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11: Cena en luz de vela

CUBIERTA POR LA CAPA DE INVISIBILIDAD, Ryn temblaba por una ligera emoción contenida. No tenía idea de hacia qué parte del castillo James la estaba dirigiendo, pero sinceramente no le importaba. Tenía una corbata utilizada como una venda improvisada cubriéndole los ojos y solo caminaba porque él le susurraba las direcciones, impidiendo que chocara con alguna pared o que tropezara con los escalones.

A pesar de que no podía ver ni un centímetro de lo que tenía en frente, se dejó llevar con calma, sintiéndose confiada y segura en las manos de James.

—¿Falta mucho? —preguntó Ryn.

Estaba emocionada, sí, pero también era impaciente y James no estaba haciendo mucho para apaciguar el sentimiento. Con cada comentario, hacía que el camino fuera una tortura. Seguramente su paciencia culminaría pronto.

—No, casi nada —aseguró James.

Ryn no estaba segura si debía creerle, pero reprimió su desconfianza, empujándola al rincón más lejos de su mente. Quería disfrutar de la noche, no continuar dudando. Quería estar segura, así que esperó, caminando a paso lento mientras James la guiaba. Solo le tomó unos minutos más detenerse.

—Esto está tomando demasiado, James —pronunció en un tono bajo, pero ligeramente exasperada—. Quizá debimos quedarnos en la habitación y nos ahorrábamos todo esto.

James rio un poco, sonando divertido por escuchar a Ryn de esa forma. Siempre tan impaciente, siempre queriendo tenerlo todo al momento. Era su manera de controlar lo que sucedía. No obstante, esa fue la razón por la que planificó la agenda de esa noche de esa forma. Quería sorprenderla en el buen sentido. Hacerla ver que lo inesperado también podía ser bueno.

—Shh, calma. —Detuvo sus pasos en medio de un pasillo—. ¿Puedes hacerme un favor?

—Depende de lo que pidas. Generalmente mi respuesta es un «no», pero haré el esfuerzo por ti.

—Mantén tu mente en blanco.

—¿Cómo se supone que se hace eso? —cuestionó, frunciendo el ceño a pesar de que él no podía verla, ni ella a él.

—Solo no pienses en alguna necesidad que tengas.

Ryn quiso rodar los ojos. Seguramente lo hubiera hecho si no hubiera tenido la corbata limitando sus movimientos. La ansiedad creció en su sistema, al igual que una pizca de irritación.

—Tengo la necesidad de golpearte, ¿eso cuenta?

James sonrió, pensando que poco a poco ella estaba recuperando su actitud de antes, la que le atrajo en un principio. Con cuidado de no remover la corbata, le quitó la capa para asegurarse de la posición de Ryn antes de dejarla ir.

—No realmente. Quédate ahí. No te muevas —pidió, soltando sus hombros, alejándose de ella durante unos cortos segundos.

La muchacha aceptó a regañadientes —no era como si tuviera muchas opciones— y esperó con impaciencia. Por su parte, James se limitó a caminar frente al tapiz de Bárnabas el Chiflado, paseándose exactamente tres veces por la longitud de ese pedazo de pared. Mantuvo su mente clara, pensando en lo que quería mostrar y presentarle a la muchacha. Tenía su necesidad presente en su cabeza hasta que la puerta se materializó.

Se apresuró en sostener la mano de Ryn para guiarla hacia el interior de la habitación que se adaptó a la necesidad de su cabeza. Estaba nervioso porque llevaba mucho tiempo sin utilizar la Sala de los Menesteres, pero el resultado le sorprendió bastante.

El salón era amplio, pero sin llegar a ser exagerado. Al menos era lo que su vista podía captar en medio de la iluminación tenue proveniente de unas velas situadas en la única mesa redonda situada en el centro. La cubría un mantel color champagne delicado bajo los platos de cerámica, dos copas y una serie de cubiertos. Dos sillas estaban a los extremos de la mesa, quedando frente a frente.

Guió con cuidado a la muchacha hacia la primera silla, mostrándole dónde sentarse. Una vez la dejó en una posición donde sabía que no corría peligro de caer, se alejó para sacar de un bulto de cuero la comida que su hermano había logrado llevarle.

