14. PERSEVERANCIA
Caleb
Las cicatrices marcadas en su corazón estremecieron cada rincón de su cuerpo al reconocer aquella criatura que mostraba una fiereza frente a él. Y ahí estaba él observando al Hyadum. No se equivocaba. Aun lo recordaba, la cicatriz en su espalda jamás lo olvidaría. Era el mismo que había asesinado a sus padres, ahora que se encontraba frente a él; quería matarlo. vengar a sus padres era una promesa, ganaría poder volver a estar con Eileen. Nada deseaba más que eso. Esa era la mejor oportunidad para ajustar las cuentas con el monstruo que le había robado la felicidad.
—¡Enséñame lo que tienes escoria!
—La única escoria aquí ¡eres tú! Me quitaste a mi familia. Ahora es mi turno acabar contigo. No soy ese niño de antes. —Matizó Caleb con furia.
Caleb se preparó para atacar.
Hizo un salto dinámico hacia el Hyadum desatando en su cuerpo la intensidad de su ira, pero la criatura lo evadió con rapidez, como si le perteneciese cada gota de esa velocidad. Caleb dio un giro para abalanzarse encima del centinela otra vez, el resultado fue un puñetazo letal que lo envió directo hacia un cúmulo de pilares desechos y entrecruzados que intensificaron el golpe haciendo que su espalda crujiera hasta expulsar aire de sus pulmones.
Escupió Sangre por la boca.
—¡Parece que el juego terminó! —El Hyadum sentenció aquellas palabras llenas de malicia y plantándose delante de él sin un rasguño con lo que afirmaba su gran fuerza.
—Apenas comienza. —Rebatió Caleb levantándose del suelo cubierto de polvo.
Aquel golpe le había dolido. Por un momento su cuerpo estremeció ante su adversario, recordó que Padme le había enseñado golpes cercanos. El combate cuerpo a cuerpo era su fortaleza. Pensó que debía de debilitarlo de esa manera. Tomó postura para atacar nuevamente. Esta vez fue el Hyadum quien se aproximaba él con una violencia brutal. Rápidamente Caleb alistó una flecha en dirección a él, intencionalmente fallaría debido a que contenía gas venenoso.
El ángulo de la flecha enmarcó varios milímetros para que el efecto causara mayor resultado, aquel monstruo creyó que Caleb había fallado. Sin embargo, el gas explotó al hacer contacto con la tierra liberando una bruma blanquecina que envolvió al centinela. Duraría poco, aun así, era una oportunidad que no podía desperdiciar. Caleb fue directo al Hyadum mientras trababa de salir del gas venoso. Dio un salto preparando su puño con una fuerza abrumadora y letal que obligó al centinela a chocar contra el suelo.
El Hyadum externó el dolor en su rostro frívolo, tan pronto como respiró con hosquedad se levantó, la finura de sus labios negros marcó una sonrisa mordaz; y solo era una señal de que se había recuperado sin dificultad. A Caleb se le acababa el tiempo. Debía crear una abertura o moriría. El centinela puso rígido su cuerpo como una roca, y al tomar una bocanada de aire liberó una presión en ebullición al tiempo que sus cuernos se tornaban de color rojo, segundos después escupió fuego de su boca. Caleb al verlo reaccionó de golpe haciendo que su cuerpo se moviera rápidamente, respiró aliviado al haber esquivado esa flama, un poco más y le habría quemado gravemente.
—No eres el único con esa clase de poderes.
Caleb sacó otra de sus flechas explosivas apuntando en dirección al monstruo mientras sus piernas se encargaban de moverse con soltura para evadir el fuego que lanzaba la criatura, dejando, además que sus manos perfilaran la flecha hacia el cuerpo del Hyadum con una puntería certera y mortífera. El impacto fue directo a su corazón estallando con una potencia increíble, Caleb se alejó hacía unos escombros y poniendo en guardia, al quedarse quieto liberó una respiración profunda que dejó saber lo exhausto que se sentía, con la respiración agitada, trató de ver entre los restos de los pilares a su contrincante, al verlo en el suelo, percibió un alivio reconfortante.
Antes de que Caleb decidiera avanzar, lanzó otra flecha. Otra explosión rugió intensificando el aire áspero. El cuerpo desintegrado del Hyadum había sido el resultado efectivo de su ataque, al ver la sangre escurriéndose entre la tierra lo complació. Pensó que la victoria era suya. Ese fue su error, esquivo los escombros del lado derecho de donde se encontraba vislumbrando la puerta a la otra sección. Lo único que los separaba era el cuerpo del Hyadum, solo debía saltar sobre él y correr.
