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23. PRESIÓN

Aquel enfrentamiento que observaba Raizel fue interrumpida por sus oponentes. Las réplicas de Antares comenzaron a atacarla de nuevo. Uno de ellos la tumbó al suelo. Raizel rodó antes de que un aguijón la atravesara, aunque su brazo sufrió una leve cortada, inmediatamente se levantó para luego buscar la ballesta de Tairy, por desgracia uno de los monstruos impidió que fuera por ella. Lo mejor que pudo hacer fue quedarse en suelo evadiendo con dureza los aguijones, pronto sus piernas comenzaron a ceder ante los roces de las criaturas.

Al Voltear la mirada por varios segundos hacia Nait y Zed, no hubo necesidad de saber la situación, estaban exhaustos. No sabía cuánto más resistirían. Raizel estaba tan centrada en lidiar con sus oponentes que pasó por desapercibidos a pequeños escarabajos blanquecinos con aguijones largos Tairy. Su pulsó se aceleró, la adrenalina que bombeaba por su cuerpo hizo que corriera donde se encontraba ella tomando la ballesta, luego disparó volviendo cenizas a los pequeños escarabajos. Respiró aliviada. Nait llegó donde se encontraban atacando al pequeño centinela que había llegado por detrás de Raizel. Zed hizo lo mismo. Las diez réplicas de Antares estaban frente a ellos. Los tenían acorralados.

La mirada de Dimitri se clavó en ellos unos segundos. Luego volvió su atención al su contrincante, Raizel fue devuelta a la realidad que los rodeaba, creyó que el resultado sería fatal ante la inminente cercanía de las criaturas; Caleb arremetió contra ellos mandándolos a volar varios metros de ellos.

—Lamento la demora. He preparado una trampa para ellos, solo espero que funcione. Necesitó tu ayuda mortal. ¿Crees poder?

—No me subestimes Caleb. Lo haré. —Aseveró Zed dando varios pasos acelerados hacía él.

Caleb recorrió el panorama mientras divisaba una posible alternativa.

—Necesitamos llamar la atención de ellas, de lo contrario no harán nada.

—¿Que propones?

—Creo poder deslizarme debajo de ellas. Les cortaré las patas, cuando recuperen la movilidad deberás correr a varios metros de aquí, irás en dirección contaría donde vaya, y cuando me detenga harás lo mismo.

Con una velocidad impresionante Caleb los rodeó, enseguida se deslizó ágilmente debajo de ellos cortándole las patas como un relámpago. Los centinelas se desplomaron entre la densa arena que había aparecido sin que Raizel se hubiese dado cuenta.

—¿Notaron que hay arena dónde estamos? y si ellos son solo eso, arena, que caso tendría matarlos, si al final volverán como si nada.

—Raizel, debemos alejarlos de nosotros. Son peligrosos, el veneno de ellos ha dejado así a Ty, podría ser que la arena también es venenosa.

—No lo creo, me rozaron el cuerpo, pero no he sentido nada. —Aseguró Raizel viendo a Nait con aplomó.

La oleada de polvo se despilfarró entre rocas rojizas mientras ellos se reconstruían. Caleb se puso en marcha disparándoles una flecha para atraer su atención. Raizel observó cómo varios de ellos iban detrás de Caleb, al ver a Tairy inconsciente pensó en Eileen encontrarse al borde de la muerte, tembló con solo imaginarlo. Debía de aprender y volverse fuerte si deseaba ser útil. Tomó la ballesta con dos flechas. Antes de que se pusiera en marcha unas manos cálidas la detuvieron.

—Raizel yo iré. —Nait la miró con firmeza.

—No Nait, debes proteger a Tairy. ¿Y si aparece otro de ellos mientras no estás? ¿Crees que podré detenerlo? Prefiero ser la carnada y que Tairy este a salvo contigo.

Nait se quedó callado. No hubo necesidad de protesta. Raizel corrió tanto como pudo para alcanzarlos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca disparó una de las flechas, el estallido provocó un oleaje arenoso debajo de los centinelas. Al escuchar los chillidos de furia comenzó a correr. Al sentir varias sacudidas detrás supo enseguida que la seguían.

