Capítulo 3 Parte 3
Estaba legítimamente impresionada y a la vez enfadada; no me cabía en la cabeza que mi mejor amiga, MI MEJOR AMIGA, no me contara que estaba enamorada de mi hermano.
Aunque conociendo a Angie y analizando mejor las palabras de mi hermano, me parecía que el que estaba sintiendo cosas era él y mi amiga se negaba a darle cuerda en sus locuras. Angie era muy centrada y no creía mucho en los hombres, tal vez porque su padre la había abandonado y ella sentía ese rechazo como un defecto propio. Ese maldito no sabía lo que se había perdido, Angie era la mejor persona; dulce, centrada, respetuosa, cariñosa y, sobre todo, fiel.
Decidí indagar más en el asunto, pero no en este momento. Necesitaba bañarme ya que el calor de los 3 acostados en mi cama se reflejaba en el sudor que perlaba toda mi piel, me sentía pegajosa y eso me daba asco, entonces abrí la llave del agua y esperé a que el agua saliera fría. Me encantaba bañarme con agua fría, me ayudaba a despejar la mente y a que mi piel y mi cabello estuvieran más sanos. Me adentré en la ducha y busqué el gel de baño con esencia a vainilla suave que me encantaba, comencé a pasar la suave esponja por mi cuerpo mientras evocaba las imágenes de mi sueño; las manos de Ian por todo mi cuerpo.
Su suave tacto me volvía loca, era demasiado sensual para mis sentidos. Sus ojos verdes como un cristal, mirando mi cuerpo con deseo, mientras se oscurecen cuando recorre mi cuerpo y se muerde el labio inferior, mientras pienso en todo esto me pongo bajo el agua para aclarar el jabón, bajo las manos por mi vientre mientras imagino que son sus manos, lo hago despacio disfrutando de la fantasía, entonces llego a mi centro de placer y no puedo evitar gemir bajito mientras comienzo a acariciarlo. La imagen de Ian observándome vuelve a mi imaginación, mientras me acaricio más rápido buscando un consuelo a lo que sé que no puede pasar todavía.
—Buenos días —la voz adormida de mi mejor amiga me hace levantar la cara de mi plato de desayuno. Cuando salí del baño mi hermano ya no estaba en mi habitación. Seguramente luego de lo que escuché se levantó y se fue a su cuarto. Mis hermanos mayores, compartían dos habitaciones grandes dentro de mi casa. Claro, era muy extraño que se quedaran aquí todos juntos desde que se fueron a vivir a la hacienda.
—Hola dormilona, no quise despertarte cuando me levanté, pero ya iba a llevarte el desayuno.
— ¡Que ternura de hermana! ¿Para mí no había trato preferencial? —mi hermano entra en la cocina vestido con su elegancia sin esfuerzo de siempre. Veo como Angie se estremece un poco cuando siente su presencia tras ella. Es un estremecimiento casi imperceptible sin no estas prestando atención, pero desde lo que escuché esta mañana estoy más que atenta, quiero saber que es lo que pasa.
—No, tu me despertaste en medio de la madrugada sin escrúpulos— digo tratando de sonar enojada.
Mi hermano me mira avergonzado y de inmediato se pone rojo como un tomate.
—Lo siento enana. No fue mi intención despertarte— me levanto de mi silla para salir del comedor, pero antes le doy un beso en la mejilla.
—Los dejo para que desayunen. Angie te espero en el cuarto. Acabo de recordar que tengo que hacer una tarea pequeñita, pero prefiero salir ya de ella antes de que salgamos— digo mientras comienzo a caminar hacia la salida del comedor y comienzo a subir las escaleras. Claro que, a ver que ninguno sale del comedor, me devuelvo de manera sigilosa y me paro antes de la entrada, obviamente a escuchar.
— ¿Se puede saber que rayos está mal contigo? —mi amiga susurra en un todo de enfado que es más un reproche.
—A mi nada, pero tu hasta en pijama te ves hermosa— el tono de mi hermano es irreconocible. Nunca lo había escuchado decir nada como eso, a nadie. No puedo mentir; mi hermano es un mujeriego, le he conocido miles de chicas, pero nunca lo escuché decirles cumplidos que sonaran tan sinceros.
—Ya deja de decir esas cosas Lucas Méndez García. No es gracioso.
— ¿Y quién está contando chistes? —dice mi hermano en tono serio.