Fue arriesgado pedir que su abuela cocinara lasaña, pero pudo cubrirlo alegando que era un antojo en particular que necesitaba saciar. Su familia se tragó la mentira porque no era la primera vez que hacía algo así.

La verdad estaba muy lejos de eso que pensaban.

—No seas tramposa —dijo cuando se percató de que Ryn trataba de ver por el borde inferior de la corbata. Chasqueó su lengua con diversión y se acercó a la mesa con los recipientes llenos de lasaña para servir una porción en cada plato.

—¿Qué es eso? Huele increíble —comentó Ryn cuando el aroma a comida se coló por sus fosas nasales.

James sonrió, dejando los recipientes en la mesa para desatar la corbata que cubría el campo de visión de Ryn.

Cuando la tela dejó de privarla del sentido de la vista, Ryn se percató de su alrededor. No reconoció el lugar, pero en su pecho brotó una sensación de calidez. Estaba sorprendida, encantada y con ganas de besarlo por el magnífico detalle. Entonces se fijó en la comida que estaba en su plato y su corazón se estrujó al mismo tiempo que el estómago se le retorció con hambre.

—Lo recuerdas —murmuró en un tono ligeramente sorprendido que no pasó desapercibido por él.

—¿Qué? Tengo una excelente memoria. —Encogió los hombros, rodeando la mesa para tomar asiento en la silla disponible.

Ryn lo miró con ojos entrecerrados.

—¿Te recuerdo que estudiamos en el mismo lugar durante tres años y no te acuerdas de mí en ese tiempo? —inquirió, arqueando una de sus cejas.

—Excelente memoria selectiva —se corrigió, esbozando una sonrisa inocente—. En mi defensa tenía diecisiete y tú trece. Creo que hubiera sido terrible que me fijara en ti.

Una risita brotó de los labios de Ryn al mismo tiempo que cortó un pedazo de lasaña para llevarlo a su boca. Saboreó la comida, cerrando los ojos y gimoteando bajito.

—Esto es una delicia —murmuró al tragar.

—Lo sé. Mi abuela es la mejor cocinera que conozco —dijo, un rastro de orgullo adornó las palabras pronunciadas, haciendo que Ryn sonriera.

Comieron en silencio, disfrutando de la cena y de la compañía del otro. Ryn admitía que James había logrado levantarle el ánimo y apenas estaban compartiendo miradas, unas que parecían cariñosas, enternecidas, como si la persona que tenían en frente fuera una luna llena resplandeciente de la cual no podían apartar los ojos. En ese momento hubo más de lo que pudieron reconocer. Había chispas a su alrededor, brotando de la conexión creciente entre ellos, y puede que un hilo rojo invisible que se ató a sus meñiques cuando entrelazaron las manos sobre la mesa.

—¿Puedo preguntarte algo? —James rompió el silencio luego de que terminaron de comer.

Ryn bajó la copa, tragando un sorbo de vino. Sopesó la idea durante unos cortos segundos, considerando si debía arriesgarse a quebrar el bonito momento que estaban teniendo.

—Mientras no sea sobre lo que pasó hoy, adelante —habló, ladeando un poco la cabeza.

James le sonrió de manera tranquilizante, haciéndole saber que su pregunta no tenía nada que ver con lo sucedido en ese día, ni tampoco sobre su pasado. Nunca la presionaría a hablar de algo que no le traería buenos recuerdos o que no estaba preparada para contar.

—¿Cómo se pronuncia tu nombre?

Los ojos de Ryn se abrieron un poco, luciendo confundida y sorprendida por lo que James quería saber.

—Ryn. Así como lo llevas pronunciando desde el primer día —respondió, agarrando su copa para darle un gran trago.

—No, me refiero a tu nombre —insistió él, apoyando los codos en el borde de la mesa.

—Ryn es mi nombre.

James negó, chasqueando su lengua tres veces.

—No, Ryn es tu apodo —informó, dejándole saber que conocía la verdad tras esas letras que la nombraban—. Quiero saber cómo se pronuncia tu nombre. El que tiene diez letras, aunque en el ensayo lo escribiste con una menos, y tachaste las otras seis.

Ryn quedó boquiabierta.

