31. AUSPICIO
Eileen
—¿Recuerdas la noche del solsticio boreal de las dos lunas?
—Jamás lo olvidaría. —Respondió Eileen sosteniendo las manos de Caleb.
—Ese día decidí por fin expresarte mis sentimientos. —La vio fijamente—, y esta noche reitero mi amor profundamente por ti. —Caleb se acercó y comenzó a bailar suavemente con ella y le susurró—: Eileen ¡por favor! Huye conmigo. —le imploró con una voz suplicante.
La noche estaba iluminada por la luna y las estrellas sin un ápice de nubes que predijeran el desastre que pronto cambiaría radicalmente su vida. Eileen sería proclamada como la sucesora de Siel. Tenía miedo, pero no podía irse. Caleb le había ofrecido el exilio como salida y escapar de su destino. Una llave a la libertad. Los ojos de los miembros principales Clanes se situaban sobre ella en aquel festival...
Vio a su hermana del otro lado junto a su madre sentándose en una mesa. La piel se le crispó. Eileen ya lo sabía; La maldición del vínculo sería su prisión de por vida. Su hermana no podía tener la menor idea, aunque si lo supiera la llevaría lejos, o provocaría una rebelión contra el Concejo de Clanes. Había ocultado su frustración y tristeza para que Raizel no lo notará. En ocasiones quiso llorar en los brazos de su hermana y decirle la verdad; que ellas no estarían juntas nunca más... Sus justificaciones no cambiarían nada, la verdad que trató de eludir se alojó ante ella sin posibilidad de retractarse o implorar por una solución, cuanto, contempló por última vez los ojos de Caleb llenos de amor y entrega a ella, cuan bendecida había sido el haber probado el sabor del amor a través de él.
—¡No puedo! —Ella se detuvo—, Clarus depende de mí. Si escapo, Izan matará a Raizel. Sé que no podré, pero al menos estará a salvo.
—No es justo... para ti, no lo es. —Caleb besó suavemente su mejilla—. ¡Jamás te lo quites!
Un anillo plateado posaba en la palma de Caleb, contenía un diamante circular negro sostenido por unas ramas onduladas apenas notorias y en sus lados líneas finas y delgadas entrecruzadas con varios diamantes negros. Al colocarlo en el dedo anular de Eileen se tornó de un color morado intenso.
—Es un anillo de unión Eileen. ¿Sabes lo que significa?
—Pertenecernos el uno con el otro, forjando un encantamiento de amor perpetuo. —Contestó Eileen observando el anillo.
—Si. Si algo llegara a pasarte a ti o a mí el anillo desaparecerá dejando una marca rojiza. Si eso pasa...
—No lo digas ni en broma Cal. No quiero pensar en eso, no podría vivir sin ti...
—Si yo no fuera suficientemente fuerte para protegerte, con gusto ofreceré mi vida a cambio de la tuya.
Eileen estaba dispuesta a decirle que jamás quería pensar en algo como eso... Entonces Caleb le implantó un beso suave y dulce como el aroma de las flores en primavera, Eileen deseó detener el tiempo y jurarle amor eterno mientras tuviera aliento. Pero ahora no habría modo de escapar de su destino, un destino clavado al sufrimiento y soledad...
—Te amo... —le susurró Caleb por última vez con una sonrisa impresionable y cedida totalmente a ella.
Eileen despertó sobresaltada de aquel sueño, la extrañeza de recordar un momento atesorado por su alma le causo incertidumbre. Las mejillas húmedas hicieron contacto con sus manos. Al secarse el rostro reaccionó quedándose en seco. El anillo ya no estaba... Se levantó de la cama, cuando sus pies tocaron el suelo le ardieron como brazas de fuego ardiente.
Cayó al suelo con la respiración entrecortada, frotó sus pies con sus manos utilizando la energía que le quedaba para suturar las cortadas como cuchillos bajo la palma de los pies. Las lágrimas inundaron sus mejillas delgadas y pálidas. Por dentro estaba desecha, Caleb... ella no sabía lo que estaba ocurriendo en Clarus desde su partida, había perdido la noción del tiempo encerrada en una habitación oscura y cutre.
