Capítulo 1 Parte 2
MAYA
El resto de las vacaciones las pasamos entre mi casa y la de Angie, jugando videojuegos, leyendo revistas de moda, en la piscina de mi casa o viendo pelis de miedo en el mini teatro de la casa de Angie, pero, como siempre, la semana se nos hizo muy corta. Pronto tendríamos que volver a clases.
—Mañana tengo que volver al infierno, pero por favor, no hagas nada estúpido— la voz de mi amiga ya sonaba apagada por el sueño.
Miré el techo de mi habitación, el reflejo de la luna se metía por los ventanales abiertos debido al calor. Pensé en lo que Angie me pedía, sabía que no podía hacer un movimiento en falso. Tampoco quería hacerlo. Mi trauma con los hombres más grandes se había vuelto presente en esa semana de vacaciones, cada vez que tenía que salir por la ventana de mi cuarto para ir a casa de Angie, solo para escapar de Danny.
Era una pesadilla. Realmente no me encontraba en posición para verme envuelta en ese drama de nuevo.
—Tranquila —dije aun sabiendo que ya dormía profundamente —. Si alguien da el primer paso no pienso ser yo.
La famosa gira había ido de lo más normal que se podía. Yo había decidido hacerle caso a mi mejor amiga, que casi era mi conciencia. Me había comportado, me había costado horrores, pero lo había hecho. Solo le había hablado para que me explicara lo de la asistente del grupo, luego cuando le pedí instrucciones para la hora del almuerzo, cuando volvimos al colegio, le entregué las guías que teníamos que completar todos los alumnos de 4to año.
Apenas pude me fui del colegio, su cara fue de confusión durante toda la gira. No sabía cómo tomarme aquello, pero era claro que mi actitud distante le había sorprendido. Mientras meditaba sobre mi día caótico, me fije que el chofer no iba para mi casa, sino para donde mis hermanos.
—Xavier, ¿por qué vamos para La Hacienda?
—Disculpe señorita Méndez, pensé que le habían dicho, fueron órdenes de su hermano Luis.
—Está bien, no te preocupes. No me avisaron, pero no es tu culpa.
El camino siguió tranquilo, incluso creo que me dormí en algún momento. Era largo ir hasta la casa de mis hermanos en las afueras de la ciudad. Estos locos, cómo todavía iban a la universidad, vivían todos juntos en casa de nuestro padre, cómo buenos latinos.
—Monstruo, ya llegaste, deja de roncar.
—Déjame dormir tranquila— dije sin saber realmente dónde estaba.
—Luis déjala, seguro que pasó todo el día haciendo cosas de niñas caprichosas— dijo Danny.
Danny. Por un momento me quedé petrificada, no sabía qué hacía Danny en mi casa, pero luego recordé lo que dijo Luis. Entonces recordé que Xavier, el chofer, me dijo que íbamos para la hacienda. Tomó todo de mí actuar con madurez frente a las provocaciones de Daniel.
Abrí los ojos y vi que estaba recostada sobre mi bolso en la parte de atrás del carro. Por el retrovisor vi la cara de disculpa de Xavier. De fijo mi hermano y su "amigo" estaban esperando afuera, cuando el carro entró en la propiedad. Pobre Xavier, él sabía que yo no soportaba estar en presencia de Daniel.
—Xavier, puedes cerrar la puerta de mi lado, por favor.
—Sí señorita —dijo el hombre de mediana edad saliendo del coche y disculpándose con mi hermano, para poder cerrar la puerta y volver a entrar en el carro.
—Cierra las puertas con seguro por favor.
La orden se llevó a cabo. Mis hermanos tenían potestad sobre el servicio de mi padre y mi madre les había dado cierto poder sobre el de ella, pero mi poder era superior con el servicio de mi madre, ya que ella no era la madre de mis hermanos mayores.
—No seas caprichosa Maya, abre ya la puerta. Nuestro padre mandó llamarte porque hoy es la cena de aniversario de Abi.
No respondí nada. Mi mente había olvidado por completo que mañana era el aniversario de la muerte de mi hermana Abigail. Ya habían pasado 3 años, pero el dolor era el mismo, mi padre seguramente estaba destrozado y, aunque no tengo muy buena relación con él, respeto su dolor en este día.
— ¿Caprichosa? No me hagas reír, es todo lo que ella es. Todo siempre debe hacerse cómo a la señorita Méndez se le cante.