—¿Cómo sabes mi nombre completo? —preguntó, frunciendo el ceño al estar desconcertada.

James se limitó a encoger los hombros como si no fuera la gran cosa.

—Tengo mis métodos.

—No, en serio. ¿Cómo? Sé que mi nombre ha sido tachado para que queden solo las tres letras. Lo sé porque lo hice yo misma —manifestó, aunque no pretendía ser dura. Solo estaba curiosa de saber cómo conocía esa información.

—De nuevo, tengo mis métodos —repitió con una sonrisa inocente.

—Dime —pidió—. Solo así te diré cómo se pronuncia.

Solo porque quería saber la información, James dio su brazo a torcer.

—Mi abuelo y sus amigos crearon un mapa que permite ver todos los lugares de Hogwarts, incluyendo los pasadizos. Bueno, la mayoría. Esta sala, por ejemplo, es indetectable, así que no sale. También identifica a las personas —explicó brevemente sin entrar en muchos detalles—. Tu nombre sale completo. Tengo que decir que me costó un poco entenderlo la primera vez, pero eres la única Stormhold aquí en Hogwarts.

Estrechando la mirada y apretando los labios en una mueca, Ryn reprimió una risa.

—¿Me has espiado a través de tu reliquia familiar? —cuestionó con un toque divertido.

James rodó los ojos.

—Que no se te suba a la cabeza —dijo entre dientes—. No nos vamos a desviar del tema inicial. Yo ya contesté tu pregunta, te toca decirme lo que quiero saber.

Fue el turno de Ryn de rodar los ojos.

—Se pronuncia Kat-sia-ri-na. —Dividió el nombre en sílabas—. Katsiaryna —repitió el nombre de corrido y sin hacer las pausas anteriores.

El muchacho quiso repetirlo, pero tuvo miedo de que su lengua se enredara, así que prefirió no hacerlo. Lo practicaría en el futuro antes de llamarla por él.

—Es un nombre largo. —Fue lo único que dijo.

—Lo es —coincidió ella, asintiendo—. Por eso mi apodo es Ryn. Diez letras es una tortura para una niña cuando tiene que aprender a escribirlo.

—¿Por qué Ryn? —curioseó—. Kat hubiera sido un buen apodo también.

Ryn arrugó su rostro en una mueca y negó con la cabeza.

—Decir que tu nombre es Kat siempre va acompañado de preguntas como: ¿Kat es diminutivo de Katherine? ¿De qué es el Kat? ¿Katherine, Katia, Katie, Katrina? No toleraría esas preguntas. Pero Ryn... Ryn no viene con preguntas. Lo dices y las personas lo aceptan. Además, tiene más personalidad que Kat.

Le dio la razón porque era cierto. Nunca pensó que Ryn podía ser un apodo de algo más hasta que vio el nombre en el mapa. Si no hubiera sido por eso, todavía estuviera creyendo que era su nombre de pila.

—Vamos, te llevaré de vuelta a tu habitación, te daré un beso de buenas noches y nos iremos a dormir —dijo James, mencionando la agenda planificada.

Ryn gimoteó, siguiéndolo con la mirada mientras él se ponía de pie para recoger lo que había traído a la Sala.

—Sé que te dije que no tendría sexo contigo hoy, pero luego de esto, creo que saltaré sobre tus huesos si me besas.

Lo escuchó reír, acercándose a ella, inclinándose un poco para depositar un beso en el cabello de la muchacha.

—No, nada de sexo hoy. Solo será un beso —aseguró.

Una máscara de incredulidad cubrió el rostro de Ryn. Giró la cabeza para poder observarlo fijamente.

—¿Siquiera has hecho eso de besar sin tener sexo? —Arqueó una ceja.

—Graciosa —murmuró con sarcasmo, ofreciéndole la capa nuevamente—. Para tu información, sí he besado sin llevarlo a más.

Ryn se puso de pie y tomó la tela entre sus manos.

—¿Sí? ¿Cuándo fue eso? ¿A los trece? —Lo molestó un poco.

La verdad es que le interesaba conocer más de él. Siempre lo vio como un completo jugador en todos los sentidos de la palabra, así que saber que había llegado a solo besar sin tener sexo era interesante.

