Capítulo 17
!Hola mi pequeño grupo de lectores! Este capítulo va dedicado al admirador de Emma. Una mención especial a cyncym, lo siento no pude etiquetarte.
Codi.
Este viaje es demasiado extenso. En la radio suena She Looks so Perfect- de 5 Seconds of Summer y como un idiota enamorado canto a todo pulmón, me chupa un huevo, es mi auto y puedo cantar lo que quiero, punto. Además, estoy seguro que Ada se vería preciosa con mi camiseta estilo americano, blanca puro con un logo de I love California Beach. Aparco frente a la casa de mi madre, bueno la casa es de mi abuela, pero es lo mismo, ambas viven ahí. El jardín delantero repleto de flores silvestres me recibe antes de llegar a la galería de madera. Me encuentro con un manto negro–el cual rescaté de la calle-, el cual ha estado conmigo alrededor de diez años, el perro alegremente se me acerca y saltando sobre sus patas traseras, se pega a mí cuerpo, su alegría es notoria, saca la lengua en señal de amistad, pero su jadeo me percata del calor que debe estar sintiendo.
─ ¿Quién es el bebé de papá? Tú lo eres. Qué hermoso que eres muchacho- le digo al perro a medida que me acuclillo para acariciarlo- Ven Dobby, vamos a dentro.
Sí, le hablo a mí perro, muy normal no soy, ¿bueno?
Golpeo la puerta, y me abre mi abuela invitándome a pasar, Dobby se enreda entre mis piernas ganándome la entrada a la casa.
Mi abuela, además de cocinar bien, es una señora muy sabia pero divertida. El tipo de abuela que te prepara galletas con chocolate para escucharte hablar de tu amorío adolescente, pero también, te servirá un vaso de licor de vainilla para ahogar tus penas por un corazón roto.
─ ¡Hay de mono qué está mi nieto favorito! –dice mi abuela apretándome los cachetes.
─ Soy el único nieto que tienes- le respondo liberándome de su agarre.
─ Tú madre está en la cocina, ya casi está el pastel de fresas.
Con esto dicho, me dirijo a la cocina ochentera, en efecto confirmando lo anteriormente mencionado por mi abuela, un aroma a fresas y bizcochuelo invade mi nariz. Veo a mi madre parada junto a la encimera, tiene el celular pegado a su oído, un turbante de tela verde le cubre la cabeza con ausencia de cabello, las quimios se han llevado su cabellera rubia. Me acerco y planto un beso en su cien, haciendo que sonría con dulzura. Al cabo de unos minutos, lleno el termo con agua caliente y lo dispongo frente a mi abuela para que comience a cebar mates. Venir aquí es estar en un lugar reconfortante que siempre huele a rosas o vainilla, acompañado de risas o regaños cariñosos, un suelo alfombrado color caqui, y unas horrendas paredes amarillo. En un plato de porcelana descansa una porción de torta de fresas, la devoro mientras recibo un mate amargo con esencia de naranja.
─ ¿Te acomodaste bien con las clases y el restaurante? –pregunta mi madre.
─ Sí, por ahora mantendremos, así las cosas. Iré a la mañana y ustedes por la noche, así podré seguir yendo a la universidad- respondo con la boca llena de frutillas.
─ Genial, eres el mejor hijo del mundo.
─ Mamá, no me beses- digo apartándola un poco para no quemarla con el mate caliente.
Los pongo en onda, se acuerdan que mi madre quería poner a mi nombre la casa y el restaurante, bueno finalmente acepté, pero solo para verla feliz, aceptar implica disminuir el peso de sus hombros, y mientras ella esté vivita y coleando, será quien lleve el mando del negocio gastronómico, yo solo figuro en el papel. Ya sé, seguro se preguntan ¿Codi, por qué la casa está a tu nombre si es de tu abuela? La verdad, no estoy muy seguro, es algo que ambas acordaron yo solo las complazco en firmar papeles. Hace no mucho, me enteré de un departamento que tiene mi madre, el cual también pusieron a mi nombre. Igual considero que es innecesario, no somos un grupo familiar demasiado amplio, solo conozco a mi abuela materna, tengo un solo tío directo, mi madre y yo. No hay más familia directa, así que no hay pelea de herederos, pero bueno, vallan a hacerlas entender a las dos señoras que me criaron.