Minutos después intentó ponerse de pie. La desgastante punzada se había reducido a apenas cosquilleos, aliviada emprendió su búsqueda en toda la habitación, meditó el hecho de haberlo dejado tirado después del enfrentamiento con el intruso que había robado gran parte de su energía vital. Recordó la cara de Lain al ver al sujeto desaparecer, jamás en su vida lo había visto. Un hombre de cabello largo y blanco. Aunque Lain la había dejado de torturar. La piel se le crispó al recordarlo. Izan había extraído durante días la energía de ella mediante un conjuro de vitalidad dejándola exhausta e inconsciente.
Los moretones en sus brazos y piernas le dolían demasiado. Afortunadamente ni Lain ni Izan mostraron indicios de querer extraerle más energía. Se quedó tranquila, pero el vacío en su corazón la derrumbó. Caleb había emprendido un viaje entre el cosmos, su luz jamás volvería a ella... ni su calor. Aquel amor que Eileen creyó indestructible ahora solo era cenizas... cuanto dolor sentía, como si una parte de ella hubiera muerto.
Eileen tomó la decisión de escapar del lugar sin importar a que costó. Mataría a quien se interpusiese en su camino, pues aún mantenía la esperanza de encontrar a Caleb y saber lo que ocurría. Aun no tenía la certeza de que el ya no estuviera más con ella... De pronto unos murmullos fueron acercándose a la puerta, se movió tan sigilosa como pudo para que las cadenas hicieran el más mínimo ruido. Se recostó en la cama y fingiendo estar dormida.
—Lo menos que podemos hacer ahora es tenderles una trampa. Hay buenas noticias. Uno de los nuestros me informó que han vuelto de Tenebris. Ellos no saben que alguien tomó el don de Eileen, es una ventaja. Pero también es riesgoso, Izan ella ya no nos sirve. Si el sello del vínculo se ha ido ella no posee más el poder de tocar al corazón del Ida.
—Lain deberías ser más inteligente. Hay otras formas para encontrarlo, solo debemos obtener el Delta Luminoso el resto dependerá solo de nosotros. Por ahora lo mejor será abandonar Adhara, ellos están notando nuestra presencia. Pronto habrá una reunión para que los desertores voten, es decisivo para nuestra causa que acepten. Con eso la guerra será inminente.
—Iremos a las tierras bajas de Eternia. —Dijo Izan parándose al lado de Lain mientras observaban a Eileen.
—Los Shams aún no penetran los velos solares. Estaremos seguros por un tiempo. En cuanto me entreguen el Delta Luminoso teletransportame y mata a Eileen. —Concluyó Lain retrocediendo—. Ella debería de acompañar a su novio a la otra vida. Después de todo a muerto.
El corazón de Eileen palpitó atropellado, esas palabras la destrozaban. Aun no lo aceptaba, pero ahora sí que debía dejar ir la esperanzas. Caleb estaba muerto y... una Guerra, ¿porque iniciarla? Y los desertores ¿Quiénes eran? ¿porque tendrían que votar? Si ella no lograba escapar no podría advertirles a los demás reinos los planes de Izan y Lain. Su muerte estaba escrita por ellos si ella no lograba darle la vuelta a la jugada. Se quedó inmóvil. Y entonces otros pasos se fueron acercando.
—Su excelencia, El arca está lista.
—Que las niñas vengan por ella. Debemos marcharnos ahora.
Eileen palideció al escuchar la puerta cerrarse. El dolor en
su pecho se agudizó sofocando su propia respiración, cubrió su rostro para reprimir su llanto. Pensó que esa era su maldición, pues la muerte caminaba su lado como una fiel amiga. La puerta se abrió nuevamente, al levantarse de golpe las vio. Las niñas eran monstruos caníbales con forma de diminutos niños. hambrientas todo el tiempo. Parecían inofensivas a simple vista, pero no lo eran, su mirada fría y escalofriante dejaban a Eileen si poder moverse. Ellas la llevaron levitando y encadenada por un conjuro antiguo que ella no conocía.
