22. REUNIDOS
Raizel observaba cada pasó de Dimitri; tan cauteloso como un depredador. Sus ojos centrados al frente igual que sus sentidos agudizados como un felino resguardaban cualquier indicio de amenaza, ahora que estaban más lejos y expuestos al peligro. Intimidada por la mirada voraz de Luka apartó la mirada fugazmente antes de que los nervios la traicionarán. Debía estudiar mejor su situación, más allá de la agradable compañía de Zed al igual que sus palabras conmovedoras.
Profundizó sus sentimientos aduciendo aquel desbalance que Zed le estaba provocando, se dio cuenta que ella cambiaría por alguien más. ¿Y si solo era ella? ¿Qué clase de amor buscaba y esperaba? No lo había pensado, pues ella había creído en Lain, no resultó como esperaba. Había recibido el primer golpe por parte del amor y ahora que se había cruzado con un humano interesante la ponía de nuevo entre la espada y la pared. Se obligó a si misma a dejar a un lado esas emociones que al final no la conducirían a nada.
Concentrándose en sus pasos, levantó la mirada para asegurarse de avanzar igual que los demás. Las gotas de agua al chocar contra el suelo sonaban como una aguja de reloj, la atmosfera húmeda reducía de a poco la temperatura y la elevaba de nuevo. La naturaleza se mostraba ruda e impredecible...
Al cabo de varios minutos la tierra comenzaba a sentirse diferente bajo sus pies, como si la tierra fuera mostrando el misterio resguardado en su interior a través de la complejidad de cambios en su suelo, Raizel pensó que se había mareado cuando tambaleó, notó rápidamente arena debajo de sus pies cansados, luego fue arrastrada junto a los demás hacía una pared de espinas que se movía como remolinos hambrientos. El Abaddon no mostraba piedad alguna a la hora de recordarle una vez más cuan impredecible era... después de ser succionados dieron boca abajo sobre tierra desértica y acalorada.
Se encontraban por fin en la cuarta sección. A comparación con las demás esta era desolada carente de vivacidad y predominada por la asonancia de la corriente trémula. No se divisaba vida alguna ni rastro de nada más que arena. Al comenzar a caminar sus pasos se hundieron, el aire seco hostigó su respiración como si cortara sus pulmones a cada inspiración, a pesar de que no hubiese un Sol que iluminase el lugar, el calor era desgastante a medida que avanzaban.
—Quien haya diseñado Tenebris debe estar completamente loco. Y si fueron los dioses, ¿qué creen que somos, inmortales?
—Por fin dices algo modesto, no puedo no estar de acuerdo contigo. —Respondió Tairy dedicándole una sonrisa a Raizel, se había vuelto el primer contacto cercano entre ellas—. Si tuviéramos más vidas como un gato no me quejaría, pero ¡en serio! No me gustaría morir en este lugar. Tengo planes que no puedo dejar pasar.
—¿Y esos planes también me incluyen verdad? —la voz cálida de Nait había regresado listo para entonar sus bromas a todo pulso y hacer reír o enfadar a Tairy de todas las formas posibles.
Tairy no respondió, pero le advirtió con los ojos que tuviese más cuidado. Ellos tres caminaron juntos. Mientras los demás estaban detrás de ellos.
—¿Qué? —Dijo Nait fingiendo una voz dolida—. De todas formas, se van a enterar.
—Acaso ustedes... —Raizel los señaló, ella iba a preguntarles si ellos estaban saliendo, pero Nait se adelantó.
—¡Si! Ty y yo estamos saliendo; y pronto nos casaremos... —afirmó muy animado—. Si quieres ser invitada debes ganar la aprobación de Ty.
—Cuando vas a mantener la boca cerrada Nait. —Ella lo devoró con la mirada—. Sabes que mi padre no lo aprueba, él cree que no estás listo para mí.
—Te equivocas. Me ha dado su aprobación. Él sabe lo genial que soy; y el único que podría merecerte.
Tairy sonrió, luego con un mohín burlón le dio un codazo a Nait.
—Pensé que eran solo amigos. Jamás imaginé que ustedes tuvieran una relación. Son tan... distintos
—A Tairy no le gusta que los demás puedan darse cuenta. Tal vez se avergüenza de mí.
