13. DESCONOCIDOS
La inquietud constante por saber quién era el sujeto que dilucidaba un aire misterioso le hizo crear teóricas alocadas, sin fundamento. Con la mirada fija en el muchacho aun inconsciente, Raizel se cuestionaba quien era. Tenía un aura distinta a la de ellos. Observó meticulosamente la comisura de sus labios resecos y la facción poco agraciada que tenía.
Su cabello negro semi alborotado le daba un aire distintivo y el cuerpo delgado hacía pensar que llevaba días pasando hambre o deshidratación. Raizel estaba entremetida observando un tatuaje tribal enroscado a lo largo de su brazo derecho con líneas delgadas combinadas con otras rayas gruesas que subían hasta tocar parte de su cuello, estaba a punto de tocarlo cuando el chico despertó. Se veía demacrado, Nait no dudo en darle agua. Él muchacho se apoyó en una piedra que estaba cerca de él.
—¿Dónde has salido? —preguntó Dimitri con la mirada fija
en él—. ¿Cómo te llamas?
—Soy Zed. —Aclaró la garganta—. ¿Dónde estoy? —El miró con curiosidad a su entorno. —Que llamativos, tienen un aspecto diferente...
Se rieron.
—¡Oh! no me digas. ¿Qué somos entonces? —Dijo Tairy con una risilla burlona—.
—Humanos... Qué otra cosa podría ser de no ser así. Aunque ustedes parecen actores filmando alguna película de acción. Tal vez me drogaron, no recuerdo nada, si es una película debo ser la clave para que salven al mundo.
—Este chico se ha golpeado duro la cabeza. —Escupió Luka borrando la sonrisa de Zed—. Y no, no estás en una película. Quizá mueras hoy.
—¡Que genio! Con ese humor ni una sola chica se atrevería a acercarse a ti, aunque seas apuesto —respondió Zed recorriéndolo con la mirada pícara—. Al parecer ustedes no. Entonces me dirán ¿dónde estoy? ¿Acaso estoy en la selva del Amazonas? Podrían ser una tribu con tecnología avanzada. ¿Cómo llegué aquí? Mi móvil no sirve, estaba aterrado, pensé que moriría hasta que llegaron ustedes. Aquí no son muy amigables.
Nadie pronunció ni una palabra durante varios minutos. Si hubiese sido Raizel de seguro en ese momento huiría de la vergüenza. Ella estaba a punto de ponerse a parlotear cualquier cosa con tal de disipar aquel ambiente tenso cuando, Dimitri se acercó a Zed inclinándose ligeramente hacía él, extendió la mano sobre su hombro izquierdo. Su mirada inspeccionó al chico de pies a cabeza, se puso de pie quedándose inmóvil un tiempo, estaba pensativo.
—¿Qué pasa? —irrumpió Nait.
—Este chico es humano...
—¡Es imposible! —Replicó Raizel—. Un humano no puede entrar vivo a este lugar. Primero se reduciría a cenizas antes de poder respirar. ¿Cómo podría un mortal como él?
—Zed es tu nombre ¿verdad? Estar aquí significa tener los segundos contados, quiero decir; morirás si no hacemos nada. —Aseveró Dimitri.
—¡Entiendo! —Contestó Zed con voz gélida, como si no le importará la profundidad de aquellas palabras—. Pero no han respondido mi pregunta. ¿Dónde estoy? ¿Qué es exactamente este lugar?
—Estas en Tenebris. —Respondió Luka.
—¿Tenebris? Jamás había escuchado ese nombre. ¿A qué país pertenece?
—A ninguno. Debes volver a tu mundo. Estando aquí morirás. —Argumentó Dimitri con sujeción—, Quizá tú no seas totalmente humano. Pudiste soportar esta dimensión, existe la probabilidad de que seas mestizo, eso prueba el hecho de haber llegar con vida, sin embargo, eso no significa que resistas este mundo totalmente, tu salud se está degradando.