Sin poder advertir algún sonido que lo alertara. El centinela lo tomó por la espalda lanzándolo en dirección al suelo.
—¿Creíste que ibas a escapar? —el centinela lo observó con impetuosidad, luego lanzó un puñetazo que le dio directamente al pecho.
Caleb Sintió como el aire salía de sus pulmones. Quedó tendido percibiendo los latidos acelerados de su corazón.
Sin perder el tiempo el Hyadum se preparó para atacarlo nuevamente. No obstante, Caleb acumuló energía en su mano invocando el elemento maldito que residía como don heredado de su madre y padre. Cuando el puño del Hyadum se encontraba a milímetros de hacerlo añicos, él contraatacó. Ambos puños chocaron, la magnitud de sus fuerzas hizo estremecer el lugar por las hondas de viento creadas por el gran impacto, Caleb sintió el zumbido de la potencia en todo su cuerpo, su don era fuerte, al acompasar el viento a su entorno podía convertirlo en su escudo, era como un halo que cubría cada partícula de su ser otorgándole una fuerza estremecedora.
El problema radicaba en un tiempo limitado, si excedía su uso, el elemento maldito se liberaría matándolo. Los nacidos bajo el elemento Aire no podían invocarlo salvo la familia principal, y el no pertenecía a ellos... El Hyadum retrocedió. Su expresión fue de euforia al tiempo que sus brazos se volvían más rígidos. Las venas aparecieron en todo su cuerpo tomando un color oscuro. Finalmente, de sus brazos salieran varios cuernos que liberaban un líquido negro. Caleb se encogió ante su contrincante con la posibilidad de no salir con vida...
—¡Demonios! —Farfulló desconcertado.
La situación se estaba tornando en su contra. Un error y estaría en las manos de la muerte. El Hyadum aceleró el paso listo para darle otro golpe, para evitarlo Caleb saltó varios metros, pero volvió a chocar contra el suelo. Le tomó por sorpresa el hecho de que los malditos cuernos en sus brazos podían ser lanzados como balas.
—Vamos a ver cuánto tiempo puedes esquivarlas.
Caleb intentó evitarlas. Cada vez eran lanzados con mayor velocidad, tanto, que el viento silbaba por una brevedad mientras se desplazaban los cuernos. A esa proporción con la que eran arrojadas, Caleb no la eludiría por siempre, quedaría desgastado físicamente, peor aún no tenía tiempo de sacar ni una flecha. Se impulsó a grandes zancadas, pero uno de los cuernos rozó su brazo derecho, la piel se le crispó advirtiéndole peligro, un peligro que no pudo evitar.
El centinela comenzó a reírse con una ferocidad inclemente, llena de superioridad y victoria afilada ante sus ataques acertados, una criatura tan diestra en el arte de la pelea y la brutalidad de un asesino afanoso de sangre.
El dolor que sintió Caleb era como si por dentro se estuviese desintegrando, como si cada vena ardiera en brasas y estallara provocando que cada musculo quedase a merced de las heridas, había sido un pequeño roce, la agonía que pronto acrecentó en su interior dominó su cuerpo, entonces lo supo; era veneno. No quería ni imaginar el daño que podría causar uno de sus cuernos en los puntos vitales del cuerpo, sus esperanzas se fueron evaporando, aceptando que era fuerte, cuan tonto había sido al pensar que era invencible, cuando ahora el mundo le mostraba que jamás lo seria, pues existían criaturas monstruosas.
—¿Ves los restos que hay aquí? —Increpó la voz del Hyadum—. ¿Puedes adivinar que causó que se quedarán así?
El centinela quería intimidar a Caleb, y lo había hecho, cada rincón de su cuerpo quería huir, advertía un peligro inimaginable, pero no se movió, no se permitió mostrar su miedo.
—El veneno de los cuernos de mis brazos derrite lo que tenga contacto con él, no sin antes sufrir. Es un placer que no dejo de disfrutar. Pronto serás unos de estos cadáveres.
—No seré uno de ellos. De ninguna manera, el único cadáver que acompañará a estos será el tuyo. —respondió Caleb sin dudar, aunque por dentro temblaba, no sabía qué punto era bueno que su boca asegurara su temple inmutable y que al mismo tiempo tiritara de miedo.
