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Capítulo 45

Capítulo 45:

Ada.

Odio al mundo, es una mierda.

Yo soy la mierda.

Codi, el único chico que me hizo quererle, se me va mañana. Y yo cómo una estúpida no le contesto las llamadas e ignoro sus mensajes. ¡Agh! ¡Qué imbécil! Debería estar acurrucada junto a él diciéndole cuanto le voy a extrañar, no tirada en el sillón de la casa de mi madre.

Pero... ¡¿Una relación a distancia?! No voy a poder, él me va a olvidar, se dará cuenta que existen muchas chicas mejores que yo en todo sentido. Lamentablemente no soy excepcional ni recordable. No quiero que se vea obligado a seguir queriéndome.

Tampoco he hablado con nadie, no tengo ánimos para escuchar a ninguno de mis amigos, al fin y al cabo, Codi se nos va a todos, no solo a mí.

─Hola, pequeñaja.

─Qué no me llames así, excremento con patas.

─ ¿Se te murió otro amiguito? Espero que sea Don ojitos bonitos.

Me incorporo de golpe, aprovechando que Alex se encuentra a una distancia casi inexistente de mí, le tomo por el cuello de su camisa y con ojos endemoniados le digo;

─Vuelve a decir una estupidez como esa y juro por mi madre que te castro, entierro tus bolas en el jardín y veo crecer un árbol de micro penes.

─Ok, comprendí el mensaje. ─murmura levantando las manos en derrota.

Le suelto y vuelvo a echarme en el sofá.

─Sé que me odias, aunque yo te quiero, pero... ¿podrías decirme el motivo de tu cara de moribunda?

─ ¿De qué hablas? Esta ─me señalo el rostro─ es mi cara normal.

─No. Siempre tienes cara de culo, pero hoy pareces deprimente, como si se hubieran comido tus gomitas.

─Primero; Si alguien se come mis gomitas de osito no estaría tirada en el sillón, sino enterrando un cadáver. Y segundo... sí estoy triste.

Alex toma mis pies con sus manos, los levanta, y antes de poder protestar, se sienta en el sofá colocando mis pies enfundados en una converse re-sucias sobre su regazo. Mejor, así le ensucio el pantalón.

─ ¿Por qué estás triste?

─Qué no les hable a mis amigos sobre el tema no significa que quiera hablarlo contigo.

─Con alguien tienes que hablar, pequeñaja.

─No me digas así. ¿Eres idiota o te tiraron de chiquito?

─ ¡Tía! ¡Tía! –se escucha desde la otra habitación. Veo entrar al enano de mi sobrinito a la sala y se posa delante de mí con muñeco que da más miedo que ternura. ─ Mira, me compraron un zombi, como los que te gustan. Pero no da tanto miedo, hay que cortarle un brazo y ponerle ketchup. El tío Codi dice que en las pelis de terror usan ketchup en lugar de sangre. Será horrible y genial.

"El tío Codi"

Mierda.

A quien engaño, quiero salir corriendo y buscarlo, apretujarlo y rogarle que no se vaya.

Muerdo mi labio inferior y una lágrima se me escapa, nerviosa cubro mi rostro con las palmas de mis manos.

─Tía, ¿dije algo malo? –pregunta Tomi acariciando mis nudillos llenos de cicatrices.

─No, Tomi. No dijiste nada malo.

─El abuelo Alex te molestó de nuevo, ¿verdad? –dice el enano mientras apretuja esa cosa fea de trapo.

─A tu abuelo Alex lo vamos a embrujar si se porta mal, ¿recuerdas?

─ ¡Lo convertimos en sapo!

─ Aún mejor, lo transformaremos en cucaracha y lo aplastaremos con la zapatilla.

─Qué mala. –dice Alex en tono irónico. ─ ¿Cómo estás? Se te salió una lágrima de cocodrilo.

─Bien. ─contesto en seco, sin mirarlo y atenta a mi sobrino.

─Mentir es malo, Ada.

─Fingir que te importa también lo es.

─Sí me importa.

─ ¡Mentira!

─ ¡¿Entonces, por qué no me dices lo que tienes?! –chilla Alex.

─ ¡Porque no es tu asunto!

─ ¡Pero dime, pequeñaja!

─ ¡Codi se va! –grito entre lágrimas. ─Se marcha a España.

Alex me mira curioso y con la boca abierta. Tomi comienza a intentar arrancarle el brazo a su horrendo muñeco. Y desde el marco de la puerta dicen;

─Pues aprovecha lo que te queda con él.

─ ¿Qué? –susurro. Volteo a ver a mi hermana, quien parece tranquila y con argumentos filosóficos de hermana mayor sabionda.

─ ¿Qué esperas? Corre. Ve a verle.

─Candela tiene razón. Odio admitirlo, pero Don ojitos bonitos es el único que desea aguantarte sin fines lucros. –comenta Alex.

Normalmente, ante un comentario de ese estilo, le daría a Alex una patada tan grande que se le reiniciaría la vida, pero ambos tienen razón.

Me pongo de pie y salgo disparada del sillón. Mis piernas se mueven en sincronía rumbo a la puerta, tomo el picaporte, ¡mierda! ¡la estúpida carta! Vuelvo sobre mis talones y subo las escaleras. Ingreso al cuarto de invitados, que ahora es mi habitación fija para venir a visitar a mi mamá, sobre la mesa de luz descansa un papel mal doblado, compuesto por un par de hojas rayadas y embarradas con lágrimas y uno que otro moco. Tomo dicho papel que escribí a modo de terapia en vez de destrozar algo. Lo meto en el bolsillo de mis jeans, me coloco una campera bien gorda, porque estaré pendeja, pero no me voy a cagar de frío.

