19. SUEÑO INSÍPIDO
Nait
Sentado en la orilla del lago Hemel con la mirada perdida en el agua color esmeralda observaba las gaviotas alzando el vuelo a la lejanía, cruzarían el valle de rocas para poder llegar al mar mediterráneo. Era un ocaso dibujado con primor. Levantó la mano tratando de tomar el Sol con sus dedos, al hacerlo suyo tocó un muro traslucido.
Se puso de pie con la intención de saber que era exactamente lo que su mano había tocado. Dio la vuelta, al dar un paso adelante sus pies se volvieron turbios, como si hubiesen atravesado alguna pared invisible haciendo que se viesen borrosos. Aquel manto incorpóreo desapareció. El día rebosaba de esplendor, Nait pronosticó un día despejado. Observó con orgullo la maravillosa estructura del Reino de Aurora sabía que ninguno de los demás Reinos se asemejaba a la tecnología que poseían.
Aurora se situaba sobre una isla monumental con enormes castillos góticos empinados entre las rocas descomunales en su alrededor, estaban cubiertos por plantas permitiendo un camuflaje entre la extensa vegetación, las cascadas de agua caían entre algunos castillos, cada tarde un bello arcoíris cautivante como un oasis en el desierto recorría los alrededores de Aurora.
El reino tenía dos torres que sobresalían con toda su magnificencia. Cada una de las fortificaciones estaban adornadas con varios soles y lunas, guardando una distancia larga una de la otra, unidas por un inmenso puente con detalles góticos; entre los pilares pequeños del puente se sostenían unas manos de las que emergía agua cristalina, que se conducía hasta el borde de una fuente en las afueras de Aurora. La estructura de Aurora era formidable por la consolidación de la ciudad, en las orillas de la isla disponían de un recinto amurallado colosal rodeado de once hermosas islas.
A su entorno las otras islas conectaban con Aurora por medio de puentes atirantados de piedra pulida que desaparecían por las noches. Su líder Nouri era uno de los más rígidos. Pero Nait comprendía sus ideales, él siempre pensaba en la seguridad de los ciudadanos.
Recordó aquellas palabras de él grabadas perfectamente en su memoria. «Nuestra gente es el futuro, los niños son nuestros sueños, y nosotros existimos para proteger esos sueños.» Aquellas palabras habían impactado en Nait un deber y una lealtad entregada a su pueblo. No dudó en poner en práctica su ideal, tenía sentido creer en un futuro, buscar la felicidad de aquellos que los precedían.
Él se sentía orgulloso de sus logros. A pesar de haber logrado ingresar a Witchlight, decidió quedarse junto a los aurores, un gremio de inventores. Prefirió aprender más sobre la tecnología que ingeniaban. Aunque a sus padres no les agradó la idea, no insistieron pues sabían que no lograrían cambiarle de opinión.
Al vislumbrar aquellos recuerdos nostálgicos, Nait comenzó a caminar, sintió una ola de calor en su cuerpo, su vista se volvió nubosa, su piel advirtió un cambio repentino, el día había cambiado totalmente, parecía una mañana lluviosa cargada de nubes, las gotas resonaban contra el suelo con intensidad cuando un rayo rugió a lo lejos, aquello provocó que trastabillara con unos ladrillos amontonados frente a él, la piel se le erizó al descubrir donde se encontraba, el arco viejo cerca del puerto de la isla. Debía domar y reprimir sus emociones. Esa arcada era donde su hermano se había suicidado, todos los recuerdos le pesaban de nuevo. Una parte de él se había marchado, una reminiscencia agria y difícil de sobrellevar.
—¡Nait! ¿Porque sigues regresando a este lugar? ¿Crees que es agradable? ¡Hasta cuando! —Sus pensamientos se vieron suspendidos por aquella dócil voz.
—Lo lamento madre, no sé cómo llegué aquí. —Nait suspiró profundamente. Estaba deslucido ante aquel lugar que era como una punzada de dolor, obligó a sus piernas a avanzar hacia su madre.
—Vamos a casa. Tu padre debe estar preocupado.
Su madre estaba dentro de una burbuja pegada a su cuerpo, ella extendió su mano creando uno en Nait, de ese modo no podrían mojarse por la lluvia que se negaba a detener su furia.