—¿Existieron mestizos entre nosotros? —Interrogó Raizel sin contener sus deseos por averiguar por lo menos algo...
—Hace mucho tiempo nuestros ancestros se mezclaron con los humanos. Era evidente que algunos de los Clarianos se enamorarían de ellos. Con el paso del tiempo fueron engendrando hijos con sangre mestiza. Eso les permitió poder vivir en la tierra y en Clarus, aunque varios de los niños fueron criados aquí pronto se vieron los efectos. Los pilares del Origen se fueron deteriorando por la reducción de la fuerza vital de nosotros, al tratar de permitir que los padres humanos pudiesen ingresar en los Reinos y asentarse junto a nosotros desembocó el caos. Aunque algunos de ellos nacían con habilidades únicas, los clanes prohibieron unirse con un humano después de la catástrofe, los hijos mestizos eran peligrosos. Finalmente se decidió exiliarlos, fueron obligados a abandonar Clarus. Después de tanto tiempo tenemos a uno ante nosotros, lo más probable es que Zed no sea totalmente mestizo. Difícilmente pude detectar los genes en su cuerpo, es una mínima porción, es posible que uno de sus progenitores si lo sea.
—¿Están insinuando que yo soy uno de ustedes? Si es uno de mis padres me gustaría saber quién. Eso por ahora no importa, solo quiero salir de aquí. ¿Cómo lo hago? quise encontrar una salida y no la hallé. —se acomodó dónde estaba sentado—, estuve dando vueltas en el mismo lugar, parece interminable.
—El solo hecho de que estés aquí, es un peligro. Y no, no encontraras una salida. Si llevas suficiente sangre Clariana entre tus genes esto podría funcionar. ¡Apártense! —Ordenó Dimitri, pronunció unas palabras que sonaron entre gruñidos y palabras difíciles de pronunciar—. Por la sangre que corre por sus venas únase un pacto.
Zed Comenzó a sacudirse, poco a poco fue poniéndose rígido hasta desplomarse al suelo. Su rostro imploraba por oxígeno el cual parecía negarse a entrar en sus pulmones, sus ojos fueron tornándose rojos y sus venas color purpura, parecía un martirio para él. Raizel pensó que moriría al verlo escupir sangre por la nariz y la boca.
—¿Que le has hecho Dimitri?
—Todo estará bien Raizel. Le estoy salvando la vida, depende de él resistir.
El chico dejó de moverse. Estaba tendido en el suelo consumido por lo que fuera que había ocurrido. Nait se estaba acercando a él para revisar sus signos vitales cuando se levantó de golpe respirando con rapidez. Percibió la sangre después de toser con dificultad, comenzó a limpiarse con un pequeño paño que le entregó Dimitri. Los demás estaban conmocionados al ver la extraña transformación de Zed; su cabello fue tornándose de color gris oscuro al igual que sus ojos, su piel se había vuelto más pálida. Lo inimaginable era descubrir cómo había podido Dimitri hacer algo así.
—Me siento diferente. —Zed comenzó a mover el brazo izquierdo—. No siento más dolor. Retiró la venda, evidenciando su sanación instantánea.
—¡Bien hecho Zed! Parece que funcionó. Solo así podrás seguir vivo. De lo contrario no hubieses durado aquí ni un día más.
—¿Cómo pudiste? Está prohibido hacer eso. Es una regla elemental. —Protestó Tairy con tono molesto.
—Tairy, él llegó aquí por alguna razón. Volverá a su mundo cuando salgamos de aquí, no pensaba dejarlo en Clarus, si no estás convencida, tú misma lo llevarás de vuelta. ¿Contenta?
—Me parece justo.
—Hasta entonces olvidaremos que es un humano. Ya hemos perdido mucho tiempo.
—¡Es hora de irnos! —Repuso Nait—, el tiempo se agota, ya hemos invertido mucho a este humano.
Emprendieron la marcha hacía su destino, desembocando entre pasajes rocosos y bosques pantanosos hasta llegar a una colina ostentosa.