—Pues pareciera que tú, pero unos muy malos. A mi no me vas a enredar de esa manera.
—Nadie te está enredando Angela Jiménez Zamora— le devuelve mi hermano utilizando todo su nombre.
—Pues yo creo que tu lo estás intentando, desde ya te digo que no lograras nada.
Escucho a Angie levantarse de la silla, entonces decido que fue suficiente y subo de manera sigilosa para que no me escuchen. No he podido sacar nada de esa pequeña discusión, mas que la claridad de que mi hermano está chinchando a Angie. No sabría decir si a propósito para molestarla o si realmente siente algo por ella. Tendré que averiguar más al respecto antes de decidir nada.
IAN
Por la mañana estoy tan cansado que me cuesta levantarme. Luego de la llamada que tuve con Maya, salí con Johan a un restaurante que hay cerca ya que, en sus propias palabras: "No tienes ni al moho viviendo en tu refri" y era verdad; casi nunca estaba en casa. Solo había café en la alacena y ya ni tan siquiera había pan para acompañarlo. Debía ir de compras y aprovecharía que era sábado.
En fin, ayer salimos, comimos y bebimos algo; hacía mucho tiempo que no salía con Johan. La verdad es que me la pasaba solo encerrado trabajando o en casa estudiando, había olvidado lo que era la diversión sana. Me divertí bastante anoche, Johan y yo éramos amigos desde la escuela primaria y ahora él era secretario de mi padre en el bufete. Sé que no es santo de devoción de mi tío, pero a mi padre eso le traía sin cuidado. Era un muchacho alto, de tez blanca con un cuerpo más bien flaco, para tener la edad que tiene, todavía parecía un adolescente. Su cara era la de un niño y su característico cabello era de un azul ecléctico, que tenía de ese color desde que entramos a la universidad; era todo un rebelde. Quería ser un gran abogado, pero le asustaban mucho las cortes y los jueces, entonces se conformaba con ser la mano derecha de mi padre.
Johan era noble, siempre estuvo ahí para mí cuando nadie más estuvo, odiaba a mi abuelo y a mi tío, pero sobre todo odiaba a la "tía" Mercedes, la espléndida esposa de mi tío Augusto. Por dicha la "tía" no se dejaba ver mucho por el bufete. Ella era la clásica esposa trofeo que no se dedicaba a otra cosa que no fuera su casa y a estar metida en "obra social", más bien diría yo que aparentaban hacer obra social, porque les importaban 10 pepinos los pobres o los necesitados de ninguna índole.
Mercedes siempre veía a Johan como si fuera una cucaracha que ensuciaba su perfecto paraíso. Si tan solo supiese quienes eran sus padres y que no tenía nada de pobre; moriría de un infarto. Mi amigo no era de presumir su estatus social, más bien creo que hasta se avergonzaba de él, pero lo tenía. Nunca decía su apellido real, siempre decía el apellido de su madre primero y creo que la única persona que sabía quien era realmente, aparte de mí, era mi padre.
Estaba en la sección de las carnes en el supermercado, cuando de pronto todo mi cuerpo se enervó. Sentí una descarga eléctrica que recorrió mi espina dorsal y de pronto una risa lleno mis oídos; Maya, pero no era posible, ¿o sí? Debía tener mucha suerte, entonces voltee mi cabeza y ahí estaba ella con otra chica que parecía tener la misma de edad que ella, pero que no recordaba haber visto en el colegio.
—Apura que Lucas no nos esperará por siempre, sabes que se impacienta rápido.
La dicha le hablaba apurada mientras la jalaba del brazo en dirección al pasillo de los snacks, pero Maya estaba entretenida viendo el queso. Parecía no poder decidirse por alguno, entonces su amiga se estaba desesperando ya que, el tal Lucas, no las esperaría por siempre.
—Paciencia Ang..., el queso debe ser perfecto o mi madre me matará.
—Cuando dijiste que saldríamos, pensé que te referías al mall. No me gusta venir al supermercado contigo, duras demasiado comprando.
La chica sonaba frustrada, entonces Maya levantó la cabeza del mostrador de los quesos para responderle y nuestras miradas se chocaron. Su cara se puso roja al instante y yo tuve que reprimir una sonrisa al verla tan tímida. Ella no solía ser así, pero no estaba sola. Debía recordar que para todos los demás ella era solo mi alumna.
—Ian... Hola.
