Capítulo 23
Holis mis adictos a la lectura. Hoy tenemos actualización, el cual está dedicado a mi lector impaciente por leer 💕 te quiero y que disfrutes del capítulo :3.
Capítulo 23:
Codi.
─ ¿Ahora qué hicieron? –dice Ada en pose de "soy la ama del lugar".
─ Nada malo- le aseguro.
─ Ajá. Hay que curarlos, lo "bueno" qué hicieron les dejo sangre en la cara- ella enmarca las comillas con los dedos.
─ Tengo un botiquín en el auto.
─ Deberíamos ir a otro lugar- dice Ahítan rascándose la nuca- La profesora amenazó con llamar a la policía, si nos ven aquí... bueno, ya saben, podríamos tener problemas.
─ Problemas va a tener el pelirrojo ese- suelto apretando los dientes.
Nos dirigimos a la plaza, sí la misma en donde dejé botada a Ada cuando mi madre se enfermó. Ahítan va en su moto y nosotros en mi auto. Al llegar, rebusco debajo de mi asiento el botiquín de primeros auxilios. Se lo entrego a Ada. Ella nos sienta en un banco de la plaza observándonos como madre con la chancla, se sienta en medio de ambos. Primero se gira para curar a su amigo, mientras que a mí me dejó una gasita para que limpie la sangre de mi nariz. Observo curioso como apoya una gasa con desinfectante sobre el labio partido de Ahítan, ella lo hace con suma delicadeza, pero con el ceño fruncido. Una vez que termina, Ada prepara las cosas para curarme a mí.
─ Bueno, si la señora no me va a seguir regañando me marcho a mi casita.
─ Si somos hermanos como dices, tengo todo el derecho del mundo a regañarte, pedazo de sonso- dice Ada.
─ Ajá. Adiós. No se chapen mucho- Con esto dicho, Ahítan se sube a su moto y me marcha.
Mi Princesa coloca desinfectante sobre la gasa doblada y luego frota la sangre proveniente de mi nariz.
─ ¿Por qué no me contaste lo que te hizo el pelirrojo?
─ Eso no importa- dice ella concentrada en mi nariz.
─ Claro que importa. Lo que te dije anoche es posta, nadie debe marcar tu piel de esa forma.
─ Inclina la cabeza, Codi- le obedezco.
─ Ahora quiero matarlo- digo y enderezo la cabeza mirándola a los ojos- Princesa, haría cualquier cosa para que seas feliz. Ayer me di cuenta que odio verte triste y vulnerable, me gusta que me retes y que creas qué puedes dominar el mundo.
─ Bueno, ya. Quédate quieto.
Pero que niña molesta. ¿No tiene sentimientos? Es Ada, qué digo. Ella pasa la gasa por encima de mi nariz curando un pequeño tajo que ni sabía que poseía, luego le coloca una bandita por arriba y deja un pequeño beso en mi nariz.
Subimos al auto rumbo a la casa de mi suegra, digo, la madre de Ada. Un silencio sepulcral reina entre nosotros, de vez en cuando ella me indica a donde doblar o qué camino seguir. Al cabo de veinte minutos, llegamos a la dichosa casa.
La casa materna de Ada posee dos plantas visibles a simple vista, un patio recubierto solo por césped cortado bajo, las paredes teñidas de un rosa pálido, las tejas del techo desgastadas dan la impresión de vejez en la casa y el porche rustico es la frutilla del postre. Comenzamos a caminar y la cara de culo de Ada es más que evidente. Al llegar a la puerta noto cómo ella restriegas sus manos sobre su jean desviando la mirada para los lados. Por suerte, en cuanto llegamos al internado se cambió esos diminutos shorts, ya me estaba volviendo loco verle el culo bajo tan poca tela, pero su culo no es asunto a tratar ahora, lamentablemente.
La puerta se abre.
─ ¡Hola! –dice la señora tras el umbral de la puerta. Supongo que es la madre de Ada, aunque mucho no se parecen.
─ ¿Está él? –pregunta mi chica con los brazos cruzados. Qué lindo suena, mi chica.
─ No. ¿Por qué? –contesta la señora.
─ Sabes porque- dice Ada. Posterior a esto, ella cruza el umbral y abraza a su madre.
Esa muestra de afecto dura nada, ni bien la rodea con los brazos la suelta. La señora parece molesta por la acción de su hija, yo no le doy importancia, Ada es así la mayor parte del tiempo.