Cuando el Hyadum comenzó a lanzar nuevamente los cuernos, Caleb intentó esquivarlos con prontitud impulsando
el puño hacía el suelo para generar una ráfaga de viento que dispersará unos metros de él los escombros y restos de cuerpos. No obstante, un golpe lo sorprendió por la espalda. Sintió que sus huesos se habían roto. La sangre fluyó de su boca bruscamente, obligándolo a desplomarse. Saboreo el líquido de su boca mientras trataba de recomponerse.
A pesar de que estaba aún en shock por el golpe, contraatacó dándole al Hyadum un puñetazo en el vientre. Lo tomó desapercibido. Pareció quedarse sin respiración, Caleb se había sorprendido de su fuerza, quizá su voluntad le permitía seguir luchando, no se permitió desperdiciar un segundo, pues una flecha impactó contra en cuerpo del centinela destrozándolo, el charco de sangre oscura impregnó el suelo, no sabría por cuanto tiempo, ya estaba agotado, sus piernas temblorosas le advirtieron no poder dar un paso más. Al ver el cuerpo del Hyadum reconstruirse perdió su el juicio sobre todo lo que le rodeaba.
—¡Maldita sea! —Escupió Caleb con ira y una latente desesperación que pareció no ofrecerle una salida.
Debía de hacer algo o no tendría fin. Había dos opciones, la primera era matarlo; la segunda, Caleb moriría sin hacer nada. Al sentir la pesadez en sus piernas concibió los efectos del elemento maldito.
—Jamás me había divertido tanto. Te mataré lentamente. Quiero seguir disfrutando de este espectáculo.
—Hazlo si puedes. —Espetó Caleb frunciendo el ceño—Antes de que pueda matarte.
—Maldita escoria. Te haré añicos
El Hyadum intensificó la magnitud del fuego que escupía de su boca carbonizando la tierra y los pilares que se encontraban a su paso, disminuyendo el rango de escape de Caleb, de pronto fue sobresaltado por algo le perforaba el tobillo, había sido otro de los cuernos. Esta vez el dolor se incrementó a gran medida y en pocos segundos paralizando su pierna, como si estuviese una enorme roca encima impidiendo que se moviera, quedó estático ante el veneno que circuló entre su cuerpo fatigoso y herido.
Caleb incrustó su puño al suelo con la poca energía que le quedaba, con la esperanza de que las rocas fuesen en dirección al Hyadum. Eso pasó, los ataques cesaron, él se desplomó al suelo con su brazo izquierdo incapaz de hacer algún movimiento. Sus ojos comenzaron a nublarse, percibía con poca claridad su entorno al igual que el sonido, unos pasos audibles rapaban sobre la tierra luego desaparecían como una intermitencia que no lograba descifrar, aunque todo su cuerpo aun divisaba el peligro llegar frente a él. Sus sentidos comenzaban a traicionarle al igual que sus pulmones, pues estos parecían quemarse por el oxígeno que llegaba a ellos.
El golpe del Hyadum que arremetió en el cuerpo de Caleb no le dolió, ya era incapaz de sentir dolor gracias a sus sentidos que se iban entregando a los brazos de la derrota, y el molesto sabor de la sangre por su boca no era agradable, por unos segundos su cuerpo experimentó la hostilidad del suelo puntiagudo que pronto fue despidiéndose con destemplanza de la superficie en la que yacía cansado; estaba siendo arrastrado. Trató de tomar su arco con el poco movimiento que le permitía su brazo derecho, no podía dejarlo. Quiso hacer un último esfuerzo. «Si eso significaba morir» ¡lo haría sin importar nada!
Sostuvo el arco con su boca, lentamente intentó tomar una de sus flechas. Al sentirla entre su mano, apuntó hacía el cuerpo del Hyadum; su brazo tembloroso lo hizo dudar, no estaba seguro de lo certero que podría ser en esas condiciones. La saeta era diferente a las otras, tenía un efecto paralizante de un minuto. Esperaba que fuese suficiente para cortarle los cuernos.
La flecha lo tomó desprevenido. A los pocos segundos cayó al suelo paralizado. Había creado una oportunidad. Caleb se liberó con pesadez de su adversario arrastrando su cuerpo y suplicando que reaccionará al menos una vez más... Entre las botas que llevaba puestas, sacó una daga expandible echa con el material más fuerte de Adhara. Puso toda su fuerza en ese último movimiento. En aquel instante los cuernos del centinela cayeron al suelo resplandeciendo; como una estrella fugaz se redujeron a cenizas, al poco tiempo el cuerpo principal del Hyadum sufrió el mismo destino. Se desplomó como una roca, llegado el momento se convirtió en polvo.
