30. VOLUNTAD
El cielo y el infierno residían dentro del alma al enfrentarse a sí mismo en una batalla por lo justo y lo injusto. Raizel comenzaba a comprender el gran dilema que emergía para cuestionarle todo. Se preguntó si ella debía elegir un camino, ahora no quería saberlo. Aunque si era la prueba de la que había hablado el ángel. Si lo era; en instantes era doloroso y a la vez revelador. Quizá la muerte era así de simple... Olvidar todo cuanto existía, aquellos sentimientos que alguna vez se defendieron, se sintieron o entregaron dejarían de ser importantes cuando la muerte reclamara por ella. las personas que importaron alguna vez perecerían convirtiéndose en una sensación de liberación.
Algo dentro de ella dictaba que acabara con todo a su paso, condenar aquellos actos indulgentes para mantener la balanza. Su voluntad se vio cegada por algo más fuerte que ella. Una batalla interna por quien era, quien debía ser y finalmente en quien debía de convertirse. Por un instante se vio en un punto de quiebre; salvar a Eileen solo traería guerra, pues ella era como un eslabón perdido que conectaría con las memorias antiguas de los Clarianos peleando por el poder. Su mente oscureció y pensó que lo mejor era dejarla morir.
«¿Cómo podría es mi hermana? —Dijo en voz alta.»
Raizel no quería un mundo de caos, pero lejos de ser una falacia de la vida, era inevitable. No podía entender a los humanos; aunque creyó firmemente que todos necesitaban una oportunidad. Solo una posibilidad de redención, aun así, dudaba. Comprendió que, como muchos, no sabía que camino elegir o si había nacido para un propósito, ahora sus convicciones se veían amenazadas por la verdad que trataba de evitar conocer. La destrucción.
«A partir de ahora, caminare con los ojos de la verdad —juró Raizel con voz firme—. Delta Luminoso camina conmigo y ayúdame a ver las cosas que no veo ni soy capaz de entender para enfrentar lo que me atemoriza y a salvar lo que es importante.»
Ella palpó algo rígido bajo sus pies. Estaba parada encima de una plataforma dura y fuerte, cuando aclaró la mirada suspiró aliviada, se encontraba por fin en la jaula de oro. Raizel quiso reírse en son de burla, era todo. ¿Esa era la prueba para controlar el Delta luminoso? Aun no estaba segura. Sintió el sonido de las cadenas controlando su descenso, al estar en el suelo la jaula se abrió. Cuando por fin salió; vio al ángel acercarse a ella.
—Has regresado muy rápido. —La miró curioso.
—Supongo que sí. —respondió un poco cansada—. No fue tan difícil después de todo...
—Pudo haber sido por la sangre que llevas en tus venas. Después de controlarlo volveré a dormir tu memoria. Ocultaré este encuentro para protegerte, además deberías considerar aprender a ocultar el Delta Luminoso, ahora mismo; déjame decirte que tus ojos son encantadores, los más llamativos que jamás haya visto... dejando saber a merced de cualquiera que eres la portadora de esa reliquia. Eventualmente irán evolucionando al igual que tu...
—¿Cómo hago para ocultarlos?
—Debes concentrar tu energía y calmar tus emociones, no están complicado.
Raizel se relajó tanto como pudo, respirando hondo y cerrando los ojos. Pareció sencillo, pero no sabía si resultaría, puesto que ella era un caos emocional. Advirtió la presencia de algo diferente a ella, luz. Podía ver el albor de su alma. Ese era el poder del Delta Luminoso. No veía la forma física que poseían los seres vivos si no otro mundo desconocido enérgico como su propia vida.
Abrió los ojos.
—¡Buen trabajo! Concéntrate Raizel, siguen igual de llamativos...—La miró con desaprobación.
Siguió intentándolo una y otra vez... No comprendía bien la concentración de energía más emociones; era una formula incongruente. Probablemente se asemejaba a la fusión del agua y el aceite. Después de varios intentos por fin el ángel asintió. Se sintió orgullosa de haberlo logrado.