Los movimientos en la arena se fueron intensificando, Raizel volteó; al verlos tan cerca, el cuerpo se le tensó como un cubo de hielo. De pronto Dimitri apareció arrojándose con ella del otro lado al tiempo que una ventisca de arena los arremetía unos contra otros.

—Pronto acabará.

Dimitri se puso de pie, luego Luka se incorporó a su lado.

—¡Luka! Obliga a Antares a ir en la red que Caleb ha creado. Raizel quiero que te quedes justo donde estás, Caleb y Zed vendrán a tu encuentro, solo resiste. —Dimitri extendió las más manos dejando entrever una vara de plata que emergía de sus manos, incrustada con líneas oscuras que se separaban y unían formando símbolos redondeados con líneas curvas y otras tan rectas como una regla, el viento silbó ligeramente en las manos de Dimitri cuando levito en ella.

—¿Qué es eso? —Apuntó con la mirada trémula.

—Una barrera temporal. Nos dará tiempo suficiente para matar a Antares.

—Debes es retener a las réplicas de Antares dentro de la barrera mientras Dimitri y yo acabamos con el original. Clava esta vara en la arena y sostenla con todas tus fuerzas.

Raizel asintió a la explicación de Luka.

Al verlos correr, Raizel hizo lo que le habían ordenado. La vara sufrió una aleación entre colores rojizos y oscuros para luego envolverse en espiral a su brazo izquierdo, una presión se formaba al ver la ligereza de aquella vara; como si una calamita la atrajera con fuerza a su centro de gravedad. La barrera fue expandiéndose como una burbuja, a la distancia vio a todas las réplicas de Antares acercarse a toda velocidad donde ella se encontraba, no comprendió como es que ellos habrían sido atraídos puesto que Luka y Dimitri habían ido en dirección a ellas.

Sus ojos se entrecerraron al ver como las diminutas figuras de Zed y Caleb tomaban forma. Al verlos no supo que pensar. La barrera seguía haciéndose más grande pero fuera de ello no había otro cambio, hasta que la barrera se disparó como una lluvia de luces hacía las criaturas que fueron envueltas por su luminosidad para luego encerrarlos dentro de un heptágono hipotónico como cristales distorsionándose contra corriente.

Caleb y Zed fueron arrastrados por una cuerda que se encontraba sujeta a la cintura de ellos. Minutos después se encontraron a su lado. Ella sintió un alivio al tenerlos cerca. La tensión volvió en Raizel al sentir que la vara comenzaba a ejercer una presión más fuerte sobre su brazo. Su piel iba adquiriendo un color rojizo. Las manos de Caleb se posaron sobre los suyos. Una pequeña vibración sacudió sus manos.

—La vara absorbe la energía natural de quien la use. Cuando tu vitalidad se agote, podría romperte los huesos. Dimitri fue desconsiderado como para pensar en tu integridad física. Trataré de drenar un poco de mi energía sobre ella, pero no puedo asegurar que sea efectiva. Prepárate Raizel, ellos vienen con todo. —señaló con la mirada hacía las réplicas de Antares—. Intentarán todo para romperla. ¡Debes resistir! —luego retiró sus manos observado con atención algún ataque de sus contrincantes.

Raizel sintió miedo. Por fuera no se inmutó para no preocupar a Caleb, pero, por dentro temblaba. ¿Y si fallaba? ¿Y si sus huesos se rompían en aquel instante? Deseó tener más confianza, lo cual en aquel momento era la clave de su fracaso o su victoria. Su brazo volvió a sentir una presión amortiguante.

Esta vez su piel fue tornadosé de color morado. La sensación de dolor la consumió por dentro, tan penetrante y temerario, como piquetes de cientos se agujas. Trató de aligerar el dolor respirando hondo y de la forma más suave posible de modo que pasara desapercibido su constante jadeo. Encerrada en la dolencia no pudo siquiera hacer un movimiento para esquivar el ataque de uno de los escorpiones. Su brazo emanó un crujido leve, la pesadez se accionó elevando la presión sanguínea de Raizel.

