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25. VERDAD

«¡Despierta! ¡Despierta! —Dijo una voz suave y arrulladora, que de alguna manera ella reconocía».

Raizel abrió los ojos ante un lugar avasallante de resplandor que no conocía, cuando el panorama se perfiló totalmente ante ella descubrió su suntuosidad, era como estar cerca de una estrella luminosa llena de galaxias enteras y nebulosas incandescentes. La calidez de la luz le provocó un cosquilleo en la mano al percibir el calor, la mirada de Raizel avistó por unos instantes cometas atravesar aquel cielo centelleante, al mover los pies experimentó una nueva sensación, un hormigueo suave y delicado provocado por el pasto verde que se extendía lejanamente cosquilleó a cada paso en sus pies descalzos

Su cabello se amainó con el viento tenue. El horizonte vislumbró un mar infinito, tan diáfano que podían verse otros mundos en el, a lo lejos la luz de un astro vibrante y magnético se colaba como en un ocaso. Raizel estaba atónita y cautivada, dio la vuelta recorriendo minuciosamente cada detalle de la belleza etérea que sus ojos eran capaces de percibir, había un frondoso árbol, el único; tan raudo y magníficamente verdoso como las primeras hojas de primavera. De ahí provenía aquella brisa ligera y serena. Raizel se sintió atraída a él, fue caminando con rapidez hasta que el vestido blanco se le enredó en los pies, no sabía cómo es que había conseguido esa ropa a la cual no estaba acostumbrada, procuró dar los pasos con cuidado hasta acercarse cada vez más al árbol, el viento se volvió apacible a su entorno estimulando una sensación de algo cercano a ella. Entonces algo se fragmentó en su interior... su hogar

Las lágrimas recorrieron sus mejillas. Conocía aquel lugar a la perfección. Nunca se había sentido sola, era su paraíso. Recordó las luces de Clarus, estas también existían ahí donde estaba, las vio emerger entre la llanura jugueteando entre el viento y el pasto verdoso.

—¡Mamá! —gritó—. ¡Mamá! —Se alteró como una niña pequeña buscando a su madre con desesperación.

Corrió hacia el árbol. Ahí estaba. Se lanzó a sus brazos llorando y agradeciendo sentir el palpitar del corazón de su madre. Sus manos cálidas la estrecharon desbordando su fragilidad que se acurrucaba en ella, aquel contactó resultó un momento añorado por su corazón y todo su ser.

—¡Te extrañé! —Raizel abrazó más fuerte a su madre, captando cada partícula de ella, de avivarse por su contacto, y guardar eternamente en su memoria aquel acto de protección y amor.

—¡Y yo a ti, Kira! —su voz dócil y melódica despertó en ella recuerdos dormidos en lo profundo de su memoria.

Fragmentos tan vividos como su propia respiración.

¡Oh, mi sol brillante! Mi querida Kira, cuan radiante eres. —Las palabras de su madre enardecieron un sentimiento de inquietud al recordar ese nombre, un nombre que amaba... Su padre siempre le decía que ella era la luz de sus ojos, el resplandor del universo sobre él. Cuanto había echado de menos escuchar su nombre, su vida. Todo lo que ella era, lo que tenía recobró un inefable sentido. ¿Por qué se había ido? ¿Arrebatarle lo único que tenía? Era injusto...

Sin guardarse la admiración por su madre, la observó con una expresión de querer llorar y reír como si aquel momento hubiese sido la revelación de un milagro entre el inmenso cosmos. Los ojos brillantes de su madre como el oro le devolvieron la mirada a Kira, enmudeció de felicidad. Sus manos se enrollaron en el cabello oscuro, largo y ondulado de su madre. Kira sintió la magia de estar en los brazos de un ángel, aquel vestido azul atravesado con encaje de tela delgada del mismo color sobre los hombros de su madre la hizo reaccionar. El retrato antiguo del Witchlight era exactamente el rostro de ella...

El sacrificio de Siel, ella era el vínculo. Kira no lo sabía, toda su vida en el mismísimo limbo sin saber por qué. Ahora tenía claro quién era ella, entonces en que se convertiría ahora que Eileen había encarnado a su propia madre. Deseó preguntarlo, pero el miedo la carcomió al poder predecir el resultado de aquella verdad. Sabía que en algún momento enfrentaría la verdad de las cosas, pero ahora no se sentía lista.

Kira recobró la concentración, al ver el inacabable cielo brilloso e iridiscente, revivió episodios en su mente donde observaba a los humanos y a los Clarianos. Se preguntó si alguna vez fue visible para ellos o solo ella podía contemplarlos desde el cosmos. Quiso contactarlos, pero nunca pudo.

—¿Has cambiado? —Manifestó su madre— ahora tu cabello es negro igual que el mío.

—Siempre lo he tenido así —respondió Kira tocándose el cabello.

—¡No, claro que no! ¿No lo recuerdas? Tú tenías el mismo color de cabello que tu padre. Muchas cosas han cambiado de ti, el cuerpo en el que habitas ahora es muy distinto.

