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Capitulo 70: ¿Quién eres en realidad?

Odio no sentarme junto a la ventana, pero no tengo otra alternativa más que aceptar. Creí que hoy iba a ser mi oportunidad para estar todo el día junto a Clyde, pero no tengo la más mínima idea de qué sorpresa me tiene preparada. Sólo sé que esa sorpresa, al parecer, no es sólo para mi ahora. Hayley ha querido venir con nosotros. No es que me moleste que lo haga, pero a veces me incomoda la presencia de un tercero cuando estoy con Clyde, porque siento que debo guardar pudor. No es que tenga un problema con el pudor, jamás. Lo más extraño es que Clyde ya no estaba tan tenso como antes cuando le pedí que Hayley nos acompañara. Es muy raro.

Lo más extraño de toda esta situación es que Clyde lleve una camisa de cuadros de manga larga. No me acostumbro a no ver la tinta en su piel, mejor dicho su piel en general. Hasta tiene el cabello un poco más peinado de lo usual, y creo que me molesta. No, no es eso, es sólo que no tengo la costumbre de apreciarlo así todos los días. Parece un ejecutivo, un hombre muy importante. Para mi lo es.

Odio ir en medio en la camioneta. Amo ir junto a la ventana.

Clyde parquea la camioneta frente a una droguería, apaga el motor y se baja del vehículo. Miro extrañada. No entiendo qué va a comprar.

— ¿Por qué estamos aquí? Viajar en auto no me marea. — Pregunta Hayley.

Sigo a Clyde con mi mirada. Toma una botella con agua. Habla con una mujer que trabaja ahí, ella lo mira un poco mal. Bueno, en realidad terrible. Le deja una pequeña caja sobre la mesa. Clyde toma la caja y la abre, saca su contenido y desecha lo otro.

Todavía no logro entender lo que está sucediendo.

Clyde sale del lugar y camina hacia nosotras. Abre la puerta y lo primero que hace es darme la botella de agua y... ¿una pastilla?

Oh...

Sin refutar, abro la botella y trago la pastilla.

— ¿Qué demonios está pasando? — Hayley rompe el silencio.

— Es para su alergia, pelirroja. — Clyde interviene antes de que yo pueda mencionar palabra alguna.

Hayley abre sus ojos y señala a Clyde con su dedo índice.

— La desvirgaste, ¿no es así? — Ni ella misma puede creer lo que está diciendo — ¡¿Quién te crees que eres, Clyde?! ¡Sam no es como la maldita de Alana con la que te acostabas!

Abro la boca para intentar calmar a Hayley, es decir, ¿qué clase de comentario es ese?, pero Clyde reacciona más rápido. La palma de sus manos golpean el volante, cortando la respiración de Hayley al igual que la mía. Las venas de su frente y brazos se comienzan a brotar. Aprieta su mandíbula, respira profundo. Está haciendo un enorme esfuerzo por no asesinar a Hayley a esta hora de la mañana.

— ¡Puta vida!— exclama, y sé que Hayley se está arrepintiendo de haber dicho eso — ¡Basta de mencionar a esa mujer!

— ¡Pero estuviste con ella! — Chilla en respuesta.

— ¡Hayley! — intervengo y la miro a los ojos — Suficiente, por favor.

De repente, el teléfono de Clyde recibe una llamada.

— Ha de ser ella. — Hayley me mira de reojo y dirige su rostro hacia la ventana.

No... no puede ser Alana. Yo lo sé.

— Buen día. — contesta muy amablemente — Claro, estamos parqueados al frente de... bien. — Cuelga.

El rugido de un motor se incrementa de manera notoria. Una mujer con chaqueta de cuero, gafas oscuras, jeans y botas maneja una auténtica Harley. Vaya, vaya, ¿me vería igual de bien si estuviera en su lugar?

¿Pero qué...? Asomo la mitad de mi cuerpo superior por la ventana y no dejo de sonreír mientras la hermosa mujer detiene su Harley-Davidson justo al lado de la camioneta.

— Así que es de familia, ¿no? — Bromeo.

Mi tía, Grace, que por cierto esta deslumbrando en cada aspecto, sonríe y muestra esos hermosos dientes que posee. Se pone de pie y besa mi frente. Ojalá fuera mi mamá.