Caleb se encontraba fatigado por completo. Su mente daba vueltas. Trató de avanzar para llegar a la segunda sección. A pesar de estar herido deseaba ir detrás de los demás. Sus pies ya no respondieron, no pudo más. Sin embargo, sintió la muerte tan cerca que sus pensamientos lo devolvieron a una época marcada con nostalgia y valentía.
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Las gotas de la lluvia caían entre las ramas de los árboles de cerezo mientras el pequeño Caleb contemplaba a los niños corretear entre los puentes atirantados entre los majestuosos árboles que poblaban su entorno, él se veía obligado a observar todo a través de las ventanas de su hogar. En ocasiones solía suplicarle a su madre que lo dejara salir a jugar. Era tan pequeño no comprendía la negación absoluta de su madre. Aquel cuerpo débil y frágil resultaba ser su mayor agonía, su deseo constante de tocar tierra y caminar entre las calles cubiertas de rocas lisas y pequeñas se esfumaban como un sueño.
En un intento desesperado por conseguir que mejorase un poco, su madre se había arriesgado a llevarlo con un curandero, quien había asegurado poder sanarlo. Ese día quedaría marcado en la memoria de Caleb para siempre; no era el mal sabor de boca lo que recordaría sino aquel paseo entre las enormes secuoyas. Fue la primera vez que sus ojos apreciaron la forma de vida del Reino en su máximo esplendor.
Su vista trató de capturar cada instante. Observaba las escaleras de madera enroscadas a cada tronco de las secuoyas adornadas con plantas pequeñas y orquídeas hermosas de colores lobulados en los balaustres de diferentes diseños marcados con esmero en las escaleras que daban hacía lo alto de las casas. Aunque en el suelo estaban varias estructuras donde los comerciantes surtían sus productos provenientes de otros Reinos, un recuerdo casi borroso.
Con el miedo a flor de piel, la madre de Caleb se habría prometido no volver a confiar en las palabras de un desconocido. Aun la perseguía la culpa por haber expuesto a su hijo al borde de la muerte y a quedarse sin un céntimo de Chrystal. Después de ello restringió a Cal al cautiverio por varios años. Aunque su padre se opusiese y disgustara gran parte del tiempo, tampoco lo podía evitar.
Caleb recordaba como su padre se molestaba por su constante decaimiento. Era ineludible. Cualquier padre habría deseado ver a su hijo llegar a la sima. Ese era el anhelo de su progenitor; verlo convertido en uno de los Guerreros de plata de la Milicia Suprema. Debido a su condición no pudo inscribirse a la academia del Reino de Adhara. Para sustentar su ausencia leía libros instructivos sobre artes marciales y de defensa, siempre esperaba ver a su padre salir a trabajar para encerrarse en su habitación y practicar los movimientos corporales de lucha.
Pasados los años. Logró iniciar en la academia. Pese a ser enfermizo y no frecuentar, atrasarse con facilidad se había vuelto algo normal. Un día se encontró con la visita de Padme, fungía en aquel entonces como rectora de la academia, vio en Caleb potencial por su esmero y entrega total en aprender. Con la finalidad de que él mejorara su estado, ella buscó por mucho tiempo alguna medicina que pudiese proporcionarle la cura definitiva.
Después de una incesante búsqueda Padme había hallado por fin la cura. Una tarde ella lo había mandado a llamar para informarle sobre un viaje a la capital de los Reinos. Pronto se reunirían con algunos miembros del clan Luveratu para que pudiesen proporcionarle el medicamento que tanto había añorado. A la semana siguiente a temprana hora Padme y Caleb emprendieron el viaje hacia Chrystal.
Para que ellos pudiesen llegar al Reino debían cruzar al menos varios kilómetros para hallar una puerta dimensional que solo Padme conocía. Caleb aun recordaba con admiración el panorama blanquecino que se pintaba ante sus ojos, puesto que era la primera vez que salía más allá de su hogar. Después de una larga caminata al fin habían llegado entre una pila de rocas rojizas.