Una daga separó la pinza atravesada en su brazo. Raizel bajó la mirada atemorizada por lo que estaría por ver. No se equivocó, la sangre rojiza recorrió sus dedos, la vara ondulada en su brazo se cubrió de sangre. La arena en cambio, absorbía como una esponja su sangre diluida como gotas de lluvia.

—¿Te encuentras bien? —Los ojos de Zed trataron de tranquilizarla al igual que su voz impasible.

—Aún tengo mi brazo. —respondió ella entre quejidos apenas notorios.

—Zed quédate al frente, cúbrenos. Raizel no podrá mantener la barrera si sigue sangrando. Podría desmayarse.

—Haz lo que tengas que hacer. Yo me haré cargo del resto. —Sentenció Zed con firmeza.

Las manos de Caleb posaron de manera delicada sobre las de Raizel de nuevo. La calidez de su energía fue envolviendo la vara con mayor fuerza. Percibió la diferencia, a pesar del dolor punzante que dominaba sus entrañas, no quería ser derrotada.

Por su hermana no habría modo de fracasar, intentaría todo hasta el final. Ambas energías aumentaron hasta que la vara se tornó de un color verde ópalo. Una vibración consecutiva irradió de ella como pequeñas partículas de luz. La barrera en forma de heptágono se cristalizó como fragmentos de perlas relucientes. Endureció los cuerpos de los centinelas. Poco a poco fue absorbiéndolos hasta reducirlos a nada...

Por un momento Caleb y ella respiraron serenamente. Hasta que una polvareda retumbó cerca de ellos. Luka y Dimitri perseguían a Antares. Raizel y Caleb liberaron el resto de su energía para fortalecer la barrera. Cuando Antares hizo contacto con ella se escuchó como se rompía. Ella pensó lo peor. Dimitri pareció decirle algo a Luka. Al asentir. Ellos se separaron varios metros.

Luka empuñó su espada al suelo y la tierra respondió al moverse donde se encontraba Antares provocando que se tambaleara. Sacó la espada nuevamente para atacarlo, mientras él corría a toda prisa. Embistió contra las patas del centinela cortándole dos. Antares osciló varios segundos, pero utilizó las tenazas filosas para atacar a Luka y evitar chocar contra el suelo. Aquel chirrido provocó que Raizel se sintiera nerviosa y el pulso se le acelerara. Sus ataques consecutivos parecían retar la realidad. Si hubiese sido ella, no habría sobrevivido. Estaría en el limbo junto a su padre.

Inesperadamente, Nait apareció al lado de Caleb y Raizel, invocó un aire frio mezclado con agua que fue congelando el suelo donde se encontraba Antares. Los Aguijones del centinela penetraron con facilidad el manto de hielo. Dimitri los volteó a ver; antes de regresar la vista al oponente. Por su parte Luka había lanzado un último ataque que no causó daño alguno. Salió disparado de ahí por una de las pinzas filosas de Antares.

Dimitri advirtió un cambio repentino en su compostura. La alabarda pareció encajar perfectamente a él en batalla. Se elevó diez metros de un salto con una fuerza sorprendente, cayó encima de Antares clavándole la alabarda. Raizel nunca había visto nada igual. La coraza de Antares parecía impenetrable; pero Dimitri acometió con más fuerza contra el centinela, la criatura se sacudía con brusquedad para hacer caer a Dimitri. Fue inútil, él se sostenía con mucha precisión.