—¿Estas bien? —Le preguntó Raizel a Zed mientras entregaba su cazadora negra.
—¡Si! —agradeció tomándola para luego ponérsela—. A tus amigos parezco no agradarles.
—No eres el único, por lo menos no me sentiré sola siendo excluida, dos son mejor que uno —añadió ella con tono vacilante.
Al adentrarse entre los arboles de nuevo, caminaron sin pronunciar palabra, solo sus latidos ofrecían un leve sonido por el cansancio y el sudor que recorría su rostro. Siguieron así por una hora más, hasta llegar a un peñasco. No había forma de seguir, salvo escalarlo y ella no sobreviviría.
Nait sacó un mapa amarillento.
—Debe estar por aquí. —observó el mapa.
Buscó entre las hojas una plataforma pequeña. Al encontrarla, procuró quitarle la tierra que la cubría. Después de haberla limpiado, unas figuras estaban talladas en ella, una luna atravesada por una espada. Nait presionó aquella plataforma. La tierra comenzó a sacudirse levemente al tiempo que una abertura se abría entre el peñasco.
—Por fin hemos llegado. Espero que estén listos. ¡Síganme! —Indicó Nait acelerando el pasó.
Se indujeron entre el peñasco con la cautela de que no les cayese algunas rocas encima. Era extenso por lo que tardaron en llegar a la mitad. Los cambios de la gravedad fueron intensificándose hasta producir un estruendo que los sobresaltó. Aquella piedra colosal retumbó, elevándolos a una altura considerable para luego dejarlos caer a una abertura que se abrió entre ella, varias piedras se desplegaron formando movimientos trasversales, la caída vertiginosa hacía la nada se presentó sin presagio alguno. Raizel intentó dar con algo en que sujetarse, fue imposible. Era empujada por una fuerza brutal que por momentos le entrecortaba la respiración y arrojaban como una pluma entre un vendaval.
Repentinamente una cortina de humo se alzó implacable ante ellos, nubló todo cuanto existía hasta que por fin la tierra aguardó su llegada. Miles de rocas puntiagudas les dieron la bienvenida, Dimitri alzó el primer conjuro devastándolas, con una precisión increíble lanzó su alabada al suelo, pronto un aire fue evocado entre el suelo marchito, quedaron suspendidos durante varios segundos antes de caer en la tierra rocosa. Dimitri se levantó sacudiéndose la ropa para luego tomar de nuevo su arma, sin decir ni una palabra siguió su camino, como si aquello fue nada ante él, a lo que Raizel aun sentía el repiqueteo de su corazón en todo su cuerpo, le miedo filoso como una lanza.
La turbación sembrada en la piel de Raizel estaba aún dominante de sus sentidos, se sintió una tonta por ser cobarde, ninguno de ellos la protegería. Procuró recuperarse y alcanzarlos enseguida. Caminaron por varios minutos entre las rocas filosas y tétricas que se amurallaban ante ellos como dueños del lugar, aunque no parecían ser los únicos en dominar la tierra pues una planicie desolada se asentaba ante ellos dejando atrás las piedras incisivas. Era casi un claro en la penumbra. El lugar estaba cubierto por escombros de gran proporción, cuando se adentraron entre los restos de algunos templos y pilares enormes podía percibirse el rastro de un lugar emblemático.
Más adelante una entrada ciclópea y polvorienta estaba cimentada ante ellos. Estaban en el punto de entrada hacía el enorme laberinto.
—¡Oye Nait! Tú mapa nos ha pintado un laberinto distinto, pensé que sería modesto. Jamás me imagine algo así. Esta cosa es enorme...
—Calma Caleb. ¿Estás asustado? Es formidable, más grande de lo esperado. Lo mejor de todo es que vamos a conocer este lugar, estoy muy interesado en saber qué clase de vida reside en este lugar, y la ubicación del Abaddon está justo en el centro, podría decirse que es el corazón de Tenebris.
—Eso suena más escalofriante. —Caleb se sacudió las manos—. ¿Y si esta cosa esta viva y nos devora?