Su cuerpo pesado estaba inerte igual que una estatua. Las cadenas enviaron vibraciones entre los lados como espigas pegadas a su cuerpo, era un martirio. Las niñas caminaron entre un pasillo cubierto de antorchas, estuvieron por largo tiempo caminando y al detenerse la resonancia del viento se fundió en el cuerpo de ella erizándole brevemente, Eileen llenó sus pulmones con aire fresco al tiempo que sus ojos daban al sol que pronto se atravesó entre los celajes blanquecinos de las nubes.
Pronto la dejaron caer en la cubierta del arca. Ella no entendía porque lo llamaban así. No era grande, aunque estaba compuesto por materiales que ella ignoraba. Tenía el color de la madera normal, pero no lo era. Puesto que por varios segundos fue visible verla de color negro con varios rosetones pequeños y coloridos.
—Suelten las anclas y abran la dimensión oscura. Navegaremos por los mares del Valle Infinito. Los Yulkan aún no se enteran de mi deserción dudo que nos detengan, además no son partidarios de los Reinos.
—Como ordené su excelencia. —respondió un muchacho.
El soldado se acercó a varios jóvenes instruyéndolos con las órdenes de Izan, asintieron tomando posición cerca de Eileen. Entonces las dos niñas se juntaron formando una abertura negra en las palmas de sus manos. El arca fue elevándose mientras una burbuja iridiscente la envolvió; segundos después fueron devorados por la oscuridad. La brusquedad del viaje entre las entrañas de un nuevo mundo desconocido se tornaba lóbrega, tanto que fue desatando sacudidas fuertes haciendo que todos se tambaleaban. La oportunidad estaba frente a ella.
Eileen estaba desesperada por encontrar una forma de escapar, pero no lo lograría si no encontraba un objeto para manipular, cuando una nueva sacudida apareció varios de los soldados perdieron el equilibrio y cayeron en el suelo de la cubierta. Intencionalmente Eileen se dejó caer luego rodó bruscamente hasta llegar a su objetivo, un joven con pelo negro y piel morena, la sostuvo antes de que ella impactara contra un borde metálico redondo.
—¿Se encuentra bien majestad?
Eileen no supo que responder de inmediato. No sabía porque él la llamaba majestad. Un título que le causaba escalofríos.
—Gracias —expresó en voz baja—. Solo espero que esto acabe pronto siento nauseas.
—Nos tardaremos un poco más. Es la primera vez que cruzamos la dimensión oscura con muchos de ustedes. Eso nos retrasa. Su Excelencia ha ordenado que viajemos sin ser detectados por los cazadores de la noche, ellos son los viajeros dimensionales que nos limitan a cruzar portales cósmicos si creen que amenazamos el equilibrio entre el universo. Nos perderíamos entre el vasto cosmos y al final nos matarían si cruzamos las barreras celestiales, esas son las que protegen el mundo de los dioses, eso dicen las leyendas. ¿no es interesante crear una historia así para que nadie se atreva a quebrantar las leyes forjadas por nosotros?
—Si estamos aquí, algo puede ser verdad y otras pueden ser mentiras. ¿Entonces no estamos en ninguno de los reinos? Es decir ¿no estamos en Clarus?
—Por ahora no. Viajamos entre los mares gobernados por el Valle Infinito. Nuestro propósito es llegar a los velos solares de Eternia. Sería fácil cruzar el reino de Adhara, pero los pilares del origen podrían detectar lo que llevamos dentro del arca.
Antes de que Eileen siguiera preguntando, un impacto la tomó por sorpresa. Pronto un mar de aguas negras causo un estruendo por el embudo del arca. Agitando el mar.
—Repárenlo ya. —Ordenó Izan acercándose a las niñas. Él les entregó algo pequeño, luego lo ingirieron como pastillas.
—No se mueva majestad. Es necesario amortiguar los daños del arca para seguir viajando.