—Puedes cambiarte si lo deseas. Tu ropa está seca. No creo que quieras regresar con ese vestido. No vas a ninguna fiesta.
—¡Lo sé! Regreso en un momento.
Raizel se apresuró a llegar a la habitación, al entrar encontró su ropa extendida en la cama, sin perder tiempo se desvistió con rapidez y con la misma agilidad se vistió regresando donde se encontraba el ángel.
La miró y preguntó:
—¿Aun tienes puesto el collar?
—Sí, siempre lo cargo conmigo. —Tocó su cuello, no había nada—. ¡No puede ser! ¿Cómo es que no me di cuenta?
—Eres muy despistada. —El ángel la sostenía en su mano.
—¿Dónde lo encontraste? —respondió aliviada.
—Estaba tirado en la habitación donde estuviste.
—¡Gracias! —Estaba a punto de tomarlo cuando el ángel intervino.
—¡Espera!
El Abaddon levantó su índice derecho, donde creó una esfera pequeña y oscura, luego la colocó en las garras del dragón, ahora su collar tenía una pequeña perla nigérrima.
—Antiguamente tu padre solía portar este collar. Con la perla negra lograba acceder a esta dimensión cuando quería. Es por eso que reconocí el collar, era el único medio creado para viajar a través de las puertas orbitales. El collar era nuestro pacto. Raizel contigo sucede lo mismo, con ella podrás ingresar aquí cuando quieras. Quizá necesites mi ayuda, solo de este modo también podré vigilarte.
—¿Quieres decir que me espiaras todo el tiempo? Suena incomodo —concluyó.
—Cuando estés en peligro la perla negra se activará. Ella me avisará de la situación, y no te preocupes; no tengo intenciones de conocer tu vida.
—Suena tranquilizador.
—Ahora ¡Vete! Recuerda esto: cuando sientas el verdadero poder podrías dejar de ser tú. Pues "el poder es una ambición peligrosa, letal en las manos equivocadas".
Ella asintió ante aquellas palabras plasmadas de una verdad que ella aun no advertía. Pero que pronto le enseñaría lo débil que era ante ese poder...
El Abaddon la había ayudado. A pesar de ser el ángel de la destrucción, no era hostil con todos, pero sabía que al final eso no significaba que fuera cercana a él.
—Est profundum in anima. —Esas fueron las últimas palabras que Raizel escuchó...
Su memoria se nubló hasta ser cegada por una oscuridad sin fin...
Repentinamente Raizel se encontró frente al centinela. Dimitri y los demás estaban fragmentándose poco a poco.
—¡Raizel! has vuelto. —Dimitri sonrió aliviado al verla con ojos llenos de orgullo.
—Si. ¡Lo he logrado!
—Sabía que lo lograrías. —Respondió exultante—. ¿Fue fácil obtenerlo? —Prosiguió—, ¿a quién te enfrentaste?
—No lo recuerdo —respondió ella—, pensé que moriría, pero no fue así. Me tiembla el cuerpo con solo recordarlo. —Esa era la sensación que tenía.
—Debemos salir de aquí, ya no tenemos tiempo. El mapa de Nait marca la hora roja. Eso significa que el portal de Nouri se está debilitando, si no lo alcanzamos jamás volveremos.
Raizel apenas pudo procesar la información, pero entre tantas cosas por las que preocuparse Dimitri seguía tranquilo. Él estaba perdiendo a cada instante su cuerpo, sin embargo; la quietud en su semblante era indescifrable. Fue entonces que Raizel se vio interrumpida por Belankrab.
—¿Cuál es la verdad que reclamas? —escuchó la voz del centinela en su mente.
Los ojos de Raizel buscaron a Zed. Ahí estaba inconsciente dentro de la jaula de Belankrab. No solo él, Luka, Nait, Tairy y Caleb.
—Mi verdad está justo delante de mí. —Aseveró Raizel tomando toda la energía que su cuerpo le permitía—, soy la verdad que decido creer. Reclamó las almas que has enviado al fondo de abismo.
