JAMES SIRIUS ESTABA CERCA DE TENER UNA CRISIS NERVIOSA. Definitivamente el encuentro con Ryn en el Ministerio no había sido la cereza del pastel en su día caótico, sino que fue el hecho de que su padre estaba considerando asistir a la cena. Más bien, parecía estar completamente convencido de que era la decisión correcta. De paso también lo estaba obligando a ir, alegando que le habían hecho una oferta directa y que no era cortés dejarlo colgando.
Pero a James le parecía que su padre se traía algo entre manos. Tal vez había sido capaz de percibir, al igual que él, la tensión entre Ryn y su padre. El ambiente tóxico y abusivo era palpable. Incluso si físicamente no ejercía su poder sobre Ryn, era obvio que la manipulaba hasta hacerla parecer una criatura indefensa y atemorizada.
No era la misma chica que conocía. Sabía que él presenciaba su verdadera personalidad, pero le aterraba que Ryn fuera a tener una recaída en su progreso por culpa de su progenitor. No importaba si no conocía la verdad de lo ocurrido, sabía que Alastair había sido uno de los culpables, quizá hasta el principal.
Esa fue la única razón por la que se encontró arreglándose para la cena, ignorando por completo el nerviosismo de que tendría que ser lo más cauteloso posible. Tenía que aprender a disfrazar su mirada anhelante cuando la observaba. Esa noche sería como estar junto a Neville Longbottom luego de lo sucedido en el invernadero.
Albus Potter, su hermano menor, se coló en la habitación donde se estaría quedando ese fin de semana por autorización del Ministerio y McGonagall. El muchacho de cabello negro se lanzó sobre la cama, mirando a su hermano mayor, escudriñándolo.
—Estoy curioso —comentó Albus, jugueteando con una quaffle que encontró en la cama—. ¿Cambiaron algún otro profesor en Hogwarts?
James frunció el ceño.
—¿De qué hablas?
Albus encogió los hombros con simpleza.
—Simple curiosidad. La tarde en la que pediste la lasaña me dejó intrigado. ¿Te estás tirando a una nueva profesora caliente? —preguntó, metiéndose más de lo debido en los asuntos de su hermano.
Conocía a James. Era un auténtico galán de primera que no perdía el tiempo para meterse en la ropa interior de una mujer atractiva. Nunca tuvo problemas con las chicas. Bueno, para ser justo, Albus y James Potter en general nunca tuvieron problemas con las chicas, o chicas y chicos en el caso del menor. Solo Lily tenía más conflictos, pero solo se daba a que sus hermanos siempre estuvieron como gorilas a su alrededor.
—Estoy seguro de que el personal de Hogwarts se ha mantenido bastante igual desde hace décadas —dijo James.
Albus frunció el ceño y luego dejó salir un jadeo ahogado.
—¡Espera! —exclamó y se puso de pie con rapidez para cerrar la puerta. Acto seguido pronunció un hechizo silenciador antes de hacer la pregunta—. ¿Te estás tirando a una estudiante?
Verdaderamente quiso mentirle a su hermano. Intentó comenzar a negar, pero Albus era más intuitivo que eso. Lo conocía demasiado como para saber cuándo estaba mintiendo.
—James...
—No, Al. Lo menos que necesito ahora es que me juzgues —pidió.
Pero era tarde para esa petición.
—¿Bromeas? ¿Olvidas lo que pasará si te metes en otro escándalo? —increpó, alzando las cejas—. Estás loco al arriesgar todo por un simple polvo.
Fueron esas últimas dos palabras las que hicieron que James se detuviera en seco. Bajando la cabeza, se sentó en el borde de la cama, pasándose las manos por el cabello desordenado.
—Albus.
Albus abrió la boca, estupefacto con el comportamiento de su hermano.
—Estás jodiendo, ¿verdad? —dijo Albus, buscando una lógica al asunto.
James se limitó a negar.
—Me gusta esta chica, ¿de acuerdo? —confesó en un murmuro apenas entendible.
Pero para los oídos de Albus fue tan claro como un día de verano. Sus hombros cayeron y dejó salir un suspiro.
—Estás jugando con fuego, ¿sabes? —James se limitó a asentir—. ¿Quién es?
—No voy a decir.
Albus soltó un gruñido.
—Ay, por favor. No es como si fuera a decirle a alguien. He guardado tus secretos toda la vida.
No mentía. Si había un mejor confidente que Albus, pagaría por verlo porque su hermano era como contarle las cosas a una tumba.