Eileen asintió. Se quedó inmóvil fingiendo sentirse mal. Pronto se acercó a la orilla del púlpito y fingió que vomitaba. Sus ojos quedaron fascinados por la lucidez del agua. Las estrellas estaban reflejadas sobre el mientras que cientos y cientos de medusas brillaban bajo ella como candiles.
—Su excelencia. Los daños en la línea de flotación han sido reparados el arca se encuentra estable, la obra muerta no ha sufrido desgastes grandes. Podemos continuar. —anunció un muchacho de baja estatura, descendió de nuevo dentro del barco.
—Debemos de navegar un poco y alinearnos de nuevo para seguir. Muevan el arca con cuidado. Las niñas se tardarán en abrir otro portal. —Ordenó a los jóvenes que se encontraban ahí.
Eileen se preparó, era su oportunidad de escapar, lo que iba a hacer era su último recurso. El intercambio de vida. Necesitaba un cuerpo fuerte para viajar. Vio a un muchacho acercarse a ella, al verla, él la tomó de los brazos y fueron caminando. Estaba a punto de bajar las escaleras cuando una fuerte sacudida los sorprendió y los hizo caer.
Eileen corrió rápidamente tomando del cuello a una de las niñas, sin pensarlo dos veces le insertó la navaja en el cuello. Su cuerpo se desplomó. Antes de que Izan conjurara un hechizo ella lanzó la navaja a su palma, este sangró y entonces ocurrió.
—Intercambio de vida —pronunció al tiempo que elevaba sus manos y reducía el cuerpo de la niña se a cenizas.
Eileen invocó sus restos en su palma formando un cubo oscuro, al tornarse de color verde supo que debía de irse. Una corriente la absorbió a toda velocidad entrecortándole la respiración. Iba de portal en portal y cuando hubo aclarado su mente divisó estar en tierra, no sabría donde iría a parar, pero quería tocar tierra. Un impactó le dio directo al ombligo al colisionar contra una roca áspera, sintió a lo lejos el sonido de las olas estrellarse una contra la otra. De pronto el sonido se apagó y se tornó fuliginoso.
La sinfonía de la lluvia como notas al unisonó de una orquesta logró despertarla de su sueño abrazador. Eileen se hallaba en una habitación iluminada por varias palmatorias enroscadas en las paredes en forma de espiral color negro y de metal, en cambio unos ventanales estaban semi cerrados y cubiertos por cortinas largas y doradas, pero los rugidos de los estruendos en la lejanía caían con golpes de furia a la tierra, por lo que se acomodó entre la colcha para protegerse del frio. Al elevar la mirada al techo observó a una claraboya proyectar las luces de los relámpagos.
Su cuerpo sucumbió ante el cansancio, aunque trataba de resistirse al desconocer donde se encontraba. Cuando intentó mover los brazos los sintió tan pesados como una roca y su estómago empezaba a reclamar atención. En ese momento no le hubiera importado salir a buscar comida, pero solo deseó seguir durmiendo.
La puerta se abrió y se encontró con los ojos hundidos y dorados de una chica alta, la más alta que haya visto jamás, de cabello rojizo largo y ondulado. Su piel morena era recorrida por unas líneas bruñidas debajo de los ojos hasta el pómulo, mientras que otras líneas iniciaban desde los labios hasta el cuello en forma circular. Los hombros de la chica estaban descubiertos por la ropa que llevaba puesta. Denotando otras líneas y ondulaciones que seguían hasta el codo. Al ver a Eileen despierta se acercó.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó la chica sentándose en el borde de la cama.
—Me duele el cuerpo. ¿Dónde estoy?
Eileen observó el rostro ovalado de la fémina donde destacaba su labio grueso y nariz respingona que la hacían verse agradable.
—¡Descansa! Mañana podrás preguntar todo lo que quieras, la matriarca decidirá si responde o no a tus preguntas. Yo no estoy autorizada para hacerlo. Y no debes preocuparte, estas a salvo. Lamento no poder darte algo para comer, pero aun tienes restos de polvo maligno en tu cuerpo. Debes beber la medicina para retirar el veneno.