—Algunas cosas son borrosas —objetó Kira tratando de recordar su aspecto anterior, antes de ser Raizel—. Es eso posible, ¿cambiar la apariencia del cuerpo?

—El cuerpo es algo temporal, puede ser de cualquier aspecto. El alma es algo que no cambia, sigue con su forma original como el primer día en el que surgió. ¡El alma no envejece jamás! Solo... evoluciona. —Su madre alzó la mirada al cielo repleto de galaxias luminosas—, somos desde el principio puramente luz, pertenecemos a ese algo que todos quieren encontrar. Somos una parte del Creador, el gran Arquitecto del cosmos y toda vida existente. Ha sido tanto su amor, que nos permitió vivir una experiencia diferente a nuestra mera existencia. —su madre la miro a los ojos—, Él nos ha permitido experimentar un poco de ese amor de que él está hecho.

Aquellas palabras resultaban lecciones cósmicas, sabias y entrañables ideológicamente.

—Es por ello que nos distinguimos de los demás seres de cuerpos celestes o masas cósmicas —Suspiró, luego continuó—-; El amor es la esencia de nuestra existencia, el eslabón que marca el principio y el fin físico al que pertenecemos, el elixir de la evolución metafísica hacia un nuevo universo de energía. Si el amor se canaliza es posible evolucionar. Es por esa razón que se nos permite apreciar y comprender su poder ilimitado, sentirlo además de tener la capacidad de entregárselo a alguien más. Conferir el amor que sentimos es un acto sublime que el mismo Creador nos concedió. La libertad es un arma de doble filo que cualquiera puede usar e imponer a su antojo, ahí es cuando el sufrimiento se desata dejando a un lado el amor inagotable del que estamos hechos; ese es nuestro error, no hacerlo cuando podemos y buscarlo cuando ya no nos queda tiempo.

Las palabras de su madre tocaron su alma. Kira pensó en Eileen, no era necesario un rasgo de sangre genuino entre ellas, era el amor que le tenía. Un amor que estaba dispuesto a todo por la felicidad de su hermana. Entonces; la pregunta flotó en su mente, armándose de valor preguntó:

—¿Porque? ¡No quería irme!

—Caminemos. — Sugirió su madre poniéndose de pie, Kira siguió la siguió.

Al estar al su lado el viento pareció seguirlas, su madre asimilaba ser el mismo viento, el mismo oxígeno, igual que la quinta sección de donde había estado, aquel lugar parecía gobernado por su ser.

—Quiero lo mejor para ti. Aquí estabas sola, vivirías eternamente conmigo... mereces forjar tu propio destino.

—¡Era feliz! —Respondió Kira con tristeza—. Realmente lo era.

—¿No eres feliz ahora? Tienes una nueva vida, una hermana y una familia. Yo nunca saldré de aquí, ahora pertenezco a este mundo. Tu padre y yo decidimos darte una nueva oportunidad de crecer y conocer gente, algo diferente para que pudieras escoger tu camino y poder ser libre. Descubrir y experimentar nuevas emociones, diferentes a las que has conocido en este mundo, y tal vez encontrar a alguien a quien entregarle tu amor, así como nosotros te la entregamos a ti.

Kira despegó los ojos del suelo para posarlos en el mar traslucido como la claridad del día. Al acercarse a la orilla de ese mar infinito y esplendoroso, vio de nuevo los mundos a través de él. Su padre estaba sentado ahí. La aflicción le invadió nuevamente. Era feliz con la familia que tenía. Aquello era su mundo, pero ahora ya no lo era... —Su padre le dedicó una sonrisa—. A su mente arribaron recuerdos junto a él; no iba muy seguido, pero lo hacía. Su madre decía que el cuidaba las estrellas. Corrió hacía él sentándose rápidamente a su lado. La mirada protectora de su padre irradiaba calidez, sus ojos blancos y brillantes le acariciaron el alma al cristalizarse brevemente, su piel brilló por la luz unos instantes. Después su madre se sentó junto a ellos, por un momento el silencio se vio opacado por ellos, y la quietud de sus miradas bastó para llenar el horizonte inacabable a un instante solo para ellos.

—¡Kira te amamos inmensamente! —Su Padre y madre la abrazaron.

—Yo también los amo. —Kira contuvo sus lágrimas que deseaban desbordarse por sus ojos. Sabía que la amaban. No podía reclamar lo que habían elegido para ella. También les dolía; no obstante. Deseaban su felicidad.

—Las luces, —dijo su madre—. Las ves, ¿aun te siguen gustando?

—¡Sí!, son hermosas.

Kira no lo recordaba con claridad hasta que su madre le cuestionó aquello. Había creado esas luces para ella, en aquel mundo como un oasis en el desierto. Las luces fueron la forma de que ambos mundos estuviesen conectados.