—Eres un idiota Nait. Siempre me das un motivo para querer dejarte morir mejor aún, darte unos buenos puñetazos o finalmente me decida a dejarte.
Raizel no pudo ocultar su sonrisa divertida, tampoco consiguió imaginarse verlos peleando todos los días.
—Raizel es testigo de tu rechazo hacia mí. Comienzo a dudar que fue un error pedirte que te casaras conmigo.
—Aún no he aceptado tu propuesta. —Masculló ella con tono frio, aunque sus ojos brillantes afirmaban otra cosa.
—¿Y cómo le propusiste matrimonio? —preguntó Raizel curiosa y emocionada por saberlo.
Nait y Tairy se dedicaron una mirada de complicidad.
—Es una larga historia. Me encantaría contarte como ocurrió, pero ella podría ejecutarme aquí, además pienso casarme con ella... Pero te prometo contarlo todo cuando Ty y yo seamos vinculados. —Se le agrandó la sonrisa—. ¡Oye! ¿Quieres escuchar una partecita de historia de amor?
—¡Nait! ¡Por favor! No puedes ir contándole a todo el mundo nuestra vida. Es nuestra historia... —dijo ella bajando la voz, pero sin perder la tonalidad imponente que intimidaría a cualquiera que no le hiciese caso.
Raizel vio por unos instantes a una Tairy vulnerable, muy diferente a su semblante normal, su mirada entregada a Nait. No los conocía a profundidad, pero sí que iban muy en serio con su relación. Ellos evocaron en ella deseos de encontrar a su compañero de vida.
—Ella es un capullo Raizel. Lo ves...
—Lo es. —afirmó insegura. No quería incomodar a Tairy, pero se arriesgó—. Te escuchó Nait.
—Tranquila Ty. Solo le contaré una parte, como si fuera un bocado de nuestro pastel de bodas. Ella siempre luce a la defensiva, cualquiera sería un tonto al acercarse a ella. Pero tiene agallas, cuando quiere algo, va por él. Y créeme Raizel cuando te digo hizo de todo para llamar mi atención. Se esforzó mucho para conquistarme. Al final, tuve que aceptar salir con ella después de insistir tanto.
—Vamos de nuevo con eso Nait. No fue así. Tu ego es lo único que hace que quiera huir...
—Déjame terminar Ty. Estoy seguro de que Raizel quiere saber más. —Nait cambió su tono de voz a una agradecida y sensitiva—. Tairy no tiene que agradarle a todo el mundo, basta con que ella se haya convertido en mi mundo para ser la persona más encantadora de este universo. Suena cursi, tal vez, pero ¿qué hay con eso? Ella lo es todo para mí ahora y hasta el día de mi muerte.
—Podría derretirme Nait, pero no puedo. El calor de este lugar no es suficiente.
—Por los dioses Ty. Soy como el sol, a mi lado lo harás sin necesidad de la estrella, y no es la primera vez que te hago babear.
Tairy estaba a punto de decir algo cuando se quedó inmóvil.
—¿Qué ocurre? —preguntó Raizel quedándose a su lado, luego maldijo lo que fuera que estuviese merodeando por ahí, pues había interrumpido a la parejita de tortolos, estaba encantada con saber más de su amor...
—Me pareció ver algo moviéndose frente a nosotros.
—¿Pasa algo? —Dimitri llegó a su lado.
—Tairy dice que vio algo moviéndose frente a nosotros. —Advirtió Nait.
Tairy le susurro algo al oído de Dimitri luego el levantó la mirada.
—Luka, iremos primero. Los demás vengan detrás de nosotros.
La arena comenzó a mezclarse con el viento formando una cortina polvorosa y molesta a medida que seguían avanzando. Raizel estaba inquieta. Cuando el aire amenazaba con volverse imparable, drásticamente se disipó dejando entrever árboles secos y rocas color oxido envueltas en una capa de arena ennegrecida en algunas partes, sus ojos fueron atraídos por unas flores purpuras con manchas amarillas que se encontraban encima de una piedra lisa semi ovalada. Se acercó para poder tocar sus hermosos pétalos, al hacer contacto retiró su mano inmediatamente. Jamás en sus doscientos años de vida había visto una flor que quemara.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó Zed acercándose a su lado.
