Capítulo 27
Capítulo 27:
Ada.
─ Y... ¿Volverás pronto?
─ Esa es la idea, pitufa.
─ Ahítan, prométemelo- le digo clavando mis ojos en los suyos- Promete que no me abandonaras. Si lo haces, recorreré todo el puto camino para patearte el culo.
─ Eso jamás. No podría votar a mi hermanita pequeña- dice rodeándome con sus brazos.
─ Te llamaré está noche. Necesito que me envíes un mensaje cuando llegues a casa de tu papá.
─ Ok, enana. Te llamo y te mensajeo.
Lo apretujo con fuerza, inspiro su aroma a jabón de tocador y cigarrillos baratos para guardarlos en mi memoria. Luego me alejo.
Susi llega corriendo hasta donde estamos nosotros. No espera nada y se cuelga del cuello de su novio, Ahítan la abraza con intensidad, la separa un poco y la besa con pasión. Puedo sentirlo, él la besa con miedo, como si fuera la última vez, como si no volviera a verla nunca. Me aterra, me da pánico saber que existe la posibilidad de que mi mejor amigo decida quedarse con su padre a trabajar en la finca, de ser así no volverá a verme en un largo rato. La finca del padre de Ahítan queda a dieciocho horas de distancia en autobús, en otra ciudad, en otra provincia.
El chofer anuncia que suban los pasajeros al colectivo. Mis ojos, al igual que los de Susi, están llenos de lágrimas, no quiero que se marche, lo quiero aquí conmigo haciendo locuras y bebiendo cervezas. Pero es parte de crecer ¿no? Ahítan deja un beso rápido en los labios de su novia, a mí me apretuja una mejilla, toma el único bolso que no colocó en el despacho del colectivo, y se adentra en la caja con ruedas. Una vez ubicado en su asiento nos mira desde la ventana del piso superior, en sus labios se refleja una falsa sonrisa fingida. Él nos saluda con la mano, el colectivo comienza a retroceder posicionándose para marcharse de la estación, angustiada, siento el abrazo de Susi contra mi cuerpo, se lo devuelvo y ambas lloramos melancólicas viendo marchar a su pueblo natal a un chico extraordinario, al cual queremos con el corazón y las tripas.
Luego de un rato, llego a casa de mi madre.
Echada en el sofá, tomo el control remoto del televisor y comienzo a hacer zapping. ¿Por qué la televisión es una porquería?
Mi madre se para delante del televisor, me observa con una mirada sufrida.
─ ¿Comiste vidrio o qué?
─ Mi niña, debo hablar contigo.
─ Primero, no me digas "mi niña". Segundo, si es para decirme que me hechas de la casa, o que el estúpido de Alex te preñó, me lo dices luego, ahora estoy emocionalmente agotada.
─ Es otra cosa. Necesito que hables conmigo- me dice.
Protesto, pero me levanto. Nos dirigimos al patio trasero, apoyo el culo en una hamaca grande de madera con aire bohemio. La brisa corre suave a pesar de los terribles treinta y cinco grados de temperatura, a lo lejos cantan unos pájaros de pecho azul que se posan de vez en cuando en la copa de los árboles. El sol comienza a bajar llenando el cielo de hermosos colores acuarela. Este hermoso paisaje es contratacado con mi energía negativa, no puedo ignorar lo mal que me siento, tanto emocional como físicamente hablando.
─ ¿Y bien? –digo en tono de protesta.
─ Quiero que estemos bien para navidad.
─ ¿Qué?
─ Ada, no podemos seguir así. Te lo repetí varias veces, quiero acercarme a ti. Quiero conocerte, no sé ni tu color favorito.
─ Bueno, eso es tu culpa- en ningún momento la miro, solo fijo mi mirada en la copa de los árboles mecidas por el viento.
─ Lo sé. Es mi culpa. No sabes cuánto lamento haberte echo de menos cuando eras una niña. Estoy más que consiente que te alejaste por mis actos, pero te juro que me importas y yo...
─ ¿Tú qué?
─ Yo te quiero, hija. Más de lo que piensas.
─ ¿Sabes lo que pienso? –doy vuelta la cara observándola- Pienso que eres una doble cara. Tú y mi padre lo son. Estoy rota y no me puedo arreglar porque ustedes tienes los trozos que me faltan- estoy algo histérica- Ustedes me destruyeron. ¿Sabes las noches que lloré porque mi mamá no me quería? ¿Sabes cómo deseaba vivir contigo, en esta casa? ¿Sabes cuantos abrazos tuyos necesité?