Raizel despertó el Delta Luminoso, aquel poder ingrávido recorrió su cuerpo como una corriente de agua. Pronto le mostraron la verdad. Las almas de sus amigos estaban siendo conducidos a un mundo frio y sin vida, nada existía más que la nada... la condena por haber reclamado un tesoro que no era suyo. El poder se desató en todo su cuerpo instruyéndola a crear un puente iridiscente para traer el alma se sus amigos, el centinela se dio cuenta. Entonces; los ojos cambiaron ligeramente de color tornándose rojizos como las nubes cósmicas cubiertas de estrellas coloridas.
Un agudo dolor se apoderó de los brazos de Raizel impidiendo que se moviesen. El precio a pagar era eso, por unos instantes sus ojos se vieron acogidos por una oscuridad que le provocó un sudor incomodo, luego le entrecortó la respiración, como si el mismo oxigeno fuera partículas de vidrió. Sintió que no lo conseguiría, el crujir de sus huesos detonó su dolor, en un acto de valentía liberó un gran poder que hizo resistir al puente para que no se fragmentara en miles de pedazos.
El centinela distorsionó la dimensión desapareciendo el alma de Zed, la tensión transpiró en la piel de Raizel cuando pensó lo peor, jadeó por el dolor luego de impulsarse entre lo desconocido para encontrarlo, vio parpadear una luz singular y supo que era él, lo reconocía. Al alcanzarlo lo devolvió con brusquedad a su cuerpo, reaccionó tomando un súbito respiro. Lo mismo hizo con el resto. Uno por uno los devolvió a su cuerpo. Los latidos del corazón de Raizel se volvieron penetrantes y un impulso la avasalló, el Delta Luminoso formó en sus manos unas cadenas gruesas y lúcidas que se dirigieron hacia Belankrab. Aquella estrella colorida y deforme fue envuelta en un conjuro de palmas que surcaron su cuerpo como una aurora boreal.
Raizel readaptó sus ojos dejando de apreciar el otro mundo que le había dejado inerte y soporífera al tratar de asimilarlo en cuestión de minutos. Entre tanto Belankrab estaba congelado, como si hubiese abandonado su propio cuerpo. Raizel disfrutó los escasos segundos de tranquilidad, pues un ser inmortal como el no sería derrotado con facilidad...
—Seré el señuelo. —Le dijo a Dimitri al darse cuenta que Belankrab comenzaba a moverse.
—¡Tú! —Dijo Belankrab con impetuosidad dejando a un lado la jaula donde se encontraban encerrados los demás.
—Dimitri. ¡Ahora!
Él asintió.
Belankrab se volvió a dividir en dos; el otro se había liberado de su cuerpo con una sagacidad que no había visto nunca. Ella pensó que poseía más de un alma; porque de otro modo, estaría muerto después de haber encerrado su alma. Y él respondió a su suposición:
—Estoy hecho de muchas almas. Ataste una de ellas en el Cosmos para no volver. Un castigo eterno en el paraíso. Eres muy astuta, aunque no lo suficiente.
Raizel comenzó a correr. Belankrab la alcanzó en un parpadeo, al verlo tan cerca algo en ella se activó. Fue tan rápido que no lo reconoció de inmediato, no hasta que el movimiento bajo sus pies la hicieron perder el equilibrio estaba sobre la cabeza de Belankrab. El centinela la buscó, pero no la vio.
—¡Aquí estoy! —Pronunció desafiante.
Ella estaba tan sorprendida del cambió que en aquel momento se glorió a si misma por ser ahora la chica que salvaría el día. La heroína del cuento de hadas, entonces; intuyó que en realidad solo era la marioneta de la reliquia que había osado en integrarse a su cuerpo, no era Raizel ¿y cuando la retirasen de su cuerpo, volvería a ser vulnerable? pensó que lo mejor era quedarse con el Delta Luminoso para ser alguien más fuerte y valerosa en momentos críticos.
