Capítulo 15. Cambio de planes... o no.
Ryota se encontraba en un gran pero gran un muy gran dilema.
¡No sabía que ponerse!
Eran las nueve de la mañana, no había desayunado y ya estaba entrando en una crisis existencial.
Y todo por culpa del rubio ceniza.
Apenas se había despertado, observó su teléfono y se encontró con la respuesta de Mikey a las dos de la madrugada que supuso que se había despertado por algún problema. El tema es que el rubio ceniza le agradeció y le ordenó de que para las dos de la tarde estuviera listo porque iría a buscarlo a su casa.
¡Que hasta lo obligó en que le enviara su dirección!
Supuso que Draken le habría dicho que ya no vivía con su primo, o por ahí, hasta el mismísimo Takemichi se lo había mencionado.
¿Y ahora qué hacia?
¿Huir del país?
Muy exagerado.
Se iba a arrancar los cabellos de la frustración al no saber que ponerse y cómo mirar al rubio de orbes negros.
Comenzó a morder su dedo gordo de los nervios cuando el sonido de su celular lo saca de su crisis existencial. Se acerca a su celular que se encontraba sobre la mesita de noche para ver quién era cuando frunce el ceño al notar que era su mánager.
—¿Megumichii?— la llamó apenas atendió.
—¡Ryo!— vociferó la mujer aliviada.— lamento llamarte un sábado y temprano.
—No, no te preocupes.— respondió rápidamente para calmarla.— ¿Sucede algo?
—Una vez más, lo siento.— se disculpó.— pero estaría necesitando que vengas a trabajar hoy.
》Se que no debes ni tienes que venir pero realmente te necesitamos, uno de los chicos para la revista Mcavoy no vino y tu tienes la oportunidad de modelar para aquella empresa... Dime por favor, que puedes venir.《
—Ah... yo..— dudó el rubio, mirando toda la ropa tirada y recordando esos orbes oscuros. Sin embargo su boca se adelantó antes que su cerebro.— si voy.
—¡Eres el mejor!— chilló emocionada.— mientras más temprano vengas mejor.
—Sisi, solo pásame la dirección y voy.— respondió acomodando sus cabellos rubios hacia atrás, queriéndose golpear su cabeza contra la pared al ser tan idiota.
—Dale, ya te lo envío y nos vemos allí, ¿O quieres que te pase a buscar?
Ryota lo pensó bastante.
No quería viajar.
Sí, aunque tenía dinero y chofer, la mayoría de las veces no por decir siempre, decidía y preferiría mil veces viajar hacia el instituto o algún lugar de trabajo que ir en una limusina con un señor adelante que apenas le habla. Porque sí, para su desgracia, la mayoría de los empleados en su hogar no le hablaban por el temor a su padre.
La única mujer en la vida que le habló y le dio amor fue su nana, que muy tristemente, cuando tenía cinco años su padre la despidió al enterarse que gracias a ella, salía a jugar con Aomine al parque. Según su padre, juntándose con otros niños iba a volverse un niño revoltoso, difícil de controlar y desobediente, por lo tanto, hasta terminar la primaria, sus estudios fueron en casa. Sin embargo, su curiosidad, su emoción, la adrenalina de ser un niño y querer volver a ver su amigo hacía que lograra escaparse de su casa para encontrarse con Aomine y jugaran juntos a su querido y hermoso baloncesto que gracias a su mejor amigo, se dio cuenta de su amor por aquel deporte y dejara de lado, un poco, las clases de defensa personal.
Claramente fueron varios años de salir a escondidas, no obstante, a los nueve años, su madre fue la primera en darse cuenta de sus escapadas. Cuando creyó que le diría a su padre, se sorprendió ese día durante la cena, lo callada que estaba. Realmente ese día creyó que su madre le confesaría de sus escapadas a su progenitor pero no lo hizo y en ese momento le agradeció, en ese momento creyó que su madre lo quería, que apesar de su seriedad, su mirada helada y su tono frío, ella realmente lo quería.
Pero al final no lo sabía.
No sabía si realmente lo quería, si lo amaba.
Lo confunde.
Porque al final, su propio padre lo encontró, un año después, escapándose de su hogar que obviamente su padre estalló de la furia.
Le gritó, más de lo que siempre le gritaba cuando algo hacía mal.
Y fue la primera vez que le pegó.
Y su madre no hizo nada, solo... lo miró con sus orbes fríos y le habló solamente a las empleadas doméstica que lo curaran sin hablarle.
Sin darle un beso en la frente.
Ni darle ningún abrazo.
Frío.
Demasiado frío para un niño.
Sin embargo, no importaba cuántas veces su padre le gritara, se enojara y le pegara, Ryota quería ver a su amigo y jugar baloncesto. Cuando las aguas se calmaron un poco e hizo todo lo que su padre le pedía al pie de la letra, a punto de cumplir los once años, le dio una propuesta a su padre.
