Cap. 10
Terroristas:
Melou:
Después de que Jacob salió me desplomé, literalmente, lo que aguanté el día que lo volví a ver salió, lloré como nunca, todo se hizo tan diferente después de que él entró en mi vida.
Antes nada me importaba, solo las personas que me rodeaban de cerca como Suárez y Celin, antes estaba totalmente centrada en mi trabajo, en mis misiones, me pasaba la mayor parte del tiempo sola sin preocuparme en que acabaran conmigo emocionalmente.
Todo se desmoronó.
Después de casi una hora las lágrimas se detienen y me quedo sentada en el suelo mirando a la nada, no sé que fue lo que Jacob vio como para salir corriendo pero de algo sirvió para mantenerlo lejos porque con él cerca no pienso con claridad.
Entonces recuerdo que no estoy en casa, recuerdo que estoy en lo que ahora es mi trabajo y me levanto decidida a olvidar esto que pasó, voy hasta el baño, abro el grifo en el lavabo y lavo mi cara removiendo el maquillaje, la seco y me miro al espejo.
Desconozco a la persona que me devuelve la mirada, el tinte ya casi no se ve, me muerdo el labio inferior, respiro hondo y salgo.
Novedosamente el resto del día pasa rápido, de vez en cuando me cruzo con Jacob pero lo ignoro o él me ignora, no sé. Recibo el horario del presidente y el mismo me deja en claro cuáles serán mis labores de ahora en adelante, guardaespaldas principal, lo que significa que estaré a su lado en todo momento, seré su sombra junto a otros tres, mientras, la asiática y tres más estarán con la esposa, la chica que llega mañana irá con Vida junto a cinco guardias. La niña tendrá más por precaución.
Jacob estará al tanto de todo en general, vigilando desde la oscuridad, sonrió al pensar en eso, hace honor a su nombre, Clarens pensaba darme ese trabajo a mí pero me negué, soy más de la acción.
Llega la noche y la familia Soderland se sienta a la mesa principal a comer mientras los guardias nos sentamos en el comedor que está después de la cocina, no como nada, me dedico a escuchar las conversaciones de los demás, unos hablan del tiempo, otros de no se qué partido de futboll, un teléfono suena y levanto la vista del spaghetti, es el de Jacob, veo como lo mira y cuelga.
Suspiro, Lee Min le habla y él se dedica a asentirle, su mirada encuentra la mía y mi orgullo no da para bajar la vista, nos mantenemos así hasta que su móvil vuelve a sonar, él maldice y se levanta.
—¿Tienes familia?.
—¿Ah?— Yang me estaba hablando y no le prestaba atención.
—Que si tienes familia.
—Eh... familia de sangre no tengo, pero hay alguien que es casi mi hermana.
—Vaya.
—¿Y tú?.
—Mis padres murieron cuando el virus.
—Lo siento, yo también perdí a alguien muy importante para mí en esa etapa.
—Pero tengo una prima que luego de eso se desapareció.
—¿No estás comiendo?— me pregunta Yina, la cocinera gordita que conocí esta mañana.
—No tengo hambre— miro por donde se va Jacob.
—Debes comer si quieres engordar.
Sonrío y corro la silla para ponerme de pie —Ahora vuelvo.
Voy hasta mi cuarto y siento la voz de Jacob en el suyo.
—Te dije que no— me detengo en la pared de al lado —no, no pienso volver contigo— lo escucho suspirar —mira, deja de llamarme que no estoy para perder el tiempo... Amanda basta.
Me quedo sin aire, ese nombre, ese maldito nombre, cierro los ojos y trato de volver a respirar.
>>Voy a colgar... que no, no te voy a dar ninguna dirección porque no quiero saber más de ti ¿vale? Adiós.
Veo que no se aburrió en estos cinco años.
Siento sus pasos, quiero moverme pero se me han congelado los pies, mis manos tiemblan de la rabia. Él abre la puerta y al mirar en mi dirección se detiene.
—No digas nada— le pido al ver que abre la boca.
Reúno fuerzas y me muevo hasta mi habitación, cierro la puerta a mis espaldas y me dejo caer en la cama abrazando la almohada. Pienso en hablar con Celin pero dejé mi portátil en casa. Me arrastro hasta la mesita de noche y apago la lámpara que está ahí sumiendo todo a una oscuridad absoluta.
×××
Hoy el presidente tiene una reunión con el director de el hospital general, voy al lado suyo junto a Yang y otros dos guardias mirando en todas direcciones pendiente a cualquier movimiento. Llevo el auricular puesto de donde puedo escuchar las conversaciones de el resto de los guardias.
Llegamos a una puerta que da a una oficina, frente a esta hay un hombre de unos 50 años que recibe al presidente.