Belankrab la sacó de sus pensamientos equívocos cuando se tambaleó de nuevo sobre él, giró su cabeza hacía ella, aquello le atemorizó, mientras que uno de sus brazos venía a atacarla. Luego sucedió de nuevo. Apareció de nuevo frente a él, había atacado con tanta fuerza que se había perforado así mismo con aquel ataque. Cayó al suelo, por fortuna tardó en regenerarse.
Raizel corrió hacia Dimitri para ayudarlo a sacar a los demás. Estaba sacando a Caleb que tardó en recuperar la conciencia. Los demás estaban ya juntos, solo quedaba él.
—¿Estas bien? —preguntó ella cerciorándose que lo estuviera.
—¡Lo has conseguido! —Omitió su pregunta— Misión cumplida. ¡Hora de volver a casa! —añadió con un semblante boyante como la lucidez del cielo.
Ella se sintió serena al verlos sanos y salvos.
—¡Dense prisa! —Era la voz de Tairy.
Raizel estaba llegando junto a los demás, Caleb había dicho que no necesitaba ayuda, pero se había atrasado. Lo pensó de nuevo así que dio la vuelta para ayudarlo sin embargo... Caleb fue atravesado por el látigo de espinas de Belankrab.
—¡Nooo! —gritó horrorizada, el corazón se le quebró hasta cortarle la respiración.
Todos quedaron atónitos.
La sangre escurrió rápidamente de su cuerpo. Había atravesado su corazón, uno que lastimosamente no era de acero, el único punto frágil de todo ser vivo... su corazón.
Caleb dejó aflorar una sonrisa en su rostro hermético, tan lleno de él, de su seguridad hasta el final, una que Raizel no tenía y que en ese momento había quedado grabado para siempre en su memoria.
—¡Lo hemos logrado! Es lo que importa. —Levantó la mano despidiéndose—. ¡Los veré pronto!
Fueron sus últimas palabras antes de que Belankrab y él desaparecieran de la faz de la existencia. Las lágrimas brotaron como gotas de lluvia en el rostro desfallecido de una Raizel que había probado la muerte ante sus ojos, estaba desecha. No podía ser cierto. Eileen estaría destrozada al saberlo, no podía ni moverse, Nait fue gentilmente a tomarla de los brazos sin pronunciar ni una palabra.
Cuando estuvo con el resto, Dimitri colocó la punta de su alabarda en el suelo oscuro abriendo un portal debajo de ellos. Fueron succionados a gran velocidad hasta detenerse con brusquedad delante de la barrera que había dispersado anteriormente Nouri. Quien ya los estaba esperando, los dejó entrar antes de volver a sellar el portal
—¡No! ¡No puede ser! —Vociferó Raizel cayendo de rodillas al suelo—. Porque ¡Caleb! —Lloró de rabia desatando todo su dolor en los sollozos implorantes que elevaba al cielo.
¿De qué le había servido poseer un poder cósmico? Cuando no pudo ni moverse, para salvarlo... Si solo no lo hubiera dejado, era su culpa...
Los demás estaban callados. Zed llegó a abrazarla, no dijo nada. Solo la abrazó.
—Faltaba poco para volver y luego sucedió esto. Esto debe ser una pesadilla...
—Era el riesgo que todos corríamos. ¡Lo siento Raizel! — La voz de Nait sonó suave tratando se consolarla.
Sumida en la tristeza no escuchó las voces acercarse, pero sí que había reconocido una en particular. La de su madre. Raizel apartó a Zed quien pareció entenderlo. Se levantó para ir al encuentro de su madre. No había mejor refugio de consolación que ella... siempre sabría qué decir o cómo hacer para reconfortarla Raizel lloró entre los brazos de su madre con una intensidad desgarradora.
—Tranquila. ¡Todo estará bien! —pronunció con suavidad.
Nouri fue asumiendo le responsabilidad de resguardar su integridad.
—¡Atiéndanlos a todos! —Ordenó a los galenos de Clarus quienes estaban a su lado.
