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Capítulo Extra-2- Ada y Codi.

EXTRA 2: El cumpleaños del Molesto.

17 de febrero de 2022 ─Cumpleaños número 21 de Codi Elsher.

¿Cuánto tiempo más va a tardar? Hace quince minutos que tengo los ojos vendados y estoy recostado en mi cama de la fraternidad. ¿A caso espera a que me haga viejo? ¿Cuánto se puede demorar una niñata en traer un regalo de mierda? Al parecer mucho tiempo, lo suficiente como para hacerme enfadar.

Últimamente ando muy ocupado así que beber alcohol en mi cumpleaños no forma parte de mis planes, es una lástima. La sobriedad, sumado a la impaciencia latente que me recorre, hace que las ganas de arrancarme esta tela del orto e ir en busca de los restos de la torta, le ganen a mis deseos de recibir un regalo por parte de mi arrogante novia.

El chirrido de la puerta me pone alerta, sin embargo, me mantengo quietecito en mi lugar.

─Pu-puedes quitarte la venda. ─La voz de Ada se escucha temblorosa.

Hago caso a su petición y deslizo la tela por mi rostro hasta tener mi visión en perfectas condiciones.

¡Wow! ¡Carajo! Esto debe ser una broma, y si no lo es pronto explotara la costura de mi pantalón.

─Di algo... me-me muero de vergüenza. ─dice, y acurruca su cuerpo con sus brazos desnudos.

─No sé qué decir. ─Ella traga grueso y contempla el suelo. Dejaré que el Codi pervertido salga solo por esta noche, después de todo, ella me está provocando. ─ ¿Yo debería ser Alicia ya que tú eres el Conejo Blanco?

─Cállate i-idiota.

Las medias finas le llegan hasta arriba de la rodilla y se adhieren a su piel como un guante, unas bragas blancas cubren su principal zona erógena y en la parte trasera un gran pompón le decora –podría arrancarla con mis dientes-, un brasear pequeño y traslucido le cubren poco y nada, aunque parece intentar tapar esa parte con sus manos. Por último, y lo más divertido, un par de orejas peludas le sobresalen entre toda su maraña negra de cabellos. Una imagen lasciva al extremo.

─ ¿Puedo romper a mordiscos mi regalo de cumpleaños? ─consulto inclinándome hacia adelante con una sonrisa picarona en mis labios.

─ ¿Te gusta? ─Ada tímida, eso sí que es nuevo.

─ ¡Por supuesto! Si sigues retorciéndote así podría venirme antes de empezar.

Llego al borde de la cama y sujeto su brazo con mi mano, halo de ella con suavidad e intenciones de acercarla. El rubor le cubre lo pálido de su tez, y a pesar de que ya ha estado desnuda delante de mí, ella sigue tratando de taparse los pechos con su extremidad superior. Qué adorable. Paso mi lengua por la curvatura de su cuello, puedo sentir el erizar de su piel, mis labios se adhieren y succionan despacio, pero al sentir sus quejidos aumento la presión, mañana va a matarme por dejarle una marca, pero bueno, ese es problema del Codi del futuro.

Tomo su rostro entre mis manos, nuestros ojos se conectan, una galaxia se proyecta en medio de los cinco centímetros que nos separan, puedo ver las estrellitas titilando dentro de sus iris, una combinación que ínsita a soportar el castigo de ser asfixiado por fuego y azufre, y yo estoy dispuesto a cometer el mismo pecado durante toda la noche. Nuestros labios se unen mientras que nuestras lenguas se encuentran y comienzan a saborearse. Un gruñido sale de mi boca, sujeto el cuello de mi amada de manera sutil, contemplo como un hilo de saliva le cuelga de sus ahora hinchados labios. Podría besarla toda la noche y no cansarme.

Uno de mis dígitos curiosea dentro de ese brasear diminuto, acaricio su pezón con mi yema, un quejido se escucha, contemplo como se muerde el labio inferior y cierra los ojos, por mi parte, me atrevo a apretar un poco su piel que está tersa y sensible. Lamo su escote y, mientras sigo torturando sus pechos, deslizo mi boca por su cuerpo. Quiero devorarla, la deseo.

─Co-Codi... creo que-...

─Estoy desenvolviendo mi regalo, no seas mal educada, Princesita.

─Pero yo...

─Shh. ─le interrumpo, y continúo bajando.

La vista desde aquí es maravillosa. Siento que soy un lobo casando un pequeño y rabioso conejito, y estoy hambriento. Me mira con los ojos contorneados por el éxtasis, arrodillada en la cama con mi boca justo frente a sus bragas, me suplica en silencio. Me relamo, con mis dedos presiono sobre su vulva y percibo la humedad que rodea la tela. Este disfraz me está enloqueciendo más de lo normal. ¿Acaso ese era su cometido? No solemos hablar mucho durante este proceso romántico y sexual, pero me sucumbe la necesidad de saber de dónde sacó la idea de este pequeño juego.

─ ¿Cómo hiciste esto? ─consulto. Aparto la tela intrusa e introduzco un dedo en su interior.