El trabajo dentro del restaurante está bien, y no, no estoy al pedo, a pesar de ser "el jefe" me pongo a realizar cualquier tarea necesaria; lavo los platos, hago de mozo, limpio el lugar cuando termina el turno, bajo de los camiones la mercadería e insumos, etc. Lo único malo es que tuve que dejar el gimnasio, no lo mencioné antes porque creía que podría acomodarme con los tiempos, pero no, es imposible. Mi cuerpo está acostumbrado a un nivel de entrenamiento bastante intenso, cuatro veces por semana, tres horas diarias, no se suplantan con el ario trabajo en un restaurante, además no sé si lo notaron, pero como demasiado, trago a no más poder, y mis royitos se empiezan a notar. Hace una semana, mis amigos me cargaron un montón, que manga de exagerados.
─ ¡Qué lindo! ¡Codi tiene una lonja! –decía Emma agarrando un poco de piel de mi cadera.
─ Creo que el PlayBoy de la casa empieza a perder su trono- protestó Will con ironía- podría reclamarlo yo, pero mi novia me mataría.
─ Si Peter es el más guapo en la cadena, él debería ser el PlayBoy de la casa- replicó Adrián.
─ ¿Ahora te van los changos, Adrián? –pregunté tratando de cambiar de tema.
─ Estábamos hablando de los royos de Codi, no se dispersen.
─ Querida Emma, puedes irte a comer aca con tus ideas royudas- le dije- ¡No estoy gordo!
─ Claro, aún no estás gordo, pero te comes media vaca a diario, mucho tiempo no va a pasar.
─ ¿Pueden dejar de hablar de la guata de Codi? –Jake parecía arto de nuestra estúpida conversación.
─ ¡Oink! – dijo Emma apretando nuevamente mi pequeño royo.
Y hablando de Roma, freno el auto para luego bajarme de él, me encamino a la puerta de la fraternidad o lo que culo sea. Al entrar, no veo a nadie, desertaron la casa. –Hola- grito, pero nadie da señales de vida. Arrojo las llaves del auto en la extraña mesa junto a la puerta que Will puso hace un tiempo. Bueno, parece que voy a estar solo está noche. Qué bien –es ironía-
Interesante, en el sillón de la sala hay un celular. ¿De quién es? Me desplomo en el sillón marrón, aprieto la tecla del costado, el salva pantalla de bloqueo es la imagen de una vaquera sexy, seguro es de Adrián. Al desbloquearlo, una bandera arcoíris aparece, talvez sea de Emma. Entro a la primera red social que veo, en efecto, es el celular de Emma. ¿Qué hace el celular de Emma aquí? No es secreto que vive más en esta casa que en su cuarto de residencia universitaria, pero se olvidó el teléfono. –sonido de notificación push up- Es un mensaje de WhatsApp, no debería verlo, sería invadir a privacidad de mi amiga, pero ella me hurgaría el celular de arriba abajo, ¿qué hago? ¿dejo qué me invada la curiosidad?
-sonido de notificación push up-
-sonido de notificación push up-
-sonido de notificación push up-
A la mierda, ya fue, voy a ver quién es. El contacto está agendado como "La Princesa del Tarado".
*Hola, ¿salimos al final?
*Sé que te dije que no iba a ir, pero me aburro un carajo.
*¿Vas a contestarme?
*¡Contéstame, pendeja!
Un momento, es Ada. ¿Por qué Emma la agendó así? Bueno, no importa. Debería contestarle, pero me van a matar ambas si se enteran que metí la cuchara. –sonido de notificación push up-
*A la mierda, estoy llegando a la fraternidad.