Seguiría en la clase de defensa personal, haría todo lo que él pidiera, lo cumpliría al pie de la letra, pero a cambio, quería también ir a un club de baloncesto en una secundaria, a un instituto secundario.
Su padre lo pensó.
Lo pensó bastante.
Que ahí supuso que fue su madre que lo ayudó con la decisión final.
Su padre había dicho que si, aunque, él mismo debía pagarse la escolaridad por lo tanto debía buscar trabajo. A Ryota mucho no le importó, sabía que iba a ser difícil (demasiado dificil) pero no imposible, por lo tanto estaba más que feliz.
Él por fin pudo conseguir su libertad.
Casi su libertad.
Pero algo es algo.
Después con el tiempo dejó de ir a las clases de defensa y se enfocó en el baloncesto, entrando a un equipo de chicos de su edad del instituto donde allí estaba Aomine y Momo que con esta última se hizo su mejor amiga. La popularidad comenzó a nacer en el equipo de baloncesto hasta llegar a tener un nombre como 》La Generación de los Milagros《 donde pertenecía, que gracias a eso y las fotos que sacaban durante la jugada o las fotos que se sacaba con alguna otra chica que le pedía y él amablemente aceptaba sin entender muy bien el porqué querían una foto con él, ahí fue que se encontró con su mánager y madre, Megumichii, que fue una de las mujeres que lo ayudó bastante en ese momento de su vida.
Gracias a ella logró encontrar un trabajo estable y que le pagaban realmente bien.
Ella fue como un salvavidas en el mar oscuro en el que nadaba.
Por eso... sentía que le debía, le debía demasiado de haberlo ayudado con el trabajo. Entonces sentía que no podía dejarla tirada con alguna propuesta que ella tuviera para él, no importaba era una fecha importante como su cumpleaños, o fiestas navideñas, o algún evento que tuviera su padre, él iría a trabajar igual porque principalmente le encantaba modelar y segundo por su mánager y madre.
Esa mujer le recordaba a su nana.
Ella le daba amor y cariño que no recibía de su propia progenitora.
La amaba demasiado que haría lo que fuera por hacerla feliz, además que se sentía cómodo y cálido al estar con ella.
Si su primo Takemichi no estaba en casa ni su tía, que también eran personas que lo hacían sentir bien, tenía otra persona al cual visitar como su mánager.
Por eso...
—Ryo... ¿Sigues ahí?
—Ah, si perdón.— se rió avergonzado al haberse quedado en silencio, recordando ciertas cosas.— si me gustaría que vengas a buscarme por favor.
—¡No se diga más! Ya voy para allá.
—Bien.— sonrió que antes de colgar la volvió a llamar.— Megumichii...
—¿Sí?
—Gracias.
—¿Eh? ¿Y eso por qué?
—Yo me entiendo.— murmuró con una sonrisa suave en sus labios.— te estaré esperando afuera.
—Esta bien.— respondió con un tono preocupado.— nos vemos y gracias por aceptar esto.
—No tienes porqué... me gusta este trabajo.— contestó.— no vemos.
Y colgó.
Hanagaki suspiró y miró amargamente hacia el pequeño sobre de papel madera con un moñito rojo sobre su escritorio y se acercó a éste para tomarlo y sentir el objeto dentro de éste siendo el regalo del rubio ceniza.
Debía avisarle que no estaría en su casa.
Debía decirle que no podría verlo, no sabría a qué hora saldría de su trabajo y no haría ilusionar al rubio ceniza por su regalo.
Se contuvo en apretar el regalo en su mano por el enojo que sentía hacia si mismo.
—Ryota... realmente eres un cobarde.— susurró con pesar, desbloqueando el teléfono, listo para enviarle un mensaje al líder de la pandilla.
🏀🏀🏀
El día ya estaba casi por la mitad, el sol estaba bajando lentamente por el horizonte y Ryota se encontraba terriblemente cansado.
Muy cansado.
Y más al haber tenido que compartir la portada de la revista y varias fotos de las ropas con Akemi Watanabe, un chico bastante atractivo, un poco más bajo que el, piel pálida pero que estaba cubierto con varias pecas en cara y brazos, pelirrojo y de orbes mieles. Bastante lindo para gusto de Hanagaki pero de lo que tiene de lindo le falta de cerebro.
Es... insoportable.
Irritante.
Maleducado.
Orgulloso.
Un ego que le llega hasta la luna y un poco más.
Muy odioso.
Recién lo conocía y ya lo odiaba con todo su corazón. Ya había escuchado rumores sobre él pero no quiso creerlo, por lo menos no hasta verlo con sus propios ojos y si... es así y muy mala persona.
Por suerte su martirio se acabó hace unos minutos siendo las cinco y media de la tarde, que habría terminado su trabajo más temprano sino fuera por cierta persona irritante y maleducado.
¿Ya había mencionado que lo odiaba?
—No eres como esperaba Hanagaki.
Hablando de Roma.