─ Ada, cariño...
─ ¡Y una mierda! ¡No lo sabes! ¡No tienes la puta idea de lo que pasa en mi cabeza! –me levanto- Tal vez suene como una desagradecida, tal vez lo soy, pero hubiera preferido morirme de hambre y frío todos los días antes de suplicar algo de afecto. Deseaba con mi alma un abrazo, un beso de buenas noches, incluso un "Hola, cariño", pero no lo tuve y ahora no lo quiero.
Camino en dirección de la puerta de entrada. Descuelgo mi campera del perchero, la paso por mis brazos dejándola desprendida por el frente. Esto es lo que me enseñaron mis padres, cuando hay problemas debes huir a otro lado, y eso voy a hacer. Abro la puerta de entrada, a mis espaldas escucho que mi madre me grita rogándome que me quede. Atravieso el umbral de la puerta y pego un portazo, me adentro a las calles andando a paso acelerado.
Estoy harta y cansada de vivir.
Camino sin rumbo por las calles. El sol se ocultó hace rato, y dejó el cielo bañado por una túnica azul oscuro. Las primeras estrellas van apareciendo, a veces me gusta creer que a través de esos diminutos puntos nos observa la gente que amamos y se fue, por eso al mirar al cielo nocturno, creo que dentro de ese mar de estrellas mi abuela me está cuidando para que no cometa una estupidez extrema.
Saco el celular e intento llamar a Sofía, pero me da el contestador. Es a la única que puedo –quiero- recurrir en estos momentos. El banco de la plaza está frío, abrazo mi cuerpo a la chaqueta delgada que traigo encima. A veces, pienso como sería el mundo sin mi existencia, mucho no cambiaría, talvez todos estarían más felices. Como les dije al comienzo, son una plaga que necesita exterminarse a toda costa, y no puedo evitarlo.
Meto una mano dentro de mi bolsillo. Descubro que, durante el abrazo, Ahítan puso un cigarrillo y su encendedor favorito dentro de los bolsillos de mi pantalón vaquero. ¿Tan cabreada me puse qué no note la incomodidad de un encendedor hasta ahora? Tomo el royito de tabaco entre mis labios, y con la flama artificial enciendo dicho objeto. Que decepcionado estaría Augustus Waters si me viera consumir su metáfora, pero claro, él no existe. Doy una larga calada al cigarrillo, hace mucho tiempo que no inundaba mis pulmones con tabaco, por un segundo lleno el vacío que tengo dentro y al siguiente, estoy vacía de nuevo.
Le dejo un mensaje a Sofía con la ubicación por si se digna a responderme, y pensando en Ahítan, decido llamarlo tal y como prometí.
─ Hola, enana- dice al contestar.
─ ¿Estabas durmiendo?
─ No. Estos asientos se clavan en los huesos de mi culo, es imposible pegar el ojo- Sonrío al escucharlo a medida que suelto el humo que retenía.
─ Por tu culpa he vuelto a fumar.
─ Era un suvenir para que me recuerdes, no tenías que fumártelo, tontita.
─ Tu suvenir está calmando mis ganas de suicidarme- resoplo. Me va a retar, lo sé.
─ ¡No se te ocurra hacer una estupidez!
─ Tranqui, solo discutí con mi madre.
─ ¿A dónde estás ahora?
─ En mi cama, acurrucada y fumando- miento.
─ No seas culiada. ¡Es mentira! Lo sé- dice- Ahora, dime donde culo estás o llamo a la guardia costera para que te regrese con tu madre.
Me río ante su reproche sin sentido. ─ No hay ni un rio cerca. ¿Cómo culo quieres que venga la guardia costera?
─ Dime que no estás en el banco de una plaza o en el parque- suena angustiado.
─ La primera opción.
─ ¡Ada! ¡Mierda, enana!
─ ¿Puedes tranquilizarte? Sofía viene en camino, pasaré la noche con ella- vuelvo a mentirle, solo espero que así sea.
─ Sabes que ella no es tu única opción ¿verdad?
─ No entiendo porque ella no te cae bien.
─ Escucha, en caso de que Sofía no te responda, prométeme que llamaras a Emma o a ...
─ Ni en pedo- le digo interrumpiéndolo- No pienso llamar a Codi.
Escucho como resopla a través del audífono del celular. ─ Dime- le digo desviando el tema- ¿Alguna vez me llevarás a conocer la dichosa finca?
