Capítulo 46- FINAL
Capítulo 46:
Codi.
Su aroma a shampoo de miel y el impregnado perfume a cigarrillo barato que va pegado a su piel careciente de color, aún sigue en mi siquis. Estas sábanas llevaran el recuerdo de una noche llena de pasión, donde hicimos el amor hasta hastiarnos de nosotros mismos, en realidad, hasta que nuestros cuerpos se durmieron de manera involuntaria y cerraron nuestro ciclo de besos húmedos para siempre.
Mis dedos exploraron cada centímetro de piel que tenían a su merced, deseaba guardar en mis recuerdos cada lunar, cada marca, cada cicatriz, cada detalle de tinta negra impreso en su cuerpo. Mordisqueé y chupé a lo que se me dio la gana, a sí mismo, ella mordió y recorrió lo que se le cantó, no pusimos límites, y ahora un círculo rojo sangre se asoma por el cuello de mi polera, dejando ver bajo mi mandíbula el territorio de un ángel con un lugar aparcado en el infierno.
El aeropuerto es un lugar desagradable, melancólico y elegante. Lo único que hace quedar bien a la ciudad, con sus pisos resbaladizos que son limpiados cada media hora, sus restaurantes fifís, los carteles en tres idiomas y las dos plantas recubiertas por un vidrio tan grueso que podría jurar que es antibalas. Los turistas van y vienen, metidos en cada local de venta de cagadas que se les cruza por el frente, se asquean en dulce de leche y alfajores artesanales que en realidad son un asco, pero exótico para ellos. El olor a carne asada ya me tiene arto, y decir que estoy cansado del olor a comida delata mi sentimiento dicotómico de amor-odio que siento por irme. Los altavoces detallan en tres idiomas los arribos próximos, y yo sé que falta media hora para el mío. Paso una mano por mi rostro ojeroso por no dormir anoche. Muerdo mi labio inferior recordando cómo fue abrir los ojos y despertar sin ella. ¿Así van a ser todas las noches de aquí en adelante? Despertar por la mañana con un vacío enorme, un brazo estirado hacia la nada, una sensación de ausencia o carencia de algo, y las terribles ganas de pegarme con pegamento industrial a sus pies.
La amo, y no puedo pasar toda la vida con ella.
La amo, y no envejeceremos juntitos.
La amo, y ella no vendrá, me dejará solo cómo yo la dejé.
La amo, y no nos casaremos nunca. Nuestros hijos no nacerán jamás.
La amo, y no decoraremos un departamento destartalado en las afueras de la capital.
La amo, y nunca más me dirá estupideces, ni apodos, ni me molestará con sus elocuentes barbaridades de chiquilla.
La amo, y no tendremos nuestro final feliz.
Nunca, jamás en la vida, se enamoren tan enloquecidamente siendo tan joven. Los jóvenes no sabemos lidiar con el desamor, aún más cuando ambos nos amamos y el destino hijo de puta nos separa.
Me duele el estómago, quiero vomitar, todos están aquí menos ella. Me falta Ada, y es una sensación de la ostia amarga. Odio esto. Quién haya inventado el amor se fumó algo bien fuerte y de seguro se ató una piedra al tobillo para aventarse al mar, lo sé porque esos son mis deseos actuales.
No me mal interpreten, tener la dicha de poder brindarle un tratamiento para extender la vida de mi madre un poco más es una sensación gratificante. Esa mujer no solo me dio la vida, sino que me enseñó a no desperdiciarla, gracias a ella estoy donde estoy y soy el hombre que ven ahora, un poco pendejo eso sí, pero no es su culpa, esa es mía. Además, me enfocaré durante todo el año solo en mi carrera y en mi madre, no tendré que trabajar (o eso supongo).
Ver lo bueno y lo malo de los sucesos que ocurren en la vida es agotador. Me gustaría no darles tantas vueltas a las cosas. El doctor Webster (el psicólogo de Ada) me dijo una vez que tiendo a pensar en los sentimientos de los demás antes de los míos. Soy un idiota buenardo, creo.
