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Capítulo 1 Parte 1

MAYA

Si había una sensación peor que ser nuevo en algún lugar, todavía no lo conocía. Mi fiel compañero, los nervios, hicieron su aparición desde temprano por la mañana y no pensaban abandonarme pronto, las esperanzas por parecer relajada se esfumaron en la ducha, cuando entendí que las ganas de vomitar no se irían hasta que regresara a casa por la tarde. Mi madre me hablaba, pero, sinceramente no la escuchaba mucho, sabía que pretendía que no estuviera en mi estado actual, pero ya nada se podía revertir.

Saqué el auricular de mi oído izquierdo justo para despedirme de mi madre y bajarme del auto. Hace un año, este sería un día normal como cualquier otro, y mis nervios se limitarían a saber cuándo comenzarán los ensayos de mi amada banda, pero, mi realidad se había roto 3 meses atrás. Mientras me adentraba por los pasillos del edificio que se erguía sobre mí, la nostalgia me invadió, pero, tenía que aceptar mi nueva realidad y las consecuencias de mis actos.

—Buenos días. Su nombre, por favor —la señora frente a mí sonreía de manera cálida.

—Maya Méndez —dije tratando de no sonar como me sentía. Las personas pasaban a mi lado y se saludaban entre ellas, me sentía ajena a mi entorno. Algunas personas pasaban a mi lado y me observaban con curiosidad, creo que era el efecto que causaba ser una mujer que venía de donde yo vengo.

—Aquí tienes el horario, la primera lección es matemáticas. Sube las escaleras y hasta el fondo —la mujer me tendió una hoja laminada y me señaló el camino con sus uñas perfectas. Comencé a caminar hacia las escaleras como me señaló.

El mar de personas iba disminuyendo conforme se acercaba la hora de entrada de las clases. Mi pesadilla constante durante 3 meses se había convertido en mi primera hora de clases; matemáticas. Sentía un nudo en la boca del estómago y las náuseas comenzaban a atacarme con severidad. El familiar temblor en la mano, que aparecía cuando los nervios se apoderaban completamente de mi cuerpo, hizo su entrada en escena.

Conforme me acercaba al salón de clase, intenté calmarme y controlar mis pensamientos. No podía permitirme ser negativa el primer día de clases. Las cosas no podían ser peores que el año pasado.

Flashback

—Méndez, sabía que este año soy su profesor de matemáticas de nuevo —esa voz guasona me taladró los oídos y mató mi buen humor.

—Me lo imaginé profesor Costas, usted es el único profesor de matemáticas del colegio— dije con sarcasmo y cara aburrida.

La cara del profesor Costas, color arena y redonda, se puso roja y su ceño se frunció. No le agradaba nada al profesor Costas, el problema era que no entendía por qué. Cuando entré al Colegio Asunción, mis notas no eran las mejores, pero nunca me habían costado las matemáticas, de hecho, esa y Estudios Sociales eran mis favoritas, pero el profesor Costas me había odiado desde el primer día de clases. Cuando tuve que ir a convocatoria de tercer año para pasar la materia y el año, él me había dejado claro, que el año siguiente no sería igual de fácil para mí.

—Este año no la dejaré pasar mi materia tan fácilmente. Así que espero que no piense que seré indulgente con usted —dijo Costas muy cerca de mí.

Fin del Flashback

Los meses pasaron y por dos míseros puntos de la nota anual el profesor Costas me mandó a convocatoria de su materia y luego de muchos tutores y horas de estudio, me quedé en ambos exámenes. Así que, aquí estaba yo, repitiendo mi penúltimo año de colegio, lejos de mi mundo, mis amigas y mi rutina. Luego de que todos mis profesores del Asunción intentaron que yo pasara el año con el resto de mi grupo, el profesor Costas simplemente pudo conmigo.

Llegué al final del pasillo y entré en un aula algo pequeña, de piso de madera. Solo había un puñado de personas, entre esas una chica que me observó con cautela. Yo sabía cómo tratar con mujeres, venía de un colegio de solo chicas, había aprendido a no dejarme intimidar por otras chicas y a intimidar a los chicos cuando era necesario, pero era cierto que 2 años en un colegio de solo chicas podía hacer que una chica, ya delicada, se viera como carne de cañón para otras chicas que estaban acostumbradas a ser el centro de atención entre los chicos.

—Bueno, ¿qué esperan?, pasen adelante —dijo un hombre bajito que pasó a nuestro lado con prisa.

La clase fue un éxito, salí de ella con la cara iluminada como árbol de navidad. No podía creer lo fácil que era toda la materia que había aprendido durante las 2 lecciones anteriores. La hora del recreo comenzó y baje las escaleras hacía la soda del colegio para comprar algo para desayunar cuando mi celular sonó. Saqué el aparato de mis jeans y vi en la pantalla "Danny". Toqué el botón de rechazar tan rápido que me sorprendí, pero luego comenzó a sonar de nuevo, ya iba por el botón de rechazar de nuevo sin mirar, cuando puse atención al sonido, era el tono de mi mejor amiga.

—Angie, ¿qué pasa de nuevo por el paraíso de las niñas bien? —dije con una sonrisa instantánea.

—Te odio —su voz sonaba entrecortada, algo no iba bien.

— ¿Qué pasa? Dime la verdad Angela, o que Dios me ayude, iré allá a poner gente en su sitio como una posesa.

—No puedo creer... que me hayas... dejado sola... con estas arpías —ahora su voz era claramente la de una persona que lloraba. Sonaba estrangulada y con pena.

—Lo siento Angie, las monjas no me dejaron otra opción. No me permitieron repetir el año en el colegio. Sabes que jamás te habría dejado sola ahí por elección.

En un colegio de solo chicas podías encontrarte diferentes tipos de chicas: las buenas que no hacen nada malo, las que son un disparate de locas; pero buenas personas, las serias, las nerdas, las bobas que mueren por tener novio, las que son lesbianas pero respetuosas de que no todas lo seamos, las que no les importaba nada y las chicas que se dedicaban a hacerle la vida imposible a las demás.

Mis excompañeras era, la mayoría, buenas personas, pero había un grupo de ellas que se creían el sol, entonces se dedicaban a hacer menos al resto y Angie, no solo era una persona buena... demasiado buena, sino que era indefensa, prefería dejar que se metieran con ella, que ponerlas en su lugar. Tanto así que era el blanco constante de las arpías que teníamos como compañeras de clase, y yo era la que la defendía a diario. Angie siempre me decía que "odiaba el conflicto", por eso yo era su defensora.

—Lo sé —su suspiró de resignación fue todo lo que necesité para que mi corazón se rompiera en mil —¿Cómo es el cole nuevo, ya encontraste a tu nueva víctima?

—Angie, no seas así. Acabo de terminar con Danny, incluso me sigue llamando. Fue mi novio por 2 años, no es sencillo desenamorarse de alguien.

Angela no soportaba a mi ex novio Danny, era su enemiga número uno, desde el primer día, pero estaba claro que él se lo había buscado. Más que una relación linda y llena de amor, lo de nosotros era tóxico a más no poder. A parte de la diferencia de siete años entre nosotros, Danny se había comportado bien al principio, pero pronto se convirtió en una pesadilla de la que fui dependiente por más tiempo del que quiero admitir.

Era difícil explicar el porqué de mi dependencia hacia un hombre que me controlaba, me hacía daño y luego me pedía, en realidad me suplicaba, perdón. No había lógica en lo que había sucedido, pero en su momento creí que Danny era el único hombre que me miraría a mí y no a mi dinero..., que estúpida fui.

—Danny era un lastre, nunca te mereció. Eres demasiado para él, y siempre lo serás.

—Lo sé, pero es un proceso. No creo que sea el momento para buscar una "víctima" como tú lo llamas.

"Víctima", así llamaba Angie a cualquier hombre que se atrevía a acercarse a mí. Todos ellos sufrían del acoso que Danny ejercía sobre mí. Los encuentros "casuales", las escenas de "celos", las llamadas a cualquier hora del día, las "visitas" inesperadas.

Danny se había convertido casi en mi sombra y por más que lo ignorara o lo evadiera, él no se daba por vencido, había llegado al punto en que era ridículo. Todo ese circo que hacía, solo lo hacía parecer patético y desesperado por volver a una situación que él mismo había arruinado. Claro, está no era la primera vez que terminábamos, pero sí sería la definitiva.

—Mira, no te preocupes por mí, voy a estar bien, pero por favor ven a visitarme pronto. Sabes que este infierno será mejor si te veo de vez en cuando —Angie sonaba algo más repuesta.

—Claro, iré lo más pronto que pueda. No te olvides de mí y no te dejes intimidar de esas arpías. Si ven que te duele que no esté, te darán por ahí.

—Lo intentaré, pero sabes que no es lo mismo sin ti —su voz se entrecortaba de nuevo. Era doloroso hasta la espina dorsal, pero no me había quedado otra opción.

Cuando me mentalicé a que había perdido el año y que tendría que ver a mis compañeras en su último año colegial, mientras yo tenía que repetir el año, las hermanas del colegio le dijeron a mi madre que no podría repetir el año ahí. Tuve que buscar un colegio y hacerme a la idea de que no volvería a lo que fue mi segundo hogar y mi sanación por dos años.

—Solo cuídate y no permitas que nadie te haga sentir menos. Cualquier cosa que pase, me llamas de inmediato. No me importa si estoy en clases.

Colgué el teléfono y me quedé sentada esperando a que terminara el recreo. Mi apetito había desaparecido por completo y la nostalgia de lo que pudo ser me invadía sin piedad. Luchaba contra las lágrimas que sentía formándose en mis ojos. No quería llorar y menos en un lugar que no conocía, con personas que, seguramente, me juzgaría por ello.

Los minutos pasaron lento, pero en mi mente eran eternos. Al final cogí mi bolso y me fijé en el dichoso horario a ver que clase tendría luego; español. Bueno ni tan mal, era una materia en la que me iba siempre bien. Me gustaba leer y escribir historias, esperaba que todo fuera igual de fácil que en matemáticas.

La profesora de español fue la mejor del mundo, era divertida y amaba lo que enseñaba, así que, fue muy fácil entenderle todo. Ya había logrado establecer una conversación con mis compañeros de clase, casi todos ellos eran hombres, pero eran buenas personas, distintos y muy variados; definitivamente no me aburriría pronto, creo que eso es exactamente lo que me ayudaría a no caer en la depresión que mi antigua vida quería imponerme.

La clase de biología era la siguiente, en esa definitivamente no tendría problemas. El profesor Henry, mi antiguo profesor, me llamaba geniecillo, se me daba muy bien la biología, no tenía miedo, pero esperaba que el profesor fuera como los demás en ese colegio. Iba caminando hacia el salón con los demás alumnos, quienes iban peleándose a ver quién entraba primero al salón, entre risas entramos y de pronto sentí una electricidad pasar por toda mi espina dorsal. El profesor de biología estaba de espaldas a nosotros, pero apenas lo vi sentí un pinchazo en el estómago.

—Chicos, dejen el escándalo y siéntense —su voz era grave pero agradable y después de un empujón de Jimena, terminé de entrar en el salón.

Cómo en todas las demás clases, me hicieron presentarme. Ya para estas alturas mis compañeros hasta me hacían bromas, pero mis profesores no me conocían y obviamente estaban interesados en saber cómo de mal me iba el año anterior para quedarme.

—Entonces Méndez, ¿cómo le iba en biología? —el profesor Ian me miraba con curiosidad, sus ojos color verde agua me atraían como un imán y no podía apartar la mirada. Algo en sus ojos me parecía peculiar, cómo si los conociera de antes.

Se aclaró la voz..., me había quedado muda. Sentí el leve calor extenderse por mi cara, la vergüenza me consumió y traté de recordar lo que me había dicho antes. Algo sobre la biología, no recordaba exactamente...

—Pues seguro muy mal, hasta se puso roja —dijo William, mi compañero y ahora, mi salvavidas.

—Ni tan mal, la verdad. Física mate era la más difícil de las ciencias para mí —dije intentando no mirarlo a la cara. Sentía que sus ojos podían ver a través de mí, hasta mi alma y no ayudaba que el profesor fuera tan guapo, sentía que me pondría en evidencia en cualquier momento, así que me senté en el escritorio al lado de Jimena y saqué mi portafolio. El profesor Ian sonrió por un instante, tan imperceptible que casi pensé que lo había imaginado. Sonreí para mis adentros, el colegio acababa de volverse más interesante.

Unas semanas después de iniciadas las lecciones, mi vida había logrado retomar cierta normalidad, todos los días hablaba con Angie durante los recreos, en clases intentaba prestar toda la atención posible para aprender y sacar buenas notas, después de clase me iba a casa con los diferentes choferes que mi madre enviaba a recogerme. Había intentado que me dejara coger el autobús cómo el resto de mis compañeros, pero no había caso. Ni ella ni mi abuela estaba de acuerdo en que tomara el transporte público.

Los días pasaban y cada vez que tenía biología sentía un nudo en el estómago. Era anhelo y ansiedad por entrar a las lecciones del profesor Ian, quien cada vez que me veía, sonreía por un breve momento; casi imperceptible para el resto. No sabía si era mi imaginación, engañándome con algo que sentía que quería o si era real.

—Te estas obsesionando —Angie sonaba apagada por el teléfono, sus últimas semanas habían sido difíciles, y eso era lo único que no me permitía retomar mi normalidad completa, sentía que le había fallado.

— ¿Cómo no hacerlo? —suspiré acostada en mi cama —Te juro que es el hombre más sexy que haya visto hasta ahora. Esto, deja a Danny en la miseria.

Su risa inundó la línea. Por fin, una risa. El mundo era un mejor lugar cuando Angie reía. Las arpías de Asunción le habían tratado de quitar su felicidad, y sus días en el colegio no eran agradables, para nada, pero al final del día, podía hacerla reír con mis ocurrencias. Yo era una loca, y mi vida parecía una telenovela, y mi amiga me escuchaba y me comprendía, aunque ella fuese todo lo opuesto a mí. Creo que le divertía ver todas esas locuras que ella no se atrevería a hacer jamás.

Angie venía de un hogar complicado, una familia rota. Su madre la amaba sobre todas las cosas, pero era estricta. Su padre..., bueno ese no era digno de mencionar. Angie no tenía hermanos, entonces si no estaba conmigo, estaba casi siempre con su abuelita; la mujer más dulce que conocía.

—Tienes que llevarlo con calma, es tu profesor. No va a hacer un movimiento contigo, aún eres menor de edad.

—Tienes razón, pero soñar es gratis. Yo puedo fantasear a mi antojo, aunque sé que sería casi imposible que suceda algo entre nosotros.

Claro que lo sabía, no era una ingenua. Él era muchos años mayor que yo, era mi profesor y seguro cómo el infierno que no me registraba más que como su alumna, pero, yo quería soñar otra cosa, era algo que me llenaba vacíos que no querían terminar de llenarse y mientras pudiera, seguiría fantaseando.

Angie terminó la llamada, tenía mucha tarea y yo no quería que se retrasara por mi culpa. Yo también tenía que estudiar para unas pruebas cortas de mate, así que saqué el portafolio del bolso y me senté en mi escritorio a practicar.

Para finales de marzo, mi vida había alcanzado toda la normalidad posible. Angie se oía algo mejor y ya no escuchaba en su voz ese apagado tono de "lloré todo el camino a casa", pero sabía por otros que había perdido la capacidad de sonreír en el colegio. Por otro lado, mi cabeza estaba ocupada en los estudios y en el vacile con mis compañeros. Mis clases eran más amenas y sentía que, por fin, había encontrado mi lugar dentro del grupo de mis compañeros. Jimena se volvió mi compinche, ella esta, si se puede, más loca que yo, lo cual ayudaba a tranquilizarme en ciertas ocasiones. Mis clases de ciencias seguían siendo mis favoritas, la biología era fascinante y más con el profesor Ian delante de la pizarra, explicando cosas con aquella voz grave y atrayente.

Pronto me gané el favor de casi todos mis profesores, algunos eran relajados en sus lecciones, otros eran más estrictos, pero todos eran personas buenas, que se dedicaban a que todos entendiéramos lo que trataban de enseñarnos.

—Méndez, ¿Puede quedarse un momento, por favor? —la voz del profesor Ian me sobresaltó por un instante.

—Claro —dije volviéndome para entrar de nuevo en la clase.

El profesor Ian se veía algo inquieto. Se frotaba las manos en el pantalón de vestir negro y sus pupilas estaban dilatadas, caminó hasta sentarse en su escritorio y me dijo que me sentara en el escritorio más cercano. Se aclaró la garganta:

—Ya sabe que para cuando volvamos a clases hay una gira programada...

—Sí, al jardín botánico. Estoy realmente entusiasmada por esa gira —dije con mi mejor sonrisa.

—Me alegra saberlo —su voz sonaba más relajada —quería pedirle que fuera mi asistente del grupo de penúltimo año.

Sentí que mi sonrisa se agrandaba. No quería parecer desesperada u obvia, pero fue como si me pidiese que fuera su novia. La ansiedad me revolvió el estómago. Obviamente le diría que sí, pero tenía miedo de hacerlo mal.

—Para mí sería un gusto, usted sólo dígame lo que tengo que hacer —dije tratando de tomarlo con seriedad.

—El día de la gira le explicaré mejor, pero usted es mi mejor alumna de este curso, necesitaba que usted pudiese ayudarme a mantener a sus compañeros a raya y que todos entiendan todo en la gira.

—Claro, estaré pendiente de que todos se comporten — dije mirándolo a la cara. Entonces vi algo en su mirada, algo que no supe explicar y volví a sentirme como el primer día; como si un imán me atrajera a él.

Por un momento pude percibir que no era la única que se sentía así, pude ver duda en sus ojos. El profesor Ian se aclaró la garganta y se puso de pie. Me despidió y salí del aula confundida. Sentía que había experimentado algo que no sabía explicar, algo trascendental, pero no me dio tiempo de darle mucha importancia, Jimena estaba fuera del aula, hablando por teléfono, pero claramente esperándome. Colgó y me agarró del brazo para empezar a caminar.

— ¿Qué te dijo? —su curiosidad la metería en problemas un día..., a ella o a mí.

— Solo quería comentarme algo sobre la gira.

Jimena no le tomó importancia o decidió callar. Seguimos caminando a la cafetería en silencio. Al final del día me despedí de todos y me subí en el BMW que me esperaba. Hoy iría a visitar a Angie a su casa.

La primera semana de abril, tuvimos vacaciones, entonces aproveché mi tiempo libre para pasar más tiempo con Angie y prepararme mentalmente para la gira de ciencias naturales que tendríamos al volver.

— ¡Estás loca, todo el mundo estará allí! —la charla de sosiego había durado 10 minutos corridos. Creo que no debía decirle lo que pensaba hacer.

—No le diré nada obvio frente a todo el grupo —me levanté de la cama y caminé hasta el espejo —a lo mejor y no le diré nada en absoluto. No es fácil lo que siento, por algún motivo pienso que puede ser mutuo, pero, es mi profesor y no quiero arruinar mi año escolar, ni su carrera.

— ¿Por qué, en la Tierra, creerías que es mutuo? —Angie me miró con desconfianza.

—Porque hay algo en su mirada, en su manera de hablarme..., no lo sé, simplemente lo siento.