—¡Que idiota! —Tairy se acercó a Nait a revisar el mapa.
En comparación con el enorme laberinto de roca, ellos parecían diminutas hormigas. Raizel respiró profundamente y siguió junto a ellos. Su piel se erizó provocando que se abrazara a sí misma. Observó el cielo gris atravesado por una ligera luz amarilla. pensó que jamás podría apreciar un cielo claro en aquel lugar. Se sobresaltó al escuchar el sonido que emitían varios cuervos pequeños e inusuales de ojos grises y plumaje rocoso, se encontraban entre unas ramas de árboles secos.
—Ahora es cuando comienza. —Anunció Dimitri con sensatez—. Debemos de estar alerta, no sabemos a qué nos enfrentaremos.
Siguieron caminando con sigilo ante lo que fuera que aguardara su arribo.
—Gracias por ayudarme. Estoy en deuda contigo. Raizel, ¿verdad? —Zed se había puesto a su lado.
—¡Si! —Asintió—. Ya me devolverás el favor —dijo con una sonrisa nerviosa, externada más para reconfórtala que para agradarle a él.
—Será un placer. ¿Que los trae a este lugar tan desolado o es que viven aquí?
—Estoy aquí por mi hermana, los demás también. Un idiota se la ha llevado porque quiere obtener algo que no puede conseguir por sí mismo; así que nos usa para conseguirlo. Y no, no vivimos aquí, ni en mis peores pesadillas quisiera eso. Este lugar es espeluznante. Venimos de un mundo mejor.
Esas palabras salían como veneno de su boca.
—Suena irónico. —río vacilante—. ¿No pudieron acabar con él?
—No es tan sencillo como parece, mi hermana es... Especial. Tiene un don como ninguno, alimenta a la Tierra con su energía, a tu mundo. Si él la mata, todo se iría por la borda, ustedes serían afectados severamente al igual que nosotros. No saben nada de esto, el gran peligro en el que están y la relevancia que tiene salvar la vida de mi hermana.
—¿Así que la quieres recuperar? —Levantó el rostro observando el cielo—. Quisiera que alguien luchara por mí de esa manera.
—Llegará el momento en el que tus seres queridos hagan eso por ti.
Raizel parecía un robot respondiendo a cada una de las preguntas de Zed. Ella no estaba segura si había sido correcto rebelarle las cosas, pero ella sentía que lo necesitaba, aunque fuese un desconocido solo para aligerar el peso de su alma.
—¡Imposible! —Negó con la cabeza—. Mi familia es un desastre, no hay tal relación, cada quien vive sin preocuparse por el otro, estaba harto de ver a mi madre ser golpeada como una basura por mi padre mientras él se iba con las prostitutas.
Se quedó callado por unos instantes antes de retomar las palabras que pronto anunciarían la soledad que le custodiaba como un halo irrompible.
—Para joderme más la existencia; le arrebataron la vida a mi hermana durante una actividad infantil, no la quise acompañar por un capricho tonto. —Una sonrisa entristecida se asomó a su boca—. Ella murió por dos impactos de bala, mi madre desde ese entonces se sumergió en el alcohol, perdimos la casa, todo... De haber sabido que eso pasaría, hubiese ido para morir junto a ella. Lo perdí todo ese día. Ahora solo busco la manera de encontrarme con ella.
—¡Lo lamento! —Raizel no supo que decirle. Con la sola idea de pensar en perder a su hermana la conmocionó—. Quizá en otra vida puedas encontrarte con ella, —pronunció con una voz esperanzadora—, ahora debes seguir adelante, ojalá encuentres algo que te devuelva las ganas de vivir. alguien por quien luchar para sanar tus heridas. Podrías hallarlo pronto.
—¡Puede ser! —Respondió con una sonrisa digerible y fugaz—. Tal parece que me he vuelto loco —prosiguió—, en un abrir y cerrar de ojos aparezco en otro mundo. Creo que fui abducido por alienígenas, esto podría ser un sueño o algo parecido o quizá estén experimentando con mi cerebro.