Las palabras de Daniel me dieron en el orgullo. Yo podía estar loca y ser mimada por mi madre, pero nunca fui caprichosa, su sola presencia era la que me hacía actuar así. Las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas sin que hubiese algo que pudiera hacer para detenerlas.
—Daniel, cállate. ¿Por qué no entras en la casa de una vez? —dijo mi hermano — No sé para qué querías salir a recibirla si esta iba a ser tu actitud.
El hecho de que mi hermano se pusiera de mi parte me hizo sentir alivio.
—Déjame del lado de atrás de la hacienda, por favor, Xavier.
—Claro, señorita.
Una vez que pude entrar sin la molesta presencia de mi ex, me dirigí al cuarto de baño. Retoqué mi maquillaje, tratando de que no se me notara que había llorado. No le daría esa satisfacción y menos hoy, delante de toda mi familia.
Salí rumbo al pasillo del estudio de mi padre, sabía que se encontraría ahí y por eso no me había molestado en preguntar al servicio. Al llegar a la puerta toqué dos veces.
—Adelante —la voz apagada de mi padre salió de adentro y me dispuse a abrir.
—Padre, me ha mandado llamar —dije con voz seria.
—Pedí que te trajera mi chofer, pero veo que tu madre se negó.
—No tengo idea, la verdad hasta que salimos de la autopista del centro, no sabía que tenía que venir.
—Olvidaste la cena— no era una pregunta. No me permití aceptarlo.
— ¿Mi madre vendrá a esta cena? —pregunté mirando los recuadros de mis hermanos colgados en las paredes. Solo había un recuadro mío ahí, de cuando tenía 3 años. De mis hermanos había cientos...; futbol, basquetbol, natación, graduaciones, vacaciones...
—No me ha confirmado, pero seguramente vendrá cuando sepa que has llegado.
Mi madre, ella no era fan de mi padre. Lo amó, claro, pero su amor había terminado en odio y un divorcio horrendo. Luego mi padre volvió con su ex mujer, la madre de mis hermanos y mi madre lo odió más aún. Todos los asuntos que trataban sobre mí eran manejados por sus abogados.
—Bien, entonces la esperaré en el coche con Xavier —dije dándome la vuelta para salir del despacho.
—Te pareces tanto a ella —la nostalgia en su voz hizo que volteara mi cabeza hacia el retrato de mi hermana Abi.
Éramos muy parecidas, cabello ondulado, negro, piel color caramelo pálido, y ojos del mismo color, teníamos una personalidad parecida, según mis hermanos. Mi hermana era muy extrovertida, fiestera, dulce, cariñosa, vanidosa, pero sobre todo una excelente persona.
—Tienes razón.
Salí del despacho y doblé en la puerta de la cocina. Quería salir sin que nadie me viera, no estaba de humor para hablar con mis hermanos y menos con Danny.
Cuando iba llegando a la puerta del garaje de invitados, alguien me jaló del brazo y me metió en la despensa.
—Sabía que vendrías —Danny me hablaba al oído mientras me sostenía de espaldas a él, agarrando mis brazos con fuerza para que no pudiera soltarme.
—Eso era obvio, no necesitas ser un genio para saberlo. Abi era mi hermana — dije tratando de soltarme.
—Deja de retorcerte, no te vas a poder soltar y deberías comenzar por admitir que esta pelea ha durado suficiente.
—No estamos peleados, estamos separados. O sea, como que no somos nada. Nunca más.
—No sea ridícula, tú sabes que no puedes vivir sin mí. Nadie más te hará caso, porque eres una niña caprichosa.
— ¡Déjame ya!, tú no sabes nada. No te parece que fue suficiente, consíguete una de esas viejas con las que me eras infiel y quédate con ella. A mí no me interesa más.
Logré darle un pisotón con una de mis botas y cuando me soltó abrí la puerta tan rápido que choqué con Xavier. Mi salvación.
—Señorita, ¿se encuentra bien?
—Sí, necesito que me lleves al coche.
—Claro —dijo dándome espacio para que pasara primero.
Mi madre llegó tarde a la cena. El viaje se le hizo eterno y para cuando llegó, yo solo quería salir corriendo de ahí. Mis hermanos eran los mejores, pero su amistad con Daniel y el hecho de que creyeran a medias lo que decía sobre nuestra relación era mi condena. Cuando mis hermanos se quedaban en la casa de la ciudad, debía soportar a Daniel deambulando por ambas casas y no podía decir nada sin parecer una niña pequeña berrinchuda y resentida.