─Ah. Por tu-tu cumple-años.

Creo que comienzo a comprender por qué no charlamos durante el coito, se nos va el cerebro de viaje.

─Te ayudó alguno de los pervertidos de la casa, ¿eh? ─Dos dedos dentro y un ritmo tormentoso le hacen encogerse.

─No. Yo lo-lo leí. ─dice. Apoya sus manos en mis hombros y trata de obligarme a levantarme de mi lugar. ─Codi, por favor...

Con un movimiento ágil la tumbo sobre las sábanas, le sujeto las muñecas con mis manos, y sus orejas de conejita se resbalan por su mollera.

─ ¿Tus novelas pervertidas inspiraron mi regalo? ─Mordisqueo el lóbulo de su oreja. ─Tendré que comprarte libros más seguido.

─No-no hables, por-favor, yo ya... ─dice, y un par de inconcurrencias se mezclan con sus quejidos.

Me siento imponente ante tal suceso majestuoso, soy el único que tiene acceso a la versión vulnerable y sensual de Ada. Es una musa perfecta, destruida y demente, una exótica combinación de la que soy adicto y no puedo zacearme. Cada vez me sorprende con algo nuevo, haciendo que me postre a sus pies dentro de los deseos oscuros de ambos.

Ella me toma por el cuello sin ejercer presión, tomo unas bocanas de aire a medida que me separo de su cuerpo, sus ojos poseen una flama salvaje que permiten que humedezca mis labios por puro instinto. Empuja mi ser hasta estar encima y tomar el mando. Tal parece que sus preocupaciones sobre la poca ropa que se trae se disiparon de su mente, le ha ganado el éxtasis del momento. Desliza su mano sobre mi abdomen, su cadera se posiciona justo por las costuras de mi pantalón vaquero, baja de a poco y puedo percibir sus intenciones. Sus delgados dedos se deshacen de las ataduras de botones y cremalleras, pero se detiene en seco y sonríe cual gato Cheshire. Posterior a esto, estira su mano y alcanza la tela que cubría mis ojos minutos antes, enrolla la venda en su mano y escala mi cuerpo a gatas. Se sienta sobre mi pecho y me toma por las muñecas, con precisión cruza de un lado al otro el retaso para luego ajustarlo al cabezal de la cama. Debe estar de broma, sonrío gracioso, tiro con mis brazos, pero el lazo no cede, mi expresión cambia e intento liberarme con apuro. No hay caso, me ató demasiado bien, y me lo demuestra con su gesto pícaro.

─ Espera, ¿a dónde te vas? ─digo, al ver que ella se levanta.

─A buscar un condón, tontito. No queremos bebés aún.

Ella agita el sobrecito platinado que ha robado del cajón de la mesita de luz.

Mantiene el paquetito entre sus dientes, termina de sacar mis pantalones y vuelve a treparse sobre mi cuerpo. Baja un poco mi bóxer y acaricia mi falo con sus dedos. Ante el estímulo, echo la cabeza hacia atrás e intento de forma inútil zafarme de mis ataduras. ¿En qué momento aprendió a hacer nudos BDSM? –Justo como tú, por internet- ¿Justo ahora tienes que aparecer? Conciencia de mierda. Ada sigue jugando mientras yo me estremezco por sentir sus manos y su boca. Ya no puedo soportar la presión mi bajo vientre, cierro los ojos con fuerza mientras salen quejidos mezclados con palabras ilegibles de mi boca. Al abrir los ojos, contemplo el labio chorreante de mi novia y sus dedos cubiertos por mis fluidos, quiero limpiarla, quiero besarla, quiero... ¡Dios! ¡Sigo atado!

Mi pecho sube y baja con celeridad, a su vez mis ideas se aclaran y procesan lo que acaba de ocurrir.

─Desátame ─demando─, ahora.

Ada estira su cuerpo para comenzar a desarmar sus ataduras, aprovecho que su abdomen se encuentra frente a mi rostro y la molesto un poco, beso alrededor de sus costillas, por encima de sus tatuajes y sus cicatrices. Su cuerpo se retuerce acompañando a sus gemidos.

─Quiero estar libre. ─digo, y deslizo mi lengua por su tronco. ─Apúrate.

─S-si haces e-eso, no podré de-desatarte.

Una vez liberado de la venda que me aprisionaba, tomo cartas en el asunto asumiendo mi rol como dominante.

─Voy a cenar conejo, ¡me fascina!

─Estás hablando mucho y haces poco.

Tomo el sobrecito plateado, lo rasgo y lo deslizo por mi miembro. Me abro paso por entre sus piernas corriendo las molestas bragas de mi novia, y me introduzco en su interior. Comienzo a embestirle, pero ella gime tan lujurioso que me hace perder la razón y me entra el apuro.

Y así nos pasaremos hasta que el sol desnude nuestras vistas y deje al descubierto nuestros cuerpos desvestidos.

Sin dudas esta noche me han dado el mejor regalo del mundo.

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