no pensaba que era posible.

Pero su cuerpo estaba en desacuerdo porque el placer hizo un remolino en su abdomen, creciendo con cada movimiento, y pronto se encontraba estremeciéndose y temblando con el orgasmo que la azotó como un látigo.

James la siguió un minuto después, finalmente dejándose consumir por el clímax.

Tan pronto bajó de su nube, la liberó de las esposas y la refugió en sus brazos, resguardándola mientras los sentimientos y sensaciones empezaban a asentarse.

—¿Todo bien?

Ryn asintió, adormilada.

—Perfectamente —respondió con una sonrisa.

Le dio un beso en la frente, pensando que, sin duda alguna, Ryn era la persona perfecta para él.

—Te amo, Katsiaryna.

La sorpresa la invadió, ahuyentando el sueño por un segundo en lo que se recuperó. James pronunció su nombre de la manera más natural del mundo, casi como si lo hubiera practicado hasta que tuvo la confianza para llamarla por él. A pesar de que no le gustaba en general, sí le agradó la manera dulce en la que él lo dijo. En especial porque iba acompañado de sus palabras favoritas.

—Yo también te amo.

—¿Estás bien? —repitió él.

Ryn volvió a asentir.

—Juro que sí —le aseguró y luego añadió—: Debemos hacerlo de nuevo.

James se rio ligeramente.

—Pasos pequeños, Ryn.

—Mmm, no sé. Me apetece correr.

—No podemos hacer eso hasta que sepas caminar, traviesa —dijo James, acariciándole el cabello con cariño.

—Soy una buena aprendiz, profe —insistió.

—No tengo dudas al respecto, señorita Stormhold. Haz silencio, ¿sí? Voy a cuidar de ti ahora.

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Holi, este no se suponía que era el capítulo que iba a escribir. O sea, sí, pero no esperaba que este par hiciera una escena tan larga y no quería sobrecargarlo, lmao. Pero hey, eso significa más Potterstorm felices, así que disfruten mientras dure...

Ya se me está haciendo costumbre escribir algo sucio para subirlo un domingo. ¿Esto significa que arderé aún más en el infierno? Probablemente.

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