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Capítulo 30


Capítulo 30:

Ada.

¿Por qué culo hay un niño en la casa? Tal vez sigo soñando, sí debe ser eso. Mejor sigo durmiendo.

Me acurruco contra el sillón.

─ ¡Mami, tengo hambre!

Mierda que es chillón. La puta madre. Lo que faltaba un crío molesto en la casa. ¿De dónde sacaron un pendejo mi madre y Alex?

─ ¡Abuelo Alex! –chilla el enano.

¿Abuelo Alex? No mames. Esto sí que no me lo pierdo. Abro los ojos, mi cuerpo no reacciona como yo me lo esperaba, parece gelatina y en un intento por levantarme del sillón, ruedo y compro terreno en la sala. Auch, mi cuerpo de chancho hambreado.

Me levanto y observo la escena delante de mí. Alex volvió, muy mono como siempre, con su cabello desparramado cayéndole sobre los ojos y su delgado cuerpo está enfundado por prendas casuales, pero puestas sobre él parecen finas y caras. Mi madre está en la cocina puesto que aquí no pinta y hay un aroma muy rico a galletas. Y ahí está ella. Su sonrisa de dientes alineados a excepción de los colmillos que los tiene ligeramente más adelante, se ensancha arrugando sus ojos. Lo que fueron diez u once años sin verle parecen miles, sino fuese por su estrepitosa risa no le hubiera reconocido.

─ Candela- susurro.

Por fin se dan cuenta de mi presencia. Giran sus rostros en mi dirección. Ignoro como me mira Alex porque si lo observo le parto la cara de un chirlo.

─ ¿Ada? ¡Hermanita! –dice acercándose a mí, pero no tengo ganas de abrazarla. En su lugar le pego un pechón haciendo que caiga de culo.

─ No me toques, escuincla mentirosa.

Sí, soy asquerosa, más si en las últimas veinticuatro horas dije o hice algo bonito, es como si tuviera que decir cosas horrendas para equilibrar mi ser.

─ ¿Ese enano es mi sobrino?

─ Sí- dice Alex.

─ A ti no te pregunté, sino a ella- señalo mientras mi hermana se levanta.

─ Se llama Tomas. Perdón por no habértelo dicho.

─ ¿Cuántos años tiene?

─ Cuatro- dice Candela mirando hacia otro lado.

─ ¿Puedo hablarle al enano? –pregunto.

─ Eres su tía. Claro que puedes.

Camino matando a ambos con la mirada. El niño chillón está en la cocina con mi madre. ¿En cuatros putos años mi hermana no pudo avisarme que yo tenía un sobrino? Vaya que soy importante en el círculo familiar. Y eso que a la única que quería de mi familia era a Candela, bueno ya no más. Odio los niños, son molestos, pero si este tiene mi sangre corriendo por sus pequeñas venas es probable que algo de oveja negra tenga. Observo al niño sentado en la mesada mientras devora galletas caseras recién orneadas. Tiene los ojos bien oscuros como los míos y un cabello rubio platinado le decora la cabeza. Lleva los mofletes hinchados por las galletitas. Él mira en dirección a la puerta que en donde estoy apoyada. Estoy desarrollando cierta aflicción por apoyarme en los marcos de las puertas, la vista que se obtiene desde aquí es interesante como si estuviera observando un cuadro en movimiento sin siquiera interactuar con él, solo contemplándolo.

─ Abuela, hay una chica en la puerta- dice Tomas- Es parecida a la buja de la película que da miedo.

Curioso el crío, tal vez si tenga algo mío. Me río para reprimir las ganas de mandarlo con su madre.

─ Cariño, ella es tu tía- dice mi madre.

─ No. Ella no es mi tía.

─ Oh. Enano, por desgracia tuya, soy tu tía.

─ ¿Tienes regalo para mí? –Menudo niño interesado.

─ Te hubiera comprado un regalo, pero tu madre me acaba de avisar que existes.

─ Entonces, no eres mi tía.

¿Qué? Niño prejuicioso. ¿Qué mierda le enseña mi hermana?

─ ¿Si te compro un regalo me querrás?

─ Ti.

Ahora le tengo que comprar un regalo a este crío, pero ¿qué les gusta a los niños de cuatro años?

Subo hasta el cuarto de invitados y le escribo a Sofía y a Emma. Alguna de las dos debe saber que carajos se les regala a los pequeñajos interesados. Hasta que respondan voy a llamar a mi mejor amigo.

─ Hola, cara de panqueque. Feliz navidad.

