Capítulo 2 Parte 4
MAYA
Por fin llegó el viernes, ese día era el definitivo, si no lograba hacerlo recapacitar, entonces me daría por vencida y le daría la razón. Durante el primer receso no vi a Tristan, ya que estaba en práctica de fútbol, pero en el almuerzo sí que lo vi y era mi oportunidad para terminar todo esto, fuera cual fuera el resultado. Había coqueteado con Tristan durante toda la semana, sabía que moría de ganas por besarme, solo tenía que darle un empujón a la situación en el momento correcto.
Cuando llegó al patio exhibí la mejor sonrisa que conocía, tenía cuatro minutos hasta que Ian saliera al patio camino al aula de profesores, debía lograr que este bobo me besara en el momento preciso. Así que coqueteé con él hasta que vi salir a Ian, entonces, me acerqué a Tristan.
— ¿Quieres hacer una apuesta conmigo?
— A ver —dijo animado.
—Te apuesto a que conozco a alguien que besa mejor que tú — le dije.
Tristan sonrió con suficiencia y me cogió de la cintura y me besó. Pero me besó con intensidad, casi olvido por qué lo estaba dejando besarme. Abrí los ojos y busqué a Ian con la mirada. Sus ojos ardían con rabia. Nos miraba desde la mitad del patio, mientras todos los alumnos del colegio gritaban cosas y el equipo de fútbol hacía comentarios pasados. Cuando vio que lo estaba mirando, su ego se partió, pude escucharlo. Segura como el infierno que pensó que pararía cuando lo viera, pero me aferré más a Tristan y le metí la lengua en la garganta, lo que provocó que me pegará a su cuerpo con las manos en mi culo.
Ian pasó al lado de donde estábamos, lo pude sentir, su esencia estuvo grabada en mi ser mientras él se alejaba camino al aula de profesores. Entonces solté a Tristan y me fui hacia dentro del colegio. Sentía que no podía respirar del todo. Jimena iba detrás de mí y cuando vio lo que sucedía, salió corriendo hacia el patio de nuevo. Traté de tranquilizarme, pero estaba fallando en el intento. Sentía como la ansiedad me iba atrapando, hasta que sentí una mano jalarme hacia el aula más cercana.
—Respira Maya, tranquila— la voz de Ian estaba muy cerca de mi oído, pero no lograba tranquilizarme, más bien me sentí peor. Dios, me estaba arrepintiendo de lo que había hecho afuera, algo que nunca me había pasado con Daniel.
—Maya, tienes que calmarte, tranquila cariño, todo está bien.
—Dios, a ti que te importa, si no quieres nada conmigo.
—Maya no es momento para hablar de esto.
—Para ti nunca será momento, ya entendí que no te gusto, pero no tenías que humillarme así el lunes.
Ian me cogió del brazo y me pegó contra la pared del aula.
—Si solo supieras lo equivocada que estás, además, no parecías muy preocupada por lo del lunes, tenías a Tristan sobre ti hace minutos.
—Bueno lo hice para darte celos, pero ya no estoy segura de que sientas nada.
—No sabes lo equivocada que estás en todo— dijo antes de cogerme la cara con ambas manos y besarme duro. Entonces los dos perdimos la cordura y comenzamos a besarnos duro, con rabia. Ian cogió mis manos con una de sus manos y las levantó sobre mi cabeza, dónde las mantuvo prisioneras mientras bajaba su boca y me besaba el cuello —deseaba tanto quitarte el labial yo— dijo con la voz ronca mientras subía de nuevo a mi boca.
Solo pude reprimir el gemido de deseo que subía por mi garganta con fuerza. Me excitaba de sobremanera las palabras que decía y como besaba mi garganta; mi punto más sensible. Ian era un dios besando, sabía exactamente cómo hacerlo para volverme loca, deseaba que nunca dejará de besarme, pero la situación se estaba calentando muy rápido. Teníamos que parar antes que alguien nos descubriera. Tenía muchas fantasías en este preciso momento, pero debía ser cuidadosa para que él no se echara atrás.