—Quiero saber porque he olvidado todo esto. ¿Por qué los he olvidado a ustedes, a toda mi vida anterior?

—Dejar algún rastro en tu memoria significaría una guerra. No sabes a lo que te enfrentarás. Si se enteran de quien eres, querrán matarte. Anteriormente se gobernaba en Clarus por estirpes y yo fui el último de mi estirpe, cuando la guerra termino se llegó a un acuerdo en dividir el poder, fue así como se crearon los primeros linajes de familias y el surgimiento de los clanes por cada reino; creando así la balanza de la estabilidad política de Clarus. Si alguien se entera que tú eres mi hija. —Su padre pronunció aquellas palabras con un semblante temeroso—, podrían buscarte para resurgir el poder unificado por un solo rey. Pero existe una regla: si un noble, en este caso otro descendiente de la línea del tronco familiar gobernante reclama el titulo puede hacerlo. No dudará en matarte para que este ocupe tu lugar. Peor aún, tu madre es Siel, eres potencialmente un canal cercano al Ida. Kira, tú eres fuerte. Tú don despierta poco a poco, no te subestimes. Y si te matan —Su padre la miró—, toda tu fuerza será transferida a tu sucesor. Es por ello que borramos toda tu memoria. Es frustrante para nosotros no poder estar a tu lado, pero entiende que es lo único que podemos hacer por ti.

Su cerebro procesaba la información lenta y pavorosamente. No sería imprudente. Por dentro su alma gritaba, no supo definir si era de miedo o de sorpresa. No deseaba exponer a Eileen o a sus amigos, ni mucho menos provocar una guerra.

—Estaré bien. —Contestó tratando de ocultar lo que sentía por dentro.

—Será mejor que regreses. —Su madre la contempló con un atisbo de nostalgia—, No nos queda mucho tiempo. Me alegra ver lo hermosa que estas. Antes cuéntame sobre ese

chico. —Sonrió suavemente.

—¿Que? —Su madre la había tomado por sorpresa— Se llama Zed —respondió sin vacilar—, él es un humano. Aunque ahora no se si lo sea totalmente o ya no, siento atracción por él, pero no estoy segura que pueda acercarse al amor.

—Él no te merece. —Su padre la examinó con seriedad.

Kira no pudo descifrar si era porque le había molestado aquel comentario o porque iba a darle un sermón sobre la importancia de protegerse ella misma y su corazón para no entregársela a alguien que no lo mereciera.

—Papá, solo me gusta un poco.

—Me niego rotundamente a aceptar a un mortal.

—¿Mortal?

—Kira, —Su madre la reprendió suavemente ante la incomodidad en la que se había tornado la conversación. — tu padre es algo sobreprotector. Hubieses visto como era antes. Le encantaba monopolizar todo a su entorno; debía de controlar todo.

Kira no pudo evitar reírse. Su padre se puso de pie, y con una postura elegante les extendió la mano a ambas para ponerlas de pie.

—Siel, ¡por favor! No exageres las cosas. Yo solo tenía ojos para ti. Me gustaba cuidar lo mío. —él le dedicó una sonrisa compasiva a Kira—. solo te protejo del peligro. —Prosiguió—Aunque dudo que me hagas caso. Eres tan testaruda como tu madre. Siempre se salen con la suya.

Sintió muy en el fondo de su alma una dicha inigualable. Lo cierto era que para Kira se había vuelto una forma de que su padre le dijese; ¡te quiero!

—Esto debes recordarlo. —Su padre situó la mano en su frente—. Trataré de llevarte a la puerta principal del Abaddon, debes entrar allí. El Delta luminoso se encuentra oculto en alguna de las dimensiones del Abaddon, lo entenderás cuando estés dentro. Alguna vez me pertenecieron. Después tuve que entregarlos al Abaddon de nuevo, fue el precio para encerrar a un monstruo poderoso. Con ellos encontrarás a Eileen

—Kira ¡te amo! —Las lágrimas como cristales brillosos recorrieron los pómulos de su madre.

Ella interpretó aquellas palabras como una despedida.

—Estaremos siempre a tu lado. Ahora ve y salva a tu hermana. —Finalizó su madre...

—Estos momentos, —recitó con pesadumbre—. Han sido maravillosos. Este instante a su lado se ha vuelto eterno para mí. ¡Los amo!

—¡Cuídate! Nunca retrocedas. El camino que has de recorrer ahora en adelante no será fácil, pero muchos te quieren y estarán a tu lado. ¡Lo siento hija! Pero volveré a dormir tus recuerdos... —Esas fueron las últimas palabras de su padre.

El sollozo titilante fluyó como una corriente desbordante de una catarata. Acto seguido; Sintió que su cuerpo vibraba... Una sensación delirante y liviana como una pluma afloró poco a poco la rigidez en su cuerpo. Segundos después la sensación de estar volando en un paracaídas sin oxígeno retumbó en toda su piel. Imágenes borrosas en su mente se difuminaron y todo volvió a ennegrecerse...    

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