─ Hola, pulga. Para ti también.

─ ¿Qué haces?

─ Recién termino de ordeñar a las vacas- dice Ahítan en un suspiro.

─ ¿Sabes hacer eso?

─ Claro que sí. Aprendí de niño. ¿Tú qué haces?

─ Tengo un sobrino.

─ ¡¿Qué?! ¿Un sobrino? Ósea, ¿un niño, posta?

─ No creo que mi hermana haya parido un ornitorrinco.

─ Qué chistosita. ¿Hace cuánto te enteraste?

─ Mmm... Veinte minutos, creo.

─ Wow, me voy unas semanas y te pasan cosas interesantes- Y eso que no te conté qué Codi me ató a la cama, pienso.

[...]

─ A ver si entiendo. ¿Quieres qué vaya con Codi a comprar un juguete?

─ Dah. Sí- resopla la voz de Emma a través del audio de WhatsApp- Es el único que está al pedo y cerca de la ciudad.

─ ¡No quiero ir con él! –aunque está escrito en un mensaje de texto, se puede percibir mis ganas horribles de no ir un pedo.

─ Pero me dijiste que Sofí está ocupada. Si quieres le escribo yo.

Lo pienso un momento antes de apretar el botón en la pantalla para grabar un audio. Ya eh estado a solas con Codi antes, nada malo va a pasar, y con nada malo me refiero a una cama y condones de por medio.

Media hora más tarde, estoy ajustando mi chaqueta en el espejo. –Estas quedando guapa para Codi- Que no es para él, es para mí- Sí, claro. Ya te creo.

A pesar del bochinche, escucho claramente como golpean la puerta principal. Bajo a toma madre, ni en pedo dejo que alguien que no sea yo abra esa maldita puerta. Os nombro los porqués; Mi madre ni rajada, ella le tiene ganas a Codi, coquetearía con él antes de invitarlo a pasar. Alex, no, ni loca ni muerta. No quiero que vea la competencia, digo, lo apapachable que es Codi. Candela menos, lo va a empezar a interrogar, porque así es ella, aunque no nos hallamos visto en años ella lo va a poner entre la espada y la pared. Llego a la puerta, casi caigo de culo al bajar el último escalón, pero no ha pasado nada.

Abro la puerta, es probable que luzca igual a la chica del aro, pero me vale. Codi tuerce el gesto al verme desesperada. No le doy tiempo a hablar, lo pecho sacándolo fuera, bien lejos del caos de la vida familiar en la que me veo involucrada. Cierro la puerta en mis espaldas y tironeo de su mano en dirección de su auto. Una vez dentro del vehículo suelto un gran suspiro pesado, apoyo el codo contra la ventanilla y refriego mi frente contra la palma de mi mano.

─ Hola, Codi. ¿Cómo has andado? ¿Te secuestraron los aliens? –dice él en tono burlón.

─ Lo siento. Hola. No quería que te cruces con la Familia Adams- digo sin mirarlo.

─ Solo conozco a mi suegra y me ha parecido encantadora. Además, yo también le ha parecido un encanto, creo que por eso me quiere entre sus sabanas- le pego un suave empujón en el brazo.

Mientras Codi conduce, yo travieso la radio. Freno en la única estación que no tiene algo soso. Ataque 77 resuena contra los altavoces del coche, en lugar de apagarlo, Codi sube el volumen comenzando a cantan con confianza.

Y saber, que te vas, y saber que la abstinencia me puede. Todo se vuelve oscuro y solo puedo decir...

Río divertida, canta como el culo, pero le sigo el juego y a dúo seguimos cantando.

Más, dame un poco más. Quiero intoxicarme en vos. Arranca-corazones... Hoy, antes del final, quiero intoxicarme en vos. Arranca-corazones...- Nos miramos y asentimos con la cabeza antes de decir al unísono- Dame tu droga.

https://youtu.be/1zNfElP3Br8

Subimos las escaleras mecánicas. Codi se hace el pelotudo y sin disimular agarra mi mano, no la aparto, dejo que toma mi pálida y escuálida mano. Un colorete se esparce por sus mejillas haciendo que mi estómago de un brinco. ¡Qué lindo que es! Por Dios, lo de anoche me ablandó de más. No puedo ponerme como cría tonta por salir con un chico, aunque tenga los ojitos bien bonitos, unos labios apetecibles y jugosos, me muero por morderle, por besarlo, uf, y ese abdomen. ¡Basta! ¡Contrólate! Es solo el Molesto de Codi.