Un muchacho joven se acercó a ella.
—¡Déjeme revisarla!
Su madre la soltó. Raizel quitó su sudadera gris que estaba sucia y polvorienta y además entrecortada por los codos, se dejó caer al suelo resignada. Por unos segundos apartó la vista hacia los demás que también estaban siendo curados. Pero... Zed estaba siendo el centro de atención, Dimitri tendría que responder por él después.
—¡Fue un largo viaje! —Articuló el muchacho, mientras revisaba las heridas de sus manos—. Ustedes se han convertido en la esperanza y fortaleza de todos los Reinos, después de lo que ha pasado muchos precinten que algo ocurre, aunque traten de ocultarlo.
Raizel solo asintió atribulada sin prestar mayor atención a lo que el joven decía.
—Tus heridas no son graves, lo que me preocupa son las cicatrices de tus brazos, se ven recientes y profundas, ¿Cómo sanaste con rapidez? me sorprende que no hayas perdido alguna extremidad por esto.
—Yo no tengo... cicatri... ces... —Bajó la vista a sus brazos.
No terminó de pronunciar con exactitud las palabras. Sus pupilas se dilataron por la impresión al ver ambos brazos llenos de cortes pequeños y otros largados y profundos, como si una cuchilla afilada las hubiera rebanado, de pronto varias ampollas le ardieron por el contacto del muchacho. No había prestado atención a lo que había sucedido con su cuerpo. Eso había pasado a segunda plana. Aunque desconocía el origen de las cicatrices.
—Limpiaré las ampollas despacio, debo ver la profundidad que tienen.
El chico parecía meticuloso y concentrado en lo que hacía, era muy joven, más que la mayoría, quizá era su talento lo que ya lo posicionaba como galeno.
—¡Auu! —Dijo Raizel gimiendo por el dolor que sus manos sentían después de que el joven limpiara las ampollas hasta deshacer el líquido dentro de ellas.
—¡Lo siento! —Le sonrió el chico que dejó ver su dientes blancos y relucientes.
—Esto no es nada. —Aseguró ella melancólica.
Lo único que verdaderamente le dolía era su alma. Las heridas físicas eran momentáneas, sanaban con el tiempo, en cambio las del alma llevaban un proceso largo. La muerte de Caleb la había destrozado, por un tiempo había olvidado la amargura de la ausencia de alguien, aquello le recordó el dolor que había sentido al perder a su padre, un calvario incesante que le costó muchas lágrimas y soledad. Él y ella eran muy cercanos, era la razón por la que había decidido convertirse en herbologa. Ahora el sabor de la muerte se sentía agridulce, puesto que no podría revivirlo, ni decirse a sí misma que no dolería, porque jamás volvería a verle. Solo permanecería en la memoria, en los recuerdos de ella como un sueño.
El chico le colocó una crema verdosa con olor a manzanilla luego vendó ambos brazos. Se alejó junto a un hombre mayor entregándole varias hojas. Luego Nouri se acercó a Dimitri cerca de donde se encontraba ella, pudiendo escuchar lo que decían.
—¡Caleb! —Dijo tratado de buscarlo con la mirada—, ¿Dónde está Caleb? —preguntó nuevamente.
Dimitri bajó la mirada al suelo.
—¡Lo lamento Nouri! Él no está más con nosotros.
Nouri pareció totalmente desconcertado por lo que había escuchado. Era de esperarse. A pesar de que pertenecieran a Reinos diferentes, ellos se llevaban muy bien. Hasta el punto de que Nouri lo habría entrenado en reiteradas ocasiones. Luego su mirada se clavó en la de Zed.
—Y él ¿quién es? —preguntó Nouri estudiándolo con la mirada.
—Es Zed. No sabemos cómo llegó a Tenebris. Ha sido de mucha ayuda.
—¿Y si es un enemigo? ¿Cómo se te ocurre traerlo a Clarus?