—¡Gracias! —Expresó Eileen ocultando su desconfianza que prometía dejarse ver en cualquier momento.
Cuando la chica se retiró, hizo pasar a una mujer mayor con una bandeja donde estaba un pichel y una taza de barro. Se retiraron dejando de nuevo a Eileen sola. Después de haber bebido el amarescente sabor del medicamento se recostó de nuevo, pronto el sueño la envolvió entre sus brazos arrullándola como no lo había hecho desde hace mucho tiempo...
La imagen de Caleb junto a ella en uno de los salones de Witchlight abrazándola y besándola con una entrega desbordante la despertó. Sus mejillas húmedas le recordaron el luto de su corazón, una tristeza que solo a ella le había destrozado, pues el día no mostraba siquiera piedad sobre sus sentimientos, lo advirtió a través de los rayos del sol que atravesaban los ventanales entreabiertos dejando entrar por instantes una suave brisa. No sabía si alguien había pasado a abrirlos muy temprano. Al ponerse de pie sintió un leve mareo tuvo que sostenerse de la cama para recuperar el equilibrio, después de lograrlo se dirigió a las ventanas y al apartar el visillo se encontró con un pequeño balcón, cruzó el ventanal rápidamente y por fin sus ojos se toparon con un espectacular paisaje verde y frondosa, sin un adarme de tierra rocosa en el confín.
Entre la espesura del bosque inacabable, las casas eran apenas puntos a distinguir. La gran extensión de la población le hizo pensar que aquellas tierras eran más grandes que la mismísima capital de los cinco Reinos. Los murmullos de pájaros se conjugaban como versos entre las ramas de los árboles, el viento por su parte se encargaba de llevar a lo lejos las melodías de las aves al emprender el vuelo entre el vasto cielo azul.
—¿Te encuentro mejor?
La voz sorprendió a Eileen. Al voltearse encontró a la chica del día anterior.
—Lo estoy.
—La matriarca espera por ti. Pero antes de eso debemos arreglarte un poco el cabello, esta... —ella la señaló— tan enredando y ese vestido desastroso. Deja que las doncellas te ayuden.
Eileen fue guiada por la chica quien la condujo a una habitación más pequeña, al abrirlo vio una espaciosa habitación con un lavabo grande y antiguo, al ingresar una tina de madera adosada la esperaba con agua caliente. Sus ojos se iluminaron. Al entrar en contacto con el agua su piel le agradeció un poco de ablución. Después de bañarse recogió el vestido que había usado en el festival. Estaba tan sucio y roto que no había visto cuan desastroso se miraba. En ese momento solo deseó volver a casa... olvidar todo.
El armario se abrió y dos doncellas vestidas de blanco ingresaron. Sin pronunciar ni una palabra le entregaron un vestido largo de color morado. Un listón negro fue envuelto en su cintura, luego ellas le secaron el cabello y le formaron una trenza que terminaron por enrollar en su cabeza, otra de ellas dibujó en su rostro las líneas delgadas y doradas que ellas tenían. Las doncellas se pararon en la puerta de la entrada indicándole que la siguieran.
Tras salir de la habitación sus pies descalzos fueron sintiendo el suelo frio y áspero. Ellas al contrario de Eileen llevaban puestos unas zapatillas blancas. Al recorrer el largo pasillo lleno de habitaciones y pilares que asentaban un laberinto, eso creyó ella. Después ella vio un enorme impluvio cubierto por rosas y orquídeas de varios colores bellamente cuidado. Se quedaron ahí varios minutos antes de que otras doncellas vestidas con ropa de color negro le indicarán continuar con su trayecto. Las otras regresaron, Eileen quiso saber cómo funcionaba ese lugar. Prosiguieron hacia otro pasillo extenso, luego doblaron en una esquina, de pronto unas puertas se abrieron y allí se encontró con varios rostros desconocidos.
—Sirvan por favor. —Ordenó una mujer parada en la entrada. Saludó a Eileen y la llevó a una de las sillas de la mesa.