Él hizo un gesto de esfuerzo, entonces; la alabarda ardió en llamas logrando perforar totalmente la coraza de Antares. En ese instante cayó al suelo hirviendo en llamas oscuras, luego se volvió ceniza... Agotados quedaron tumbados en el suelo. Raizel sintió un alivio al ver a la vara evaporarse como agua en ebullición. Los enfrentamientos consecutivos los dejaron fatigados, no descansaban casi nada. Ahora solo quedaba una sección. La última puerta hacía en Abaddon. Dimitri se acercó a ellos, su cuerpo sudoroso denotó el duro enfrentamiento hacia los contrincantes de cada sección, entonces dijo:

—Antes de que sigamos avanzando nos detendremos por los menos el tiempo suficiente para recuperar fuerzas. No sabemos lo que queda en el corazón del Abaddon. Mantenernos con energía suficiente es lo que nos queda. Busquemos un refugio para cubrirnos de la tormenta de arena que se aproxima a nosotros.

Raizel apenas pudo levantar la vista hacía la tormenta de arena que se acercaba con furia y dejaba un manto oscuro a su paso al igual que la intensidad de un aire arenoso y seco. Solo pidió no volver a viajar a otra dimensión, no lo soportaría. Dimitri tenía razón, por lo menos debían de descansar y luego seguir su camino. Ellos no eran inmortales, la lasitud era parte de esa travesía. Caleb llamó a la distancia indicándoles que había encontrado un lugar para descansar.

Ella recuperó el aliento, buscó a Tairy, al verla consciente caminando a duras penas, la tensión pareció escapar de su cuerpo. Nait y Luka la sujetaban con delicadeza.

—¿Raizel, deberíamos de tratar tu herida? —La voz jadeante de Zed se escuchó por detrás.

Ella volteó a verlo. El semblante de Zed estaba sudado y polvoriento, con los labios secos y pálidos.

—Después... No hay prisa.

—¿Lo dices en serio? ¿En qué estás pensando? Porque no pones atención a la herida que tienes en el brazo.

—No es algo grave. Estaré bien, deberías solo relajarte y tratar de descansar. Lo necesitas, y yo también. —Aquellas palabras fueron pronunciadas con una seriedad indiscutible.

Al dejar a Zed sin poder contradecirla. Raizel no quiso pensar en algo más allá que la vida de sus compañeros. Pudo en algún momento solo dejarse llevar por emociones poco claras y realistas, pero ahora las cosas cambiaban. El mortal le intrigaba, y en ocasiones lo veía diferente... Oró por mantener su firmeza, al estar sumida en su propias discusiones e hipótesis internas, no sintió sus pasos acelerados acercarse hacía unos pilares semienterrados en la arena.

Al levantar la vista sus ojos fueron humedecidos por el polvo. Ingresó encorvándose entre los pilares. Al bajar varios escombros pudo ver los restos de un templo viejo y desolado cubierto por telarañas y vasijas rotas entre los cubículos de un pasillo largo y angosto. Raizel se dejó caer al suelo polvoriento, recostó sus piernas sobre una barandilla de metal oxidada. Sintió incomodidad al recordar la mochila en su espalda, había olvidado por completo que la llevaba todavía.

De pronto se sintió adolorida, fue deslizando la mochila de su espalda, al rozarla con su brazo herido, el dolor fue inevitable. Respiró profundamente para evitar lanzar un grito ahogado. Afortunadamente los ecos de la tormenta de arena aparecieron como orquestas ensordecedoras. El viento agitó constantemente el techo dejando caer pequeñas cascadas de arena entre los pilares. Raizel tomó la pomada para la herida, consciente de que parte de su hueso estaba roto, sanaría la herida externa pero sus huesos tardarían en reponerse durante varios días.

Limpió la herida con una venda pequeña, pese al piqueteo del dolor causado por el contacto de la tela siguió sin detenerse. Aplicó la pomada y luego un vendaje. Le preocupó poder amarrarlo hasta que las manos de Tairy terminaron por hacer un nudo.

—¡Gracias Raizel! Nait me ha contado todo. No fui de ayuda, solo una carga.

—Me da gusto verte mejor, me preocupaba que pasara lo peor. Tenía miedo, solo con imaginar la muerte ante mis ojos me desplomaría. No sabría que hacer o cómo lidiar con eso.