¿Por qué sonríen tanto a mi alrededor? Yo siento que muero y ellos carecen del sentimiento de asco hacia la vida. Que suertudos.
Me pongo de pie con intenciones de ir al baño súper pijo que tienen en este lugar. Paso por alto las miradas que se clavan como cuchillas en mi espalda, más que nada las de Emma, quien alega que debo dejar de ser tan pelotudo, que Ada me va a seguir queriendo, que debo darle tiempo. En parte puede que tenga razón, no le di tiempo para procesar la información que le solté como una bomba. Si ella me decía que se marchaba dentro de dos días, es probable que yo me hubiera pegado a ella como garrapata y le llorisquearía todo el maldito día. La cuestión es que llego al baño, echo una meada rápida y voy a lavarme las manos. No soy fan de mirarme al espejo, ya sé que soy irresistible, no hace falta repetírmelo a cada rato, estoy bueno y todos lo saben, pero... al levantar la vista, me choco con mis ojos tristes, un tanto enrojecidos, y los chupones que escapan de mi polera se ponen intensos cuando fijo la vista en ellos. Levanto un poco la prenda recorriendo con los dedos las marcas que exigí que se hicieran en mi cuerpo, de esta forma la tendré un par de días más pegada a mi piel. ¿Cómo corno voy a sobrevivir sin ella? Ya hasta me olvidé como eran los días antes de conocerla.
La tipa que habla por los altavoces, junto a la tabla de la pantalla, indican el inicio del abordaje de mi vuelo. Me levanto del piso alfombrado, abrazo uno a uno a mis amigos, y una que otra amiga de mi madre nos desean buen viaje. Mi abuela me apretuja amenazando con sacarme el esófago por la boca, pero se agradece la intensidad, le beso la frente arrugadita y le dejo un par de indicaciones;
─Abuela, ¿vas a estar bien? Aún puedes ir con nosotros, voy y saco otro pasaje...
─Cierra el pico, muchacho. Ya te dije que de aquí no me muevo, por más que tú quieras, este lugar es mi hogar y moriré en mi hogar.
Suelto aire con algo de brusquedad. ─Qué va, no puedo discutir sabiendo que es al pedo.
─Voy a cuidar bien de tu perro. Mike vendrá uno que otro día a visitarme, sabes que él no venía porque se lleva fatal con tu mamá.
─ Sí, el tío es un idiota.
─Pero también es mi hijo. Ada también me dijo que vendría así le enseño a tejer, quiere hacerte un buzo color amarillo, el color es, bueno, interesante, pero será lindo tiempo de caridad. ─me comenta sobando mi brazo.
─Abuela... ─comienzo a sollozar cubriéndome los ojos con una mano. ─ella no vino, me dejó...
─Puf, que tonterías. Esa chica está igual de tortolita que tú, yo dijo que sí viene. Ustedes se merecen un final bien cliché de aeropuerto.
Tomo mi valija y la de mi madre. Enviamos un par de cosas por correo hace unos días, así que nuestro equipaje es ligero. Observo a mis seres queridos, ellos se abrazan, algunos llorisquean y otros me saludan con la mano. Doy la vuelta y camino sabiendo que toda mi vida cambiará.
Con mi madre registramos las maletas que irán en el maletero del avión, luego realizamos los procedimientos de Migraciones para luego dirigirnos a las puertas de embarque.
─Hola –me saluda la chica al recibirme los boletos. ─, tienen los asientos catorce y quince en clase turista, espero que disfruten el vuelo.
─ ¡Alto ahí!
¿Quién mierda grita así? Me giro y... no puede ser, sí vino.
