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CAPÍTULO: 3

ABRIL

El Muse's es, sin duda, mi lugar favorito de toda la ciudad. Me atrevería a decir que hasta del mundo. Cada vez que atravieso sus puertas, ese intenso olor a café me hace sentir el calma, segura, me hace sentir yo.

El Muse's es una pequeña cafetería repleta de libros, enormes cristaleras en sus paredes, suelos de madera antigua, feminismo, música de los años 80 y cientos de fotografías de todos los tamaños, muchas de ella hechas por Lola. Por no hablar de que nunca, jamás en toda mi vida, he bebido un café mejor que el que sirven aquí. Pero, dentro de esta cafetería, permanece vivo algo muy especial. Esta pequeña cafetería guarda dentro el corazón y la esencia de América, la que fue su dueña durante muchos años. La inigualable América. La madre de una de mi amiga Lola. Desgraciadamente, América falleció hace ya un año a causa de una grave enfermedad y Lola se vio sola frente al negocio. Bueno, sola no. Nicolás nunca ha abandonado el delantal ni su puesto detrás de la barra, ni mucho menos a Lola. Es por eso que, cuando ella se marchó a vivir a Viena con Lukás, Nico le prometió que el Muse's seguiría abierto mientras el pudiese hacerse cargo. Por ella y por América.

A día de hoy, Lola ha cumplido su mayor sueño: dedicarse a la fotografía profesional. Y, por su parte y sin quedarse atrás, Lukás está escribiendo su segunda novela después de alcanzar un verdadero éxito en ventas con su primer proyecto. Nada que ninguno de los dos no se merezca después de todo los obstáculos. Nada que su legendario hilo rojo no pueda alcanzar.

—Disculpe señora, pero preparar su café con los cientos de adornos y perifollos que me ha pedido, lleva su tiempo. Además —Nico levanta ambas manos y las sacude frente al rostro estupefacto de la cliente—, de momento solo tengo dos manos para trabajar. ¿Las ve? No tengo cincuenta. Así que, si Dios o lo que sea que hay ahí arriba, no la ha dotado con el don de la paciencia le aconsejo que....

Antes de que Nicolás pueda terminar la frase, la señora se anuda con fuerza la bufanda y, con el gorro de lana bien alto sobre su cabeza, abandona la cafetería dando un fuerte portazo tras de sí. Nicolás nunca se ha quejado de tener que estar al frente de la cafetería, pero eso no implica que no pierda los estribos en momentos puntuales. Muchos momentos puntuales, últimamente.

—Recuérdame por qué me pareció una buena idea que Lola crease una carta de cafés especiales donde el más simple lleva canela, espuma de chocolate y virutas de caramelo.

Nicolás deja caer sus brazos sobre la barra mientras me mira con ojos cansados.

—¿Has pensado en contratar a alguien más para la cafetería? —le pregunto.

—Las cuentas no salen. Teniendo a Bruno aquí trabajando a días sueltos, ya vamos con el agua al cuello respecto a dinero.

Bruno es el hermano mellizo de Lola y el amor platónico de Nicolás, aunque diga que no. Te puedes imaginar lo mucho que se alegró cuando supo que, tras la muerte de América y la marcha de Lola a Viena, Bruno trabajaría horas sueltas en el Muse's. Incluso quiso comprarle de su propio bolsillo un delantal que, bueno, digamos que no dejaba nada libre para la imaginación si Bruno seguía las recomendaciones de Nicolás sobre trabajar en ropa interior.

Por mi parte no he podido conocer mucho a Bruno, más allá de verle aquí en la cafetería de manera esporádica o con Lola cuando ella todavía vivía aquí. Gala dice que Shawn Mendes era su hombre perfecto hasta que Lola nos presentó a su hermano. Yo en cambio pienso en como dos personas tan sumamente distintas pueden ser hermanos mellizos. Eso, y que Gala no está bien de la cabeza.