Su voz sonaba bajita y tímida, como yo, no esperaba que nos encontráramos aquí.
— ¿Ian? —su amiga volteo a mirarme y entonces abrió muchos los ojos y su cara se puso todavía más roja que la de Maya, a quien ella miró con cara de estupefacción.
—Lo siento, no pretendía asustarlas. ¿Cómo estás?
—Oh, no te preocupes. No nos has asustado, solo no esperaba encontrarte aquí.
—Claro, yo tampoco esperaba encontrarte aquí —dije sonriendo sin poder evitarlo.
Nos quedamos en silencio, pero un silencio cargado de emociones contenidas. Sus ojos me decían muchas cosas que ella no era capaz de decir en voz alta. Dios, esa niña sería mi perdición.
Entonces veo como un chico se acerca a Maya y a su amiga con cara de impaciencia total, debe ser el tal Lucas.
—Niñas, pero ¿qué tanto hacen que duran una eternidad aquí dentro?
El tipo me mira de arriba abajo como midiéndome y cuando iba a abrir la boca, Maya lo interrumpe para presentarme.
—Lucas, cállate de una vez. Me dejas en ridículo siempre. Ian, él es Lucas, mi hermano.
Maya enfatiza la palabra hermano mientras lo mira con mala cara, mientras el otro, estira la mano para saludarme. Le doy la mano y me presento. Todo se siente muy tenso en este momento así que siento la necesidad de apaciguar la aguas.
—Un gusto, Ian Barrios, profesor de Biología.
— ¿Barrios? Me suena de algún lado...
Entro en pánico, no quiero tener que explicar mi árbol genealógico, así que interrumpo al hermano de Maya antes de que ate cabos.
—Un apellido común por estos lados, pero entiendo la confusión, me pasa todo el tiempo. Es un placer conocer más del entorno de mis estudiantes, Maya es de las mejores alumnas que he tenido.
Esto no tengo ni que inventarlo, es totalmente cierto. Maya es muy buena alumna y por lo que he podido conversar con otros colegas; no es solo en mi materia. Ninguno podía cree que estuviese repitiendo el curso, es muy inteligente y curiosa. Se le nota que tiene gran entusiasmo por aprender y que le gusta estudiar, en clases siempre termina sus trabajos y presta mucha atención a las explicaciones, pregunta todo lo que no entiende y tiene los cuadernos más ordenados que he visto.
—Gracias, es bueno escuchar que mi hermana está volviendo a sus raíces estudiosas.
Maya se pone roja al instante y le propina a su hermano un codazo fuerte en el costado. El joven simplemente se encoje un poco, pero se ríe, imagino que se refiere a la razón por la que Maya perdió el año anterior, pero ninguno de nosotros está al tanto de dicha razón.
—Bueno, no lo entretenemos más profesor, gracias por la charla. Lo veo el lunes.
Maya me guiña el ojo sin que nadie más se de cuenta y luego me sonríe de manera inocente y coge a su amiga por el brazo y ambas se va detrás de su hermano. Quedo ahí estupefacto por el intercambio que acaba de suceder, Johan hubiese muerto por verlo, pero el había decidido irse a su casa anoche luego de la cena.
Mientras intentaba instalar con Johan la nueva cafetera en la cocina, mi celular comienza a sonar, entonces al ver el mensaje mi cara se ilumina.
Maya: Angie me cubrirá unas horas mientras nos encontramos
Bueno siempre que quieras que nos veamos
Si no quieres que nos veamos, no te preocupes, podemos hablar por teléfono
Tan linda, estaba entrando en pánico y no me había dejado contestar aún.
Ian: Claro que podemos vernos, ¿dónde quieres quedar?
Maya: ¿Puede ser en tu casa? Yo puedo ir en taxi, prefiero que no sea en un lugar donde podamos encontrarnos a alguien del colegio.
Ian: ¿Segura que quieres que sea aquí? Yo no tengo problema, pero no sé si te sientas cómoda en un lugar que no conoces.
Maya: Eso no es un problema, le puedo decir a Angie la dirección y entonces tu te quedas tranquilo, ella no dirá nada, pero siempre sabrá donde estoy.
Ian: Está bien, entonces puede ser aquí. Ahorita tengo compañía, pero puedes venir en un par de horas y entonces podremos hablar tranquilos.
Maya: Bien, llegaré a las 4.
Ian: Perfecto.
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