—Madre he olvidado mi reloj ¿qué hora es? iré por mis cosas a casa, debo presentarme hoy para una prueba en los laboratorios de Kuwal.
—Son las nueve de la mañana. ¡Llegarás a tiempo!
Él no supo que pensar, estaba seguro que minutos atrás había contemplado un fastuoso ocaso. No quiso preocupar a su madre, aunque pareció que solo Nait había notado el cambio repentino.
Esa mañana su madre vestía un abrigo blanco y un vestido viejo de color azul. Su mirada cálida lo reconfortó de inmediato. Todos decían que tenía los rasgos de ella. Ojos verdes como la esmeralda y el cabello dorado. Comenzaron a caminar por las pequeñas calles tortuosas y casas góticas con enormes ventanales. Algunos los saludaban al pasar. Nait no podía dejar de sonreír al ver a todos utilizar la burbuja que su madre había creado, era toda una invención.
—¿Quieres comprar algo antes de ir a casa?
—Creo que no. Aunque la idea suena tentadora, puedo sentir el suave aroma de la cafetería de Wakle
—Existe algo llamado tarta, lo tengo en casa. —La sonrisa de su madre era de satisfacción, como si hubiese creado un nuevo invento, omitiendo que Nait nombrara la cafetería, para ella era un disgusto que su hijo exagerara sobre todo lo que preparaban ahí, el aseguraba que era indescriptible.
—¿Tarta? ¿Qué es eso? Además de su nombre suena... raro.
—No te sorprendas. ¡Te encantará!
—Lo único que pido es que no sea algo que tenga que ver con comida. —expuso con tono de burla—, porque tienes un talento para quitarnos el apetito a papá y a mí. No te ofendas madre, pero en cualquier momento podrías matarnos con lo que cocinas.
—¡Oh Nait! Como te atreves. —matizó su madre con tono ofendida—. Me has roto el corazón.
—¡Te quiero!
—¡Qué bárbaro! Como es que juegas con mis emociones Nait. Sabes que estoy potencialmente expuesta a las palabras dulces, aun así, te aprovechas de mi simpleza.
—Madre. ¡No exageres! Mira que nos hemos desviado una calle. Y todo gracias a tus exageraciones.
—¡Santo cielo! Todo ha sido culpa tuya. No te daré ni un poco de tarta, aunque supliques.
—¡Bingo! Es algo comestible.
—¿Qué?
—Madre ¿la tarta? Es algo comestible. Me diste una pista. Creo que merezco un pedazo ¿no crees? —Nait la observó fijamente, su sonrisa se agrandó. Con eso él confirmó la conclusión a la que había llegado.
—¡Lo es! Lin viajó a una ciudad de los mortales y me ha traído muchas cosas, —su madre metió las manos dentro del abrigo, luego prosiguió—. Fui con Blake a comprar lo que necesitaba para hacerlo. Leí meticulosamente la receta, no fue complicado.
—Madre ¿lo probaste?
—He olvidado ese detalle.
—Solo quiero que recuerdes que te amo, lo digo si de pronto muero después de probar tu tarta.
Ambos rieron.
Siguieron caminando por las calles que poco a poco se iban quedando desoladas. Estaban por doblar a una esquina para luego llegar a casa cuando un relámpago inquietó a su madre, ella no dudó en echarse a correr directo hacía la puerta, la lluvia avasalló el cielo tomando una forma amarillenta por el Sol. Nait se puso tenso, el clima jamás había sido tan abrupto en apalear el cielo repentinamente de grumosos cambios instantáneos.
Nait atravesó una barrera que pareció fragmentarse en miles de pedazos como cristales rotos brillantes. Todo se volvió turbio otra vez. Al darse cuenta se encontraba dentro de su casa, no pudo explicarse aquel acontecimiento volátil. Los rayos del Sol atravesaban las ventanas semi abiertas de la cocina. Las cosas parecían estar desordenadas. A Nait no le sorprendió ver tanto desorden, emitió un pequeño mohín de disgusto, sabía que su madre dejaba la cocina igual que su laboratorio, las cosas sucias, la mesa manchada. Se quejó al pensar que debía de limpiar todo ese desorden. En la mesa estaba aquella tarta, pero parecía estar salpicada de un color carmesí.