—Lamento llegar tarde —se disculpó mi madre. Ella es una mujer elegante, siempre bien vestida, con joyas discretas y con un perfume que te haría mirarla desde cualquier lugar. Hoy llevaba un vestido negro, ajustado y largo hasta la rodilla.
No se parecía nada al resto de mi familia y esperaba ser cómo ella y no cómo mi padre. Mi padre y yo nunca tuvimos una buena relación y creo que lo único bueno que hizo por mí fue volver con su otra familia y dejarme relacionarme con mis hermanos. Ellos eran mi todo, aunque muchas veces me sacaban de mis casillas, ellos habían sido mi apoyo moral desde que tenía recuerdos, su único pecado era tener a Daniel Gerber de amigo.
—Tranquila querida, gracias por unirte a nosotros hoy— dijo la esposa de mi padre. Era una mujer madura, tal vez de la misma edad que él. Definitivamente en su juventud había sido una mujer muy atractiva, aunque ahora, con las arrugas comenzando a invadir su piel, no se veía mal.
El resto de la cena fue un poco más amena, si Danny le tenía miedo a alguien era a mis padres juntos. Mi madre era hermosa, pero también muy sobreprotectora con respecto a mí, y eso se notaba en la manera en que me tocaba el brazo o en la manera en que escaneaba cada cara en la mesa mientras se dirigían a mí.
Mi madre era una mujer poderosa, de una familia de gente con poder, pero ella era joven y la gente tendía a subestimarla. Pobres, debajo de esa cara dulce existía una mujer implacable en todos los aspectos de su vida y no había que tomarla por sentado en nada. Igual era mi abuela, seguro por eso éramos así, "un carácter de cuidado" como decía mi padre a menudo.
De regreso en la casa, mi madre se despidió en la entrada, se quitó los zapatos y subió las escaleras de caracol. Mientras mi nana salía de la cocina para ayudarme con mis cosas.
—Estoy bien nana, casi no traigo nada hoy. Estoy cansada, nadie me recordó que mañana era el día y no tenía ganas de ver a mi padre por el mayor tiempo posible.
—Mi niña, la verdad es que nadie se percató del día hasta la mitad del día.
—No importa, yo haría cualquier cosa por mis hermanos, y por Abi el doble.
—Tú abuela estuvo esperándote en el despacho, pero seguro estaba cansada y se retiró a su habitación hace una hora. Tal vez puedas ir a verla.
—Iré a verla de camino a mi habitación. Gracias nana— dije con una sonrisa mientras le apretaba cariñosamente la mano. Esa mujer podría ser mi segunda madre o, mejor dicho, la tercera, luego de mi madre y mi abuela.
Subí las escaleras y doblé a la derecha. Fui hasta el fondo del pasillo y doblé de nuevo a la derecha. La habitación de mis abuelos estaba al fondo de ese pasillo, recorrí todas las paredes llenas de fotografías de mis abuelos, mis tíos y mi madre. Todos aquellos recuerdos que dibujaban una historia familiar que me marcaba y me acunaba en amor.
—Toc, toc— dije mientras empujaba la puerta con cuidado, mi abuela salía del baño frotándose las manos. Su sonrisa podía iluminar todo el mundo.
—Mi hermosa niña, ¿cómo fue el día? —dijo con cautela.
—Ya sabes, tuve que ver al insufrible de mi padre. Aunque en el colegio todo va de maravillas— dije sentándome en la mecedora que había en un rincón.
—Bueno, sabes que es por tu hermana Abigail. Esa niña era algo especial —dijo mi abuela con nostalgia—. Puedes soportar a tú padre de vez en cuando sin problema. Recuerda que te pareces a tu abuela— dijo mientras sonreía y palmeaba mis manos con las de ella.
—Sí, él diría que es una lástima que me parezca más a este lado de la familia, pero yo lo prefiero.
—Claro, que sí. Tú eres una Rodríguez, le guste a él o no —dijo mi abuela frunciendo el ceño.
—Claro abuela, pero no te enojes. Tu presión arterial no será amable contigo.
—Tienes razón, no vale la pena. Anda, vete a recostar, ya luego hablaremos más.
Me despedí de ella y me retiré a mi habitación, queestaba tres puertas antes de la de ellos. Entre y me tiré sobre la camaperfectamente tendida, creo que me dormí al instante. Mi cerebro simplementenecesitaba desconectar y recargar; solía pasar cada vez que veía a mi padre.
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