10: La oportunidad de elegir
JAMES SIRIUS ESTABA COGIÉNDOLE EL GUSTO A SU EMPLEO. No lo malinterpreten. Enseñar no tenía ningún parecido al Quidditch y no se comparaba en lo absoluto a la sensación de estar a metros de altura, volando y disfrutando del viento en las mejillas, dejándolas tensas al mismo tiempo que el choque de emoción se disparaba por su sistema. Pero al menos ya no lo veía como una completa tortura.
La razón tenía nombre y apellido: Ryn Stormhold.
Una chica que tenía la edad de su hermana y estaba completamente prohibida en todo el sentido de la palabra. Una mujer joven y seductora que lo tenía comiendo de la palma de su mano, la satisfacción de tenerla cerca le carcomía los huesos poco a poco. Estaba completamente perdiendo la cabeza por ella y su cuerpo. En especial cuando tocaba la hora de enseñarle, pretendiendo que ni se dirigían la palabra.
Durante las clases Ryn lo ignoraba monumentalmente. Apenas y pronunciaba las palabras para confirmar su presencia en la clase. No lo tomaba personal, claro está. Él era su profesor y ella era su estudiante, ninguno de los miembros del colegio debía saber sobre lo que hacían cuando nadie estaba a su alrededor. Se tocaban, besaban y tenían una gran porción de satisfacción en las noches.
Admitía que su atracción por Ryn era bastante real. Una atracción mayoritariamente física. Aunque también era consciente de que le agradaba su aura misteriosa, su lengua viperina y su mirada seductiva que lo mantenía dando vueltas a su alrededor como un perro en celo. No estaba de esa forma porque era la mujer más cercana que tenía para saciar sus necesidades biológicas, sino que verdaderamente le gustaba hablar con ella, sin importar que el tema central de conversación fueran estupideces sin ninguna relevancia.
La noche anterior habían hablado de dulces y comidas, y lo había disfrutado. Fue una conversación genuina. También aprendió un poco sobre la chica. Sabía que su comida favorita era la lasaña y parte de él, la que esforzaba por mantener en el fondo de su cabeza, quiso pedirle a su abuela que hiciera lasaña y se la llevara a Hogwarts para poder compartirla con Ryn.
Sí, estaba perdiendo la cabeza y necesitaba volver pronto a jugar antes de que terminara en un lugar terrible.
Ese día, James no vio a Ryn en su clase. Pensó que la muchacha estaba amanecida por haberse quedado hasta altas horas de la noche hablando, pues hasta a él le costó levantarse en la mañana, pero no le encajaba del todo esa teoría. Principalmente porque Ryn no era persona de faltar a la clase, sino de dormir durante ella.
Terminó su jornada de trabajo con el ceño fruncido y ganándose comentarios de parte de los estudiantes que lo acusaban de tener un humor de perros y ser peor de lo que ya era regularmente. Pero su mente estaba en otro lugar muy lejos de su salón de clase. Había escuchado algunos cuchicheos de los estudiantes al entrar a la clase cuando pensaban que él no estaba escuchando. Hablaban de un incidente con «la chica que está repitiendo el año» y otros involucrados de Slytherin. Estaba de los nervios, pensando en qué pudo haber sucedido con Ryn.
Necesitaba hablar con ella. Sabía que las personas no se llevaban bien con ella y que le habían hecho una cantidad de bromas durante el curso, pero ya preocupaba lo que estaban haciendo. Incluso cuando Ryn aceptaba todos y cada uno de los insultos y «bromas» que bien podían ser considerados ataques y ofensas personales, no estaba bien. Existía un límite de lo que las personas estaban dispuestas a soportar antes de que estallaran.
Fue esa la razón por la que lo primero que hizo al despedir su última clase del día fue agarrar el mapa de su escritorio y buscarla. No se encontraba en su habitación y tampoco en el despacho de McGonagall. Tampoco en los alrededores del castillo. La ubicó en el despacho de Neville Longbottom y no lo pensó mucho antes de dirigirse en esa dirección.
No sería demasiado sospechoso porque solía visitar a Neville de vez en cuando. Después de todo, sus padres asistieron a Hogwarts durante el mismo tiempo y también era un buen amigo del hijo del profesor Longbottom, Frank. Así que era normal visitarlo.