─ Puedes venir siempre que quieras, solo avísame y te prepararé un cuarto.
Luego de colgar, sigo contemplando las estrellas mientras el cigarrillo se vuelve pequeño e inexistente. El sonido de una notificación hace que de un respingo. Gracias al cielo, es Sofí. Bueno, doscientos mensajes de ella, primero pregunta porque no le seguí insistiendo, además me repite que su casa es mi casa y que en diez minutos pasa con Will a buscarme. Tiro el cigarrillo al suelo y lo aplasto con la suela de mi zapatilla.
Un grito me distrae. Busco el origen de este sonido. Logro divisar a una señora caída sobre el pavimento, sus bolsas de compras están desparramadas por toda la vereda. De un salto me levanto y me acerco a ayudarla, puedo ser mala persona, pero no inhumana.
La tomo del brazo incitándola a ponerse de pie, le sujeto por el codo para darle apoyo.
─ Señora, ¿está bien? –pregunto guiándola hasta el banco más cercano.
Ella comienza a hablarme, yo me pongo a cuclillas para juntar las cosas desparramadas en el suelo.
─ Sí, me encuentro bien. Solo sentí como se me aflojaban las piernas- dice tocándose la cabeza- Es está enfermedad. ¡Agh! No me deja hacer nada tranquila.
─ ¿Y de qué está usted enferma? Hay no, que estúpida, lo siento, no debí preguntar.
─ Gracias- dice y me agarra la bolsa con sus compras- Cáncer. Y no me molesta que preguntes.
─ Lo siento. Se la ve buena gente para pasarle eso tan feo.
─ Las cosas malas le pasan cualquiera, incluso a la gente buena. ¿No escuchaste eso que el Papa dijo? Que Dios da sus peores batallas a sus mejores soldados.
─ A veces creo que Dios me odia- le digo mirando al pavimento con mosaicos.
Ríe por lo bajo y dice ─Dios no te odia. ¿No pensaste en que puedes ser muy fuerte? No tengo idea de lo que te ocurre, niña, pero seguro eres buena persona.
No le contesto, miro nerviosa mis manos. No soy buena persona, soy un asco.
─ Después de todo, te compadeciste de una señora enferma que se calló camino a su casa.
─ Cualquiera hubiera hecho lo mismo.
─ Ves esos chicos de allá- dice señalando a un grupo de chicos fuera de un kiosco en la vereda del frente- Ellos también me vieron, pero ninguno se me acercó. Solo lo hiciste tú, y te agradezco.
Sonrío de lado con los labios pegados. Tal vez no sea tan mala ¿no?
Así nos pasamos diez minutos dele charla con la señora. Me contó que tiene un hijo en la universidad a la que yo quiero ingresar, según ella muy bueno, bastante guapo, algo cuida y... ¿Cómo dijo ella? Ah sí, mejor hay que vestirlo que darle de comer. La escuché atentamente porque necesitaba que alguien me hable de algo que no tenga que ver con mi vida o con lo pendeja que soy. La señora me contó como perdió su cabello con las quimios, ella adoraba su melena marrón y alagó mi cabello indomable. ─ Mi cabello tiene vida propia, señora. Se desenreda solo- le dije y ella rio ampliamente. Luego se marchó en un auto que vino a buscarla, y yo sigo aquí, contemplando la noche.
Al fin. Sofía se baja corriendo del lujoso auto de su novio. Ella se abalanza sobre mí y comienza decirme cosas sin sentido a lo tosco. Subo con ellos al vehículo.
─ Ada, hay algo que no te dije- Ay no, ¿ahora qué?- Está noche yo tampoco me quedo en mi casa a dormir. Es la última noche de Will aquí antes de navidad, mañana viaja a casa de sus padres, así que pasaré la noche con él en la fraternidad.
─ ¿Y entonces? –digo.
─ Entonces tienes dos opciones. Vas a mi casa, entramos de contrabando y te metes en mi cuarto. Luego de que mi madre salga a trabajar, te sales de la casa por la ventana y...
─ Para- la interrumpo- Es mucho lío, vamos al plan b.
─ Bueno, entonces te vienes a dormir en la fraternidad con nosotros.
─ A la fraternidad se dijo.
Hola, mis Engendros!! ❤❤❤ Cómo les trata la vida? No se olviden de hacerme saber sí les gustó o no el capítulo de la semana. Besos con aroma a café dulce.
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