—¿Alienígenas? ¿A qué te refieres con eso? —Era un término nuevo para Raizel. Especuló que podría ser algún objeto raro de los mortales.
—Son enanos verdes, con ojos grandes y enormes cabezas. —Señaló describiéndolos con los mejores ademanes que pudo utilizar en ese momento.
—Nunca he escuchado hablar de ellos, —se rió—. No los conozco.
—Ni yo. —Afirmó Zed apartando una rama seca de su camino— Viven en alguna parte del espacio.
—¿Es en serio? entonces ¿cómo es que sabes de ellos si nunca los has visto?
—Eso dicen los documentales de la televisión. —Siguió con una sonrisa en sus labios mientras hablaba—. Algún día vendrán a conquistar el planeta tierra.
—Eso quiere decir que ustedes serán sometidos o eliminados de la faz de la tierra. Ellos suenan peligrosos. ¿Y qué harán si son conquistados por ellos?
—Me niego, —Zed, sacudió la cabeza—, antes de eso quisiera poder conquistarte. —agrando su sonrisa—. A no ser que ustedes sean los extraterrestres; entonces no me negaré, puedes conquistarme cuando quieras —levantó las manos.
—¿Cómo puedes decir eso? No somos como ellos ¿no te das cuenta? Yo no soy verde, ni enana, tampoco tengo los ojos como platos.
—¡No, definitivamente no lo eres! —su sonrisa se mostró hermosa ante ella—. Eres preciosa —dijo con dulzura.
—¡Gracias! —Raizel sintió que se había sonrojado. No esperaba que él la alagara de esa manera. Aunque a su mente vinieron las palabras de Lain. Sintió rabia al recordarlas, puesto que en algún momento habían sido las expresiones de afecto más hermosas que jamás imaginaría.
Pronto se quedaron callados concentrándose en su alrededor. Esa sección parecía desolada. Sin ningún rastro de vida. Nait estaba en la cabeza guiándolos. Observaba el mapa a cada poco para asegurarse de que iban en la dirección correcta.
—Vayamos más de prisa —sugirió Caleb—. ¿Nait cuánto nos falta para llegar a la otra sección?
—Eso no les parece extraño. No hemos visto nada extraño. Esa es la entrada a la segunda sección —apuntó Nait unos metros hacía un pequeño corredor de rocas agrietadas.
Antes de que pudiesen dar un paso más. Apareció el primer centinela dando un salto frente a ellos.
—Los estaba esperando.
Era como ellos. Robusto, vestido con ropa holgada y desgastada. Sin mencionar su rostro cubierto por una barba abundante.
—¿Quién será el primero en morir? —preguntó con voz cantarina.
—Te enfrentarás a mí. —Caleb se adelantó con varios pasos rígidos.
—Comencemos con el juego. —observó a Caleb con una mirada voraz.
—¡Ten cuidado! —Dimitri se había puesto a su lado. —Es Hyadum, cruel, sin sentido común. —. No seas precipitado. Nouri me advirtió sobre él. Es sanguinario.
—¡Ya lo veremos! —Caleb balanceó aquellas palabras confiado de su fuerza.
Dio unos pasos más adelante para enfrentarlo. Él pareció motivado dejarse llevas por sus impulsos; exponiéndolo en el primer movimiento que lanzó. El Hyadum lo evadió con facilidad, no obstante, Caleb sacó una flecha para dispararle. Un tiro certero. Nunca fallaba. Aquel disparo le dio en el brazo derecho provocando en segundos una explosión. El gran estruendo expandió el polvo rápidamente dificultando la vista de todos. Las limaduras del polvo se disiparon dejando ver al Hyadum tendido en el suelo entre charco de sangre bruna sin su brazo derecho.
—¿Eso es todo? —dijo Caleb con voz burlona.