—¡No lo es! —Dimitri negó con la cabeza—, él estuvo con nosotros en todas las batallas que tuvimos contra los centinelas de Tenebris. De haber sido un enemigo lo habría notado. En tal caso, lo hubiera matado o él a nosotros.
—Solo espero que no te hayas equivocado Dimitri. De lo contrario tú serás el único responsable.
—Tomaré todas las responsabilidades que conciernen con este chico.
—Pongámonos en marcha. —Concretó Nouri—, Todos se instalarán temporalmente en el castillo, al menos esta noche para que puedan descansar, hay cierta afluencia en todo el reino.
—¿Cómo pueden estar tan tranquilos? Como si no hubiera pasado nada. ¿No haremos una invocación de alma para despedir a Caleb? —Raizel no pudo contenerse, le pareció un gesto despiadado de Nouri que no enfatizara sobre la muerte de Caleb.
—¡Cálmate Raizel! —Dimitri se acercó a ella.
—¿Cómo puedo calmarme? Cuando ustedes parecen inmunes a lo que ha ocurrido. ¿Acaso lo que hizo Caleb no significó nada?
—No es eso. —Respondió Nouri, con la mirada fría y apagada vio a Raizel—. La ceremonia de invocación de alma no pude llevarse a cabo. Caleb no murió en Clarus. No podemos traer un alma que ha sido dormido en otro mundo diferente al nuestro.
Raizel ya no dijo nada. Que es lo que no encajaba, o tal vez su ignorancia hacía de las suyas de nuevo. Su frustración aumentó cuando nadie se atrevió a protestar igual que ella. Nadie de los que ya consideraba sus amigos.
Comenzaron a caminar hacía el Castillo. El viento sopló dócilmente entre la vasta vegetación dejándose consumir por el silencio errante, aunque Raizel había extrañado ese cielo impregnado de estrellas ahora se veían diferentes, silenciosas y solitarias en el cielo inacabable. Ella vio que Nouri iba de primero junto con Dimitri. Parecían estar hablando seriamente. Nait y Luka iban juntos sumidos en una conversación que no era de su incumbencia, en cambio Tairy estaba con un chico al cual Raizel no conocía. Quizá era alguien cercano a ella, porque parecía disfrutar de su compañía. Ella por su parte no se separó de su madre, iban tomas de la mano, cuando Raizel se percató de que Zed estaba caminando solo, se detuvo a esperarlo.
—¿Quieres darte prisa?
Zed levantó la mirada para verla. Aceleró el paso para acercarse.
—¿Este lugar es real?
—¿A qué te refieres? —Al principio ella no lo comprendía totalmente. Todo parecía encajar no había nada extraño.
—¿Que son estas luces? —Preguntó tocando una con los dedos. Quedó asombrado al ver que flotaba en sus manos, la sostuvo con sus palmas, cuando fue elevándose la agarro de nuevo, estaba incauto asimilado todo a tu entorno. Luego soltó la luz flotante. —Creí que eran luciérnagas. Pero creo que no lo son, su tamaño es más grande que las luces de una luciérnaga, además son doradas.
—No sé con exactitud el origen de las luces —respondió ella—. Pero son fascinantes.
Tras caminar un tiempo, percibió la sombra de troncos gigantes, estaban por cruzar el camino entre los enormes baobabs
—Son espectaculares.
—¡Raizel! date prisa. —Era la voz de su madre.
—¡Vamos! Me has distraído. —anunció Raizel mientras tomaba a Zed del brazo.
—¿Y estos árboles?
—¿Nunca has visto un baobab?
—¡No! Es la primera vez que los veo.
—Estos árboles crecen en Madagascar, según mi investigación y en África. No sé exactamente dónde quedan los lugares. Los nombres de estas tierras de donde crecen es lo único que explican nuestros textos.
—Este lugar parece tenerlo todo.
—Espera a ver mañana. ¡Créeme! De día es el mismísimo paraíso.
Llegaron al lado de su madre. Raizel soltó el brazo de Zed para tomar los de su madre, ella lo observó fugazmente.
