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01

YAN YUN SABÍA QUE LA MEJOR CURA para las penas o cualquier cosa eran los dulces o peluches, pero cuando tu corazón dolía por las decepciones amorosas, ni el helado más delicioso del mundo puede cubrirlo, o bueno, al menos no un solo litro de este -sin olvidar el alcohol, quizás era más efectivo que el helado-.

Y ahí se encontraba en un hotel demasiado lujoso porque su "ex novio" estaba celebrando su cumpleaños, y sus pasos eran demasiado inseguros sobre aquellos tacones negros, pero el vestido del mismo color de la venganza -claramente debía hacerlo de la manera más elegante posiblle- que adornaba su cuerpo a juego de joyas y un maquillaje suave junto a su cabello ondulado hacía un lado hacía que aquella inseguridad ni siquiera se notará. Gran parte de las rupturas románticas vienen de la mano con traiciones y eso bien lo sabía, pero sabía que también el karma se encargaba de ello. En lo personal, Yan no quería asistir, pero las insistencias de su amiga le hicieron simplemente querer asistir -y bueno, también hacerles saber que aquella dupla podían ser felices juntos y dejar de andar a escondidas-.

Sacó de su bolso la invitación, leyendo donde era la supuesta sala de la celebración y suspiró, no muy segura de aparecer, es decir, temía perder la cabeza porque realmente haber descubierto que su mejor amiga de la infancia se estuvo metiendo con su novio de la universidad le había afectado de cierta manera, y a pesar de querer darles el pase, lo había descubierto por accidente, o bueno, no es accidente cuando claramente recibías un montón de fotografías en un correo electrónico con un "Hola Yan, se que no nos conocemos pero creo que mereces saber esto...".

-Bien Yan, solo vas, terminas con él y rompes tu amistad con ella... dejas el obsequio y te vas-se trató de tranquilizar.

Contó hasta diez o quizás cien, tratando de que sus piernas no tomaran la decisión de querer darse la vuelta e ir a casa, pero la aparición de un niño corriendo le hizo alarmarse, notando como un carro con maletas iba en su dirección, haciéndola simplemente acercarse y tomarlo entre sus brazos, girando y tratando de no caer y hacerle daño, sonriendo dulce al verlo esconder su cabeza en su cuello.

-Tranquilo, estás a salvo-sonrió tranquila mientras que acariciaba su cabello ondulado- ¿estás solo?

El infante negó y se separó, apuntando el pendon en el suelo y la fémina miró la imagen, un reconocido CEO era lo que más llamaba la atención junto a post-it que el más pequeño había pegado, haciéndola asentir.

-Si, es un reconocido CEO... un idiota a mi parecer-habló tranquila, volviendo a verlo- ¿viniste con él?-asintió mientras que sonreía, volviendo a esconderse, tímido- bien am... necesito ir a un lugar, ¿quieres buscarlo primero o lo buscamos luego?

El pequeño no respondió, sin embargo, la chica supo la respuesta apenas el más pequeño se acomodó en sus brazos, haciéndola sonreír y comenzar a avanzar.

LA SALA SE LLENO DE SILENCIO APENAS YAN ENTRÓ CON EL PEQUEÑO EN BRAZOS, caminando como si realmente todo se tratará de ella, haciendo que tanto su pareja -o bueno, ex pareja- y amiga le vieran con sorpresa.

-Solo vengo a decir que se acabó-anunció mientras abría su bolso con cuidado, acercándose a él y entregándole una cajita de terciopelo- hay unas llaves y un pendrive, solo quiero decir que les deseo lo mejor a ambos, aunque bueno... ya sabes lo que dicen, el que se lo queda, pierde-sonrió para luego voltear sin esperar ninguna reacción a cambio.

A pesar de escuchar los cuchicheos y la mención de su nombre por ambos susodichos, salir por aquella puerta que la hacían volver a los fríos pasillos del hotel la hicieron sentir empoderada -o quizás se debía al pequeño en sus brazos-. Volvió al lobby mientras que trataba de despertar al pequeño, teniendo nulo éxito en ello.

-Vaya... cuando me decían que hacía magia con los niños, nunca les creí-soltó una risita mientras que buscaba con la vista los sofás al llegar a la gran sala de espera.

Decidió acercarse a estos y sentarse, acomodando al pequeño y buscando en su bolso alguna cosa para entretenerlo, encontrando dos cosas: un pañuelo de ositos que había olvidado que tenía y un llavero de snoopy.

-Hey, pequeñín-le movió de un lado a otro con suavidad, notándolo despertar y mirarla con los ojitos como una línea- se que estás cansado, pero mira...-movió ambas cosas, teniendo toda la atención- son para ti si te mantienes despierto.

Asintió tomando ambas cosas y comenzar a jugar con ambas, haciéndola sonreír y gustosa lo vio acomodarse a su lado mientras que estaba en su burbuja- bien... solo falta que tu padre aparezca y poder irme a casa-mencionó, bostezando- ¿qué horas serán?

Vio su reloj de muñeca y notó que faltaban quince minutos para las diez de la noche y comenzaba a molestarse, es decir, su problema amoroso había pasado a segundo plano al saber que el pequeño estaba solo en un hotel lleno de extraños -y vale decir que ella también lo era, pero siendo pediatra, tenía el instinto de cuidarlo-.

Lo notó aparecer al rato, alterado y con un elegante traje negro y unas gafas doradas, conectando miradas luego de que ella decidiera levantarse, como si aquello hubiese dado el aviso sin emitir sonido.

-¡Ladrona de niños!-escuchó como el más alto le gritaba al acercarse, haciéndola cubrir al pequeño.

Yan soltó una risa falsa- me parece que eres irresponsable al dejar un niño solo por más de quién sabe cuanto tiempo-suspiró mirando sus uñas con esmalte negro con desinterés- ¿eres su padre o realmente eres un ladrón de niños?

-Soy su padre-respondió tosco- ¿no es así, Xiao Bao?-preguntó asomándose por el lado, viendo como el pequeño escondió como pudo ambos objetos que la fémina le había dado en sus bolsillos para luego indignarse y cruzar sus brazos- ¿me perdonas?, no volveré a dejarte solo.

Yan volteó para verlo, esperando alguna confirmación, viéndolo asentir hacía ella y abrazar al de traje- bien, te recomiendo unas correas que van amarradas a mochilas... digo, quién sabe si realmente hay un ladrón de niños-respondió tosca, colgando su bolso al hombro- adiós, Xiao Bao-le desordenó el cabello- adiós ladrón de niños.

Y le empujó con sus caderas para avanzar, ganándose un suspiro del de gafas y hacerlo voltear, notando como la chica abandonaba el hotel a pasos seguros- ¿no te hizo daño?

Xiao Bao simplemente sonrió triste al verla irse, sabiendo que quizás nunca la volvería a ver.

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