¡Viene para aquí! ¿Qué hago? ¡Tranquilo Codi! Esperen, no tengo que hacer nada, es culpa de la tortilla de Emma, no mía. Le muestro el celular a Ada y listo, se marcha a su maldito internado, después se riña con Emma y ya. Problema solucionado.
Mierda, golpean la puerta como psicópata. Ni la toxica te golpea la puerta tan fuerte. Voy a abrir. Wow, ¡qué sensual le queda lo que lleva puesto! Concéntrate, ojos en el objetivo.
─ ¿Me vas a dejar pasar o qué? –pregunta indignada.
No me deja responder, me pega un pechón y se adentra a la casa. Menuda pendeja hermosa.
─ Sí buscas a Emma, lamento comunicarte que no está- le digo paseándome por su lado.
─ Claro que sí, me mandó un mensaje, estaba aquí con los chicos- Saca su celular como obvia evidencia.
─ Pues se fue. Además, se dejó el celular la muy tarada.
─ No me molestes idiota, y dime donde culo se metió Emma.
Revoleo los ojos, ¡que terca Dios!, dan ganas de matarla a besos. Saco el celular de mi amiga y lo paseo por delante de Ada.
─ Cenicienta llegó tarde para el baile... Qué pena- bueno, la voy a molestar un poco.
Su rostro paso de del enojo a un gesto de sorpresa, su boca se abre y arruga las cejas, desde aquí huelo su instinto asesino, quiere reñírselas con alguien, pero os aseguro que no seré yo.
─ ¡Qué pelotuda! Bueno, me voy- dice Ada con cara de asesina con clara intención de dirigirse a la puerta.
─ ¿Me vas a dejar solito? –hago puchero- Eres más mala de lo que pensé, Princesa.
─ No creo que te mueras si estas un par de horas solo.
─ Vamos, quédate un ratito. Podemos comer algo y ver episodios de mi serie favorita.
─ ¿Qué serie? Déjame adivinar, veremos esa estupidez de colegiales ricos- delibera acercándose a mí, haciendo que me ponga nervioso.
─ Pensaba en ver The Walking Dead, pero si quieres ver Elite no hay problema.
─ Me quedaré un rato, solo sí vemos la temporada seis, me pone nostálgica- dice Ada poniendo su culo en el sillón frente a la tele de la sala.
─ A ver si entiendo ¿Te da nostalgia ver tripas podridas sobre las personas?
─ ¿Vamos a ver algo o solo vas a hablar como loro toda la noche?
─ Pero tengo hambre, quiero pochoclos- me dirijo a la cocina, tengo hambre de verdad.
─ Parece que el Señor Molesto siempre tiene hambre- dice siguiéndome.
─ No lo voy a negar.
Tomo un sartén de la bajo mesada, no tengo la remota idea de donde están las ollas, además si Ada se pone rabiosa puedo defenderme con un sartenazo, si algo he aprendido de ver las películas de Disney, es que si hay peligro la mejor arma es un sartén. Volviendo al tema, busco la bolsa de maíz para pochoclos, un poco de aceite, sal y azúcar. Prendo la hornalla de la cocina y me predispongo a comenzar con la reparación. Al cabo de unos segundos se escucha un pop proveniente del maíz en transformación.
─ No eres tan inútil como pensaba- dice Ada mientras roba un pochoclo de la fuente que preparé para ella.
─ ¿Eso fue un cumplido?
─ Puede ser.
No sonrías así Princesa, desde aquella noche que te tuve por primera vez acostada en mi cama no he podido pensar en nadie más y eso implica no acostarse con nadie que no fueras tú. Mi nivel de testosterona está en el límite, no juegues con fuego si no quieres quemarte en el sofá, o en esta mesada. Pero obvio que no está jugando a nada, aquí entre nos soy el único que se muere por el otro, ella no siente nada por mí, estoy seguro. Que feo qué es enamorarse solo, vida de mierda.
─ Codi, tierra llamando a Codi- chasquea los dedos delante de mi cara.