Ryota giró sobre sus talones con una sonrisa falsa en sus labios y miró hacia la persona que le hablaba, encontrándose al pelirrojo con una sonrisa arrogante.
Lo quería golpear.
Con una pelota.
Y borrar esa sonrisa.
—No soy lo que tú... ¿Esperabas? ¿Que significa eso?— preguntó Ryota manteniendo la calma.
—Que para ser uno de los modelos que más vende... eres solo un pobrecito.
El ojo izquierdo de Hanagaki tembló del estrés, que estaba a punto de volver a hablar cuando el pelirrojo pasa por al lado suyo, chocando su hombro.
—No se que fue lo que te vieron pero... pronto terminarás en la ruina.
Ryota apretó la mandíbula y sus manos se cerraron en puños a cada lado, queriendo ir y darle una buena golpiza. Sin embargo, él no era una persona violenta por lo tanto respiró profundo y exhaló contando hasta diez hasta calmarse.
—Ryo, ¿Ya estás listo?
La voz de su mánager logró que se relajara aún más y le sonriera con sinceridad hacia la mujer que le sonreía cálidamente y le extendía su mochila que solamente allí tenía su celular, documentos, una botella de agua y la pequeña billetera.
—Sip, ya estoy súper listo.— contestó agarrando el bolso.
Megumi soltó una pequeña risita y lo abrazó por los hombros, comenzando a caminar hacia la salida del edificio.
—Veo que te hiciste un nuevo amigo.— se burló la mayor, saludando con un asentimiento de cabeza a algunas personas aún abrazados.
— Si... amigo.— bufó rodando los ojos y más al verlo en la salida, presumiendo con algunas chicas que gritaban a los cuatro vientos pidiéndole fotos.— es irritante.
—Demasiado.— concordó la mujer, empujándolo hacia el camino del garaje.— pero ya está, lo hiciste muy bien hoy y no tendrás que verlo otra vez.
—¡Gracias!— se alegró, separándose de su mánager, llevando sus brazos hacia el cielo con una sonrisa burlona en sus labios.
—Ya, ya...— sonrió Megumi mirando al menor en frente suyo, del otro lado del vehículo y le preguntó.— ¿Te gustaría ir a merendar o cenar algún lado? Yo invito.
—Genial... me encantaría, muero de hambre.— respondió abriendo la puerta del vehículo, sentándose al lado del acompañante y apoyando su mochila entre las piernas mientras que su mánager del lado del chofer, poniéndose los cinturones, listos para salir.— Gracias por haberme traído.
—Y también te llevaré a tu casa.— exclamó con cariño la mujer.— ¿Qué te parece cantar una canción?
Ryota rió y asintió con la cabeza.
Tanto la mujer como el menor comenzaron a cantar a todo pulmón 》Wannabe《 de las Spice Girl riéndose a carcajadas ante lo rápido que debían cantar hasta que observando por la ventana polarizada del vehículo, vio algunas motos estacionadas justo pasando por el templo Musashi que eso no fue lo que le llamó la atención sino fue que en los escalones bajos había unos diez chicos vestidos de negro que en ellos había dos cabelleras rubias que conocía bastante bien.
Uno era rubio ceniza.
Su corazón paró por un segundo al ver a Manjiro sentado en el medio de todas esas personas, sonriendo. Sin embargo, una puntada apareció en su corazón al notar que no era sincera, parecía estar distraído, ausente.
—¿Ryo? ¿Estas bien?
El mayor Hanagaki volvió su atención hacia la mochila donde sabía que allí adentro estaba el regalo del menor. Lo había agarrado inconscientemente. Apretó sus manos sobre la mochila que sostenía en sus piernas y sin dudarlo miró a su mánager, diciéndole las siguientes palabras.
—Déjame aquí.
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¡Por fin pude actualizar!
No saben lo bloqueada que estoy con esta historia, y no porque no sepa como continuarla sino porque no se como empezar los capítulos y me frustro tanto que lo dejo a un lado hasta tranquilizarme. Al igual que Confesión y con FAT BOY, hace un montón no puedo escribir con esas historias :'(
Perdón por la tardanza.
Algo que debo aclarar es que al final me decidí en hacer un pequeño Crossover entre Kuroko no basket como Tokyo Revengers, se que ya lo dije antes y que se nota la involucracion de los otros personajes pero como en el PREFACIO puse otra cosa, no quiero que haya confusiones o algo por el estilo, después lo voy a editar.
Y SE QUE RYOTA ES MAS ALTO, PERO ME OLVIDO, PERDÓN. Así que supongamos que Ryota es por unos centímetros más alto que Manjiro, supongamos que le lleva media cabeza, por ahí.
Ahora...
¿Qué les pareció?
¿Les gustó?
Se sabe un poco más del pasado de Riry. </3
¿Que piensan que pasará? ¿Que les gustaría que pase?
¡Voten y comenten!
Cuídense.
Besitos.
~M.
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