Observo todo mientras se saludan con cordialidad, enfermeras van de aquí a allá, algunas llevan camillas, ellos entran, dos de los guardias se quedan en la puerta mientras Yang y yo los seguimos.
—Ya debes de saber para qué vengo— habla el presidente tajante.
—Sí, tenemos los resultados para un posible tratamiento para combatir el cáncer pero costará bastante— habla el director.
—Pues el que quiera el tratamiento deberá pagar lo que cuesta— frunzo el ceño ante esa contesta.
—Sí, señor.
Siguen hablando pero no presto atención al darme cuenta de que he perdido comunicación en el intercomunicador de la oreja. Miro a Yang y al parecer está en lo mismo, me mira y niega. Me pongo en alerta, me acerco al ventanal que hay detrás del escritorio y veo a través del ventanal, una ambulancia se estaciona frente al hospital.
Mi mente comienza a trabajar con rapidez, de la ambulancia sale un médico junto a dos enfermeras. Se me hace extraño porque ese no es el estacionamiento de las ambulancias.
De repente la alarma de incendios empieza a sonar, el director comienza a recoger los papeles que ha sacado y el presidente se prepara para salir pero veo a un hombre en el edificio que está frente al hospital, miro a Yang y él enseguida se tira sobre el presidente para cubrirlo mientras yo empujo al director al suelo, una serie de disparos impactan contra la ventana haciéndola trozos y dando contra el escritorio y el asiento en el que se encontraba sentado Clarens hace segundos.
Una bomba de humo se cuela por debajo de la puerta y la habitación enseguida se nubla.
—Tenemos que salir— ordeno.
Mientras me coloco al lado del presidente tapándolo con la chaqueta de mi traje, Yang se encarga del director del hospital.
Empujo la puerta y está cerrada, afuera se escuchan gritos de miedo y terror.
—¿Qué está ocurriendo?— pregunta el director cubriéndose la nariz con un pañuelo.
—Otra atentado contra... — el presidente tose —contra mí.
Yang camina hacia delante y la golpea una y otra vez, el aire se vuelve pesado y mi respiración empieza a atascarse, olvidé mi asma. Un golpe más y la puerta se abre.
Los guardaespaldas están evacuando a todo el mundo.
—Vamos— pido y caminamos en busca de la salida con rapidez.
—¡Que nadie se detenga!— grita uno de los guardias mientras ayuda a una niña a bajar.
El piso de arriba explota en llamas.
—La salida de emergencia— advierte el director señalando a su derecha.
Nos giramos hacia ahí y dos hombres nos interceptan disparando, saco mi arma y les devuelvo los disparos, uno cae muerto y el otro se escabulle.
La alarma no deja de sonar —Vamos, muévanse— escuchamos la explosión de otro piso.
—¡Están acabando con todo el hospital!— exclama el director.
Ya no se ve a casi nadie, todos han salido excepto algunos guardias que nos cubren las espaldas.
—¡Preocúpese en salir con vida!— le responde Yang que va al frente mientras yo sigo detrás.
Sigo sin poder respirar bien, una persona vestida de negro se lanza hacia el presidente por un lado y me pongo al frente dándole un puñetazo en la cara evitando que la navaja que lleva en mano lo toque.
La persona me enfrenta lanzándome cortadas certeras pero que no llegan a tocarme, me tira una patada, agarro su pierna y la hago caer, se levanta e intenta darme una patada en los muslos acompañado de un golpe en la ingle. Me libro de la patada pero no del golpe.
Esos movimientos yo los conozco.
—¡Melou!— grita Yang más adelante.
—¡Salgan que yo voy detrás!— toso.
Todo está en llamas, el aire es sofocante.
La persona que me ataca tiene una máscara negra. Sigue golpeando y yo sigo esquivando hasta que le doy un puñetazo en el pecho que la hace retroceder, vuelvo a darle otro en el estómago, choca con la pared esquinal que hay detrás, con un movimiento de mi pie la hago caer y cuando trata de levantarse golpeo su cara cubierta por la máscara. Deja caer la cabeza al suelo con un ruido sordo.
—No te mato ahora porque sé que pronto nos volveremos a ver ¿no es así?— le digo y vuelvo a darle otra patada en el estómago, se dobla y suelta un quejido ahogado.
Agitada corro y la oficina que dejamos atrás explota a mis espaldas, parece que estoy en las películas esas de acción donde por cada piso que bajo hay una explosión.
Llego al jardín trasero cuando la copa del hospital se hace pedazos cayendo en picada.
Veo a policías, periodistas dando las últimas noticias con sus respectivos canales, pacientes llorando siendo llevados en ambulancias, doctores y enfermeras aterrados, bomberos que empiezan a apagar el fuego se adentran entre los escombros en busca de personas porque es imposible que se puedan haber salvado a todos.