Ahora sí, voy a buscarlo.

[...]

¡Ah! No doy más. Me muero por correr y solo voy diez cuadras. Soy pésima en esto de hacerme la heroína, a mí me va ser la villana.

Freno en medio de la calle, posiciono mis manos en mis rodillas respirando encima y toda chiveada. La brisa fresca me acaricia las mejillas y agradezco la sensación momentánea. Me enderezo, inflo mis pulmones y continuó correteando rumbo a la casa de mi amorcito.

Qué cursi te has vuelto. ─Ajá. Tú concéntrate en respirar y correr. –Corre, Forrest, Corre─

El corazón me late en la garganta y los pies me arden. Cómo se nota que no muevo el culo para nada.

Una bocina interrumpe mi moribundo ser.

─ ¿Te llevamos linda?

─Emma, Will, ¿qué hacen aquí? –digo agitada.

─Tu hada madrina nos llamó.

─ ¿No fue su hermana? –escucho la voz de Adrián desde atrás del coche blanco.

─ ¡Cierra el pico, Adrián! Arruinas la misión "saving the end".

─Sube, Ada. –dice Will desde el asiento del conductor.

Y así, los cuatro, nos fuimos rumbo a la casa de mi novio. Recuerden que mañana al medio día se me va.

[...]

Sé que me estoy salteando mucho, pero comprendan, queridos lectores, hay cosas que por los nervios se me van. Además, en estos momentos, quien piensa en lugar de mi cerebro -que parece estar en constantes vacaciones- es mi hígado, o algo así para explicarles lo bruta que me encuentro.

Golpeo la puerta como si la vida me dependiese de ello. Dicha estructura se abre mostrando un chico despeinado, en medias, con un buzo enorme y unos shorts cuadrille que parecen calzones. Adorable y ridículo.

─ ¿Ada, qué haces... ─dice, pero le interrumpo. Me lanzo a sus brazos tomándolo por sorpresa, rodeo su cuello con mis brazos para sostenerme, y para equilibrar mi falta de estatura, me paro en puntas de pie, le beso los labios con desesperación, inhalando poco y sollozando mucho.

Me envuelve con sus extremidades superiores, sus manos recorren mi rostro y mi cintura. No saben cuánto le necesito, no quiero dejarlo, pero es necesario. Le amo con todas mis tripas y aun así no me digno a decírselo, soy una cobarde sin sentimientos.

Decidimos realizar una última cena en grupo. Todos los chabones de nuestro grupito se vinieron hasta la casa materna de mi novio. Por ser los más responsables, Peter y Ahítan se encargan de hacer el fuego. La noche está perfecta, el viento sopla levemente por nuestros cuerpos, y las estrellas resplandecen como pequeñas luces en el cielo. Adrián sigue berrinchudo por no poder ayudar con el fuego, aunque es al pedo, no queremos quemar la casa de Codi, y si ponemos al chico porno como cocinero de élite, seguro incendia todo el lugar y cagamos. Emma, junto a mi suegrita bella, corta los panes para los choripanes de esta noche. Peter también colabora cortando la lechuga y los tomates. En cuanto a mí, estoy pegada como chiclecito a mi molesto, voy a gastar los segundos abrazándolo y besándolo en la punta de su nariz gordita, y él no se queja, para nada.

─ ¡Los choris están listos, gente! –exclama Ahítan.

A lo criollo, cada uno se arma un sándwich y nos sentamos alrededor de una fogata para calentar el cuerpo.

Con mi choripán en mano, me siento en el regazo de Codi. Acerco el embutido enfundado en pan a los labios de mi chico de ojos azules, este me mira desconfiado y sin abrir la boca.

─Tranquilo, no tiene veneno. –le digo rodando los ojos. ─Tampoco le puse mayonesa, hoy no morirás.

Sonríe torcido y acepta un bocado del choripán. Eso me vuela la imaginación y se me ocurren un montón de cochinadas que seguro se ejecutarán cuando todos se marchen a dormir, o eso espero.

Los chistes verdes van y vienen, el fuego cálido nos envuelve, las estrellas miran curiosas nuestra felicidad momentánea. Todos tienen los labios curvados hacia arriba demostrando su caprichosa dicha, incluso yo estoy feliz, aunque sé muy bien que Codi se irá muy lejos, que no le veré, tal vez, nunca más en mi desgraciada vida, y a pesar de eso, a pesar de estar inundándome por dentro, estoy sonriente, comiendo y compartiendo un hermoso momento estúpidamente memorable. De mi bolsillo trasero del pantalón, saco dos pastillas para "drogarme", bueno, en realidad me las dio el Doctor Webster para calmarme y ahora ando dopada todo el puto día, pero no me quejo, ser feliz, aunque sea de mentira, es suficiente para mí. Los fármacos se deslizan por mi garganta junto al dulce sabor de la gaseosa de cola artificial. Vale, no me puteen, los medicamentos no se toman con gaseosa, pero me chupa un huevo y medio.

Si no muero dentro de poco, será un milagro.


Hola. Yo de nuevo, molestando. Espero que hayas disfrutado el capítulo, paso a comentar que el capítulo 46 será el último, sin embargo, no significa que en ese momento culmina todo. Los quiero. Besos con aroma a café bien amargo.

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