—Para tu información, tenía diecinueve y tuve un par de citas con una chica en uno de los viajes. Ella no quería tener sexo y yo respeté eso. Solo nos besamos una vez.

—Vaya —susurró Ryn, elevando las cejas con sorpresa—. ¿Te gustaba?

James asintió.

—En su tiempo sí, pero no éramos el uno para el otro. Creo que funcionábamos mejor como amigos —respondió con simpleza.

Ella lo entendió y le creyó. Dentro de todos sus desastres y las veces que metía la pata, Ryn sabía que James no era un mal chico. Cometía errores como cualquier otra persona, pero no hacía el mal a propósito. En el fondo, era un hombre que se preocupaba y le importaba hacer el bien. Su madre lo había criado bien, incluso si dudaba en ocasiones.

—¿La has visto desde entonces?

—Un par de veces. Me ha invitado a cenar con su prometido. Es la que suele golpearme con la revista de chismes cuando me ve. —Se rio un poco, sus ojos brillando ligeramente al hablar de la experiencia.

Ryn bajó la cabeza, mordiéndose el labio inferior.

—Suena como una buena chica —murmuró en un tono bajo.

James frunció el ceño ante el repentino cambio de humor de la chica. Elevó una mano al rostro de Ryn y sus dedos se anclaron al mentón, alzándolo para que lo mirara a los ojos.

—Tú eres una buena chica también, Ryn.

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas, nublándole la vista.

—No lo soy —susurró con pesar—. Hice algo muy malo el año pasado y por eso todos me odian. Los dejo porque me lo merezco.

Antes de que pudiera continuar soltando palabras despectivas hacia su persona, James la calló con sus labios, presionándolos sobre los de ella con dulzura.

—No creo que seas mala, Ryn. He conocido personas malas y tú no eres una de ellas. Somos humanos. Tenemos que cometer errores que a veces no nos ponen en la mejor posición, pero es importante que no nos definan. Al final del día, es lo que está aquí... —Colocó la mano izquierda sobre el pecho de Ryn, justo donde pudo sentir los latidos de su corazón golpeteando contra él—... es lo que cuenta. He empezado a ver lo que está ahí, Ryn, y me gusta mucho.

No pudo encontrar palabras que expresaran la sensación cálida y la forma en la que su corazón dio un vuelco en su pecho, queriendo salir a unirse con el de James. Así que, perdida de palabras, Ryn se levantó en puntitas, agarrándose de los hombros de él, y lo besó. Los labios se movieron de una forma en la que no lo habían hecho antes. Había chispas, corrientes electrizantes y muchos sentimientos encontrados, pero ninguno de deseo o lujuria; era algo distinto y desconocido que resultó más placentero.

—Estoy tan agradecida de tenerte —pronunció Ryn en un hilo de voz.

James rozó su nariz con la de ella, dándole un corto beso antes de mirarla a los ojos.

—Tienes que hacerle frente a tus compañeros. No me gusta verte triste. No dejes que te pisoteen, por favor. En especial a ese imbécil de Adrien. Patéale el trasero. Miraré a otro lado mientras lo haces y le diré a todos que se pegó a sí mismo durante quince minutos.

Una risa brotó de los labios de Ryn, apreciando la sutil oferta bromista de él.

—He perdido su respeto, James. Ya no es como antes —dijo sin más.

—Gánalo de nuevo. Ryn, el respeto siempre puede ganarse de vuelta. No es algo que una vez lo pierdes no puedes recuperarlo. No es como perder la virginidad.

Ryn rodó los ojos.

—Eres el rey de la sutileza.

—Claro que lo soy. —Infló el pecho en un intento de lucir orgulloso de eso, aunque fue un completo fracaso porque ambos rieron—. Prométeme que les harás frente.

Lo miró durante unos segundos, pensando en todas las posibilidades que tenía, en su fuerza interior y el nuevo sentimiento que llenó su pecho, brindándole una motivación para continuar.

—Trataré —prometió—. Juro que trataré.



Muero de amor con estos dos. Son de mis favoritos y creo que a ustedes también les gustarán mucho juntos.

Los que han leído MQUP puede que ya hayan escuchado el nombre de Ryn completo porque se menciona en dos ocasiones gracias a Nila y su teoría de los multiversos.

Love,
Thals ❤️

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