─ ¿Qué pasa?
─ No sé activar Netflix en la tele.
─ Ah, eso era todo.
Nos acomodamos en el sofá a una distancia recomendable, ambos tazones de pochoclos nos dividen –distancia abismal-, ella con sus pochoclos dulces, y yo con mi mezcla híbrida para nivelar la proporción de sabor. Luego de un par de episodios, mis pochoclos han desaparecido, al igual que la distancia entre nosotros. Ada puso su bol en su regazo, y de forma inconsciente se apretujó contra mí, su cabeza descansa en mi hombro, en ocasiones la despega para ver alguna escena dramática y luego vuelve a colocarla en su sitio, a mí no me molesta claro está, pero por si las moscas me he puesto en almohadón en mi zona de conflicto, no queremos que la niña se enoje y se valla. Para estar más cómodos, la rodee con mi brazo, a ella no parece importarle en lo más mínimo.
─ ¿Crees que sea divertido abrir un zombi?
─ ¿Estás loca, Ada? – tuerce el gesto al oír mis palabras.
- ¡Ya! di algo para arreglarlo- en eso estoy cerebro- apúrate, imbécil-
─ Si algún día encuentro un zombi, lo destriparé y te llamaré para contarte que tan divertido fue... ¿Te parece?
─ Eres el único que no cree que soy un desastre... o por lo menos lo oculta bien- dice Ada.
Ella se re-acomoda en su lugar, se despega de mí dejando de apoyarse en mi brazo, me mira con sus ojos redondos y profundos, son tan intensos que podrían desnudar mi alma sí se lo propusieran. Su mirada me suplica algo que no estoy seguro de ejecutar, sus labios rosados se entreabren, en sus mejillas puedo notar un leve rubor –seguro que yo también me ruborice-, mi corazón late a mil por horas, y me muerdo la esquina inferior del labio. En estos momentos no me importa que me persiga por toda la casa con un cuchillo, ya no puedo reprimir mis deseos ni mis sentimientos. Paso la mano libre por su mandíbula, descansando mi pulgar en su mejilla, trazo suaves círculos en su piel sonrojada, y un suspiro sale de mis labios. Poco a poco, voy acortando la distancia entre nosotros, pareciera que quiero cerrar un abismo con las manos, pero solo quiero sentir el calor de sus labios sobre los míos. Para mi sorpresa, ella también se acerca lentamente, pestañeando de forma nerviosa sin despegar sus ojos de los míos. Puedo sentir su aliento tibio en mi piel. Nuestras frentes chocan, al mismo tiempo la punta de su nariz acaricia la mía.
─ Eres hermosa - le susurro tan bajo que casi no se escuchó.
Siento como sus labios rozan los míos, el terciopelo es un material áspero comparado con sus carnosos labios. Lentamente nuestros labios danzan un baile tan majestuoso como peligroso. Esta es una sensación nueva, de la que pronto seré adicto. Besar a alguien por quién sientes tantas cosas es extremadamente magnifico, si esto siento al besarla no quiero ni imaginar lo que se sentiría hacerle el amor. Puedo sonar anticuado, pero con alguien así no puedes simplemente tener un revolcón, debes por obligación hacer el amor, tener sexo con sentimientos incluidos es mucho mejor que hacerlo por placer físico. Soy un meloso, lo sé.
El beso se intensifica a medida que nuestras lenguas se entrelazan en perfecta armonía. Dios, es delicioso. Muerdo levemente su labio inferior tirando de él, ella sonríe sin despegar sus labios de los míos. Me separo un instante solo para observarla, sus labios están hinchados, rojos y cubiertos por un poco de saliva, los relame con extrema suavidad. Sus ojos reflejan un infierno tentador, mucho más oscuro e intenso de lo que imaginé. Ella besa la comisura de mi boca, y comienza a besarme intensamente otra vez.
─ ¡Ejem! –escucho que alguien se aclara la garganta.
¡Mierda! Voy a tirar del techo a quien nos halla interrumpido.
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