Capítulo 2 Parte 2
MAYA
Los días siguientes me tuvieron en mi casa. Mi madre se negaba a dejarme ir al colegio, pues le preocupaba que me pasara algo de nuevo. Estaba desquiciada de no poder salir de la casa y de solo pensar que tendría que reponer todas las clases con tutorías y entregar mil trabajos para ponerme al día. Las que más dolores de cabeza me iban a dar eran las de ciencias. No quería ver a Ian por un tiempo, necesitaba mantenerme alejada de él a como diera lugar. Toda esta historia me hace parecer una loca, cualquier persona cuerda sabría que esto no puede pasar, pero diablos, yo quería que pasara.
El lunes por la mañana volví al colegio, con el corazón en la boca y con nervios. Estaba decidida a hablar con Ian sobre lo que pasaba, no podía quedarme con la duda por siempre. Todo el día estuve nerviosa hasta que llegó el momento. Jimena me miraba con suspicacia, esta mujer sabía algo y tenía que hablarlo primero con ella.
—Oye, ¿se puede saber que te pasa? —dije apartándola a un lado del resto de mis compañeros en el recreo.
—No sé de qué hablas Maya.
—Hablo de lo que me dijiste antes de que me desmayara la semana pasada. No sé qué te estás imaginando, pero no es lo que crees.
—Ahh, pues no imagino nada. Yo sé que te gusta el profesor Ian y sé que él siente algo por ti. Ninguno de los dos sabe disimular nada bien y yo soy muy perspicaz. Por dicha nadie más lo ha notado, créeme yo no voy a decir nada, solo te diré que tengas cuidado.
Me quedé muda, mientras Jimena regresaba a sentarse en la mesa donde estaban mis demás compañeros vacilando mientras teníamos que volver al salón. Creía en sus palabras, sabía que no diría nada, pero también le creía en eso de que debía tener cuidado. Aun así, estaba decidida a hablar con Ian sobre lo que estaba pasando. En el hospital no me imaginé lo que dijo o como me miró, ya no podía soportar más esto.
Al entrar en el aula, el profesor Ian estaba revisando los exámenes que habían realizado mis compañeros el viernes anterior. Yo no había podido hacerlo por órdenes médicas, pero tampoco sabía cuándo lo iba a hacer. Estaba nerviosa, Ian no había alzado aún la vista, pero supe exactamente el momento en que se percató de mi presencia. Su cuerpo se irguió incómodo y su lapicero se detuvo un segundo antes de continuar calificando los exámenes.
Pasados unos minutos se levantó del escritorio y nos dio instrucciones para comenzar a realizar algunas prácticas mientras él terminaba de calificar. Mientras realizamos las páginas del libro en un silencio que no había visto antes entre mis compañeros, Ian calificaba en silencio, nunca levantó la vista del escritorio hasta que terminó de calificar y comenzó a repartir los exámenes entre mis compañeros.
—Méndez, usted debe quedarse luego de que finalicen las clases, para realizarle el examen. Su madre ya está informada al respecto.
—Claro— dije un poco nerviosa por el tono que utilizó, tan solemne.
Jimena me miró por un instante confundida, yo solo subí mis hombros y seguí con el trabajo que nos había asignado. No estaba nerviosa por el examen. Al final del día yo era la más nerda del salón, sabía que no me iría mal. Aun así, estaba nerviosa por quedarme sola con él.
Al final del día, baje las escaleras del segundo piso para esperar en el salón principal a que todos los estudiantes salieran del colegio y el profesor Ian me llamara para empezar el examen. Yo sabía que normalmente no quedaba nadie luego de las tres de la tarde, que era la hora de salida, y hoy no fue la excepción. A las 3:20 ya no había un alma en el colegio. Todo estaba vacío, profesores, alumnos y hasta la directora se habían ido. El silencio y la tensión del aire me hicieron ponerme muy nerviosa por estar sola con él. La incertidumbre de lo que pasaría me mataba por dentro.
—Méndez, pase por favor— sentía la tensión en su voz.
Caminé hasta el salón de ciencias, que estaba en el lado opuesto al salón de entrada del colegio, sentía que el tiempo pasaba muy lento mientras me aproximaba al aula. Al llegar, Ian estaba en su escritorio y no me miraba, entonces entré y cerré la puerta con cuidado para no molestarlo y tomé asiento en el lugar de siempre. Entonces esperé con paciencia a que el profesor Ian me diera el examen para comenzar.
IAN
Maya entró al salón y cerró la puerta, creo que ese fue el primer error de la tarde. Yo tenía la intención de solo realizarle el examen rápido, pues sabía que ella no tendría problemas en contestar el examen con rapidez y luego, me iría y ella se iría y listo. Nada pasaría hasta que llegara a mi casa y tuviera que ducharme con agua helada para bajarme la calentura que esta mujer me provocaba.