— Voy detrás de ustedes, niños.

Clyde enciende la camioneta.

***

Regresar después de tantos meses se siente de lo más extraño. Todo sigue igual, tal como si el tiempo no hubiera pasado. Mi corazón no ha logrado mantener el control desde que vi que habíamos llegado a San Francisco. Mi mente se transporta al pasado, cuando papá solía llevarme al parque que está a unos minutos de casa a columpiarme por horas. Al pobre le tocaba cargarme en sus brazos cuando me negaba a bajarme del columpio. Lloraba, pero nunca llegó a disciplinarme físicamente. Él sólo me sentaba en sus piernas y me decía que volveríamos al día siguiente, secaba mis lágrimas con su camisa y besaba mi frente. Pero de vez en cuando, papá llegaba tan cansado de trabajar que el sueño podía con él, hasta se quedaba dormido en el sillón de la sala. Como niña, buscaba la cobija de su habitación y lo cubría. Zach se iba a dormir en su propio dormitorio, pero yo me quedaba con mi papá.

Con mi mano derecha, le indico a Clyde que gire a la izquierda. Lo hace y mi corazón da miles de brincos dentro de mi pecho.

— Es mi papá.— Susurro y aguanto las lágrimas de la alegría al ver al primer hombre que me amó.

En cuestión de segundos, Clyde estaciona el vehículo frente a mi casa. Empujo con delicadeza a Hayley para que me deje salir. Papá sonríe y extiende sus brazos hacia mi. Por milésima vez en mi vida, corro hacia él. Su abrazo es de lo más acogedor del mundo. Su camisa tiene ese distintivo aroma suyo. Siento que ha dejado crecer un poco su barba porque me chuza la frente.

Amo a mi papá. Odio que no diga nada sobre mi mamá.

— Mi cielo. — Dice y besa mi cabello.

***

El sentimiento es indescriptible, ¿qué iba a saber yo que esta era la sorpresa? Clyde en la casa en la que pasé toda mi vida. Grace igual, aunque ella ya había estado aquí antes. Nydia vino a saludar para luego irse junto a Hayley. Así que, ahora somos mi papá, Grace, Clyde y yo.

Hablando de mi tia, no ha dejado de ponerse roja como un tomate cada vez que mi papá le sonríe. Ella ríe nerviosa y acomoda su cabello detrás de su oreja, para luego jugar con sus manos. Grace es hermosa, y el viejo lo sabe. Papá la ha estado observando mucho, lo he pillado varias veces mientras Grace se desconcentra por un rato tratando de buscar algo en los gabinetes de la cocina. Mi papá en vez de ayudar, sólo mira cada movimiento de ella. No es una mirada pervertida, sino tierna, de la manera en la que nunca se ha puesto a detallar a una mujer. Eso me hace recordar que mi papá ha pasado todos estos años solo. No sé qué pensar.

— Sammy, — mi tía interrumpe mis pensamientos — ¿puedes decirme dónde esconden los cubiertos?

Antes de que pueda pestañear, mi papá se levanta de su silla y abre un cajón. Grace suelta una risita nerviosa. Percibo cómo ella baja la mirada, esta avergonzada.

— Lo siento, yo...

— ¿Muchos años como para recordarlo? — La interrumpe.

Cierta soledad muestra ese intento de sonrisa en los labios de Grace. Ella pone su mano sobre la mesa, pero se sobresalta al sentir que mi papá la ha puesto justo al lado de la suya, así que ella se retira.

— Juntos, ¿si? — Dice mi padre.

Grace lo observa con sus ojos muy abiertos y los labios levemente separados. La cursilería se les pasa y ambos empiezan a preparar el almuerzo. Excelente, porque se me están torciendo las tripas.

¿Qué les sucede a este par de adultos?

Si Grace fuera mi madre, ya lo sabría, ¿o no?

Pero aquí hay gato encerrado.

Me sobresalto al sentir que Clyde acerca sus labios a mi oreja.

— ¿No me vas a mostrar tu casa, Sam? — Finaliza con una risa.

Doble intención, ¿dónde? Yo sé lo que quiere.

— ¿Tengo que hacerlo? — Pregunto.