Entramos a una juguetería y nos dirigimos al pasillo de niños pequeños o juguetes para bebés.

¿Qué mierda es esto? Un biberón con sonido y luces, juguetes de peluche, ositos con partes para babear, una pelota con sonajero. Esto no le va a gustar a Tomas. Ese crío tiene pinta de ser más vivo que su mamá, estoy segura que si llego con un perrito con sonido me lo va a revolear por la cabeza. Por eso, luego de un rato, cambiamos de sección.

Agh, tienda machista. Pleno siglo veintiuno y siguen con eso de dividir los juguetes en dos géneros; rosa con brillos para las niñas y azul metálico para los niños. Yo soy niña y odio el rosado, ¿en qué sección me meto señor gerente de la tienda? Pero no me voy a poner a discutir por unos estúpidos juguetes. Si al crío le gusta jugar a la cocinita teniendo pito, no es mi problema ni el de esta tienda de mierda.

─ Así que tienes un sobrino- dice Codi inspeccionando un par de cochecitos.

─ Sí... me enteré hoy a la mañana.

─ ¿Es lindo ser tía?

─ ¿Y yo que sé? Llevo como cinco horas siéndolo a conciencia y mi sobrino me odia por no tener un regalo.

Él se ríe cambiando de juguete. Me muestra una pistola de juguete, aprieta el gatillo en el hueco del envoltorio de plástico que dice "pruébame", y finge dispararme.

─ Creo que te llevarías bien con él, ambos tienen la misma edad mental- le digo con sinceridad.

Hunde sus cejas y apoya una mano bajo su barbilla ─ Si es tu sobrino, seguro adora la violencia.

─ Ja, ja. Mira como me río- le saco el dedo del medio.

─ Llévale la pistolita al Chucky.

─ Bueno- Le quito la pistola de las manos- Por cierto, cantas como el orto.

─ Tu tampoco lo haces tan mal, Princesa.

Pago y pido que lo envuelvan para regalo. Salimos de la juguetería para dirigirnos al patio de comidas, porque "alguien" que no voy a nombrar, es un tremendo mañero que tiene hambre cada cinco minutos. Como tiene aires de caballero, y porque he quedado en banca rota gracias a mi sobrino interesado, Codi decide costear la comida rápida que tanto hinchó las bolas en comprar.

Pedimos dos hamburguesas en McDonald. La de él, con doble carne, mucho aderezo –sin mayonesa- y extra queso, la mía, simple con salsa de cebolla y kétchup. Apoyamos el culo en una de las mesas del patio cerrado de comidas, uno pensaría que un veinticinco de diciembre el centro comercial estaría meramente fantasma, pues no mi ciela, está tan lleno como de costumbre. El sonido de los pasos contra el suelo, la comida resonando contra las muelas y el bullicio de cientos de conversaciones, me hacen dar ganas de encerrarme en un cubículo del baño y no salir más. Mi respiración se acelera, fijo la mirada en la mesa amarillenta, Codi parece notarlo porque estira su mano y toma mi muñeca dando leves masajes contra mi hueso. Lo miro con los ojos bien abiertos, él muerde su labio inferior, ladea la cabeza y capta mi preocupación. Para mí, el patio de comidas o una cafetería es una tortura blanca, por esa razón no solía comer demasiado en el internado, siempre estaba acompañada y me situaba en la mesa más arrinconada que había. Aquí es igual, la otra vez que salí con Codi al cine, no quise comer por temor a estar ansiosa y querer salir corriendo. Pero solo me pasa en espacios donde hay mucha gente y comida de por medio, el tema no es estar rodeada de gente, sino escuchar a esa gente masticar, chocar sus tenedores contra sus dientes, sentir el zigzagueo de los cuchillos contra los platos, el sonido que se hace al tragar, el aspirar de la pajita, saber que moléculas de comida salen disparadas de sus bocas...

─ Ada, ¿te sientes bien?

Lo miro angustiada, vuelvo a fijar la mirada en la mesa y cierro los ojos, comienzo a contar murmurando, eso me dijo el Doctor Webster que hiciera cada vez que sintiera ansiedad. Uno...dos...tres...cuatro... Unos brazos me rodean, tiran de mí hasta que apoyo la cabeza en su pecho y siento que el aire vuelve a circular con normalidad en mi cuerpo.

─ Tranquila. Respira. Aquí estoy, Princesa y no voy a ir a ningún lado.

─ Gracias, Molesto- susurro contra su pecho.