—Nadie quisiera imaginar eso. No me gustaría morir aquí. —Expuso Tairy abrazándose.

Ambas musitaron risillas suaves y poco audibles para los demás. Tairy se quedó a su lado hasta que ellas cayeron en un sueño insondable y revitalizador como el retoño de una rosa agraciada por la belleza de sus pétalos.

Raizel entreabrió los ojos pesadamente. Su mano pareció pesarle como una roca por la oscilante incomodidad producida por las rocas arenosas. El olor blando a canela y manzana llegaron a ella, su estómago rugió como un tigre al reconocer la fragancia de café caliente. Tragó saliva al considerar la lejana idea de disfrutar por lo menos un poco de comida como aquel aroma suave y delicioso que la embriagaba. Al despertar por completo celebró en sus adentros no haber perdido la compostura; era comida. No era una alucinación.

—¿Quieres un poco? —dijo Luka extendiendo una rebanada de pan con jalea de manzana.

Raizel no necesitó terminar la oración de agradecimiento. Aquel sabor envolvió su boca, estaba hambrienta. Le pareció suficiente, por lo menos su estómago no reclamaría por un buen tiempo. Al darle un sorbo al café recordó sus mañanas sentada entre el césped y el viento matinal en las afueras de su casa.

—¿Cómo han conseguido esto? —Preguntó ella dándole el último mordisco al pan.

—Nait está lleno de sorpresas. Creo que él tiene alguna clase de objeto que transporta cosas, traía consigo utensilios para cocinar. Aunque no se le da bien preparar alimentos. Al menos el pan y el café saciaran nuestra hambre hasta volver a casa.

—Debo preguntarle donde puedo obtener uno de esos objetos. Pero ahora solo siento ansias y miedo por todo lo que ha pasado, con mi Eileen...

—Tu hermana es fuerte. No le harán daño.

—Tienes razón Luka. Lo que no comprendo es ¿porque? Que obtendrán de todo esto.

—Lo que te aseguró es que Dimitri sabe lo que hace. Por un tiempo cuestioné porque asintió a las órdenes de Lain, él habría asesinado a Lain sin problema, pero creo que él sabe algo más que nosotros no. Ahora nos corresponde concentrarnos en obtener el Delta Luminoso, y traer de vuelta a tu hermana. Por cierto, Dimitri dijo que nos acercáramos a la fogata. La tormenta de arena se disipó, nos iremos pronto.

Al ponerse de pie, Raizel sintió un leve temblor en sus piernas. Caminó con cautela evitando tropezar con trozos de madera, hierro y restos de pilares. Tomó asiento cerca de Zed, no lo había visto desde que el cansancio había dominado su cuerpo completamente, por un instante se olvidó totalmente de él. Aunque ella lo veía más relajado. Dimitri por otro lado dejó a un lado su vaso de café y miró a todos con serenidad.

—Estamos a punto de entrar a la última sección. No quiero ser negativo, pero lo que sea que se encuentre ahí adentro; debe ser mucho más fuerte que cualquiera de nuestros contrincantes anteriores. —continuó—, si ganamos habremos obtenido el boleto de regreso a casa, quiero que luchen hasta el final.

Todos cruzaron la mirada.

—¡Chicos! —Sacudió su cabello—. Su valentía nos ha traído hasta aquí, espero que sigan así. Debemos irnos ahora. Recuerden lo que les dije al principio. —Se acomodó en el suelo acercando su alabarda— Si uno de nosotros llegaba al Delta Luminoso lo llevaría a Clarus, esto te incluye a ti muchacho —señaló a Zed—, no estabas dentro de nuestros planes, pero si tu sobrevives o cualquiera de nosotros, deberá entregárselo a Nouri. Él se hará cargo del resto. —¡Vamos! —dijo el levantándose.

Comenzaron a seguir a Dimitri. Raizel elevó la mirada para despedirse del panorama desolador. Estaban caminando entre la arena nuevamente. El aire era no era tan fuerte, levantaba remolinos de arena junto con ecos y murmullos que se evaporaban a la distancia... 

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