—Si. Esta flor quema. No la vayas a tocar. —Expuso ella aun frotando su dedo quemado.
Una ráfaga de viento rugió en el horizonte aflorando con intensidad donde se encontraban. Varios pétalos fueron arrastrados por el aire.
—Muévanse —advirtió ella con rapidez. Raizel no estaba segura de que funcionaria.
Luka no pudo esquivar el pétalo, al tocarlo le quemó de inmediato. Los demás se alejaron para evadirlas. Al dejarlas atrás la arena fue sacudida por un movimiento extraño, luego desapareció.
Unas voces susurrantes comenzaron a navegar entre el viento desapacible, casi como zumbidos de abejas, de pronto la arena comenzaba a elevarse hacia el cielo centelleando como diamantes. Raizel se quedó inmóvil tratando de digerir lo que estaba ocurriendo. Sus manos comenzaron a sudar, luego un sonido crepitado estalló en el cielo.
—Esto... no es verdad. —Dijo esbozando una risa nerviosa llena de desasosiego.
—Sí que lo es. —Respondió Tairy cerrando los puños.
El cielo pareció romperse como un espejo. Aquellos pedazos cayeron mientras la arena seguía fluyendo hacia el cielo grisáceo y lleno de nubes ennegrecidas que se iban desintegrando. Una cortina de humo color azabache se difundió en todo el lugar congelando por una brevedad aquel suceso inexplicable.
—Qué demonios ocurre —farfulló Zed estupefacto y sin dirigirse a nadie en particular—. Supongo que me porté muy mal en mi vida pasada por eso vine a parar a este lugar... ahora me arrepiento.
A lo lejos unos rugidos bramaron como manadas de hienas, luego unos chillidos resonaron en el cielo como buitres. Raizel tembló ante la advertencia de su cuerpo, peligro. Uno que indudablemente estremecía su entendimiento. Entre la oscuridad difuminada por el manto grueso y frio de la neblina, la sangre salpicó del cielo agrietado dejando caer varias cabezas a sus costados, el cuerpo se le congeló a verlos.
Enmudecida por el miedo, observó las cabezas arañadas con garras gruesas y filosas, sus ojos color fuego estaban abiertos, en cambio sus dientes filosos como cuchillos estaban llenos de sangre, si es que lo era, pues era de un blanco puro. Sus enormes cabezas llenas de escamas y cuernos enrollados hacia los lados le hicieron pensar que esos monstruos eran de gran tamaño, aunque se preguntaba donde había ido a parar el resto de su cuerpo.
Varias sombras se fueron agrandando a medida que se acercaban, Raizel dio varios pasos hacia atrás, no había sido solo ella. Cuando sintió el tacto de Tairy contrajo la respiración. Luka se vio tan ágil como una gacela al formar un hexágono alrededor de ellos, Dimitri en cambio, insertó la alabarda en la arena formando una barrera oscura. Raizel simplemente pareció no entenderlo, no en ese momento.
—Ya vienen escupió —Tairy con la mirada más aguda que jamás había visto Raizel.
—¿Qué es? —matizó por fin en un intento por entenderlo...
—¡Ellos! —señaló Tairy con los ojos.
Raizel por los vio cuando el viento se despidió al ser devorado por un viento caluroso. La barrera crujió ante las sacudidas de las criaturas de patas alargadas con garras similares a las de un halcón que se aproximaban, sus colas largas y escamosas se arrastraban en el suelo. Uno de ellos olfateó con su gran hocico en el aire agudizando su rugido como el de un león que se escapaba entre sus feroces dientes y boca prominente como el de un tiburón, sus ojos azules como el mar estudiaban su alrededor, sus dos patas delanteras como las de un ciervo crepitaron entre unas rocas pequeñas mientras otro gruñido se escuchaba detrás de él. Era otra criatura similar, aunque más pequeña, el pelaje de su cuello estaba bañado en un tono blanquecino, su cabeza repleta de espinas como el de un puercoespín se sacudían ligeramente por el aire.
Entre el cielo los sonidos de alas moviéndose se intensificaba cuando uno de ellos cayó al suelo. sus enormes y lustrosas alas se extendieron al momento del impacto destrozando uno de ellos. Su plumaje de color turquesa atravesado por líneas rojizas fue cubierto de su sangre verdosa. La otra criatura hizo rechinar sus colas cuando se lanzó como un depredador rompiéndole el cuello. Sus patas cortas y gruesas cubiertas por una coraza como el de un crustáceo fueron arrancadas por otros. Al verlos, ninguno se igualaba a las otras cabezas que había caído anteriormente.
—No me digan que vamos a ser el postre de estas cosas...
—Jamás las he visto —indicó Dimitri—. Solo espero que te equivoques Zed.
Del otro lado de donde se encontraban aparecieron las criaturas con alas en forma de murciélago cubiertos por plumas coloridas en el perímetro de las alas gruesas y afanosas. Su cuerpo alargado como el de una salamandra estaba protegido por una coraza rocosa. Bípedos con patas como de bueyes y dos pequeñas patas delanteras similares al de un caimán, a verles el rostro supo que a ellos pertenecía las cabezas que yacían cerca de ella.
—¿Nait sabes qué ocurre? —Preguntó Luka con una mirada confusa.
—En el mapa solo aparecen remolinos, quizá sean tormentas de arena que se acercan. No pudo saber en qué punto estamos exactamente.
—Déjame verlo. —Dimitri había tomado el mapa con una rapidez que a Nait no le dio tiempo siquiera de asentir—. Estos... No son remolinos Nait, he visto estas inscripciones antes, al principio creí que eran una advertencia de desastres o los cambios de los ciclos. En realidad, son portales que se han abierto y que se conectan una con la otra mediante un punto de invocación. Lo que significa que estas criaturas vienen de universos diferentes. Este podría ser el pozo de las bestias...
—¿Y cómo saldremos de aquí? —Preguntó Tairy con voz tensa.
—No lo sé. Si todos los portales se juntan crearan un nuevo mundo, en el peor de los casos podríamos ser llevados junto con su creación. Ahora formamos parte de esta carnicería, más vale que estén listos para pelear, pero si esto funciona, no notarán nuestra presencia.
—Dimitri tienes una forma de asustarme. Siento que... —expresó Raizel abrazándose—. Estoy a punto de llorar.
—Yo ya me mojé los pantalones —respondió Zed con una sonrisa nerviosa.
Dimitri tenía razón. Las bestias peleaban entre, una masacre que desfiló entre la desolación del céfiro y la imponente insensibilidad del lugar que los acogía. Una de las criaturas voladoras destrozaba el cuerpo de una cría pequeña de las otras bestias terrestres cuando una inmensa cortina de arena rugió temible y devastadora arrasando con ellos. Una criatura ciclópea y oblonga con garras y coraza como de bronce descendió de los cielos oscuros que se combinaban como un arcoíris, esa era la formación de un nuevo mundo...
La bestia abrió la corona de ojos que rodeaban su cráneo reluciente como marfil, sus enormes cornamentas estaban ceñidas en llamas violetas que parpadean como estrellas. Varias patas estaban cubiertas por un musgo rojizo que se deslizaba por encima de su coraza, donde liberó unas púas alargadas y afiladas, las lanzó a las criaturas diminutas que gruñían ante el. Liberó de su cuerpo una vibración magnética que desolló al resto de monstruos que se habrían camino a huir.
La barrera que Luka había creado recibió el impacto, fue rasgado por el poder magnético de aquel monstruo. Raizel tembló ante la posibilidad de que quedaran expuestos ante aquella criatura que hacía que su corazón palpitara como si no hubiese un mañana. El cielo fue formando espirales coloridos como una aurora boreal, varias ráfagas de relámpagos chocaron contra la arena que fue solificándose por un líquido verdoso y grumoso.
La sacudida en la profundidad del suelo disminuyó la gravedad que se volvía pesada, como si el cuerpo de Raizel fuese atraída como un alfiler a un imán.
—Ahora ya saben quién ha reclamado el nuevo mundo como suyo —indicó Dimitri señalando con la mirada a la criatura.
—Dimitri... —indicó Nait con la mirada aturdida— El mapa mostró a esa cosa... o lo que sea, pero creo que debe atacarnos para salir de aquí.
—Muy conveniente para él. Si nos ataca no sobreviviremos, si lo hace podría moldear este mundo para el asesinándonos en un segundo. Debemos salir de aquí. Sujétense. Nait préstame tu lanza.
—¿Estás loco? Ya visto lo que hizo solo con mover la colita.
—No estor de humor para tus chistes Nait, la lanza —dijo de nuevo con una mirada implacable— y dame uno de esos dulcitos que tienes en el bolsillo.
Raizel apenas comprendía lo que hablaban, solo pedía que los dioses tuvieran piedad y les permitieran salir de ese lugar.
—Luka, ¿podrías llamarle la atención?
—Si. Lo que sea que sea que estés pensando más vale que resulte, él puede ser inmortal, esto... me suena a suicidio.
Dimitri desvaneció su alabarda para luego insertar la lanza sobre una plataforma oscura y triangular. Luka comenzó a liberar unas ondas que eran totalmente visibles de color negro, luego estallaron como llamaradas crujiendo entre el suelo. luego Dimitri deshizo la barrera que los protegía como si significase nada. Raizel contuvo la respiración que se le escapaba al reconocer que si daba un bocado a ese oxigeno moriría. Cuando Luka hizo estallar en segundo ataque algo raro se liberó de él, como un halo lleno de energía, una presencia que los sentidos de Raizel no entendían, pero que la vez temían. El colosal monstruo pareció notarlos por fin, como una amenaza a su nuevo territorio. La criatura formó por encima de su cuerpo una bola de luz colorida como el cielo fracturado que se iba cerrando poco a poco, tomo la forma de una estrella, radiante como el, como ardiese con cada parpadeo.
El suelo se sacudió ante lo que estaba a punto de ocurrir. Pronto una luz cegadora fue aplacando todo lo que existía, aquella esfera fue lanzada hacia a ellos. Vibrando con una intensidad despiadada. Al momento del impacto la lanza de Nait formó una figura elíptica que se volvió tan inestable como la luz de la luna en una noche atiborrada de nubes. Como si espejos se hubiesen esa figura en espiral se rompió dejando atravesar el oxigenó que Raizel tomó con aplomo, luego fueron succionados por su gravedad.
El lugar temblaba ante lo que fuera que estuviese pasando. Absorbidos por la negrura del lugar que los lanzaba como pelotas de un lado a otro dieron al suelo recubierto de arena. Raizel pestañeo sus ojos llorosos cuando se puso de pie con las piernas temblorosas. Zed en cambio estaba pálido, su rostro mostraba una incertidumbre que ni ella supo cómo interpretar, y no se molestaría en hacerlo.
—Juro que me volveré loca si esto sigue —soltó Tairy sacudiéndose la ropa sudorosa—. Jamás sentí que nos fuéramos de este lugar.
—El que custodia este lugar es muy fuerte, no puedo saber qué clase de monstruo es.
Un viento lleno de furia detonó una muralla de nubes que liberaban estruendos a su paso oscureciendo todo. Una tormenta de arena.
—¿Que haremos? —Cuestionó Nait—. Usa la barrera Tairy.
Ella iba a protestar, pero al ver la extenuación en el rostro de Dimitri y Luka, lo hizo.
—No sé cuánto tiempo aguante, se ha debilitado desde la última vez que lo utilice.
Al conjurarlo el viento pareció suave y tranquilo, Raizel se hecho al suelo quitando su sudadera para luego dejarlo como almohada. El estómago le rugió. Sin decir nada le dio la espalda a todos, para tratar de dormir. Nadie más habló, estaban cansados y ella al contrario de todos solo era una carga. El tiempo de algún modo había resultado gratificante, pues sentía su cuerpo enérgico cuando despertó al ver el panorama silencioso quedó inquieta, al dar la vuelta vio una pequeña bola de luz flotaba en medio de ellos.
Nait estaba dormido igual que Tairy, Zed también, menos Luka y Dimitri. Sus miradas se clavaron en ella, de pronto sintió que se le retorcía el estómago al ser observada.
—Vuelve a dormir —dijo Dimitri con los ojos brillosos y protectores.
Asintió sin pronunciar una palabra. Las voces se intensificaban cunado despertó. Encontró al resto comiendo frutas. Zed se incorporó a su lado entregándole un plato de ellos, frescos y deliciosos. Agradeció llenar su estómago con ellas. Cuando la mayoría hubo terminado decidieron ponerse en marcha. Tairy dispersaba la barrera y Nait hacia desaparecer los recipientes de frutas. El calor fue el primero en imponerse ante la hosquedad del lugar tan árido y violento. Caminaban sin poder encontrar alguna ruta diferente más que arena color oxido. Raizel sintió el tiempo una eternidad, su cuerpo sudoroso reclamaba agua, algo que no podía proporcionarle.
—¡Ah! Algo me picó —Era Tairy, su rostro se enmudeció ante el dolor provocado por el piquete, inclinándose para frotar la picadura, su cuerpo fue el primero en quedarse rígido. Nait la sostuvo para que no cayera.
—¿Que fue? —le preguntó Nait.
—¡No lo sé! Me arden las piernas no las puedo mover. —Tenía una expresión de dolor en su rostro. Tanto que apenas y lograba articular las palabras.
—¡Tengan cuidado! —Dijo ella viendo la arena con circunspección.
Se quedaron inertes ante cualquier posible ataque. De pronto algo emergió entre la arena, cientos y cientos de escorpiones. Los tenían rodeados.
—No se muevan. —advirtió Dimitri. Sus ojos se clavaron en Tairy con preocupación. Solo asintió al igual que Nait como si ellos se entendiesen solo con mirarse.
Tairy levantó su ballesta; los escorpiones percibieron el movimiento que ella había hecho acortando la distancia entre ellos. Raizel pensó en la posibilidad de tener a un centenar debajo de sus pies, quizá la intención de todas las secciones era desgastarlos física y mentalmente, seria lento pero seguro. De pronto; Una explosión surgió al otro lado de donde se encontraban. Los
escorpiones fueron a esa dirección.
—¿Que esperan? ¡Corran! —Gritó a lo lejos Caleb.
Era un alivio verlo. Raizel agradeció a los dioses que el siguiera vivo, sabía que Eileen estaría más gratificada que ella. Caleb se veía agitado; pero ahí estaba ¡ya a su lado! Lanzó otra flecha a la distancia provocando varias explosiones consecutivas. Sin perder el tiempo se acercó a ayudar a Nait para llevar a Tairy, siguieron avanzando, la intensidad de la arena fue disminuyendo. Se estaban acercando a tierra sólida.
Pronto Tairy comenzó a gritar por el dolor, mordió sus labios para tratar de evitarlo, pero no fue suficiente. Raizel se cuestionó ¿Quién era su enemigo? ¿Eran escorpiones? O solo una trampa del centinela de ese lugar. Al dejar la arena atrás, ella se dio cuenta que estaban entre un montón de cadáveres. Eran escombros y los restos de animales y cráneos. Comparado con los huesos que había visto en la primera sección, el centinela que custodiaba este lugar parecía tener un apetito voraz.
Nuevamente aparecieron los escorpiones. Dimitri no dudo en atacar, liberando de su alabarda rayos que desintegraron a los escorpiones, al instante, en un minúsculo intervalo de tiempo, su cantidad se duplicó, como si ellos mismos fueran aquella arena desértica. Luka y Caleb atacaron a los lados. A pesar de que Tairy no pudiese moverse, disparo varias flechas con su ballesta, era como luz, reducía a cenizas lo que tocaba. Nait con su lanza disparaba fragmentos de agua con forma de lanzas en dirección a los escorpiones.
Luka también lo hacía, los ahogaba en una ventisca de tierra. Raizel vio a Zed lanzar un puño a la tierra, el impacto de su golpe hizo sucumbir a los escorpiones, él estaba incluso sorprendido de lo que había logrado hacer. Mientras ellos estaban exterminando a los escorpiones que no dejaban de aparecer, se vio frustrada ante la improbabilidad de despertar su don. Se acercó a Tairy, al verla sudar y con respiración entrecortada, se alteró. Al colocar su mano en la frente de Tairy percibió un calor sobrecogedor. Estaba ardiendo. Su mirada comenzó a apagarse como una vela. Raizel admiró su fortaleza, aun en esas condiciones había logrado atacar.
—Coloca tu mano sobre la picadura. —Le ordenó entre susurros una voz lejana.
Si se había vuelto loca y no funcionaba se iba a arrojar entre los escorpiones para que la devoraran. Ella veía como Tairy comenzaba a perder sangre, ¿Cómo era posible? un simple piquete... Si estaba loca. Lo aceptaba. No dudo siquiera en hacer lo que esa voz le había dicho, no soportó oír gritar a Tairy repentinamente. Podría haber sido cuestión de tiempo para que ella no pudiera respirar.
Al hacer contacto con el piquete una luz dorada irradio de sus manos. —Escuchó un leve suspiro—, volteó para verla, se había quedado inconsciente. Raizel había logrado detener el sangrado. Eso había funcionado. Aunque divagó en su mente si realmente ¿La habría curado totalmente? no lo sabía. Hasta que la voz invadió sus pensamientos otra vez.
—Es momentáneo. Tendrán que matar a Antares, rey de la calamidad. Está escondido en algún lugar.
—¿Donde? —preguntó. No hubo respuesta.
¿Cómo era?, ¿qué forma tenía?, o era invisible. Aquellas preguntas ya no importarían. Tomó aire para luego hablar.
—¡Es Antares! —vociferó ella con la mayor gradualidad de su voz.
—¿Qué? ¿De qué hablas? —articuló Dimitri apenas volteando la mirada a Raizel.
—Debemos matar a Antares, es el guardián de este lugar, está en alguna parte de aquí. Si no lo matamos, Tairy podría morir.
Al escuchar aquellas palabras de la boca de Raizel, Nait mostró un semblante mezclado entre ira y conmoción.
—Luka, Ven al frente ¡Yo te cubriré! —Dimitri tomó su lugar mientras los demás seguían atacando una y otra vez, no tenía fin.
Luka Utilizó su espada.
—Espada de sueño encantada, despierta. —Luka sacudió la hoja hacía la arena varias veces.
La espada emitió un sonido quebrado y vibrante como la ruptura de millones de vidrios en milésimas de segundos, aquello alejó a los escorpiones. Avanzó al frente alejándose un poco de los demás; con más intensidad insertó su espada con un salto directo al suelo. De nuevo emitió el sonido perturbador, fue pavoroso, era como si alguien pasará sus uñas rasgando alguna lámina, solo que esta estaba aumentada diez veces más.
Luka siguió insistiendo a medida que se alejaba varios metros más. Provocó sacudidas en la arena. De pronto ¡apareció Antares! Un monstruo de gran tamaño; su corpulencia acorazada por una armadura terrosa y gruesa que descasaba sobre su dorso ancho y escamoso rechinaba, tenía cuatro colas con aguijones enormes donde reposaba un ojo redondo y oscuro en cada uno, patas fuertes como las de un bisonte eran recubiertas por una escama dorada, las que comúnmente serian pinzas como de un escorpión eran afiladas como cuchillas insertas en él. Su mandíbula tenía miles de dientes pequeños en las que dejaba ver una saliva viscosa y verdosa como el musgo, mientras que sus cuatro ojos lucían llamativas por su gran redondez de color violeta.
Su cabeza tenía varias pinzas pequeñas que sobresalían de ella con pequeños orificios donde salían los pequeños escorpiones como hormigas de su nido. Con un ligero movimiento como el de un caballo resaltando su fuerza sacudió el suelo, luego emitió un rugido como el de un león. Eso era lo que debían de matar para salvar a Tairy. Un enorme monstruo.
Raizel entreabrió los ojos perplejos. Ella parecía apenas una minúscula hoja ante él imponente Antares. Por un lado, sintió alivio, ella no lo enfrentaría, ¿entonces que podría hacer una estudiante de herbología en batalla? Cuestionó las reglas de Witchlight al limitarlos a aprender a combatir. Si ella estuviese en su laboratorio podría fabricar veneno o un gas tóxico. Pero no lo estaba, se encontraba en la nada sin herramientas. Era como un ave que no podía volar de su nido. Los otros escorpiones los rodearon por completo. No dejaban de aparecer por todos lados era como una marea de escorpiones, aumentaban de número y tamaño ahora que Antares había aparecido.