—Se pone interesante. —Rebatió al tiempo que escupía sangre—. Este juego podría volverse interesante. —El Hyadum levantó su brazo derecho, comenzó a moverse para luego reconstruir el otro brazo, como si nada hubiese pasado. Una sonrisa enorme se apiadó de la boca del centinela.
—Acabaré contigo de un golpe gusano.
El Hyadum comenzó a cambiar de aspecto. Se hizo alto, midiendo más de dos metros. Se había vuelto más esbelto, surgieron unos cuernos enormes en su frente, en tanto que sus pies eran reemplazados por unas pezuñas grandes que encajaban perfectamente con las piernas torneadas de su cuerpo. Finalmente, sus ojos se tornaron totalmente amarillos, contrastando con su piel color oxido claro con unas filosas garras en lugar de sus uñas. Al verlo se podía determinar con facilidad su estridente fuerza. Indudablemente daba miedo. Caleb intentó atacar de nuevo, pero el Hyadum se movió en un titilo varios metros de él.
—-Caleb esa es su verdadera forma. Se ha vuelto muy veloz y fuerte —advirtió Dimitri.
—¡Vamos! —Habló el Hyadum tomando una postura regia—. ¡Me estoy aburriendo!
El centinela empezó a atacar a Caleb, trató de evadir los golpes, en una de esas, su puño tocó el suelo provocando una enorme polvoreada. Su fuerza abrumadora tensó a Raizel, ese impacto había logrado hacer un gran agujero en el suelo.
—¿Así que pelearemos cuerpo a cuerpo? ¡Eh!
—Desde luego. —Esa voz apetecía lapidar a Caleb—. No hagas que me aburra o te haré pagar por ello.
—Es hora de que se marchen —Caleb estaba centrado en el Hyadum mientras les hablaba—. ¿O qué? ¿Piensan quedarse ahí como espectadores? Les recuerdo que no tenemos mucho tiempo.
—Me quedaré con él —planteó Tairy alistando su ballesta en dirección al Hyadum.
—No es necesario que te quedes. Puedo encargarme de él yo solo. ¡Váyanse ahora! —Caleb sonaba agitado.
—Pero... —protestó Tairy bajando sutilmente su ballesta.
—¡Váyanse!
—¡Acabalo! Más te vale alcanzarnos. —respondió Nait con una entonación alentadora.
—No pienso quedarme aquí por mucho tiempo.
—¡Vamos! debemos avanzar a la segunda sección. —manifestó Luka mientras se adelantaba junto con Nait.
Se alejaron de Caleb atravesando una pila de rocas de menor tamaño. Cruzaron una pequeña abertura en forma cuadrada que comenzó a moverse debajo de ellos, era como si estuvieran siendo trasladados a otro lugar. Se detuvo de golpe haciendo que se tambalearan. La segunda sección subyugó la imaginación de Raizel. Esta parecía un bosque, los enormes muros colosales fueron reemplazados por gruesas ramas llenas de espinas, repletas con millones de espinillas filosas. Si alguien se impactaba entre ellas seguro moriría.
—¿Crees que sobrevivirá? —Preguntó Zed nervioso.
—Eso espero —respondió Raizel con cara de preocupación.
—Esto es nuevo para mí. Eso no existe. Esa cosa se parecía a un minotauro. Aunque su aspecto me dejó sin palabras. Los había visto en películas más peludos. ¡Ja! Este no tenía nada de eso, estaba completamente desnudo sin su miembro claro.
—Lo que menos importa es su aspecto, me asusta saber lo peligroso que es —Respondió ella mientras sostenía su mano por el cuello.
Raizel sabía de él. Por los textos de la biblioteca de su padre, pero nunca se había topado con uno.
—Considerando que es veloz y fuerte, es preocupante. Pero Caleb podrá lograrlo, estaba casi segura de su extinción, años atrás fueron instrumentos de guerra, diseñados para matar.
—No me imagino lo que nos espera aquí. —mientras observaba su alrededor—. Ahora no deseo morir, ni estar en su guerra. Si ellos son los enemigos preferiría estar ahora mismo en un restaurante comiendo una pizza.
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