IAN
Dios bendito, sentía que el corazón se me iba a salir por la boca. Besar a Maya era como el éxtasis, sabes que está prohibido, pero una vez que la pruebas, quieres más. Sabía que estaba prohibida, pero aun así solo deseaba más. Esta mujer iba a ser mi perdición, lo sabía, pero en este momento no me importaba. Había estado torturándome toda la semana, su figura, envuelta en aquellos zapatos de tacón alto que solo le hacían parecer mayor de lo que era y sus labios rojos como una cereza, me habían vuelto loco toda la semana. Ya hasta había empezado a soñar con ella, besándome el cuerpo con aquellos labios y dejando manchas rojas por toda mi piel.
En este momento no recordaba porque la había rechazado el otro día, claro, no quería que se metiera en problemas por liarse con un profesor, y tampoco quería perder mi trabajo. Pero la verdad es que en este momento no me importaba en lo más mínimo. Una vez que puse mi boca sobre la suya estuve perdido, su sabor a menta por la cantidad de chicle que mastica todo el tiempo y lo cálido de su boca contra la mía, suave y cálida, así se sentía Maya. Tenía que admitir que me habían estado comiendo los celos durante toda la semana, sentía ganas de matar a Tristan Torres, pero no era nada profesional de mi parte, no podía dejar que mis celos se pusieran por encima de mi profesionalidad como docente.
Su olor me atrajo hasta su cuello, aquella esencia a caramelo me traía loco desde el primer día que se sentó en el aula de biología. Era sutil pero lo bastante atrayente como para que perdiera la cordura y quisiera comerla completa. Besé su cuello mientras la sentía estremecerse entre mi cuerpo. Tenía sus manos lejos de mí, sobre su cabeza, no podía permitirle que me tocara o entonces estaríamos del todo perdidos los dos. Sentía como mi cuerpo entero se endurecía con solo sentir su respiración agitada en mi oído, como la enloquecía que la besara en el cuello. Volví hasta su boca y la sentí gemir mientras la besaba.
—Tenemos que parar— dijo Maya agitada mientras se separaba un poco de mí.
—Pensé que no quería que paráramos nunca— dije algo agitado mientras la miraba a los ojos intensamente.
—No es por lo que crees, yo no me arrepiento de lo que siento. Solo que me da miedo por ti. No quiero meterte en problemas.
—Creo que ya estoy en problemas Maya, lo que siento por ti es bastante grande como para evitarlo. Nunca me había sentido como esta semana, al borde de perder mi mente por culpa de los celos.
Maya sonrío tímidamente, sabía que ese era su propósito, pero aun sabiendo que no lo hacía de verdad porque le gustara Tristan Torres, me hervía la sangre de saber que él si podía tocarla y hablarle de manera natural y sin levantar sospechas de ser un enfermo. Sabía que Maya era menor de edad y eso me atormentaba más de lo que podía nadie imaginar. No quería que ella se arrepintiera luego de lo que decía sentir y que fuera solo un capricho de su juventud.
—Oye, te oigo pensar hasta aquí.
—Lo siento, no es tu culpa. Creo que todo esto me confunde mucho.
—Lo sé, a mí también. Sé que me gustas, que me atraes como nadie lo había hecho. Sé que no quiero hacerte daño, no quiero meterte en problemas y sé que esto no debería pasar, por lo menos por un año más.
—Tú también me atraes mucho, eres la tentación hecha carne. Me confunde porque sé que no deberíamos por tu edad, que puedes arrepentirte de esto.
Nos quedamos en silencio hasta que se oyó un golpe en la puerta, entonces Jimena Salas entró en la clase. Se quedó quieta mirándonos, entonces le hizo una seña a Maya y esta solo se encogió de hombros y salió del aula.
—Gracias por calmarla. Pensé que se desmayaría de nuevo.
—Gracias por avisarme...
—Sé que no es de mi incumbencia, pero Maya es mi amiga y no quiero que salga herida de esto. Creo que siente cosas por usted muy fuertes.
—Eres una buena amiga entonces, yo tampoco quiero que salga herida de esto.
Las dejé irse y me senté en el suelo de la clase en la que minutos antes había estado besando a Maya como un poseso. Tenía que encontrar la manera de no herirla y de no meterme en problemas. Creo que había encontrado mí droga y no quería renunciar a ella, debía tratar el tema con cautela y mucho cuidado. Lo peor que me había pasado en el mundo no era que mi padre me desheredara; lo peor había sido ver a Maya llorando el lunes, eso me había roto por dentro y no quería que volviese a pasar.
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