Observo como Ada corretea para perder a los guardias de seguridad que le pisan los talones, los pelos le vuelan por cerca de la cara y el embolsado buzo se hace junco mientras corre. Sonríe como si estuviera cometiendo el delito del año, y estoy casi seguro de que así es, no debe estar permitido meterte en el área de abordaje de un vuelo internacional sin intenciones de viajar. Por mi parte, revoleo los bolsos de mano y comienzo a corren en dirección de la chica de mi vida. Mis labios se curvan hacia arriba, como si fuera una vieja película de amor ochentera, impacto mi cuerpo con el de Ada, quien se abalanza entre mis brazos y la alzo un poco al recibirla. Mis intenciones eran hacerla girar a lo híper romántico, pero como somos un par de imbéciles, luego de impactar nos caemos al suelo. Reímos en conjunto, soy el hombre más feliz de esta tierra. Sin darme tiempo, ella pega sus carnosos labios a los míos delgados. Ahí, tirados en el piso pijo de un aeropuerto, nos besamos con intensidad. Me importa un choto estar rodeado de guardias que quieren matarnos por saltarnos las reglas de seguridad, me chupa un huevo saber que esté –posiblemente- sea nuestro último beso, y me resbala por todos lados el hecho de tener una erección tan enorme como el obelisco de Buenos Aires. Lo único que me importa es que ella llegó a tiempo para despedirme.
─ Último llamado para el vuelo 322, con destino a Madrid, España. ─resuena en los altavoces y me despiertan de mi ensueño.
─Tengo que abordar. –le susurro a Ada mientras mis dedos le acarician la mejilla.
─Sabes, eres mi primer amor, y por eso quiero que seas feliz. Dicen que si amas a algo debes dejarlo ir... Te amo.
Quedo plasmado ante su confesión. Ella jamás me había dicho que me amaba.
─ ¡Te amo, mi molesto! No me da miedo decirlo, hoy no. –Se pone de pie dejándome tirado en el suelo. ─ ¡Escuchen todos! ¡Yo amo a este insoportable!
─ Ya, cálmate. Nos miran las personas. –le digo riéndome mientras le hago compañía y la abrazo.
─Qué miren, yo te amo con todas mis tripas.
─Yo también te amo. Es más, te amo cómo no te imaginas, y te seguiré amando, aunque estemos a millones de kilómetros de distancia.
─Me llamas bien llegas a España, ¿ok?
─Ok, Princesa. –digo y beso la punta de su nariz.
Al separarme de ella una sensación de ardor en mi pecho se apodera de mis sentidos. Duele como la mierda. Recojo mi bolso del suelo y me encamino al tubo para ingresar dentro del avión. Atrás, mi niña loca sacude la mano con brusquedad, en realidad lo hace hasta que un guardia le susurra algo y ella, abrazando su cuerpo, se marcha y se pierde de mi vista.
─ Catorce, catorce... ─murmuro buscando los asientos. ─ ¡Bingo! Catorce y quince.
Pongo todo el peso de mi cuerpo sobre el asiento mullido del avión. Abrocho mi cinturón y contemplo el pobre paisaje por la ventana.
Eh llegado a la conclusión de que si bien la vida es una mierda y el amor es bochornoso, vale la pena vivir, siempre y cuando, estemos dispuestos a dejarlo todo de nosotros mismos día tras día, sintiendo intensamente, amando con todas las tripas, llorando a mares sin guardarse nada, siendo reales, siendo nosotros mismos sin importar qué, porque pasar vergüenza está más que bien, de algo hay que reírse de viejos ¿no? Hay que permitirse sentir lo bueno y lo malo, las orugas y las mariposas en la panza, porque el destino cierra puertas, pero nos abre ventanas, y ella es mi ventana al amor, a la cursilería, a sentirme vergonzoso y sonrojarme como crío. Ella, una chica enana y loca, con un millón y medio de defectos, tiene el poder de convertirme en la persona más feliz del lugar con solo mirarme directamente a los ojos, y lo peor de todo es que no se da cuenta, sigue observando al universo con sus inocentes ganas de asesinar a todos, pero no se da cuenta de que al ingresar a una habitación ella se come al mundo.
Te amo, Ada Cooper, y no podría haber pedido a alguien mejor para sentirlo todo y guardarme nada.
Fin.
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