Los guardias intentan calmar a la población, coloco mis manos en las rodillas, me falta el aire, entreabro los labios tratando de tomar oxígeno pero no puedo, sigo tosiendo con frenesí.
—Melou por Dios estaba a punto de entrar a buscarte— escucho a Yang hablarme pero no le respondo.
—¿Estás bien?— pregunta el presidente.
Asiento como puedo.
—¿Dónde está?— Jacob viene corriendo y cuando me ve veo un atisbo de alivio en su expresión.
—¿Qué ha sido todo eso?— cuestiona el director del hospital.
—Un ataque terrorista— responde Clarens.
Continúan hablando pero todo lo escucho lejano, un policía se acerca a tomar declaraciones, me mareo y siento que voy a caer pero unos brazos que reconozco donde quiera que vaya me sostienen a tiempo. Me carga hasta la ambulancia más cercana.
—Es asmática y aspiró mucho humo— lo escucho informarle a la sombra de lo que creo que es una enfermera.
Me sienta en la entrada de la ambulancia y la enfermera enseguida me da una máscara de oxígeno. Inhalo todo el que puedo hasta que siento que mi respiración comienza a estabilizarse.
No sé por qué él hace esto pero lo agradezco.
Cuando ve que estoy mejor se aleja para volver junto al presidente.
Una de las cámaras me toma y escondo el rostro, no quiero que Celin se entere en lo que ando aunque de todos modos ya debe saber.
En veinte minutos puedo volver a respirar sin problemas y me levanto para seguir con mi trabajo.
El presidente sigue dando declaraciones a la prensa, informando que este es otro de los tantos atentados que le han estado haciendo, que debemos mantenernos unidos y toda esa labia.
Veo que personas de la calle llegan apresurados mientras que los bomberos sacan algunos cuerpos chamuscados y otros inconscientes, el llanto de todos me agobia, es como una música que clama a la pobreza y a la miseria.
Llego tambaleante y me coloco a su espalda.
Jacob me mira —Deberías sentarte y descansar.
—Deja de tratarme como una niña que no lo soy— murmuro entre dientes para que nadie más escuche —si lo que quieres es recuperar tiempo perdido olvídalo porque ya tu carnaval pasó.
Tensa la mandíbula y sigue al lado del presidente el cual no deja de hablar y hablar, veo que eso es lo único que hace, habla pero no actúa.
Llegan las cinco de la tarde y es cuando Clarens decide irse, se sube al auto principal mientras Yang, dos guardias más y yo vamos en el de atrás y Jacob va en el de alante junto a otros tres.
En todo el transcurso nos mantenemos en silencio, miro por la ventanilla del asiento del copiloto, Yang es el que conduce, me toco el auricular en el oído para activarlo nuevamente, aún no entiendo quién cortó la comunicación y siento que estoy en un deja vu.
Al encenderlo puedo escuchar la conversación que tienen los guardias del auto que va al frente, no siento la voz de Jacob.
Llegamos a la Casa Blanca, los guardaespaldas de al frente salen primero para respaldar al presidente, luego vamos nosotros.
Guardan los autos en el garaje y el presidente emprende el camino hacia la entrada, en la sala escucho el repiquetear de tacones de un lado a otro.
—Señora debe... — oigo como dice Lee Min.
—No me pidas que me calme, mira la hora que es y... ¡Clarens!— se lanza sobre él al verlo entrar —he estado preocupada por Dios.
—Todo está bien— la tranquiliza —gracias al buen trabajo de ellos— nos señala a Yang y a mí.
Medio sonrío —Me retiro.
El presidente asiente y salgo para darle la vuelta a la casa y entrar por la parte trasera.
—¡Odalisca!.
Me detengo de manera abrupta al escuchar esa palabra.
—Pareces una Odalisca.
Me giro y veo a Vida que viene corriendo hacia mí.
¿Cómo ella sabe...?
—Hola, Vida.
—¿Dónde has estado?— me reclama.
Me coloco a su altura —Pues trabajando.
—¿Y dónde trabajas?.
—Cuidando a tu padre— forma una O con la boca y sonrío.
—Tienes algo negro aquí— señala mi mejilla derecha y me paso la mano para ver que es hollín.
—No es nada, ahora ¿Se puede saber de dónde sacaste el nombre que me diste... ?
—¡Vida!— mi corazón se salta un latido.
La persona que menos esperaba la veo venir corriendo hacia acá, su larga y negra melena se mueve al compás, lleva el uniforme de los guardias.
Me pongo de pie, se detiene cuando me ve.
—Hola, Melou.
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