Padme había ingresado en una pequeña abertura oscura que no dejaba nada a la vista. Pronto se escuchó un movimiento entre las rocas, al cabo de unos segundos la luz cegó los ojos de Caleb haciendo que el pestañara varias veces para adaptarlos a la incesante brillantez del día. Sus pulmones se llenaron de aire cálido al tiempo que recorría con la mirada el apabullante lugar verdoso donde se hallaban. Ellos se encontraban cerca de una pequeña montaña que prometía una vista espectacular.
Para aquel niño era inevitable esconder su impresión. A lo lejos veía un enorme castillo que superaba por mucho su propia imaginación. Tanto, que quedó con ansias de poder conocerlo por dentro.
—Cal, ese enorme castillo que ves, será el próximo lugar a que vendrás. Witchlight es la academia más grande de todos los cinco Reinos. Solo son convocados aquellos muchachos con talentos únicos y reconocidos.
—Si logró venir aquí. Haré que te sientas orgullosa de mí. Seré el mejor de todos.
—No lo dudo Cal. Eres un niño muy inteligente. Sé que llegarás lejos.
Ese día Caleb se hizo la promesa de luchar hasta lograr ingresar a Witchlight.
Se transportaron de nuevo, en un abrir y cerrar de ojos se encontraban entre la multitud.
—Cal nos quedaremos aquí hasta que nos avisen. Ha sido un largo viaje lo mejor será ir en busca de algo para comer.
Caleb asintió animado, los revoloteos de felicidad eran destellos de esperanza y una absoluta fe confiada a su salvación. Ellos caminaron entre la multitud que se hallaba en la quinta sección del reino escudriñando las tiendas de artículos extraños. Luego fueron a comer en un lugar concurrido. Satisfechos de haber conocido lo suficiente pidió con timidez probar una manzana dulce, Padme no se lo negó, se vio tentado a pedir otra, pero un hombre extraño se le acercó a ella susurrándole algo al oído; solo asintió y así sin más aquel individuo misterioso desapareció.
—¿Porque las casas son extrañas aquí?
—Estamos buscando un lugar para quedarnos. Sé que te parece extraño la fila de casas que parecen interminables, al principio era así para mí. Son tan diferentes a las nuestras.
—No entiendo.
—¡Cal! Esto es nuevo para ti. Pero el reino sigue un patrón, es como un laberinto cubierto de árboles. Es por seguridad. Puede que en algún tiempo lejano ocurra algo.
—Entonces yo los defenderé.
—Lo harás. Serás un héroe para muchos. Ahora debemos de encontrar donde pasar la noche, si oscurece nos perderemos entre las calles.
Padme tenía razón. Iba a oscurecer. Finalmente hallaron una casa de varios niveles con decoraciones llamativas. Por suerte les habían dado una habitación con una vista hacía una de las calles con mayor concurrencia. La noche se adueñó del cielo tan pronto el sol se había marchado, las luces alumbraron las calles coloniales alegrando el panorama. Caleb se quedó ahí observando a varios Clarianos hacer malabares con sus dones. Uno de ellos liberó de su mano agua, esta al ser manipulada por él, formó grandes figuras de animales acuáticos. Estos comenzaron a moverse, luego, las hizo estallar dejando únicamente pequeños destellos de agua. Los aplausos y risas de niños recorrieron gran parte de la calle.
Mientras seguía observando la presentación de ellos, Caleb sintió que su estómago comenzaba a rugir de nuevo, el olor de la comida llegó a él haciéndolo tragar saliva. Vio a Padme acostada en una cama durmiendo profundamente, no quiso molestarla, aun así, no aguantó las ganas de comer. Fue por un poco de comida que había sobrado, luego se sentó observando de nuevo a los malabaristas. Pasadas las horas sintió que sus parpados pesaban. Se dio por vencido al sentir el bostezo constante, pronto se dejó arrullar en los brazos del sueño.
Al día siguiente se levantaron temprano. Debían de encontrarse con alguien. Caleb al salir de la puerta sintió un frio abrazador, Padme lo había notado, el sentía la que la fiebre estaba elevándose. De ser así, su cuerpo frágil y débil amenazaría con debilitar sus huesos y sus pulmones hostigarían su respiración provocando que todo su cuerpo se encogiera y que sangrara, al grado de llevarlo al borde de la muerte.
—¡Cal! solo un poco más y todo esto acabará. —afirmó Padme colocándole su abrigo azul.