El monstruo atacó a Luka con sus aguijones creando cortinas de arena una tras otra. Luka apenas y podía esquivar sus ataques, él intentó atacarlo con su espada sin embargo fue inútil, el golpe de Antares era más fuerte que cualquiera de ellos; parecía un titán despiadado y feroz. Luka reaccionó levantándose del suelo.
Dimitri se dio cuenta que Luka no podría solo contra aquel centinela.
—¡Raizel ven! toma mi lugar, iré con Luka. Esto no será nada fácil si lo dejó solo enfrentándolo.
Ella fue rápido a ocupar el lugar de Dimitri tomando la ballesta de Tairy. Antares emitió un sonido como el de una lechuza, solo que más quebrada y ensordecedora, causando un efecto en los pequeños animales que dejaron de moverse, luego formaron montañas de ellos, dejando solo diez, similares al tamaño de un rinoceronte, eran pequeñas réplicas de Antares. Dos se encontraban frente a Raizel, Zed tenía tres en frente. Nait no era la excepción al igual que Caleb.
A pesar de su tamaño Raizel sintió miedo, no tenía un plan. Solo contaba con la ballesta de Tairy y flechas limitadas. Las criaturas comenzaron a acercarse a ella. Disparó una flecha a su dirección provocando un estallido entre la arena que los hundió. En cambio, Zed abalanzó su puño contra uno que había embestido contra él, cayó al suelo partiéndose en dos. Al volver a recuperar su forma original aumentó de tamaño. Parecía interminable la lucha, el cansancio se había convertido en una atadura sin clemencia. Nait por su parte, atacaba una y otra vez, Sin embargo, la regeneración en las criaturas parecía el factor determinante que los haría fracasar si no los detenían.
Raizel fue impactada con uno de los movimientos del animal rozándole el brazo derecho como un chuchillo filoso. Un leve ardor fue estimulándose en todo su brazo entretanto la sangre rojiza se diluía como una tinta en torno a sus manos arenosas. El ardor cubrió su rostro y su furia emergió como un centelleo. Tomó otra de las flechas y apuntó hacía las réplicas de Antares como un francotirador, le insertó toda su fuerza. Sus manos percibieron un pesor, no pudo comprender porque repentinamente la ballesta pesaba tanto.
Cuando hubo disparado lo comprendió. La fuerza de aquel impactó no se comparaba con ninguna de las anteriores. Esta redujo en cenizas a las criaturas. El estallido vibró cerca del verdadero Antares que por unos segundos pareció percibirlo. Enfurecido, aumentó la potencia de su chillido causando un escalofrió en ella. Tomó un suspiro a la espera de que volvieran. Sus ojos se posaron en el centinela. Dimitri se abalanzó sobre Antares, pero su cola le dio; él cayó contra el suelo sangrando por la boca, tan pronto como había caído se levantaba, como si estuviese acostumbrado a recibir golpes. Raizel no pudo contener su sorpresa ante la fuerza de Dimitri.
Raizel veía como Luka atacaba al centinela. embistió hacía el, la habilidad con la que movía los aguijones como defensa y arma de ataque le proporcionaban una barrera impenetrable. Cuando hacía chocar sus aguijones contra el suelo resonaba el impacto de sus golpes, la arena liberaba fragmentos de polvo por la magnitud de su fuerza. Luka apenas y lograba evadirlos, se oyó el chirrido del grito de Antares. Había herido el brazo de Luka quedándose tendido en el suelo. Dimitri llegó justo a tiempo empuñando la alabarda contra el aguijón que iba a ponerle fin a la existencia de él. Luka se vio enervado. Logró recuperar la compostura para atacar y Dimitri quiso saltar encima de Antares. Ambos fueron devueltos al suelo al tiempo que el centinela comenzaba a lanzar sus escamas filosas como dagas hacía ellos obligándolos a guardar distancia.
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