Se sentó en el mismo lugar de siempre, casi tan lejos de mí que dolía. Me levanté del escritorio y le entregué el examen en la mano, mientras mis dedos rozaban los suyos con delicadeza, sentí como ella se estremecía, mi mirada viajó a la de ella y pude ver algo que me gustó, pero me asusto mucho... deseo.
Ella me deseaba, pero esto estaba mal, no quería meterla en problemas o meterme en problemas yo. Era más de lo que podía manejar, si solo tuviera un año más, entonces no tendría que pasar este calvario y sería como cualquier mujer que conociera en un bar o en una fiesta. El hecho de que ella sintiera lo mismo era peligroso a más no poder. Mientras yo supiera que era solo yo, podía controlarme, pero ella sentía lo mismo y no sabía si ella podía controlarse igual o si ambos queríamos controlarnos al estar cerca.
Volví a sentarme en el escritorio al fondo del salón mientras Maya comenzaba el examen. En treinta minutos ella había terminado todo el examen, pero estaba sentada mirando la última hoja del examen con detenimiento. Parecía muy concentrada en lo que estaba, pero el examen estaba completo y podía verlo desde el escritorio. Me dio curiosidad, entonces me acerqué a ella y jalé una silla para ponerla al lado de la suya.
—Méndez, ¿se encuentra bien? —trataba de mantener la formalidad, pero me parecía estúpido luego de lo que pasó en el hospital.
Menudo susto me dio ese día, cuando la vi caer desmayada sobre la mesa del patio, sentí que algo dentro de mi moría. Los nervios fueron más cuando Jimena Salas me miró como diciendo que era mi responsabilidad. No sabía que había pasado, pero temía lo peor. Así que, hice a un lado a todos los alumnos y pedí que alguien llamase al 9-1-1. Maya no reaccionaba y estaba muy pálida, esperaba que no fuese algo grave, entonces esperamos a que llegaran los paramédicos y me ofrecí a ir con ella al hospital.
—Estoy bien, solo tengo una duda, pero no tiene que ver con el examen— la voz dulce de Maya me trajo de vuelta de mi ensoñación.
—A ver, dime qué duda tienes— dije recogiendo el examen de su mesa y levantándome. Pero, no llegué a levantarme cuando sentí que sus manos me tocaban la cara, con delicadeza volteó mi rostro y acercó el suyo hasta que nuestras respiraciones se mezclaron.
No tuve tiempo de pensar o razonar nada, cuando me di cuenta Maya estaba besándome, pero con ganas. Su boca abrazaba la mía y su lengua tímida, buscaba entrar en mi boca. Cerré los ojos sin saber qué hacer. ¡Que el cielo se cayera a pedazos!, pero ese era el mejor beso que me habían dado nunca. Algo se apoderó de mí y la levanté de la silla conmigo y pegué su cuerpo a la pizarra que estaba frente a la clase, su cuerpo temblaba, pero sabía que era de deseo. El mío estaba igual, aunque necesitaba refrenar un poco.
La separé un poco de mí y pude ver sus ojos llenos de lujuria, aquellos ojos caramelo que se ponían más oscuros, más grandes, mientras me miraban, como si pudiesen ver mi alma. Lleve mi mano hasta su cara y acaricie con cuidado su mejilla, Maya se inclinó sobre ella, como queriendo más contacto del que le daba. Me sonrió con cariño, como no hacía desde hace semanas y mi corazón brincó dentro de mi cuerpo, como sabiéndose llamado por su dueña.
—Esto está mal Maya— dije en un suspiro.
—Lo sé, pero no quería quedarme con la duda de si solo yo lo sentía.
—Pues no eres solo tú. Yo no debería..., está mal. Pero no puedo evitarlo— dije con pesar.
—Yo tampoco puedo evitarlo. No quiero meterte en problemas, pero no sé cómo haremos para controlar esto.
—Tenemos que hacerlo— dije separándome de ella y acomodando mi ropa— no es correcto y no quiero tener problemas, ni que tú tengas problemas. Esto no puede repetirse, tienes que olvidarte de esto. No puedes contárselo a nadie. Deberías salir con chicos de tu edad, por lo menos eso no te metería en problemas.
Mi alma dolía mientras todas aquellas palabras salían de mi boca. Me odié al instante, en el mismo momento en que los ojos de Maya se llenaron de lágrimas. No quería herirla, pero ella debía olvidarse de lo que sentía por mí. No era bueno para ninguno de los dos, esto que sentíamos podía llevarnos a un abismo de problemas .
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