—¿Y el quien es?
—Él es Zed; Zed ella es mi madre, Aurora.
—¡Mucho gusto! —Respondió Zed—, mientras le extendía la mano.
La madre de Raizel no comprendió el saludo de Zed. Luego reaccionó.
—Lo siento Zed, no utilizamos ese tipo de gesto aquí. Es muy propio de los mortales una actitud formal, ¿vas muy seguido a la Tierra? ¿Olvidaste cómo nos saludamos?
Ella levantó su mano derecha mostrando su palma recta, a lo que Zed tardó en asimilar, Raizel intervino levantando la palma de Zed para unirla a la de su madre. De pronto atravesaron una barrera invisible, para encontrarse con otra planicie que Raizel reconoció.
—Cuéntame Zed ¿a qué Clan perteneces?
—¿Clan? —Zed miro a Raizel en señal de una respuesta.
Ella estaba a punto de inventar lo que fuese, pero el intervino antes de que pudiera hacerlo.
—No lo recuerdo —respondió con total seguridad—, desperté en Tenebris sin recordar de donde venía o donde estaba, los demás me ayudaron a salir de ese lugar.
—Que desafortunada situación. No te preocupes —manifestó la madre de Raizel—. Los galeones te ayudarán a
recordar todo. Son muy buenos en su trabajo, hay especialistas para ese tipo de situación.
—¡Mamá! Estamos cansados —interrumpió Raizel—podríamos buscar una solución mañana. ¿Te parece?
—Lo que tú digas Rize. Era una sugerencia nada más. Él debe estar desorientado porque no recuerda nada, es lo más natural.
—Agradezco la sugerencia. —Respondió Zed.
Entre las conversaciones que se había suscitado, Raizel olvidó su tristeza. Al estar en compañía de su madre el dolor se aligeraba, pero cuando su memoria se lo recordaba volvía como una punzada, era inevitable no abstraerse en la gran tristeza. Ella no se había percatado de cuanto habían ya recorrido. Ahora estaban cerca del castillo. La planicie de pasto verde era lo único que veían. Estaban a punto de entrar entre el túnel de robles que cubría gran aparte del castillo, varios metros de la fortificación estaba el inmenso árbol de Wisteria. Al verlo, le trajo un mal sabor de boca. Sin embargo, no podía eludir la realidad.
Por fin habían llegado. Aún tenía ese aire de esplendor y misterio. Ingresaron por la puerta principal del castillo, la última vez no se había fijado en los detalles que tenía incrustados en su pared, ahora podía reconocer las puertas de color caoba con incrustaciones de piedras redondas en la extensión de la madera. En los lados de la puerta estaban dos antorchas iluminando la entrada.
Al ingresar, contempló un patio verde, a pesar de la noche, la claridad emanada de las antorchas iluminaba todo el castillo haciendo reconocible aquellos detalles. Había un camino de piedras calizas que conducía a otra puerta hacia el interior del castillo. Pero a los lados había otros caminos hechos de las mismas piedras un poco más pequeñas y en cada lado estaba una luneta con decoraciones de Clarianos sosteniendo los elementos fuego, agua, tierra y aire.
Haciendo memoria no había podido contemplar, puesto que esa vez había entrado en la puerta trasera del castillo. Al llegar a la puerta principal había corredores en cada lado que daban a otras puertas, una de ellas se abrió.
Ingresaron a un enorme recibidor. Tres candelabros colgantes en su interior contenían velas gruesas y aromáticas que creaban un ambiente reconfortante, mientras que las ventanas grandes y adornadas con cortinas rojas y largas denotaban una elegancia pulcra como la realeza. Siete sillones antiguos tapizados de color gris los esperaban. Uno de los guardias les dijo que se pusieran cómodos. Eso hicieron. Hubo suficiente espacio para que se sentaran. Raizel deseó que su madre estuviese con ella en ese momento, pero se había marchado a casa. Recordó que el acceso era limitado por los tesoros que guardaba el lugar.
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