— Si, es que quiero saber si hay un espejo en el segundo piso.

¿Acaso quiere arreglarse?

— ¿Espejo? Clyde, tu cabello no se va a despeinar y tu ropa no se va a arrugar por quedarte aquí sentado.— Elevo mi ceja.

Por debajo de la mesa, que por cierto no entiendo qué rayos estamos haciendo sentados alrededor de una mesa sin comida, posa su mano sobre mi pierna. Mi interior despierta al sentir cómo sus dedos forman círculos.

— ¿Quieres que estrenemos tu casa? — volteo un poco mi rostro para observar sus labios —Por ser tu territorio, hago lo que me pidas.

Puta vida, ¿por qué Clyde me hace esto? No es justo, para nada. Aun así, quiero que sufra un poco.

— Ni creas que voy a darte un recorrido por mi...

— Señor Evans, debo decir que su casa es muy agradable.

Una curva llena de picardía se forma en sus labios. Santo cielo, papá...

— ¡Es cierto! — exclama mi tía — Sammy, no estaría mal que le muestres el lugar.

Mi padre aclara su garganta como si tuviera una bola de pelos atorada.

— Ahora hacemos el recorrido, después de almorzar. Todos. — Hace énfasis en la última palabra.

Vaya, qué genio. Pero esto parece divertir cómo nunca a Clyde.

***

Seco el último plato y lo ubico en uno de los gabinetes de la cocina. Mi papá y Clyde se han pasado un buen rato hablando en el ante jardín de la casa. Me muero de las ganas de saber cada detalle de su conversación.

Sacudo mis manos para retirar el exceso. Doy la vuelta y observo a Grace. Su mirada parece divagar en el pasado, en los recuerdos. Grace no vive en mis recuerdos, pero siempre está en mis sueños.

— Una vez te senté en el primer escalón de estas escaleras — habla aunque no me mire — y me descuidé un segundo. Te dejé caer.

— Oh...

— Caíste de cara.

— Hmm...

— Fue un desastre. No me pude perdonar en semanas.

Sonrío. Es la figura mas cercana a la definición de la palabra maternal que haya tenido. No me importa que haya caído, sólo quiero que no vuelva a dejarme.

La puerta principal de la casa se abre. Clyde y mi papá entran de buen humor. Sería terrible si fuera lo contrario.

Tomo la iniciativa y comienzo a subir las escaleras. Increíblemente, todo sigue en su lugar. Papá no le ha hecho cambio alguno. Me dirijo hacia mi habitación y me siento como la mamá pato con sus polluelos detrás.

Clyde no tiene vergüenza alguna. Con toda la confianza del caso, se sienta sobre mi cama y comienza a mirar todo a su alrededor. Mi padre aprieta su puño por un instante, lo miro y entiende que no quiero un escándalo en mi habitación.

Logro escuchar que alguien respira profundo. Grace camina hasta mi mesa de recuerdos y pone su mano encima de mi caja musical. Baja su cabeza y me mira por encima de su hombro con los ojos húmedos.

— No puedo creer que aún exista. — susurra — ¿Cómo lo encontraste?

Recuerdos de mis sueños empiezan a surgir. ¿Cómo olvidar esa melena roja que dejaba una caja en el sótano de mi casa? Ahora todo cobra un nuevo sentido. Siempre ha sido Grace.

— En el sótano, hace mucho.

Grace toma entre sus dedos el collar y gira a ver a mi padre. Él respira aceleradamente.

— Es un lindo collar, Sammy. — murmura y vuelve a dejar el collar en su lugar.

Grace abandona mi habitación. Papá parece querer seguirla, se detiene bajo el umbral de la puerta y nos mira a ambos.

— Quiero que dejen esta puerta abierta, despejada. No necesitan cerrar la puerta para hablar. — mira a Clyde y lo señala con su dedo índice — ¿Entendido?

No me deja responder porque se va de inmediato.

Grace, ¿quién eres en realidad?

— Bueno, — Clyde me da una tremenda palmada en el trasero, me toma del brazo y me obliga a sentarme junto a él — tendré que taparte la boca, entonces.

Pega sus labios a mi cuello y desliza su piercing por mi piel. Su mano traviesa se mete por debajo de mi jean y desciende hasta mi vértice.

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