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Capítulo 2 Parte 3

MAYA

Sentí que mi cuerpo comenzaba a temblar de dolor cuando escuché sus palabras...

—Tenemos que hacerlo— dijo separándose de mí— no es correcto y no quiero tener problemas, ni que tú tengas problemas. Esto no puede repetirse, tienes que olvidarte de esto. No puedes contárselo a nadie. Deberías salir con chicos de tu edad, por lo menos eso no te metería en problemas.

No entendía qué había pasado, en un momento estaba besándome y pensaba que iba a ir a más por la manera en que me levantó de la silla, y luego..., estaba dándome sermones sobre salir con chicos de mi edad... No entendía nada, pero no me iba a dejar humillar de esa manera. Si él quería pretender que nada había pasado, entonces así sería. La perra dentro de mí salió a devorar a la dulce Maya, y entonces la ira me consumió lento pero seguro.

—Entiendo..., está bien. No diré nada, no estoy tan mal de la cabeza como crees. Pero a este juego podemos jugar los dos. Si no quieres aceptar lo que sientes, por mí está bien. Pero luego no te arrepientas de lo que hiciste.

Salí del aula como alma que lleva el diablo. No miré hacia atrás ni espere a que me contestara nada, tenía ganas de llorar y, que el infierno se congele primero, no lo haría delante de él, no luego de que me humillara así.

Llegué al coche y me metí sin esperar a que me abrieran la puerta. El chofer arrancó el carro y nos fuimos. En el camino, las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas, mientras trataba de ocultar el dolor que sentía por el rechazo. Nunca había sentido algo así en la vida..., por lo menos no desde que Danny me había lastimado la última vez. Esto era todo lo que yo temía; el rechazo.

—Señorita Maya, me dijeron que le comunicara que sus hermanos se encuentran en la casa de la ciudad, junto con el señor Daniel Gerber.

Me sentía mortificada, esto era todo lo que me faltaba, que mis hermanos estuvieran en casa de mi madre, no era raro, pero no quería que nadie me viera así y menos Daniel. Él aprovecharía cualquier debilidad mía para meterse en mi cabeza de nuevo.

Llegué a casa con la intención de irme directo a mi habitación sin que nadie notara mi presencia, pero como siempre que mis hermanos estaban en casa, me esperaban fuera de la entrada principal..., todos ellos. Mi día no podía empeorar más que esto. Saqué mi base de maquillaje y retoqué mi rostro para que no se notara que había llorado todo el camino y rogué a Dios que mis hermanos no preguntaran nada que me hiciera estallar.

Esperé a que el chofer de mi madre me abriera la puerta y salí del auto tratando de hacerme la indiferente. Mi hermano Luis, el mayor, fue el primero en abrazarme y darme la bienvenida a la casa. Mi hermano Luis es el más cariñoso de los cinco y siempre que podía me abrazaba, era el que siempre me ponía primero cuando se trataba de cuestiones familiares que me ponían incómoda.

—Maya, ¿cómo estuvo tu día? — mi hermano miraba de manera suspicaz, pero si notó que había estado llorando, no dijo nada.

—De maravillas. Cómo siempre. ¿Qué hacen en la ciudad? No recuerdo que haya algún evento importante en estas fechas.

—Bueno, venimos a ver cómo sigues después de lo sucedido en el colegio hace unos días— mi hermano Aarón se despegó de la pared de la entrada de la casa y me jaló del cabello.

— ¡Ay! Deja de jalarme el cabello estúpido, me duele.

Mis hermanos comenzaron a reír y entonces entraron en la casa. Del que no había señales era de Daniel, mejor, no quería lidiar con él en este momento, o en ningún otro para ser realista. El día había sido suficientemente malo con todo lo que sucedió después del examen con Ian. Quería arrepentirme de lo que había hecho, pero no podía. Sabía que él sentía lo mismo que yo, y ahora debía tener cautela para no mostrar mis sentimientos. Todo este tema era peligroso, pero muy tentador, pero ahora estaba herida y eso era peligroso, muy peligroso. La Maya tierna era una cosa, pero la Maya herida era vengativa y no tenía consciencia de nada ni de nadie.

Me pasó con Daniel y no fue muy bonito, le di celos con todo el que se me puso enfrente, incluso con Sebastián, el único hombre del Asunción mixto de la ciudad vecina con el que tenía una amistad. Esa sí que era una historia, en el intercolegial del año pasado, cuando me di cuenta de que Daniel se había acostado con una de mis compañeras del colegio, el día de mi cumpleaños, el mismo día que se inventó que no podía ir a la fiesta que organizó mi madre, porque tenía mucho trabajo, entonces durante el discurso de los presidentes de los Asunción yo simplemente me levanté de mi silla y caminé hasta la de Sebastián, quien estaba para comerlo entero, con aquellos ojos almendrados y su tez trigueña.

Apenas vi a Daniel aparecer con mis hermanos, todos ellos eran ex alumnos del Asunción mixto, cogí a Sebastián por los lados de su chaqueta de cuero y lo besé a vista de todos los presentes y él colaboró de lo mejor, me metió la lengua hasta la garganta y me alzó del piso sin esfuerzo, los gritos de todos los presentes alentando aquello fue muy vigorizante para mí ego. Prácticamente nos manoseamos ahí, y la cara de Daniel fue lo mejor de todo, estaba tan rojo de ira que parecía que iba a explotar en cualquier momento. Así de peligroso era que yo me sintiera vengativa.