Hizo una mueca de desagrado, pensando que no comería ni una rebanada de aquella tarta, tentado a molestar a su madre por probarlo sin su consentimiento le pareció una idea picara, decidió avanzar hacia la mesa hasta que el sonido de algo quebrándose bajo sus pies llamó su atención. Su semblante tomó una forma pesada y desconsolada ante la inminente ráfaga de miedo y confusión que se apoderó de él. Mientras sus ojos trataban de examinar de dónde provenía aquel charco de sangre, al reconocer el cuerpo le aterró y quebrantó la poca tranquilidad que le quedaba.
—¡Padre! —El cuerpo de su progenitor estaba tendido en el suelo. Nait corrió de inmediato a él. Su sangre estaba tibia. Acababa de morir, alguien había perforado su cuerpo con algo muy filoso y capaz de provocar que su sangre corriera como un pequeño riachuelo.
—¡Nait! —Su Madre estaba parada en la puerta de la concina. Observó su rostro abatido.
—Madre yo... ¡Lo siento! —Pronunciaba apenas en un susurró. Como si las palabras le hubiesen causado estragos en todo su cuerpo.
—Nait. ¡Qué está pasando! —Su voz sonaba entrecortada, quizá lo presentía, pero deseaba escuchar que se equivocaba.
—Mi padre es...ta.
Ella inclinó la mirada al suelo tocándose la sien al tiempo que sus lágrimas fluían en sus mejillas.
—¡Madre! —Gritó Nait aturdido. Mientas ella posaba sus manos en su vientre. La sangre manchaba aquel abrigo blanco, su mirada quiso decir miles de cosas que se fueron con ella, desplomándose sin esperanza alguna al suelo.
—¡Mirt! Como es posible. Tú estabas...
—¡Muerto! —interrumpió frívolo—. Que esperabas, una bienvenida, han pasado muchos años Nait, no sabes cuánto he esperado por este día.
—¡Porque diablos lo hiciste! —Nait recostó suavemente el cuerpo de su padre sobre el suelo. Se puso de pie cerrando ambos puños—. Son nuestros padres ¡Maldita sea! —estaba destrozado, como era posible que su propio hermano había arrebatado la vida de ellos.
—¡No sabes nada Nait! Tú no tienes nada que ver con esto. O tal vez sí.
—¿Que no tengo nada que ver? Acabas de asesinar a nuestros padres. Eres mi hermano. ¿Y haces esto? No te comprendo.
—Soy tu hermano mayor Nait, aunque no te guste, pero fueron dos minutos de diferencia. Tú y yo no somos tan distintos, compartimos sentimientos, pero eres dócil, si quieres llegar a la cima debes apuntar sabiendo todo lo que podrías perder, esa es la razón del porque siempre te superé, recuerdo con claridad que jamás me igualaste, como iba a esperar que alguien como tú podría salvarme, solo te escondiste. Me decepcionas.
—¡Eres repugnante! Talvez son tus errores los que te quitaron la vida. No me culpes.
—¡Ja! No tengo tiempo para tus estupideces. Debo terminar lo que comencé. —Se acercó a Nait con una agilidad irreconocible. Su puño chocó contra su abdomen dejándolo sin aire en los pulmones—. Nos vemos Nait.
Aquel golpe fue suficiente para que todo el dolor que sentía se congelara por un breve momento, pues se sentía morir...
—¡Nait! ¡Nait! —Alguien pronunciaba su nombre a lo lejos...
Reconoció aquella voz, era Maia. Pensó que estaba alucinando o algo parecido, tan repentino. La cruda realidad era que ella ya no estaba más con él.
—Nait. ¡Despierta!
—¿Qué pasa? —Entreabrió los ojos parpadeando varias veces.
La luz atravesaba las hojas del árbol donde se encontraban. Nait pudo sentir el calor reconfortante y abrigador de Maia como los primeros rayos de sol de una alborada primaveral.
—¡Maia! Pero... —Sus hermosos ojos almendra lo observaban con ternura, estaba recostado en su regazo, se sintió confundido mientras su corazón palpitaba a un ritmo acelerado que hacía incluso temblar su cuerpo.