Pasamos dentro de la casa, la madre de Ada me mira, pero no dirige palabra conmigo, ella se dedica a mirar a su hija con el ceño fruncido. No se siente un ambiente hogareño, más bien se parece a la sintonía que sentirías en una casa de solteros. Ada me indica que me quede abajo con su madre mientras ella va a revisar la habitación de huéspedes de la casa, la cual sería su habitación provisoria. Debe ser un golpe bajo saber que tu madre no tiene un cuarto para ti en su casa, yo aún conservo mi vieja habitación de puberto en casa de mi abuela.
Acompaño a la señora hasta la cocina. Más incómodo no puedo estar. A medida que avanzamos, noto qué no hay cuadros de ningún tipo, ni colgados en la pared ni sobre los estantes. Todo está impecable, cada cosa posee un lugar especifico y ordenado. Me hace pensar que en esta casa nunca vivió ninguna niña.
─ ¿Eres el novio de mi hija?
─ ¿Qué? –respondo confundido.
─ No sé mucho sobre mi hija, ella me detesta, pero quisiera cambiar la situación- dice entregándome un vaso con jugo fresco.
─ No soy su novio, puede estar tranquila- digo mirando el vaso con desilusión.
─ Es una lástima. Pareces un chico encantador- dice ella-. Y muy atractivo.
La miro desde la isla con los ojos bien abiertos, tomo el vaso y comienzo a beber el jugo con cautela. Un momento, ¡me giña un ojo! ¡Qué mierda pasa! Escupo un poco de jugo dentro del vaso, pero hago de cuenta qué nada pasó y aunque suene asqueroso, me sigo bebiendo el jugo ¿La madre de Ada me está coqueteando? ¡Yo no quiero una Sugar-momy! ¡Yo estoy interesado en su hija! ¡Maldición, tierra trágame! La señora abre la heladera y se agacha, menea las caderas de una forma infantil y un poco asquerosa. Sigo bebiendo aire de mi vaso, el jugo ya es historia. ¡Gracias a Dios! Diviso a Ada bajando por las escaleras.
─ Vamos a meter mis cosas- dice Ada entrando en la cocina.
─ S...sí- digo un poco tartamudo sin poder despegar los ojos del culo de la madre de Ada. Es una vista asquerosa, pero soy masoquista.
Abro el capo del auto y comenzamos a bajar las cajas, las acarreamos hasta la sala de estar de la casa rosada para luego subirlas hasta el cuarto de invitados. Mi Princesa tiene muchas cosas, por lo qué tardamos un rato en descargar las cajas y las bolsas. No puedo decir que esto es una experiencia divertida y especial, puesto que ella se ha clavado una cara de culo que no piensa dejar esfumar. Además, su madre nos observa curiosa, en vez de ayudarnos la señora se dedica a mirarnos, de vez en cuando se acerca y aprieta la parte superior de mi brazo mientras muerde su labio, yo solo pienso ¿por qué a mí? Lo único placentero es el hecho de poder mirar el culo redondo de mi chica mientras subimos las escaleras. Es la primera vez en mi vida qué disfruto subir las escaleras constantemente.
Luego de un rato, con todas las cajas dentro de la habitación de invitados, nos sentamos en la cama. Ada parece preocupada, se recuesta sobre el cubrecama beige contemplando el cielo raso del techo, entrelaza las manos sobre su estómago y suelta un suspiro. El ruido del ventilador de techo cubre el silencio de nuestras bocas. Imito su postura recostándome sobre la cama, observando el perfil de su cara, estiro la mano acariciando su mejilla, ella cierra sus ojos. En sus labios se ve una leve sonrisa de labios cerrados. Cómo me gustaría saber qué pasa por su cabeza, qué piensa, si disfruta que este yo aquí.
Ada gira el rostro acunado por mi mano y clava sus ojos en los míos.
─ Gracias por ayudarme, Molesto.
─ De nada, Princesa.
─ Siento no haberte contado lo de Jimmy- dice evitando mis ojos- Me da mucha vergüenza... siento que es mi culpa.
─ ¿Qué cosas dices? No es tu culpa, para nada es tu culpa. No quiero qué te disculpes por nada.
─ Me siento asquerosa. ¿Me veo asquerosa?
─ Yo te veo igual de hermosa que siempre. Tal vez un poco más buena, menos malvada.
─ Eres un pesado, pero me alegro que estés aquí conmigo.