—Su nombre es Ryn... Stormhold.
—Espera, espera, espera. —Albus se detuvo abruptamente—. ¿La misma que estudió con Lily? ¿No se supone que se haya graduado?
—La misma.
Albus soltó una carcajada.
—Oh, por Dios. ¿No van a ir a cenar a la mansión Stormhold hoy? —cuestionó y luego continuó riéndose—. Maldición, me haces querer cancelar mi cita de hoy solo para presenciar esa incomodidad en primera plano.
—Ja, muy gracioso —masculló James rodando los ojos con irritación.
Porque la verdad era que no estaba nada preparado para lo que sucedería. Sabía que iba a ser demasiado incómodo.
—Entonces, si no es solo un polvo, ¿desde cuándo lleva pasando esto? —preguntó Albus.
James descubrió que se sintió bien ser honesto con alguien, contarle qué era lo que lo estaba haciendo feliz. Principalmente porque Albus no lo estaba juzgando, sino lo contrario. Incluso cuando le dejó claro que estaba jugando con fuego y que se podía quemar, continuó interesado en el tema.
Al menos sabía que cuando presentara a Ryn oficialmente, tendría a alguien de su lado.
—Casi dos meses.
—Merlín, realmente te tiene que gustar esta chica si te sabes la fecha exacta —bromeó Albus.
James rodó los ojos.
—Ryn es increíble.
—Estás bajo un severo hechizo de vagina —dijo Albus.
James lo golpeó.
—Esa no es la única parte asombrosa de ella, idiota —le dejó saber—. ¿Y tú qué? ¿Quién es tu nueva víctima?
Albus chasqueó la lengua, negando con la cabeza.
—A que te gustaría saberlo —comentó chasqueando la lengua y se dirigió a la puerta.
—Eres un puto —dijo James.
Albus ladeó la cabeza.
—Mira quién habla —rebatió de manera juguetona e hizo un ademán con la mano como si fuera obvio.
—Soy un puto reformado —corrigió, señalándose y esbozó una sonrisa traviesa.
♢
A medida que se acercaba la hora para la cena, Ryn podía sentir que el oxígeno no le llegaba del todo a los pulmones. Daba respiraciones cortas y breves, casi resollando. El cúmulo de nervios que se había alojado en su abdomen no tenía ánimos de irse, arraigándose a las paredes de su estómago, cerrándolo por completo. La ansiedad estaba enviando corrientes eléctricas a través de su cuerpo, provocando que temblara ocasionalmente; su anatomía se sacudía visiblemente con cada estremecimiento.
Deseó que fuera una pesadilla, pero no lo era. Su padre estaba en la mansión y parecía haber regresado a armar un poco de caos y revuelo en la estabilidad emocional de ella. Las visitas de Alastair siempre eran efímeras, estaba segura de que había visto más a sus profesores que a su propio padre en dieciocho años de vida.
«Va a estar bien», se dijo a sí misma; el reflejo del espejo no le devolvió la misma confianza. Observó que en sus ojos había una nube de temor que la hacía ver apesadumbrada. Agarró el lápiz labial, pintando su boca de un color vino que la caracterizaba. Quizá si su exterior se veía bien, tendría un poco de más seguridad para tolerar la cena.
La verdad era que no le temía en lo absoluto cenar con los Potter y su tía Leticia. No, lo que la tenía hecha un manojo de nervios era que su progenitor se encontraba ahí. Alastair era impredecible. Nunca sabía qué era lo que iba a salir de sus labios o cuáles eran sus verdaderas intenciones. Ryn siempre tenía que andar en puntillas a su alrededor.
—Ryn —la llamó su tía, asomándose por la puerta de su habitación—, ¿estás lista? Los Potter ya están aquí.
Ryn tragó en seco y asintió. Leticia notó el pesar de su sobrina y se coló en el cuarto, acercándose a la muchacha. Pero la chica captó las intenciones de su tía, por lo que se puso de pie.
—Estoy lista.
—Sé que no te llevas bien con tu padre, pero dale una oportunidad esta noche. Parece estar en un buen humor, así que eso es bueno —aseguró Leticia.
Pero Ryn no pensaba lo mismo. Alastair estaba pavoneándose para estar en el buen lado de la familia más famosa del mundo mágico. Vio la oportunidad por el caso de Ryn y no buscaba perderla. Solo no quería imaginar el caos que se formaría si se enteraba lo que estaba haciendo con James.
—Claro —dijo con amargura.
No esperó para escuchar la reprimenda de su tía. Solo salió de la habitación, sus tacones repiqueteando contra la madera del suelo, mientras caminaba hacia la primera planta.
Encontró a su progenitor charlando amenamente con los padres de James en la sala de estar. Durante un segundo solo los vio a ellos. Se dio cuenta de que lo único que James heredó de su madre fue el par de ojos almendrados que tanto adoraba. Fuera de eso, no tenía ningún parecido a Ginny. La única que verdaderamente se podía decir que era una copia exacta de su madre era Lily, aunque la muchacha no estuviera presente para compararlas. Compartió los años suficientes con ella para saberlo.
Ubicó a James unos segundos después. Estaba de pie al lado de la chimenea. Su corazón se aceleró un poco. Sintió la necesidad de ir donde él, enredar los brazos alrededor de su cuello y besarlo, pero tenía que permanecer impasible, al igual que en las clases.
Se hicieron las introducciones básicas y las bienvenidas oficiales antes de dirigirlos al comedor. Ryn permaneció en silencio con la mirada fijada en la madera de la mesa. Leticia estaba sentada a la izquierda de su padre, quien estaba encabezando la mesa, y ella se había situado en el asiento contiguo. En el lado derecho, justo al lado de su padre se encontraba Harry, seguido de Ginny y James.
Trató de mantenerse concentrada en la comida y en consumir el vino tinto de la copa que estaba frente a ella. Estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano por no mirar a James con anhelo.
—Espero que les guste la comida —habló Alastair—. Aquí acostumbramos a consumir la comida típica del país natal de mi difunta esposa, Karyna.
Ginny ladeó la cabeza.
—¿De dónde era? —cuestionó, haciendo un poco de plática para deshacerse del silencio incómodo y la tensión del ambiente.
—Bielorrusia. De ahí viene el nombre de Katsiaryna. —Ryn reprimió un gruñido—. Potter, tengo que preguntar, y espero no estar entrometiéndome, ¿qué tanto ha estado progresando el caso de mi hija?
Ryn se tensó por completo, mordiéndose el interior de la mejilla con fuerzas. No se detuvo cuando sintió el sabor metálico de la sangre en su cavidad bucal. Solo podía sentir la amargura hacia su padre. No podía creer que estaba a punto de tocar ese tema tan delicado en medio de una cena.
—Alastair —pronunció Leticia entre dientes.
Alastair volteó para observar a su hermana.
—¿Qué? Estoy curioso por el bienestar de mi hija. ¿Es eso un problema? —inquirió, arqueando una ceja.
Harry miró a Ryn brevemente, ofreciéndole una sonrisa cálida antes de enfocarse en Alastair.
—Ha hecho un progreso excelente.
—Estaría mucho mejor si no estuviera repitiendo el año —comentó Alastair.
El aire comenzó a sentirse más pesado y Ryn tragó en seco, percibiendo que su padre estaba más cerca soltar un comentario inapropiado, uno que quizá cambiaría por completo la forma en la que James la miraba. El terror se adhirió a su piel.
—Creo que está haciendo lo mejor que puede —intervino Leticia, saliendo a la defensa de su sobrina.
Alastair resopló.
—Lo mejor hubiera sido si Katsiaryna no hubiera intentado quitarse la vida luego de algo tan estúpido.
El silencio que se instaló en el comedor luego de esa declaración fue mortal. Todos los ojos, excepto los de Alastair, pararon en la chica, esperando una reacción de su parte.
Pero Ryn no podía siquiera moverse. El pánico hormigueó en su piel. Las lágrimas ardieron en sus ojos e hizo lo posible por no dejarlas salir en ese instante. Durante unos segundos, dejó de respirar. Olvidó por completo cómo hacerlo hasta que sus pulmones quemaron y le pidieron a gritos que respirara. Su vista se trasladó hacia la de James y fue cuando se quebró.
Se puso de pie abruptamente, saliendo del comedor sin decir una sola palabra, dando rápidas zancadas para huir con rapidez. Lágrimas calientes se deslizaron por sus mejillas, empapándolas por completo. Caminó por el pasillo y abrió la puerta más cercana sin importarle cuál era. Solo quería esconderse del mundo.
Afortunadamente, se trataba de uno de los baños de la primera planta. Ryn cerró la puerta con seguro y se deslizó por la madera hasta quedar en el suelo. Sollozos quebrados se escaparon de sus labios sin control alguno.
