Capítulo 6
Capítulo 6:
Codi.
A tranco largo salgo rumbo al auto, esa llamada me desconcertó. Entro al vehículo y tomo el volante con fuerzas, apretando los dientes pongo en marcha el auto.
Qué bonita manera de decirte que hospitalizaron a tu madre. Estúpido Mike. ¿Por qué Dios me mandó un tío tan idiota? "Ingresaron a tu mamá en el hospital, ven porque tengo que irme y tu abuela no puede cuidarla", así de fácil y tranquilo me lo dijo. Pero qué hijo de una madre puta, no puede ser tan seco en una situación así, ¡es su hermana carajo! No es noticia que mi madre está enferma, muy enferma, el cáncer la consume de a poco, pero ella no le da brazo a torcer. ¡Mierda! No se termina más este puto camino. La ansiedad comienza a erizarme los bellos del brazo, siento como un sudor frío recorre mi pecho, el corazón me late a mil, y el camino se alarga. ¿Es posible que un camino de quince minutos parezca de noventa y cinco putas horas? Ya, me estoy poniendo en modo exagerado.
Aparco como venga frente al hospital, seguramente luego me multarían esto, pero me chupa un huevo. Me bajo tan rápido como mi cuerpo me lo permite y comienzo a correr. Me acerco a la recepción, donde no le doy titubeos a la recepcionista, y le pregunto dónde cornos está mi madre. La pobre pega tremendo salto cuando grito como si fuera el asesino maniático de "Feliz día de tu Muerte", no la culpo, seguramente lo parezco. Me indica que en el segundo piso habitación 310. Presiono el botón del ascensor y el maldito no baja. Mi pierna no deja de moverse, ansiedad del orto. Ya fue. Corro hacia las escaleras y comienzo a subir los escalones de dos en dos. Doy gracias a Dios por estar en forma e ir al gimnasio cuatro veces a la semana, porque no creo que es una buena idea subir dos pisos corriendo como loco. Jamás he estado en una situación de esta forma, y es mi mamá, estamos hablando de la salud de la señora que me parió y cuidó, quien no me abandono a pesar de ser joven. No puedo y no quiero creer lo que le está pasando, tiene cuarenta y dos años no puede morir, no aún.
Hecho mierda por correr dos pisos por las escaleras, llego hasta donde estaba la bendita habitación. Dejo escapar un largo suspiro al ver que el idiota de mi tío sale de la puerta, juro que pensé que la había dejado sola. Cruzamos miradas, luego mira su reloj y susurra con voz áspera "Me voy". –"Pedazo de mierda"─ le suelto mirando a la puerta del hospital, Mike me mira como si hubiera visto un fantasma que quiere partirle la cara, me ignora y se marcha. Tratando de cambiar mi cara, porque seguro estoy que doy miedo, no voy a mentir quiero romper todo. Cuenta hasta diez Codi. Poniendo la mejor sonrisa que me sale entro a la habitación.
Allí está, parece un bello ángel, me acerco con cuidado. No quiero mostrarle mi preocupación evidente, igual seguro que se da cuenta, después de todo es mi mamá. Parece tan frágil, nunca la vi de esta forma, tiene la piel muy pálida y los labios morados, aún tiene su cabello caoba oscuro a pesar de las quimios.
─ Hola, Ma─ me siento junto a ella en un sillón.
─ Hola, mi niño─ me sonríe lo mejor que puede. Dios como duele verla así.
─ ¿Qué pasó? ─digo rascándome la nuca distraído.
─ Tengo deficiencia de hierro, eso es todo.
─Cuéntame o llamo a la abuela─ me cruzo de brazos. Sí, soy un pesado.
─ Bien... Estábamos tomando mates con tu abuela y me desmayé, luego desperté aquí.
─ ¿Y la venda de tu brazo?
─ Me queme con el agua de la pava, estaba cebando yo... Pareces el adulto aquí, mi pequeño─ trata de quitarle importancia al hecho, pero no la quiero hacer renegar.
─ Ma realmente me asusté mucho... ¿Y cómo no iba a hacerlo? Eres mi mamá, te quiero.
Me acerque y la abrace con fuerzas hasta que me di cuenta que podía dañarla por lo que suavice el abrazo. La miro a los ojos, esos ojos avellana que me cuidaron tanto tiempo, los cuales revisaban hace quince años bajo mi cama para asegurarse de que no hubiera monstruos. Menudo idiota era a los cinco años, pero prefiero esos monstruos que los que ahora me atormentan.