─ ¿De verdad crees que soy molesto? –pregunto retirando mi mano.
─ Te pagaría porque me molestaras todos los días de mi vida, ¿eso responde tu pregunta?
No respondo. Asimilo lo que dijo. Así que ella también está coladita conmigo, que sorpresa. -Eres lento, no sé por qué existo- Te callas, arruinas el momento- No, tú lo arruinas. Estas callado, haz algo, pedazo de imbécil-
Me acerco a ella lo suficiente como para tener acceso a su boca con facilidad. Encima de Ada, con los brazos extendidos a sus lados, con nuestras miradas conectadas, con su mano sobre mi pecho y su respiración lenta, uno nuestros labios sintiendo otra vez la dulce droga del veneno, de la cual soy adicto. Nuestro beso no es como las veces anteriores, no es suave ni tierno, si no que posee una pasión desesperada. Con una de mis manos, acaricio debajo de su remera, con mis dedos siento su piel desnuda. No tengo intenciones de hacer nada ahora, su madre arrecha está abajo y no quiero que entre pensando que su hija es una cualquiera o yo un depravado. Sin embargo, estoy luchando contra mi voluntad, deseo acariciar sus pequeños senos, quisiera verla retorcerse de placer bajo mis caricias o mi lengua suplicando más, quiero hacerle tantas cosas que tengo miedo que ella huya sí se entera. Es increíble el efecto que causa en mí en tan poco tiempo. Nos conocimos hace unos meses, pero la besé hace apenas unos días y ya me tiene sin autocontrol.
Su lengua sigue danzando con la mía, una sinfonía dolorosa, dulce y adictiva resuena entre nuestros labios. Ella desliza sus manos bajo mi remera, siento sus dedos explorando cada centímetro de mi piel, nuestros labios se vuelven frenéticos. Ada quita mi camiseta, sus ojos traen ese tono tentador que tanto me gusta, muerde sus labios dándome hincapié para continuar con nuestros húmedos besos. Nervioso comienzo a besar lentamente su cuello, bajando hasta sus clavículas. Ya no lo soporto, a la mierda el autocontrol, quiero tocarla lo más que pueda. Meto mi mano en su corpiño masajeando con delicadeza uno de sus senos, este cabe perfectamente en mi mano, eso me pone más de lo que pensaba. Ella suelta un gemido, Dios que sexi se queja esta chica.
Voy bajando mi mano adentrándome en su pantalón, ella desprende el botón para que yo tenga más acceso. Con mis dedos descubro lo excitada que está. Ada desabotona mis jeans, imitándome pone su mano dentro de mi ropa interior y sonríe a medida que nota como me puso. Trato de no paralizarme ante su tacto en mi miembro, así que continuo lo más concentrado que puedo, curioseando debajo de su ropa. Ella arquea su espalda al sentir mis dedos dentro de su cuerpo, mientras yo tengo la respiración cargada de gruñidos por sentir sus dedos alrededor de mi pene.
Ambos estamos en pleno momento de excitación, donde no importa lo que nos rodea o en donde estamos, si no nosotros y nuestras sensaciones. Mierda que tenía razón, hacer estas cosas con alguien a quien amas es perfecto, sencillamente perfecto.
Minutos más tarde, estoy boca abajo con mi cabeza sobre su pecho y mis brazos rodeando su cintura, nuestras respiraciones son asimétricas, sin sincronía alguna. Ella acaricia mi cabello, rascando con las puntas de sus dedos mi cuero cabelludo. Me quejo apretujándome más contra ella. No puedo creer lo que pasó, sé que no fue un sueño, de ser así Ada no me hubiera clavado las uñas en la espalda con tanta intensidad. Teóricamente hablando, no tuvimos sexo, pero me vale, fue hermoso porque fue con ella, y es suficiente.
─ Te quiero- susurro.
─ No digas que me quieres. Realmente no lo sientes- dice- Solo crees eso porque acabo de masturbarte de una manera fabulosa.
─ Como digas, Princesa.
Me incorporo. Paso mi camiseta por mi torso. Ella prende su pantalón y me da un beso en la comisura de los labios.
─ No tengas miedo de poner a mi madre en su lugar. Sé cómo te mira, ella no disimula nunca.
─ Ser irrespetuoso no es mi estilo- le digo acomodándome el pantalón.
─ Pero conquistar chicos de veinte años es el estilo de mi madre. Y aquí el problema es que ambas vamos tras el mismo objetivo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro