6. ODISEA
Raizel
Raizel se marchó con los ánimos convalecientes al pensar que lograría acabar con el miedo de su hermana. Mientras ella caminaba por las grandes vías adoquinadas de piedras coloniales, observó a varios niños corretear entre las calles, se sintió ofendida porque hasta los niños podían ya utilizar algunos dones y ella seguía sin despertar el suyo, la hizo sentirse impaciente.
Posó la vista en la tienda de señor Tadeus, los ojos se le alumbraron al ver que estaba llegando con el carruaje tirado por unas siluetas de aves llameantes de color azul, dedujo de inmediato que él venía de las ciudades de los mortales. Estaba tentada en ir a ver los artículos nuevos que serían devorados por los fanáticos coleccionistas. Al tocar su bolsillo musitó una pequeña maldición, no tenía más de cinco monedas de Chrystal. Para su mala suerte no tendría trabajo estos días en la tienda de medicina de la señora Linn por los preparativos de la reunión de los cinco reinos.
Al llegar a una esquina de la calle, dobló a la izquierda, Raizel no pudo contener la risa, uno de los niños que se encontraba jugando sus amigos liberaba de una cajita de burbujas cientos de ellas, estas tomaban formas idénticas a ellos, e inclusive a algunos animales, una de ellas se acercó flotando en dirección a ella, se vio a sí misma, al acercarse a su clon levantó el dedo índice para tocarlo, el simple contacto hizo que se elevará, instantes después se rompió. El llanto de un niño la devolvió a prestar atención a su entorno, comprendió que el menor estaba rodeado por varios de sus reflejos, una niña se acercó a él para luego tomarlo de la mano y decirle que todo está bien y era cierto el simple tacto podría calmar la ansiedad de una persona, finalmente Raizel se marchó.
Posterior a ello, continuó su trayecto doblando nuevamente a la izquierda, finalmente halló una puerta antigua en un callejón, se acercó a la puerta abriéndola despacio mientras visualizaba en su mente estar a las afueras de Chrystal, atravesó la puerta como un espejo. Instantes después se encontraba fuera del Reino para dirigirse hacia la academia de Witchlight que superaba cualquier otra estructura que se alzaba en lo alto, quedaba en dirección al este, mientras que el Castillo se situaba en el oeste.
El viento fue el primero en darle la bienvenida cuando adaptó sus ojos hacia el panorama verde que se asentaba frente a ella, todo el suelo raso estaba cubierto por flores silvestres y arboles jóvenes. Agradecida por vislumbrar otro día decidió seguir su camino, algunos de los estudiantes salían de diferentes direcciones a través de las puertas dimensionales, apareciendo en la llanura, otros salían en el mismo callejón donde había salido Raizel. La pequeña colina estaba abarrotada de estudiantes, tras caminar por varios minutos, llegó al fin a la academia.
La entrada estaba acicalada por un muro enorme cubierto de plantas que cubrían gran parte de su entorno, varios árboles estaban perfectamente alineados como si diesen una reverencia al entrar. Raizel comenzó a caminar por el túnel de jacarandas cuando el viento sopló, las flores cayeron entonándose entre los susurros del viento bullicioso y lleno de vida que demostraba como las acariciaba al dejarse sentir entre la vida misma que otorgaba pues nadie podía igualar los instantes que creaba al surcar el cielo o el mar.
Aquellas flores purpúreas relucían preciosas al dejarse caer como plumas hacía el suelo, el sol atravesó las ramas de las jacarandas con pequeños destellos de luz reflejados en la tierra, un roce la despertó de su distracción, delante de ella iban caminando un grupo de estudiantes de primer ingreso. Parecían asombrados. Aun no portaban el uniforme, aunque las asignaturas comenzarían pronto. Witchlight aceptaba a pocos candidatos, solo los que verdaderamente tenían dones especiales. Su hermana desde el principio había sido una de las seleccionadas, inclusive la directora Naroa le había enviado una invitación para unirse a la academia, a Raizel le costó, su trabajo arduo finalmente otorgaría esa oportunidad para ser admitida y seguir por fin los pasos de su padre.
No tenía aun su propio poder, lo único que poseía era el talento de aprender muy rápido, aunque esperaba despertar un don similar al de su hermana, un sueño ambicioso y vagamente realista por la gran brecha que las separaba. El subdirector Kylian le aseguraba que su poder despertaría pronto, ella era también una descendiente del Clan, podría poco a poco descubrir de lo que estaba hecha.
Al fijar la mirada al lado izquierdo mientras caminaba se encontró con la sorpresa de ver agrupados a muchos estudiantes, cuando levantó la vista en lo alto reconoció las cinco banderas de los Reinos. Emocionada por presenciar el combate libre se unió a los espectadores. Aquellos que participaban tenían la opción de elegir a su oponente. Podían luchar con todo lo que deseaban, herirse gravemente sin preocupación ya que ellos contaban con la presencia de los galenos para sanar sus heridas, la única regla era no matar al contrincante.
Los estudiantes estaban rodeando la zona de combate, al acercarse, Raizel observó a los dos muchachos. Era un combate con espadas. Uno de ellos era delgado, de cabello oscuro y piel pálida, de ojos tan negros que le parecieron irreales. ella sintió pena al verlo; parecía muy débil. Mientras que el otro contrincante se mostraba robusto, más alto y de piel morena, atractivo, tenía unos ojos claros profundos que se destacan aún más cuando sonreía. Ambos vestían sin armadura. Polos opuestos. Hasta que la voz de uno de los espectadores que se encontraba al lado de ella le hizo estudiarlos mejor.
—¡Es el mejor combate que podríamos presenciar! Los dos mejores luchadores. He estado esperando esto. —Dijo él muchacho animado— sin duda, Darrell ganará.
—Estas alucinando. ¡Kolman es el mejor! Nadie lo supera. —respondió otro muchacho que se adaptaba a ver el combate.
Raizel se concentró en el enfrentamiento. Fijó su vista en los brazos de ambos oponentes en aquel momento lo comprendió. El chico delgado era Darrell destacaba por su rapidez y su destreza mortal de defensa. Y el otro hombre corpulento era Kolman fuerte e imparable con sus golpes. Ambos eran letales. Eileen entendería su demora. En aquella justa se determinaría el campeón de combate libre. El único que podría tener la oportunidad de integrar la Milicia Suprema de los Reinos lo que era considerado un privilegio.
Kolman abalanzó la espada contra Darrell, el choque de las hojas de sus armas fue la primera apertura a un enfrentamiento magistral. Raizel pensó que Kolman le había perforado el cuerpo por la rapidez de sus movimientos, pero él muchacho se inclinó hacia atrás; giró a la derecha para empuñar la espada hacia Kolman. Cuando chocaron una y otra vez generaron una adrenalina entre los espectadores por la brusquedad y fuerza que despedían al momento de chocar. Uno esquivaba al otro con mucha precisión, el chico robusto alzó la espada con mucha rapidez, con su increíble fuerza derribó a Darrell, el impacto del su cuerpo hizo que el polvo se hiciese visible. Kolman iba muy en serio, su vista centrada en Darrell como un depredador a su presa destellaba hambriento e incontenible, sin fluctuar, nuevamente lo derribó, esta vez hacía el pequeño muro de ladrillos que rodeaba el escenario de batalla.
Darrell se desplazó muy rápido pudiendo evitar otro golpe. Antes de que pudiese contraatacar Kolman apuntó la espada hacia él, pero el cuerpo delgado del chico le permitió hacer un giró para luego responder al ataque, fue tan rápido que, al instante, los choques de ambas espadas las hicieron caer. Por varios segundos la respiración se contuvo en una afonía que dejaba apreciar a flor de piel el éxtasis de aquella justa.
—Terminó. —Suspiró Raizel.
—Claro que no, —respondió una chica de cabello largo, bastante llamativa—. Ahora será un combate cuerpo a cuerpo.
Ella no respondió, asumió que el combate se prologaría hasta desangrar a alguno, estaba a punto de marcharse cuando escuchó una voz.
—¿Viniste a ver la justa?
—No, pero tenía curiosidad por verla. —refirió Raizel mirando a Lain solo un instante antes de apartar la vista al combate nuevamente.
—Este enfrentamiento es formativo para los novatos. ¡Raizel! Creo que tú podrías aprender muy rápido. ¿Quieres que te enseñe? Pensaba sugerirle al decano de la facultad para que solicitara un nuevo curso para nosotros, las otras especialidades nos subestiman al pretender que solo nos quedemos elaborando antídotos.
—¿Qué? —Ella lo miró fijamente—, no es que lo dude, pero ¿puedes pelear? Lo digo porque siempre te he visto con libros en las manos, jamás con una espada, tu idea es excelente me gustaría saber si al final del día aprobaran tu solicitud, por lo regular nos excluyen.
—¿Lo dudas? Me siento ofendido que dudes así de mí. Confía completamente en mis palabras.
Sus miradas se cruzaron, de pronto Raizel sintió que el corazón se le salía del pecho, se perdió en la hermosa sonrisa de Lain.
—Veremos si eres tan bueno. —aludió cruzando los brazos.
—¿Me estas retando? —Su sonrisa se amplió—. Haré que reconozcas mis méritos, me subestimas demasiado querida estudiante novata, soy de las grandes ligas. Que tengas un buen día. —Expresó marchándose.
Ella no puedo evitar voltear y guardar en su memoria ese día como tantos de ellos. Lain siempre vestía formal, ese día no era la excepción. Su jersey negro y camisa azul estaban impecables al igual que su chaleco gris con el logo de la facción de herbología. Su característica cinta con la que amarraba su cabello rubio y largo los reconocía con facilidad.
Estaba tan sumida en sus fantasías con Lain que no contempló los detalles de aquel enfrentamiento. Al volver la vista a los muchachos no supo que pensar. Estaban sangrando, ambos se veían exhaustos. El golpe de gracia lo efectuó Darrell, cuando Kolman se desplomó él proclamó su victoria. Los espectadores acudieron a su encuentro mientras lo elevaban con gritos de euforia otros bufaron por la derrota de Kolman.
Raizel se marchó complacida con el resultado. Era de reconocerse que la astucia era mejor que la fuerza física. Al estar a las afueras de la academia, recordó los libros y balbuceó una pequeña maldición. Quedándose inmóvil, estaba entre regresar a dejar los libros o marcharse a casa.
—¿Otra vez parada aquí? No sé qué tanto meditas. ¡Oh! Espera, creo que lo sé. ¿Vas o no vas a ir?
—Oye Karl, podrías compadecerte de mí, eres el estudiante más noble y ejemplar que hubiera conocido nunca, deberías mostrar esa amabilidad tuya a tus compañeros en momentos cruciales... Como este...
—¿Ahora qué quieres Raizel? Dices eso, solo cuando necesitas algo. No sueles reconocer méritos ajenos. Lo normal de ti es dejar salir repertorios de frustración y queja...
—¡Karl! Es el cumpleaños de mi hermana, tengo algo que hacer, además estoy atrasada con los preparativos para el festival. Necesitaba ir a dejar unos libros a Lain. ¿Podrías entregárselos? ¡Por favor!
—Estaba a punto de marcharme, pero si es por tu hermana, ¡lo hare! Solo háblale bien de mí.
—¡Lo haré! —respondió ella guiñándole el ojo. Le entregó los libros con rapidez y nuevamente agradecerle.
El día parecía estar a su favor, volvería rápido con su hermana, pronto estarían explorando los bosques interminables del reino. Regresó tan rápido como sus piernas le permitieron. Cruzó varias de las ramblas antes de atravesar una puerta de madera vieja que la conduciría a las afueras del reino.
Al traspasar la puerta sus ojos se hallaron con la quinta sección, maldijo en sus adentros por haber tomado la puerta equivocada. Le enfurecía no aprender que cada mes solar cambiaban los sitios de las puertas, aunque el ciclo lunar era más calmado y con dos cambios nada más. Su madre llevaba años repitiéndole lo mismo, siendo joven le costaba saber con seguridad que puerta tomar. A eso se debía su retraso en las clases de botánica. Algunos articulaban burlas por oírla justificar su demora que lejos de ser un invento les parecía absurdo.
Al caminar entre tantos fuereños, se distrajo con varias demostraciones de algunos Clarianos que hacían alarde de sus fuerzas y dones. Raizel pensó que debía de avisarle a su hermana, ella estaría fascinada en ver lo que hacían. Sacó de su bolsillo una brújula dorada, existían en su entorno cinco números romanos, giró una pequeña manecilla cinco veces, el agua contenida en su interior se tiñó de rojo. Eso le avisaría a su hermana donde se encontraba. Los minutos transcurrirían sin no los aprovechaba en ese momento. Vio a un joven alto y gordo vendiendo artículos nuevos de otros reinos. Se encaminó a su dirección en busca de un regalo para su hermana, de pronto muchas jóvenes se aglomeraron tomando los brazaletes, anillos y joyas que relucieran en su ya llamativa ropa y accesorios. Raizel agradeció encontrar una cadena larga de color dorado, sin pensárselo dos veces lo compró adhiriendo un pequeño dije que Tadeus había traído semanas atrás.
Regresó corriendo cerca de una pequeña fuente donde sabía que Eileen la encontraría, se apresuró a meterlo dentro de una bolsita negra tejida a mano.
—¿Dónde se supone que debíamos ir? —la voz de Eileen canturreaba alegremente mientras se acercaba a su hermana al tiempo que colocaba en su espalda su mochila pequeña de color marrón.
—Al parecer nos quedaremos aquí observando algunas de las locuras de los magos de la noche, o como sea que se hagan llamar.
—Excelente elección, además dicen que muchos de los otros reinos vendrán hoy, la fiesta anual será diferente. Chicos guapos y corpulentos se quedarán aquí.
—Por fin la grandiosa Eileen saldrá de caza.
—Mis gustos son diferentes Rize. Tengo un perfil para el chico ideal. Quedarnos a discutir aquí nos limitara a degustar de la belleza de los hombres.
—Me pones la piel de gallina al hablar tan ligeramente del sexo opuesto, a veces te desconozco.
Ambas rieron. Enseguida fueron adentrándose a las carpas puestas por algunos gitanos que presumían de nuevos artefactos con los que prometían una nueva invención y entretenimiento para los que disfrutaran de noches alegres entre la multitud.
—¡Acérquense, acérquense! Ante ustedes la nueva creación traída desde las tierras pasmosas de Eternia. ¿Algún valiente por aquí que se atreva a probar este nuevo invento?
—¡Yo, yo quiero intentarlo!
—Tenemos una intrépida damisela por aquí —el hombre de cuerpo delgado y piel bronceada se acercó a la voz que se había atrevido a decir; yo—. ¿Cuál es tu nombre mi lady?
—Eileen. —dijo ella sonriente.
—Un hermoso nombre para una hermosa doncella. —contestó el gitano mientras le extendía la mano.
—¿Estás loca Eileen? —Raizel sonaba incomoda—, deja de actuar sin pensarlo, nos puedes meter en problemas.
Eileen ignoró las palabras de su hermana, luego volteó a verla.
—Ella también se ofrece como voluntaria, es algo tímida.
—¿Que has dicho? ¡Oh no, no señor! Estoy muy bien como espectadora.
—Mi lady ¡inténtelo! —El gitano se acercó a ella mirándola fijamente.
El silencio reinó en ese momento. La gente aglomerada se había quedado muda. Raizel no pudo evitar sentirse observada por todos ellos, en un impulso por no parecer la aburrida de la fiesta, asintió con la cabeza. Aunque deseó desaparecer de ahí.
—Aplausos para nuestras valientes damiselas. ¿Quién quiere saber cuál es la nueva invención? —El gitano sonaba tan atrayente con su voz, que muchos se fueron acercando más y más—. ¡Tráiganlo! —ordenó animado.
Cuatro hombres llegaron sosteniendo varios espejos con forma de rombos decorados con espirales negros y cristales albos. Estos fueron colocados una frente a la otra formando un círculo, el gitano guío a Eileen para que ingresara en el centro de aquellos espejos.
—Señores. Este nuevo artefacto revela nuestra verdadera forma. Algunos podrán apreciar su transformación o ver el despertar de su propio poder.
Los espejos fueron entrelazados por unos broches largos y semi transparentes, al cerrarse, un zumbido entrecortado dominó el lugar. Los espejos emitieron una luz que cegó a todos los espectadores, Eileen se elevó un instante liberando de su cuerpo enormes espinas como látigos vivientes de color verdoso, al hacer contacto con una niña que se encontraba con su madre las espinas se transformaron en flores, mientras que del otro lado se había tornado de un color rojizo. El temor invadía el rostro de la multitud. Segundos después los espejos se hicieron añicos.
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