—¡Por fin despiertas! —le dedicó una sonrisa sublime. Una ola de emociones vibrantes emergió de sus adentros, Nait sintió un destello de luz para su alma con el simple hecho de tenerla cerca.
—¿Cómo es posible? Maia tu...
—¿Qué insinúas Nait? ¿Está todo bien? —Maia estaba tan tranquila que esbozo una pequeña risilla de burla.
—Es solo que no comprendo que está pasando. Tú no deberías de estar aquí. —Nait hecho un suspiro al aire tratando de diferir un posible sueño que para nada le agradaba divagar. El recuerdo punzante afligía su memoria y hacia crepitar sus huesos al no poder siquiera gritar...
—¡Oh vamos! Por fin podemos estar juntos, no eches a perder el día, sabes lo complicado que es tratar de pasar un momento a solas. —Maia lo besó suavemente. Nait se quedó inmóvil ante aquel beso inesperado que sacudió por completo sus recuerdos.
Maia había sido la chica adecuada para él, según el clan. El matrimonio arreglado solucionaría ciertos roces con los plenipotenciarios de su reino y el linaje principal, tenía que disuadirlos para una colaboración experimental, el único con los recursos para llevarlo a cabo era la familia de Maia, aunque muy en el fondo sabía que los intereses de sus superiores solo era unificar el poder y control.
Cuando se conocieron rápidamente entablaron una química excepcional, parecía que todo marcharía bien. Pero las circunstancias cambiarían eventualmente. Nait contempló aquella mirada hermosa, Maia le sonrió sutilmente. Aquella sonrisa se vio sustituida por una mirada de aflicción, sin dudarlo él se levantó ágilmente, sus ojos denotaron un dolor sofocante, la sangre envolvió aquel vestido floreado color crema.
—Nait ¡Ayúdame! —Su rostro se inmutó por el terror.
—¡No, no! No puede ser ¡Maia!
—Nait, me dejaste morir... —Sus ojos lo penetraron con odio indubitable.
—No tenía opción Maia, no sabes cuánto me dolió perderte. Todo este tiempo ha sido un martirio para mí.
El cuerpo de Nait se entumeció por completo. Trató de mover sus piernas, pero estas comenzaron a clavarse al suelo transformándose en raíces, poco a poco el resto de su cuerpo fue consumido por las raíces gruesas y largas. Su vista se volvió borrosa hasta tornarse oscura, resignado a ser liberado dejó que los ecos del llanto de Maia fueran las ultimas notas en despedirlo.
—Lo lamento Maia. ¡Perdóname!
—¡Todo es tu culpa Nait! —Era esa voz de nuevo, tan mortificante como espeluznante. Abrió los ojos percibiendo una noche fría y solitaria, únicamente resonaba el sonido de las olas del mar fundiéndose en la arena.
—¡Mirt! Tú también.
—Gracias a ti también estoy muerto. Pudiste haberme salvado. ¡No importa! Te estaré esperando en el infierno. Imploro para que tu alma sufra. Te arrepentirás de estar vivo.
—¡Maldición! —gritó, su cuerpo se tensó como una ola implacable—. ¡Ayúdenme! —vociferó con todas sus fuerzas.
—Nait ¿crees que podrás escapar? Dime ¿el dolor es agradable? —espetó la voz de Maia con tono de burla.
Nait estaba abrumado por todo aquello, se sentía tan culpable. ¡Era el causante de su muerte! En ese momento sintió el peso de culpa como una bala en el pecho, tan rápida y letal. Le costó respirar. Pensó que «Ese sería su fin». ¿preguntarle si el dolor era agradable? Jamás lo habría sido. Trataba de superar su pasado, aunque en ocasiones la depresión se liberaba y lo consumía en una oscuridad que claramente, arrasaba con sus escazas fuerzas por reprimir las heridas de su alma, al punto de
volverlo loco...