Mientras espero a que Nico termine de preparar una bandeja repleta de pequeñas magdalenas con pepitas de chocolate, me llevo a los labios la taza de café para tomar un último sorbo. El tintinear de la puerta se escucha dejando pasar a su vez una fría ráfaga de viento que me sobrecoge sobre la banqueta alta de madera.

—Odio la Navidad.

—Pero si todavía queda un mes para que llegue la Navidad —le replico a Gala, quien se sienta junto a mí y le arrebata a Nicolás una magdalena de su bandeja perfectamente ordenada por filas.

—Entonces explícame por qué ya tiene que haber luces de colores en las calles, estúpidos muñecos de Papa Noel colgando de los balcones y, lo peor de todo, los infumables anuncios de juguetes en la televisión. ¡Por no hablar de la lotería de Navidad! ¡Más de tres meses vendiendo esos papelitos! Todo una estafa.

—Eres peor que el grinch.

—El día que me toque la lotería no vas a ver ni un solo céntimo ¾interviene Nicolás en la conversación haciendo que Gala voltee los ojos.

Me ahorro el comentario sobre lo mucho que a mí me gusta esta época del año al mismo tiempo que Gala pide un café largo, con muy poca leche y mucho azúcar. El ambiente que se crea en las calles, las oleadas de ilusión en los rostros de la gente, reunirse con la familia... El solo pensar en la Navidad hace que una acogedora sensación de calor se aloje dentro mi pecho. Tiene que ser bonito formar parte de una familia que te acoja entre sus brazos en unas fechas tan especiales y señaladas como estas. Puede que por eso sea mi época favorita del año, porque siempre deseo que la Navidad llegue a mi casa en algún momento.

—¿No ha venido Bruno hoy? —pregunta Gala, observando a lo largo de la barra hasta la cocina de la cafetería.

Nicolás alza sus manos y lanza hacia el techo el paño con el que iba a limpiar varios platos sucios apilados en la encimera.

—¿Tu crees que si Bruno estuviese aquí tendría esta cara de querer mandaros a todos a vuestras casas a dormir la mona?

Gala se mantiene inmóvil, contemplando con parsimonia la expresión exasperada de nuestro amigo.

—Lo que creo es que necesitas un buen meneo.

—¿Por qué todas vuestras discusiones terminan hablando de sexo? —comento fingiendo estar sorprendida. Si hay algo que Gala y Nicolás tienen en común es su creencia de que, un buen polvo, soluciona tus problemas. Y, si no lo hace, al menos pasas un buen rato. Por lo demás, son como el perro y el gato, aunque sus discusiones nunca han durado más de dos minutos. Como mucho.

—¡Tengo noticias! —La entusiasmada voz de Gala cambia radicalmente de tema. Lo que yo decía, ni dos minutos de discusión.

—¿De qué hablas? —se interesa Nicolás a la vez que le entrega los cambios en monedas a una pareja de clientes.

—Poneros los dos detrás de mí.

Extrañados, Nico y yo compartimos un par de miradas antes de obedecer a nuestra amiga y nos colocamos junto a ella. Gala se retoca los rizos con ambas manos y se reajusta el cuello de su jersey amarillo limón. Es impresionante lo bien que le sienta ese color. Con una mano alcanza su bolso color camel y, de su interior, saca su teléfono móvil para encenderlo delante de nosotros.

—Creo que se ha terminado de volver loca.

Aguantando la risa, Nico y yo nos acercamos todavía más a Gala cuando nos avisa de que hay alguien importante que quiere hablar con nosotros.

—¡No puede ser!

La imagen de Lola, su cabello oscuro ligeramente más largo que la última vez que la vimos y su amplia sonrisa aparecen de forma nítida en la pantalla del móvil de Gala. Nos saluda de manera efusiva con ambas manos a la vez que comienza a reírse al contemplar nuestras caras de sorpresa.