Esa habitación era enorme, bañada por la luz de día que atravesaba los grandes ventanales. Extendiendo una fila de chimeneas a sus lados.
—Bienvenida Eileen del Clan Luveratu o podría decir, Heredera del Vínculo Sangrado.
La matriarca se encontraba sentada frente a ella. Sus ojos dorados como el oro la recorrieron sin parpadear. Todos parecían tener la misma característica de marcas en el rostro, pero ella se diferenciaba por dos líneas doradas marcadas en su frente en forma de u con líneas verticales pequeñas entre las dos líneas al igual que unas gotas acomodadas en medio de ellas Dando la forma final de una corona dibujada en su frente. Tan intensas como sus ojos curvados y feroces. Su ropa combinada entre blanco y negro contenía ciertos bordados de encajes de metal entre los hombros y el cuello adornado de un collar oscuro y grueso adosado de perlas blancas.
Ella extendió su mano para tomar una taza y servirse té. Tomó un sorbo, minutos después la comida fue servida en la mesa con varios trozos de carne y frutas. Eileen tragó saliva al sentir su aroma. Si no probaba un poco de comida su estómago la pondría en vergüenza.
—Puedes comer todo lo que quieras Eileen.
—Gracias su majestad.
—¿Majestad? Es solo un título. Represento a mi reino, pero no estoy por encima de ellos, soy su igual. Por favor llámame Reën. mi hija, Khalna ha mencionado tus deseos de saber dónde te encuentras.
—Si. —Dijo Eileen observando su hermoso cabello blanco que estaba trenzado como una corona y repleta de una cinta rojiza que se enmarañaba a su cabello. De pronto ella quiso perforarse los oídos como los de la matriarca, era una fila de aretes de varias formas y tamaños la hacían verse maravillosa.
—Estas en las tierras del Valle Infinito, más allá del confín de los Reinos Clarianos.
—Solo hay una referencia del Valle Infinito, mencionado como las tierras rebeldes, donde existió un Clan antiguo y extinto por la guerra. —Eileen dio un bocado a la comida quedando maravillada por su exquisito sabor.
—Nunca estuvimos de acuerdo con la guerra. Aun así, nos alcanzó. Nos obligaron a pelear cuando no queríamos. Al establecerse el Imperium todos los Clarianos fueron sometidos a ella, perdimos a muchos de los nuestros por una guerra que no era nuestra. Eso provocó que nos apartáramos de los Clanes, fuimos olvidados. Desde entonces vivimos en paz. Los líderes de los Reinos saben que existimos, pero no como un Reino potencial, no queremos adherirnos a los ideales de Clarus y arriesgarnos a una nueva guerra. Querida, abre los ojos cuando descubras la verdad de lo contrario serás solo un arma.
—Eso que quiere decir. ¿Que soy su prisionera ahora? —Eileen dejó de comer.
—De ninguna manera. Sabemos lo que eres. ¿Crees que te robaron algo? Estas equivocada, ahora eres libre. Pero gurda ese secreto para ti, protege tu libertad. Por ahora permanecerás aquí, recupera tu energía, contactaremos a alguien del Concejo para que vengan por ti.
—Debo advertirles. Uno de los miembros del Concejo nos traicionó, ahora desea iniciar una guerra con los desertores.
La matriarca dejó el ultimo bocado para llamar a una de las doncellas, susurró algo luego la chica desapareció junto con otra doncella.
—Entonces a eso de debía la alteración que se sintió en el Valle Infinito, algo maligno cruzó el mar, no pude reconocerlo. Sellaremos los portales que conectan con todos los reinos, no quiero sorpresas.
La matriarca abandonó el comedor dejando un silencio impávido a su paso.
Eileen terminó de comer. Al retirarse y volver a la habitación no supo cómo canalizar lo que estaba ocurriendo. Necesitaba respuestas y advertir a su reino que estaban en peligro. Debía de ser pronto. Antes de que fuera demasiado tarde... Porque entonces; nada podría hacerse, la guerra sería inevitable.
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