Surgió un milagro en medio de la desolación y amargura que yacía como un cumulo de tormentas en su interior, la calma detuvo lo que parecía imparable. Percibió una tranquilidad que había buscado con tanta desesperación, aquellas voces e imágenes fueron evaporándose como la bruma entre los rayos del sol. Estaba confundido. Su cuerpo fatigoso le pesaba como una montaña de piedras culpidas en una torre. Pronto se disipó aquella sensación entrañable de dolor y desesperación conmensurado en lo más profundo de su alma. Nait sintió el sonido de los latidos de un corazón agitado y entrecortado, luego unos brazos lo sujetaron con más fuerza, el agua fría formaba parte de su cuerpo, por un momento disfrutó aquella sensación gratificante.
No estaba seguro de quien podría sujetarle con cautela, aquellas manos trataban de moverlo a alguna parte. Nait trató de abrir los ojos, pero los parpados le pesaban. Pestañeó con más insistencia, en ese instante sus sentidos se agudizaron, vislumbró a la distancia a Raizel inconsciente. Se estremeció al verla cubierta se sangre, uno de sus brazos sangraba con mayor intensidad, su cuello no era la excepción, entonces algo ocurrió. Ella liberó un calor intenso de su cuerpo, el agua por un momento ardió a su alrededor disipando la sangre, sus heridas desaparecieron, no pudo saber qué clase de don era ese... o si ella misma era consciente de ello.
Fue rápidamente hacía a ella, la tomó contra su cuerpo, le sorprendió sentir su cuerpo frio después de lo ocurrido. Se impulsó con todas sus fuerzas a la superficie, al salir se encontró con un cielo ambarino y nuboso, recorrió el lago con la mirada hasta encontrar los límites de esta, formó una burbuja con sus manos envolviendo a Raizel delicadamente, empujó su cuerpo hacía la orilla, se aseguró de verla en tierra firme antes de tomar un bocado de aire para luego sumergirse de nuevo.
Al introducirse de nuevo al agua se asombró por el aspecto que había formado en menos de dos minutos pareció irreconocible. Las algas se habían vuelto densas y largas. Comenzaron a liberar una neblina verdosa. Nait no recordaba exactamente como se había suscitado todo. Principió observando todo a su alrededor, su mirada afilada se posó en las esferas plateadas que parecían estar conectadas por un cordón largo y oscuro.
Nait se alistó pronunciando las siguientes palabras:
—Manto de agua, rodéame. —El conjuro de protección se activó cubriendo su cuerpo con un halo que le cedió respirar dentro del agua permitiéndole moverse con más rapidez igual que un pez.
Nait sabía que An era un centinela formidable con una estremecedora agilidad. Se preocupó por los demás, primero debía sacarlos de la esfera antes que cayeran en un sueño inacabable. Tenía que asegurarse de mantener a An distraída para liberarlos. Finalmente se dispuso a atacar usando su don.
Aunque por un instante dudo en hacerlo, nadie además de él sabía lo que había llegado a desarrollar en los laboratorios de Kuwal, aunque el sería la prueba de que había superado por mucho a cualquier herramienta creada por los demás reinos. Concentrado, invocó en su interior la energía que fluía en todo su cuerpo, poco a poco sintió un calor recorrerle los brazos,
enseguida supo que lo estaba logrando, una marca dorado apareció en amabas muñecas enroscadas como cadenas y espigas en movimiento.
—cuerda del relámpago surge al llamado de tu nuevo amo —Pronunció en voz alta, uno de los tatuajes resplandeció con intensidad y el otro se liberó como látigos de oro, poco tiempo después se transformaron en una lanza, formando una circunferencia pequeña de color azul. Miles de relámpagos pequeños comenzaron a tomar forma dentro de ella.
—¿Te atreves a desafiarme? —la criatura lo observaba con una mirada atosigante.
Nait dejó la lanza justo a su lado, esta se mantendría levitando en esa posición durante tres minutos. No sabía si le alcanzaría el tiempo, pero tomó el riesgo. Los relámpagos comenzaron a perseguir a An como una lluvia inmensa de estrellas fugaces, provocando estruendos en el agua. Al ver que An se alejaba, se apresuró a llegar a las esferas. Al acercarse a una de ellas vio a Dimitri. Emitió un golpe con todas sus fuerzas sobre la esfera, no obstante, al recibir el impacto de su puño esta absorbió su ataque quedando intacta. Segundos después se formó un movimiento ondulado en la esfera tornándola turbia y de un color café intenso. El semblante de Dimitri fue esfumándose poco a poco de su vista.