—¡Lola! —exclamo. Tenía muchísimas ganas de volver a ver a nuestra amiga, aunque sea a través de una pantalla—. ¡Te echamos mucho de menos!

—¡Nena! —le saluda Nico—. ¿Cómo estás? ¿Dónde está Lukás?

—Como ves, aquí solo nos interesamos por el tío bueno de tu novio —suelta Gala mientras golpea con el codo el brazo del chico.

—Allá va otra vez... —susurro con la risa de Lola todavía de fondo.

—¡Cuantísimo echaba de menos a veros todos juntos! —exclama la fotógrafa—. Veo que Gala ha sabido mantener mi visita virtual secreta hasta el momento preciso.

—¿Tu sabías de qué iba todo esto? —le pregunto.

—Abril, no solo pienso en el sexo —confiesa, guiñándome un ojo mientras chasquea con la lengua—. También son una amiga increíble.

—Y modesta.

—Y nada engreída —le pellizca Nico.

—Y con un cuerpazo de infarto —se piropea Gala a sí misma mientras trata de seducir a la cámara, lo que nos hace reír a todos.

Admiro mucho a Gala. Lo hago desde que Lola nos presentó en mi primera reunión del grupo de mujeres que nos reunimos en el Muse's dos veces al mes. De no haberme decidido a entrar al Muse's aquel jueves de hace ya más de cuatro años, nunca hubiese conocido a Gala. Muchas veces desearía ser como ella, tan segura y decidida de sí misma, tan valiente y explosiva. Tan Gala. Porque nunca he conocido a nadie que arrase allá por donde vaya como ella.

—Quería contaros algo —comienza a hablar Lola. Contemplo como juguetea con uno de los aros que adornan su oreja. Siempre hace ese gesto cuando está nerviosa—. Solo lo sabe Lukás, ni siquiera he tenido tiempo de decírselo a Bruno.

—Cómo alguien más me nombre a tu hermano mellizo hoy, te juro que... —protesta Nico.

—¡Déjale hablar!

Lola se recrea unos segundos más, creando un aura de incertidumbre en el ambiente dentro del Muse's. La chica se muerde el labio con fuerza mientras nos mira a cada uno de nosotros y cierra los ojos antes de hablar.

—¡Voy a pasar las Navidades en España! —grita, cubriéndose la boca con ambas manos—. Lukás y yo tomamos el primer vuelo de la mañana de Nochebuena y nos quedamos todas las fiestas allí. Van a ser unas Navidades diferentes pero, tengo muchas ganas de pasarlas en casa, con todos vosotros.

La noticia impacta a mis dos amigos que se abrazan con fuerza. Yo también estoy feliz por la noticia, muy feliz, pero especialmente por Lola. Poder tenerle de vuelta es el mejor regalo navideño anticipado que nos han podido hacer a cada una de nosotras. Mis amigas componen una parte imprescindible de mi vida, de mí día a día. Sin ellas, sin la impulsividad de Gala ni la serenidad de Lola, yo no sería la misma Abril. Poder disfrutar de ellas como antes, con nuestras charlas y nuestros eternos cafés en el Muse's... Ya no puedo esperar a que ese avión aterrice en España.

—Lukás puede trabajar en su novela desde allí y yo creo que es hora de tomarme unas vacaciones.

—¿Quién eres tú y qué has hecho con nuestra Lola? —pregunta Nicolás con cierta ironía que nos hace reír a todos.

La muchacha se ríe al otro lado del continente. Dios, hacía tiempo que no veía a Lola tan feliz.

—Aunque, Nico, si necesitas ayuda sabes que siempre puedo...

—Ahí tienes de nuevo a la Lola de siempre —susurra Gala mientras niega sutilmente con la cabeza.

—No, nena. Tú lo has dicho: son tus vacaciones. Nos las apañaremos aquí como hasta ahora.