No supo cuánto tiempo estuvo encerrada en ese lugar llorando, pero cuando logró tranquilizarse tenía los ojos hinchados y un dolor de cabeza por el llanto.
Por la cena, fue una de las pocas veces en las que su tía no la siguió para consolarla. En cierto modo, estaba feliz de que eso no sucediera porque la hubiera alejado. Leticia continuaba teniendo fe en su hermano incluso cuando él había demostrado una y otra vez que era un pésimo padre y una persona horrorosa.
Se preparó para salir del baño, asegurándose de que no tenía maquillaje regado por el rostro, y se topó cara a cara con James. Él no perdió tiempo en meterla de nuevo al baño, cerrando la puerta y la rodeó con sus brazos, abrazándola. Una nueva ola de lágrimas vinieron y Ryn ahogó los sollozos en el cuello de James, aferrándose a su cuerpo como si fuera lo único que la sostenía en todo el mundo.
—No quería que supieras eso —confesó en un murmuro ahogado por el llanto—. No quería que me miraras distinto.
James la apartó de su torso y la obligó a mirarlo, sosteniéndola dulcemente del mentón.
—Ryn, saber eso no hace ninguna diferencia en cómo te veo —aseguró, depositando un beso en la frente de ella—. Solo reafirmó cuán fuerte eres.
—No creo que mi pasado me haga fuerte —murmuró, bajando la vista.
James negó.
—Lo hace porque has pasado un infierno entero y sigues aquí.
Ryn se mordió el labio inferior, reprimiendo más lágrimas.
—Casi no lo estoy —susurró.
—Estoy agradecido de que así sea —dijo James—. Porque de otra forma no sabría lo que es enamorarme de ti.
No quiso ver su expresión ante esa confesión, así que solo se inclinó para besarla, atrapando sus labios con los suyos. Ryn sabía a lágrimas y a vino, pero también era lo único que necesitaba en su vida.
—James, ¿qué estás haciendo aquí? —preguntó cuando dejaron de besarse.
—Todo quedó en un silencio insoportable luego de que te fuiste. Pedí saber dónde se encontraba el baño y fue una casualidad que estuvieras aquí. Una bendita casualidad —explicó con dulzura.
Ryn suspiró con alivio.
—Definitivamente bendita casualidad —coincidió.
—Además, si mi chica está triste y puedo mejorarlo, lo haré. Los demás pueden irse al infierno. No me importa el resto.
Ella sonrió, preguntándose cómo había terminado con alguien tan dulce. ¿Realmente se merecía a James? No estaba segura de hacerlo, pero tampoco iba a jugarle la contraria al destino. Solo estaba agradecida de tenerlo.
—James —lo llamó, mirándolo a los ojos—. No me importa si es muy pronto, pero... te amo.
Él sonrió ampliamente, la felicidad emanándole por los poros. La besó castamente.
—Yo también.
Katsiaryna arqueó una ceja.
—¿También te amas? Qué ego cargas, Potter —bromeó.
James se rio.
—También te amo, boba.
Fue ella quien lo volvió a besar durante unos pocos segundos.
—Es mejor que regreses al comedor antes de que las personas crean que la comida te cayó mal —comentó Ryn, arrugando la nariz.
Él jadeó, pretendiendo estar ofendido.
—Oye, tal vez tengo una condición médica —rebatió, haciéndola reír y luego le acarició la mejilla—. Ahí está. Me encanta tu sonrisa. Voy a mejorar esto, Ryn. Lo prometo.
♢
Durante la noche, cuando Ryn estaba encerrada en su cuarto, una lechuza apareció en su ventana, cargando una carta. Se apresuró en abrir el cristal para dejar el ave entrar antes de que atrajera la atención de su tía. Agarró el pergamino y le dio una chuchería a la lechuza antes de ponerse a leer el contenido de la carta. Reconoció la letra de James al instante.
Tengo unas amistades en el norte que me invitaron a pasar las festividades con ellos y me gustaría que vinieras conmigo. Una semana sin padres o dramas familiares donde vamos a poder estar juntos sin pretender que apenas nos conocemos.
¿Qué dices, Stormhold? ¿Pasarías una semana conmigo?
—J.
_____________
Más verdades y secretos revelados, aunque de manera ligera. ¿Cómo creen que todo se hila? ¿Quiénes quieren meter a Ryn en una cajita donde nadie —ejem, yo— pueda herirla? El Potterstorm va de viento en popa, más fuertes que nunca, ¿se mantendrán de esa forma?
Cuéntenme sus teorías.
Love,
Thals. 💕
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