El tiempo apremiaba las pocas posibilidades que concebía en aquel momento. Impulsivamente Nait hizo lo mismo con las otras esferas donde se encontraban los demás, no obtuvo ningún resultado. La lanza estaba perdiendo la luminosidad de la esfera que él había invocado. Su tiempo se había agotado.
—Raizel deberías de decirme como lograste romper la esfera. —dijo Nait apenas susurrando. Pensó en la posibilidad de salir a la superficie para preguntarle. Sonrió vagamente por la absurda idea que había matizado con fervor en su mente.
Con las pocas probabilidades que tenía de libéralos concluyó que era hora de buscar la manera de romper aquellas esferas. Y la única que sabía cómo, era An. Nait se dirigía hacía su lanza cuando sus ojos no la encontraron en ninguna parte. No hubo indicio de que la criatura estuviese cerca. Por un momento respiró aliviado, de otro modo no sabría qué hacer en ese mismo instante. Debía trazar un plan si deseaba derrotarla y mantenerse con vida.
—¿Me estabas buscando? —Aquella voz quebrada lo sacudió. Como si hubiera paralizado todo con tan solo pronunciar unas cuantas palabras, lo dejó helado.
Estaba a unos metros detrás de él. Nait dio la vuelta observándola con cautela. Su cuerpo largo y abrillantado parecía una escultura maravillosamente aterradora. Nait recordó aquellas enormes estatuas que se encontraban en el puente del castillo principal de Aurora, esas sí que eran obras de arte, puesto que todas ellas dejaban caer cascadas enormes de agua de distintas formas, creando un aspecto enigmático y pintoresco. Agraciado con una belleza cautivante para todo aquel que tuviera el privilegio de caminar por allí. Era como la sala de la fama, aquellas esculturas eran los miembros del Reino que habían logrado alguna hazaña memorable. Un título honorifico a la excelencia. Un orgullo para el reino.
Dispersó sus pensamientos para centrarse en su contendiente.
—Tú debes saber cómo romper las esferas ¿no es así? —Nait observó fijamente a An con la intención de averiguar cualquier posibilidad. Mientras ella se movía a su alrededor él no la perdió de vista.
—No hay forma de liberarlos, una vez atrapados bajo el encanto del sueño maldito; lo único que resta es una muerte agobiante y lenta. Tanto que desearan morir, pero la muerte misma huira de ellos hasta que pierdan su propia identidad. —An sentencio sus palabras con su mirada tétrica y afilada como una espada que intimidaba sin recelo alguno.
—Me niego a creer lo que has dicho.
—No importa lo que hagas. Volverás a dormir como ellos. Y al final no serás nada.
—Te mataré, de eso no hay duda alguna. —Aseguró Nait preparándose para atacar.
—Hablas demasiado. —su voz sonó en coro mientras sus hendiduras branquiales se agitaban como aletas en sus pómulos—. No me interesas, la chica tiene algo y necesito saber que es. Su sangre es la mejor que he probado hasta ahora.
—Primero deberás matarme. Créeme no soy una presa fácil para alguien tan horripilante como tú. —Nait se puso firme. Pensó que si Luka y Caleb habían vencido a los centinelas anteriores; él también podía hacerlo.
—Ahora veras de que hablo. —se aproximó vertiginosamente hacia él.
Fue demasiado rápida para Nait. Él a pesar de que tenía una vista de halcón ahora debía de esforzarse para lograr seguir sus pasos. Un centímetro más y le habría dañado con sus manos
pegajosas.
—No durarás mucho niño. —An pareció detenerse unos segundos, como si percibiera algo. Instantes después volvió su atención a Nait.
—Lo lamentarás. —Debía de atacarla siendo meticuloso, contaba con un tiempo limitado debajo del agua.
Su mente de pronto vio varias criaturas emerger de la profundidad antes de que todo se distorsionara a su lado, nadó alejándose de ellas hasta que una pared invisible lo bloqueo, unas manos hicieron que su cuerpo sintiera pesadez y ciertas voces evaporaron su entorno...
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