Por la noche Daniel no había hecho aparición por mi casa y me sentí aliviada, la verdad es que en el modo en que me encontraba era peligroso de anduviera cerca, un descuido y podía terminar enrollándome con él de nuevo y no quería confundir las cosas. Lo nuestro había terminado así me sintiera vengativa y loca en este momento. Además, sabía cómo vengarme de Ian, haría exactamente lo que me pidió; comenzaría a relacionarme más con mis compañeros de grupo.

En la sección B había un chico muy guapo y sabía que sentía algo por mí. Siempre me hablaba en los recesos, además buscaba excusas para sentarse conmigo siempre. Era uno de los más populares del colegio y la verdad es que era muy guapo, entendía por qué era popular, jugaba fútbol y era muy bueno, además tenía unos modales exquisitos. Él sería mi objeto de venganza, sabía que estaba mal utilizarlo, pero conozco a los de su tipo. Al igual que Sebastián, era de los que les gustaba que las mujeres los rodearan, pero no querían nada serio con ninguna. Era el prototipo perfecto.

A la mañana siguiente, mi lado vengativo cobró vida y no fue sutil. Luego de ponerme el uniforme del colegio, me puse las mejores botas altas que tenía; negras. El uniforme del colegio permitía utilizar el calzado que quisiéramos y mi arma secreta eran esos tacones. Luego, me perfumé muy bien y me maquillé como de costumbre, pero con los labios en rojo. Por mi estado de ánimo, mis ojos estaban más claros que de costumbre, parecían casi miel derretida; amarillos. Me miré en el espejo y sonreí. Se arrepentiría de lo que dijo en el mismo momento en que me viera, pero lo haría suplicar, tenía que dolerle igual que me dolió a mí o más.

Llegué puntual a clases, sabía que tenía Biología en las primeras lecciones, entonces por primera vez en semanas llegué puntual. Entré con el resto de mis compañeros al aula y puse mi mente en modo indiferente. No quería que de mi saliera ninguna emoción. Ian me miró estupefacto en el momento en que crucé la puerta de la clase, objetivo cumplido, podía ver el deseo arder dentro de sus ojos cristalinos, era peligroso el juego que jugábamos, pero el comenzó y él debería terminarlo. Veríamos cuánto le duraría la determinación, él era mi droga y una vez que la probé, no había vuelta atrás.

Logré concentrarme tanto en la lección y en los ejercicios que debíamos realizar, que olvidé que Ian estaba en el salón, pero al tocar para salir a receso, Jimena me jaló del brazo fuera del aula sin darme tiempo a recoger mis cosas. Cuando llegamos al patio, podía ver los ojos de todos los hombres sobre mí. Haber salido con Daniel había logrado que yo supiese utilizar mi cuerpo como una ventaja con los hombres. Normalmente no me gusta utilizarla, pero a mi lado vengativo no le importa nada y no estaría tranquila hasta sentir como Ian se retorcía de dolor por lo que me hizo.

Jimena me arrastró hasta la mesa en que normalmente nos sentamos y me miró esperando una respuesta, como si hubiese preguntado algo. La miré indiferente, haciéndome la que no sabía nada. Entonces ella sacó la paleta roja de su boca y me miró con intensidad — ¿Qué rayos te pasó?

— ¿A qué te refieres? — dije encogiendo mis hombros.

— No lo tomes a mal, me gusta el cambio, pero es raro. Hace cuatro meses que nos conocemos y jamás esperé verte así de provocativa. Algo tienes, cuéntame...— Jimena sonaba como una niña que quería un juguete nuevo.

—No pasa nada, hoy amanecí con ganas de ligar con alguien, estoy cansada de estar sola.

—Entonces todo era para provocar a ya sabes quién.

—No, ese no es el objetivo de hoy— dije mirando a los de la sección B salir al patio.

Jimena siguió mi mirada y pareció comprender a qué me refería. Mi objetivo caminó hasta donde estábamos nosotras con algunos otros chicos del B, su cara no daba crédito a lo que veía, pero no parecía molesto, sino todo lo contrario.

— WOW, tenían razón los de quinto año. Te ves...

—Gracias, necesitaba un cambio. Me sentí inspirada por la mañana.

—Bueno, pues tú cambio es genial.

Nos sentamos en la mesa y seguimos conversando, cuando Ian salió con dirección al aula de profesores, comencé a reír de algo que dijo Tristan y toqué su brazo con delicadeza. Él me sonrió y me acarició el cabello.

Pude ver cómo Ian intentaba ignorarnos, pero noté como se le contrajo la mandíbula cuando Tristan tocó mi cabello. El hombre parecía ajeno a todo, pero yo llevaba observándolo al más mínimo detalle desde el comienzo del año lectivo, sabía que nos había visto y sabía que estaba confuso por sus sentimientos. Sentía celos y no quería sentirlos.

Así continúe toda la semana, todos los días llevaba unos tacones distintos, negros, altos; que estilizaban más mi figura. Todos los días un labial rojo diferente, unos días más oscuros, otros días más suave y brillante. Sabía que lo estaba volviendo loco, parecía intentar evitarme todo lo que podía. Durante las lecciones de biología, intentaba estar todo el tiempo posible viendo la pizarra o su computadora, pero sabía que, a veces, la tentación podía con él y entonces me miraba, cuando creía que nadie lo miraba. También, sabía que odiaba a Tristan y que le estaba haciendo la vida imposible durante las lecciones. Los celos le estaban ganando y explotaría en cualquier momento .

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