El trató de animarse a pesar del dolor que le causaba dar cada paso. Padme había caminado con Caleb lo más lento que podía. Cuando él sintió que no podía avanzar ni un poco más se detuvieron.
—Hemos llegado Cal.
Se encontraban en un jardín repleto de flores silvestres. Padme había indicado que debía de quedarse en una banqueta, lo dejó indicándole que volvería pronto con la medicina. Minutos después una risa juguetona llamó su atención, vio a una niña de hermosa cabellera dorada correteando entre las mariposas que se la rodeaban y luego se marchaban hacia el cielo. Ella se dio cuenta de la presencia de él, sin temor alguno. La niña se sentó a su lado.
—¿Cómo te llamas? —Preguntó ella dedicándole una sonrisa calurosa y rebosante de vida, una sonrisa que a él le faltaba.
—¡Caleb! —Contestó él con tono apagado—, ¿Y tú?
—Eileen. —Elevó la mano son de saludo para Caleb.
Al hacer contacto, Caleb sintió que algo recorría su cuerpo. Como si una ráfaga de luz le hubiese penetrado cada partícula de su ser. Ella había dedicó una última sonrisa a Caleb, a la cual él deseaba devolver con toda su alma, pero se había quedado estático por aquella extraña sensación. Antes de que pudiera siquiera decir gracias, la madre de la niña apareció. Y tan pronto como había aparecido, desapareció.
Padme supo que había funcionado. Volvieron a Adhara. Con el milagro que tanto había deseado toda su vida. Él comenzó a demostrar que era un niño bastante fuerte para su edad. Esforzándose como ninguno y sobresaliendo en todo finalmente había consiguiendo el reconocimiento de los de su clan y sobre todo la aprobación de su padre quien por tanto tiempo lo había reprochado.
Pasados los años, joven y prometedor había terminado las clases a inicios de otoño. Eso indicaba que pronto se graduaría y finalmente se marcharía a Witchlight. Aunque deseó pasar el último otoño con su familia. Era una regla elemental, sabía que no era nada fácil para ellos sobrevivir en esa estación larga y hostil. La caza se volvía escasa al igual que el cultivo. Las provisiones debían de aguantar a inicios de primavera.
Esa última estación habría sido una de las más felices, no obstante, marcó para siempre al Reino de Adhara. La memoria de Caleb se remontó a sus padres, habían muerto en batalla durante otoño. Caleb Quedó devastado. Quería vengarlos al igual que muchos de los habitantes. Pero el enemigo era fuerte. Durante milenios las tierras de Adhara se veían amenazadas por la dimensión del origen, pues esta separaba a Clarus de Tenebris y otros universos desconocidos.
La suerte había llamado por él, de haberse quedado hubiese corrido con la misma suerte que la de sus padres. Aquel enemigo había atravesado aquella dimensión apareciendo en las afueras del reino. Sediento de sangre arrasó con muchas vidas a su paso, destruyendo gran parte de los árboles de cerezo marchitos de la estación otoñal.
Aquella devastación causada a los formidables árboles se secuoyas habían sido desgarradores. Jamás había imaginado que alguien podía concebir un paisaje desconsolado. responsable de aquella calamidad, era nadas más y nada menos que el Hyadum, y la única que lo había enfrentado había sido Eudett, una sangre consanguínea elemental descendiente del clan principal que gobernaba Adhara.
Aun con ella, no había sido suficiente. Con la ayuda de Padme enviaron al monstruo a Tenebris. De ese modo quedaría encerrado en aquel mundo oscuro y desolado. Con la muerte de los padres de Caleb, Padme se hizo cargo de él. No quería decepcionarla, era la última familia que le quedaba. Se volvió tan fuerte que con ello pensó que podría protegerla de cualquier cosa. Hasta que se volvió a encontrar con Eileen en Witchlight, convertida en toda una mujer, de niño lo había enmudecido sin poder agradecerle, ahora que el destino la había puesto de nuevo en su vida no perdería la oportunidad de hacerlo. Buscó la manera de acercarse a ella. Con el paso de los meses él se había enamorado perdidamente de ella...
Al exhalar un suspiró cargado de lamento y fatiga sintió encogerse por dentro cuando sus recuerdos se desvanecieron. Pensó en lo que era importante y todo su mundo se resumía en ella, entregaría orgulloso su vida por ella, solo por Eileen... Concibió su cuerpo ceder al cansancio. Su vista oscurecida y su respiración apagándose igual que una llama ya nada quedó...
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