—Sé que casi nunca te equivocas cuando "sientes" algo en alguien, pero creo que esta vez tu mente te la está jugando.

—Puede ser, por eso no creo que me atreva a decirle nada. Estaría fuera de mi zona de confort decir algo inapropiado, por más loca que me creas.

—Pues sería la primera vez que te comportas así con alguien que te gusta —dijo encogiéndose de hombros.

—Nunca me había gustado un profesor de colegio, no puedo comportarme como lo hacía con Danny o con los otros —dije desechando la idea de pensar en mi historia con Danny.

Danny fue mi peor error. No creo que en la vida me arrepienta de algo cómo me arrepentía de Danny. Desde el momento en que mis ojos se cruzaron con los suyos, nuestra historia estuvo condenada a ser una de sufrimiento y desamor.

Danny era nuestro vecino, amigo de mis medios hermanos mayores y mi obsesión de adolescencia. Alto, bronceado por jugar al baloncesto siempre sin camisa, con músculos considerables, pero no muchos, delgado y castaño. Estaba fuera de mi liga y mis hermanos me lo advirtieron cuando, a la edad de 14, se me ocurrió comenzar a coquetear con él.

Durante meses estuvimos coqueteando de manera inocente; una indirecta por aquí, una insinuación por allá..., a la vista de los demás nada más pasaba, pero apenas mis hermanos se despistaban, el coqueteo era más descarado por parte de él. Mi yo adolescente creyó que todo era correcto, lo conocía de toda la vida y me estaba prestando atención a mí, cosa que creí imposible.

Pero, una vez que la etapa "rosa" acabó y comenzamos a salir, en secreto de todo el mundo, todo se derrumbó. Los celos que no le podía explicar a nadie, las noches llorando en silencio, el mal humor cada vez que iba a casa de mis hermanos y ellos estaban de fiesta..., todo esto me consumía y no podía decirle nada a nadie, porque todo era un secreto.

La manera en que me envolvió para que sintiera que, si le contaba a alguien, todo terminaría porque mis hermanos no lo permitirían, fue su excusa para hacer su vida normal y dejarme de lado siempre que podía. A los ojos de mis hermanos él estaba soltero y los coqueteos conmigo solo habían sido eso, una manera de no romperle el corazón a la hermanita pequeña de sus amigos. Cuando mis hermanos se mudaron de la casa de al lado a la hacienda de mi padre, todo fue a peor. Ahora él tenía la excusa perfecta para fingir que no "podía visitarme tanto", ya que mis hermanos no estaban cerca y él no tenía una excusa válida para ir a mi casa.

Fui tan estúpida. Eso me enseñó a ser más maldita de lo que creía capaz. Yo nunca lo engañé, pero cuando logré abrir los ojos lo mandé al diablo en cuestión de segundos. Incluso cuando todos sabían lo que había pasado y vivieron todo el drama, cuando nuestra relación se hizo pública, ninguno de mis hermanos se metió en ese lío y los entendí. No querían tener que escoger entre su mejor amigo y su hermana. Aunque sí hubo cierto distanciamiento al inicio, cuando vieron que yo no le daba importancia al asunto de nuestra ruptura, ellos reanudaron su amistad con él.

Ahora, el problema era que él actuaba como lavíctima, me hizo quedar como la perra que le rompió su corazón. Nada más lejosde la realidad. No podía permitirme volver a involucrarme con alguien mayor queyo, aunque no todos los hombres eran iguales, no era un riesgo que yo estuvieradispuesta a tomar, por más atracción que sintiera.



Quiero empezar dándoles las gracias por leer esta historia. Gracias♥

Esta historia la comencé a escribir hace poco a raíz de unos sueños que tuve, cómo casi todas mis historias. Espero que sea del agrado de todos y que se enamoren, llores, rían y enojen con los personajes y conmigo, durante este escrito.

Cualquier comentario o duda, pueden dejarlo en comentarios, pero les pido respeto hacia mí y hacia los demás usuarios de la plataforma.

Los quiero, cuídense.

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