Al llegar a su destino, no abrió la puerta, sino que se quedó justo en el exterior escuchando la conversación del interior.
—... Ryn, ya es suficiente. Hablaré con McGonagall antes de la cena.
En un principio, James pensó que Neville la estaba regañando hasta que escuchó a la muchacha hablar.
—No quiero que hables con ella —dijo Ryn, su voz sonando ahogada y quebradiza. Era la primera vez que la oía de esa forma. Sonaba... vulnerable en medio de su llanto, pero también había un rastro de enojo en sus palabras—. Y mucho menos con mi tía.
—¡Pero ya se está saliendo de control! —insistió Neville—. Es hora de buscar otras opciones.
Ryn se rio, pero fue una risa sardónica.
—¿Cómo cuáles? ¿Cambiarme de escuela? Créeme que ya intenté eso y no funcionó. ¿Mantenerme más alejada? Ya me tienen en suficiente aislamiento como para continuar alejándome del resto de los estudiantes —protestó y hubo un corto silencio—. Estoy cansada y quiero que acabar el año ya. De la única forma en la que podré hacerlo es aceptando esto y poniendo la otra mejilla cada vez que me jodan porque no hay otra opción.
—Estaba pensando en contactar a tu padre.
—Eso funcionaría si mi padre fuera alguien que se interesara en su hija. No pierdas tu tiempo en eso —pidió, aunque sonó más como una súplica—. Solo estoy siendo dramática. Superaré esto en algunas horas.
—No estás siendo dramática. Estás alcanzando tu límite. No quiero que la historia se repita —expresó el profesor.
James frunció el ceño desde su posición, sin entender a qué se debía lo último.
—No es como si me fueran a odiar más. Ya no me importa.
Potter se alejó de la puerta justo en el momento perfecto porque Ryn abrió la madera, contrayendo el rostro en una mueca confundida al notar su presencia. Afortunadamente para James, ella no lo miró mucho porque pasó por su lado sin dirigirle la mirada. El tiempo en el que se vieron fue suficiente para que James notara que los ojos de Ryn estaban enrojecidos e hinchados; había estado llorando durante un rato para lucir de ese modo.
Girando para verla alejarse, se percató de algo. El cabello de Ryn que antes había sido largo hasta la mitad de su espalda, ahora apenas le rozaba el mentón.
◊
Ryn no fue a la cena esa noche.
Ya había tenido suficiente por un día y prefería quedarse sin comer antes que rodearse de personas que no la querían en el colegio. No quería que la vieran mientras su cabello volvía a crecer lentamente gracias a una pócima que el profesor Longbottom le consiguió. No cuando se reirían sabiendo que fueron los causantes de ello.
Estaba hastiada de todo lo que estaba sucediendo, de tener que duplicar sus tareas en caso de que se la robaran para hacerla pedazos, de tener que lavar su uniforme más veces de lo usual porque le hacían «bromas» donde terminaba llena de algún líquido apestoso y pegajoso. Solo se encontraba cansada, exhausta de todo.
Estuvo muy cerca de escribirle a su tía y decirle toda la verdad de cómo se sentía estando en Hogwarts, pero se aguantó. Rompió el pergamino con tan solo dos palabras escritas y se alejó del escritorio, dejando salir un gruñido de frustración. A pesar de que quería irse de ese lugar, no quería darles el gusto. No pensaba rendirse tan fácil.
Aunque ya se encontrara acercándose a su límite.
Pensó, durante un segundo, en lo que sucedería si se daba por vencida. Pensó en la reacción de su tía, quien probablemente se echaría la culpa de nuevo. Pensó en su padre... a él solo le importaría la cantidad de galeones que tendría que invertir para cubrir el escándalo. Pensó en que volvería a la mansión estando completamente sola o, quizá, la mandarían de vuelta a aquel lugar.
Tampoco quería eso. La verdad es que tenía el mismo sentimiento del año anterior... quería huir de su vida, de su realidad, de ella misma. Pero en lugar de seguir lo que su mente le pedía a gritos que hiciera, Ryn caminó hacia su baúl y sacó una caja cerrada del fondo. Se sentó en el suelo con ella en las manos, dudando y debatiéndose.