Mi madre es la persona más importante en mi vida. Por suerte, no dejo que le afectara el abandono de mi padre, mejor dicho, el idiota que presto su esperma para que yo existiera. Terminó su carrera (le faltaba medio año cuando se enteró de mi existencia) y comenzó a hacer dinero poco a poco, comenzó a trabajar en una compañía en donde creció significativamente, al convertirse en la abogada principal de la empresa puedo ascender rápido a un mejor puesto. A pesar de su cara angelical, puede hacer que un oso le pida disculpas a un gatito, traducción, es sumamente persuasiva, exente don si quieres ser abogada. Pero el sueño de mi madre era ser chef, lo cual es extraño puesto que cocina horrible, lo sé no debería decirlo, pero no sabe cocinar nada más allá que unos fideos con huevos, ah y como seis tipos de arroz; ahumado, quemado, pegado, crudo, pasado y mi favorito, salado. Pero da igual. Siempre vivimos en casa de mi abuela –quien es la mejor cocinera del mundo─ y ella fue quien me cuido mientras mi madre se encargaba de traer dinero a casa, nunca me faltó nada, cada uno de mis recuerdos de infancia están llenos de besos y abrazos de las dos mujeres más importantes en mi vida. No se sientan triste por el sueño de mi madre, lo logró, en cierto punto, puesto que, al darse cuenta de sus limitadas cualidades culinarias, decidió comprarse un restaurante. Desde hace unos cinco años es dueña del restaurante "La Rueda" ubicado en el centro, vale, mi madre es un asco nombrando cosas –y personas─. Ella desde que se enteró de su enfermedad ha insistido una y otra vez en poner el restaurante y la casa a mi nombre, pero no quiero unos putos papeles firmados, quiero verla bien, sana y saludable, echándole riña a todo el maldito mundo.
Luego de ayudarla a comer, me despedí de ella para dejarla descansar. Ana, una vieja amiga de mi madre, se ofreció a cuidarla por la noche, yo no puedo quedarme, aunque quisiera, mi madre me ha dejado muy en claro que debo ir a clases, ya falte hoy por quedarme con ella y se molestó bastante. Voy bien en la universidad, estudio algo que me apasiona con la vida, Sociología. No entiendo por qué debería de afectarme una falta, jamás falto, pero esta es una ocasión especial que sale de mis límites.
Dentro de mi auto negro, me tomo mi tiempo para encender mi celular, no tenía demasiados mensajes. Le escribo un texto a Will para que sepa que voy en camino a la fraternidad, no vaya a ser que me dejen a fuera otra vez, el muy imbécil tiene la única llave de la casa y si él decide cerrar la puerta de entrada antes de que llegue es muy probable que duerma en mi auto. Tengo que hacerme una copia, o en su defecto, encontrar la que él me dio hace un año.
Luego de un rato me encuentro dando la vuelta por la plaza que está cerca de la universidad, como a veinte cuadras maso menos. De repente un pensamiento me invade. Mierda, Ada. Hace unas horas salí como loco de esta misma plaza dejando a esa chica tirada, aunque pensándolo bien exageró un poco, no nos conocemos demasiado para que ella haya armado esa escenita pública. Curiosa cría es. Además, me lo debe por dejarme plantado, pero ella no sabe nada de eso.
Sonrío como un tarado pasando mis dedos por mi barbilla. Si bien Ada es una niña malcriada que no posee moral alguna y se riña con medio mundo, no puedo evitar admitir que es atractiva de cierta forma. Físicamente posee su cabello largo renegrido el cual roza su cadera, es increíble que siempre lo lleve bien peinado a pesar de que al parecer odia peinarse, sus ojos son otro tema, me tienen hechizado desde el primer momento en que se cruzaron con los míos ¿Cómo es posible que un par de ojos oscuros me emboben? Ni hablar del resto de su cuerpo, tiene curvas sutiles para su pequeña estatura, su culo redondo y pomposo es enmarcado por su pequeña cintura. Pero me pone cabrón que se ponga ropa tan grande, no me da lugar a la imaginación –a babear diría─.
Pero, por alguna razón obvia creo que después de lo ocurrido no querrá verme ni en pintura por mucho tiempo. Es una wila, no puedo esperar demasiado de una chica pequeña e inmadura, sigue en secundaria y por lo que se ve, tiene demasiados problemas y emociones que no sabe controlar, está loca, pero yo soy masoquista. Mi sonrisa se intensifica al recordar las escasa veces que la he visto creerse indomable, es bajita, seguramente mide alrededor de uno sesenta metros, y verla toda enojada llevándose el mundo por delante es divertido. No me gusta demasiado pensar en esa chica, pero es estos momentos sirve como droga para callar los pensamientos sobre mi madre y su estado.
Además, parezco un bipolar cuando estoy con ella. En realidad, mi actitud es tan asquerosa como la de ella, pero por alguna puta razón cuando estoy a solas con ella me sale ser el chico heroico. Y bueno, también de vez en cuando me sale a propósito para ver si ella bajaba su escudo, mal plan, es una quisquillosa de mierda. Me encanta. En un principio quería acostarme con ella y ya, vengarme por dejarme tirado e ir obligado a una cita con Sofía y Will, pero soy incapaz de hacerle daño a propósito. Seguro más adelante te cuente cómo conocí a Ada en realidad, pero a ella no se lo preguntes porque no lo sabe. No sabe que anda dando vueltas en mi cabeza desde hace mucho tiempo y conocerla en persona solo complace mis oscuros deseos.
Luego de un suspiro largo, me adentro a la fraternidad en donde vivo. Y hablando de roma, quien está hablando con mi mejor amigo es nada más y nada menos que Ada.
Creo que hoy voy a molestarla más de lo debido ¡que empiece la diversión!
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