Si en algo nos parecemos Lola y yo es un lo extremadamente autoexigentes que podemos ser con nosotras mismas. Nunca nada es suficiente, siempre hay algo que modificar, mejorar o algo en lo que ayudar. Aunque a la vista de los demás no exista mayor nivel de perfección, para nosotras siempre lo hay, un pasito más. Nunca nada es suficiente. Sin embargo, que Lola haya conseguido salir de ese bucle del perfeccionismo más absoluto, me llena de orgullo y estoy realmente feliz por ella. Muy feliz. Ojalá algún día ella pueda decir eso mismo de mí.

Tras contar varias anécdotas sobre Viena y desahogarse con nosotros explicándonos todos los terribles aspectos que una mudanza trae consigo, Lola se despide con un fuerte destello de alegría en sus ojos.

—¡Qué ganas tengo de veros! ¡Nos vemos muy pronto!

La imagen de Lukás se cuela en la pantalla, abrazando por detrás a nuestra amiga.

—¡Nos vemos, chicos! —se despide él mientras besa a Lola en la mejilla.

—¡Traernos regalos de Viena cuando vengáis!

—Yo con que Lukás venga envuelto en un lazo me conformo.

—¡Gala!

—¡Adiós Lola!

Gala da por finalizada la llamada y guarda su teléfono móvil dentro del bolso. Las dos nos miramos e, inevitablemente, sonreímos. Sonreímos de la forma más sincera que sabemos. Sonreímos porque nuestra amiga ha conseguido hacer realidad sus sueños. Sonreímos porque sentimos sus logros tanto como si fuesen nuestros. Porque ella es feliz, porque se merece estarlo más que nadie en el mundo. Sonreímos porque, en menos de un mes, volveremos a estar reunidas las tres. Volveré a sentirme sostenida por mis dos pilares más sólidos sin kilómetros que nos distancien a las unas de las otras.

—Nena —me llama Nico quien está preparando una nueva cafetera repleta de humeante café—. ¿Quieres otro café? Invita la casa.

Antes de responder a la oferta Nicolás, le doy un vistazo rápido a la pantalla de desbloqueo de mi móvil. A penas es la una y media del mediodía, por lo que puedo tomarme un café rápido antes de comer.

Un momento. ¿La una y media?

—¡Tengo que irme!

Sobresaltando a mis dos amigos, me levanto de la banqueta de madera y empiezo a enfundarme en mi abrigo largo de paño. En menos de quince minutos he quedado a comer con Fabián y él odia la impuntualidad por encima de todo.

—¿Tan malo estaba el café que te has bebido antes?

—¡No! —exclamo al mismo tiempo que me enrollo la bufanda al cuello—. ¡He quedado a comer con Fabián y lo había olvidado por completo!

Con las prisas, me empiezan a sudar las manos y todo lo que toco se resbala de entre mis manos, incluido mi bolso que termina abierto en el suelo de la cafetería. Gala se levanta y me ayuda a recoger mi cartera, un paquete de pañuelos y mis gafas de sol del suelo. Una vez ya que todo está dentro, lo cierro con fuerza y me incorporo para darle un furtivo abrazo a Gala y lanzarle un beso al aire a Nicolás antes de abandonar la cafetería.

Lo último que escucho al cerrarla puerta del Muse's es el tintinear de la campanilla antes de recibir unallamada de Fabián. 
















¡BONICOS!  ¡Lola es como el turrón! ¡Vuelve a casa por Navidad! ❤

Como en su día os adelanté, Adrenalina se centrará especialmente en la historia de Abril, pero no dejará a otros personajes de lado. Y mucho menos a mi Lola y nuestro Lukás ❤ 

¿Tenéis ganas de saber más sobe ellos? ¿Y qué me decís de Bruno? ¿Pensáis que es tan misterioso como Abril dice? ¿Qué pasará en su comida con Fabián?

¡Nos leemos! 

María 

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