Sus dedos bordearon la tapa, raspó el material con sus uñas, pero no la abrió. Solo se quedó pensando, torturándose con los recuerdos y memorias. Al final, decidió no abrir la caja y la enterró nuevamente en el fondo del baúl, convenciéndose de que no era el momento correcto para ver lo que ocultaba.
No estaba preparada para enfrentar el contenido.
Esta vez, cuando se acercó al escritorio y agarró una pluma, escribió una carta que consistía de cuatro palabras y su firma. «Casi abro la caja», era todo lo que decía. No tenía saludos ni un destinatario en específico, solo esas cuatro palabras que cargaban un peso más oscuro del que cualquiera podía imaginar al leerlas.
Terminó de doblar el pergamino justo en el momento en el que escuchó el ruido seco y corto de unos nudillos golpetear tres veces el cristal de su ventana. Dejó salir un suspiro desanimado, no porque no le gustara pasar el rato con James, sino porque no estaba de humor para hacer sus travesuras. Solo quería hundirse entre las sábanas y extender su miseria un poco más.
Sus dedos abrieron la ventana y miró al muchacho.
—James, hoy...
—Antes de que digas algo, no estoy aquí para lo usual.
Ryn frunció el ceño, ladeando su cabeza, su expresión denotando lo extrañada que estaba. Creyó que James estaba allí para tener sexo. Era lo que hacían la mayoría del tiempo cuando él tocaba su ventana y entraba atacando su boca con un beso feroz, atrayéndola a su cuerpo. Notó entonces que James seguía fuera de su ventana y que la capa estaba en su regazo, en vez de estar puesta.
—¿Por qué estás aquí entonces? —preguntó, sintiendo la curiosidad quemar su piel.
—Ven conmigo —pidió, extendiendo su mano que sostenía la capa—. Úsala hoy y sal conmigo.
Recordó haberlo visto en el exterior del despacho de Neville en la tarde y la sospecha creció en su pecho. ¿Y si había escuchado toda la conversación? El pánico se disparó en su sistema, su pecho oprimiéndose para impedirle respirar con naturalidad.
—¿Escuchaste la conversación? —Su voz no sonó acusadora, sino aterrada.
James movió la cabeza en un gesto negativo, a pesar de que era una mentira a medias. Lo poco que escuchó no fue suficiente para poder unir cabos o saber lo que ella se esmeraba en ocultar.
—No, pero escuché lo que pasó hoy.
Ryn bajó la mirada, resistiéndose ante el impulso de tocar su cabello que crecía con el pasar de los minutos. Ya estaba llegándole a los hombros.
—Es solo cabello —susurró—. Crecerá.
—Sigo queriendo que vengas conmigo.
Ryn torció los labios.
—James, hoy no ha sido un buen día. Quiero que se acabe ya. —Fue lo único que dijo.
James miró el reloj de su muñeca.
—Todavía tengo un par de horas para hacer que sea mejor, pero es tu decisión. —Le tendió nuevamente la capa—. ¿Qué harás?
Observó la capa en la mano de James, extendida hacia ella, esperando con paciencia a que eligiera lo que quería hacer. Estaba permitiéndole tener opciones, escoger qué quería hacer, que todo fuera su decisión. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvo voz y voto en sus decisiones fuera del sexo. Podía quedarse en su habitación o podía ir con él.
Había una extensa brecha de posibilidades de cómo podía resultar esa noche y todas terminaban de una forma distinta, con un sentimiento diferente. Quizás ir con James podía ser impredecible al no tener una mínima idea de cómo resultarían las cosas; pero a pesar de que estaba lanzándose a un pozo de incertidumbre, no se sintió asustada o temerosa de los riesgos que corría.
Estiró su mano, agarrando la capa mientras lo observaba en medio de la ligera oscuridad de la noche. Una sonrisa se dibujó en su rostro, una que James le devolvió.
Sin importar las circunstancias, Ryn había tomado una decisión: lo eligió a él.
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Hay muchas emociones en este capítulo y también varios misterios.
¿Qué creen que hay en la caja? ¿Para quién está dirigida la carta de cuatro palabras? ¿Qué creen que sucedió con Ryn el año anterior para que las personas sean tan crueles con ella? Y la pregunta de los cien mil centavos, ¿ya andan shippeando o todavía?
Les mando besos y mil gracias por el apoyo de la fic que ya tiene 8K de leídos y me parece alucinante ❤️❤️
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