Realizo un par de respiraciones más antes de apartarme de él.

─ ¿Mejor?

Muevo la cabeza para indicarle que sí, que estoy mejor. Acaricia mi mejilla con sus ásperos nudillos, inclina su cabeza en mi dirección, sonrío con los labios pegados y él me besa con dulzura.

Codi no se vuelve a su lugar, sino que permanece en la silla junto a mí, eso sí, se estira para alcanzar su hamburguesa, papas fritas y gaseosa. Comenzamos a comer en silencio, a modo de prevención, él pasa un brazo sobre mis hombros y solo lo quita cuando la hamburguesa está a punto de caérsele. Unto una papa en mayonesa y la devoro con cautela, mi Molesto mira curioso, bueno, asqueado, mi papa embebida en mayonesa. Solo para cabrearlo, sargo un sache de mayonesa con los dientes, destapo mi hamburguesa, deslizo mis dedos sobre el paquete llenando la carne con el aderezo a base de limón y huevo. No comprendo cómo no le gusta la mayonesa, yo la como untada con pan. Le doy un gran mordisco a mi comida.

Codi toma una servilleta y limpia la comisura de mi boca.

─ Pasaría mi pulgar en lugar de la servilleta, luego me llevaría el dedo a mi boca para limpiarlo- hace una pausa soltando aire- Pero odio la mayonesa, y eso no va a cambiar por más que esté puesta sobre tus labios y luzca increíblemente apetecible.

Al cabo de un rato, volvemos al auto. Y aunque cueste creer, eh estado pegada a Codi todo el rato. Tal vez sea producto de mi ansiedad o quizás si me gusta demasiado. El trayecto hasta mi casa es tranquilo, el aire sigue corriendo enfriando el ambiente vaporoso provocado por el radiante sol de verano, eso debido a la lluvia intermitente de anoche.

Bajamos del coche y trazamos a pie el camino que hay antes de llegar a la puerta de entrada. Me detiene antes de terminar de girar la manilla de la puerta. Codi me agarra por la cintura, de manera ágil me da la media vuelta quedando frente a frente con él, tira aún más acercando mi cuerpo al suyo. En esta posición quedo demasiado enana en comparación. Pone una mano sobre mi nuca y arrima su boca a la mía. Siento como sus labios se acomodan para encajar con los míos, y al instante nuestras lenguas comienzan a rozarse erizando cada bello de mi piel. Me besa con desesperación, con necesidad, puedo percibir cuanto extrañó besarme de esta manera por la forma en que me besa, ingresando a lo más profundo de mi ser, haciéndose uno conmigo. Tengo los brazos enrollados en su cuello, queriendo arrimarlo más de lo que se puede en la vía pública. Él aprieta mi cintura haciendo que desee llevarlo de contrabando hasta mi actual habitación y hacerle todo lo que no se debe contar.

El chillido de la puerta hace que me chupe un huevo quien nos haya visto, es más, ojalá que sea mi madre para que sepa que este chico de ojos azules es mío, o aún mejor, que sea Alex, así se dé cuenta que no lo odio porque no me eligió a mí, sino que no soporto su existencia sobre la faz de la tierra debido a que él se robó el amor de mi madre, amor que debía haber sido mío. Codi sonría alejándome con suavidad con las manos en mi cintura baja.

─ Adiós, Princesa- susurra pegando su punta de la nariz con la mía.

─ ¿Por qué no pasas a tomar mates? Mi mamá hace unas galletas riquísimas.

Dios no. ¿Por qué me persigue la desgracia? De todas las personas de la casa viene a salir Candela, metiche de mierda.

─ Codi está muy ocupado, hermanita- digo con ganas de matarla.

─ Unos mates no le hacen daño a nadie. Vamos entren.

─ ¡Qué no!

─ Ada, no puedes dejar tirado a tu novio. Aprovecha para presentarlo a la familia.

─ ¿Eres bruta o te tiraron de chiquita? Él no es mi novio.

─ ¿Puedo opinar? –dice Codi nervioso.

─ ¡No! – decimos al mismo tiempo mi hermana y yo, al parecer gritamos más fuerte de lo que debíamos, puesto que los ojos de Codi parecen querer salir de sus cavidades y mi madre se ha acercado a la puerta.

Qué alguien me explique cómo carajos terminamos así; Todos sentados alrededor de la mesa del comedor, tomando mates con galletitas con membrillo. Están interrogando a pobre Codi... Tierra trágame ahora mismo y no me dejes salir jamás.

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