Capitulo 67: Dos asuntos
Faltan menos de dos semanas para terminar la universidad y que comiencen las vacaciones, y es ahora que todo empieza a matarme, sobre todo que estoy empezando a dudar de la carrera que he escogido. Pero eso no debe importar, menos cuando Nydia esta pagando mi estudio.
Por cierto, ¡mañana Clyde y yo cumplimos una semana de novios! No más de pensarlo se alborotan las maripositas en mi estómago.
Hayley y yo hemos decidido alquilar un apartamento a unos cuantos minutos del campus. No está muy adecuado a nuestro gusto, pero decidimos ir trabajando en él para hacerlo especial. A ella no le gusta compartir su espacio personal con personas que desconoce, es por eso que rechazó de inmediato la idea de una fraternidad. También acordamos de respetar nuestro apartamento. Tanto Rob como Clyde tienen su propio lugar para que cada pareja pueda... esto no necesito explicarlo, ¿o si?
¡Mañana cumplimos una semana de novios!
Hago una leve retrospectiva de estos casi seis meses que llevo fuera de San Francisco. Hayley no es la misma... mujer, porque ha aprendido a cerrar sus piernas, y hasta ella lo admite. Su carrera no le ha dado tiempo de salir a fiestas, y gracias al cielo, Rob ha hecho un excelente trabajo con ella. Podemos afirmar que la pelirroja alborotada ha sentado cabeza. Cero sexo con chicos desconocidos, cero alcohol.
Lástimosamente, no puedo decir lo mismo sobre Clyde. Los tres días en esta semana que ha venido a mi habitación a visitarme, he percibido el aroma de su boca cada vez que habla cerca de mi o nos besamos. Lo peor, es que no sé qué hacer para que deje de beber.
***
Clyde
Estaciono mi camioneta frente al garaje de mi madre. Bajo el mercado que le he hecho hace un rato. Exhalo un poco. Puta vida, no se ha pasado el olor. Tocará mantener la distancia con la mujer.
Toco el timbre. Segundos después abre la puerta. Aún esta en pijama. Es muy jodido cuando la ropa trae recuerdos. Esa pijama lleva con ella desde que tengo uso de memoria, cuando ella y mi padre aún estaban casados, y todavía aquel hombre no la había cagado. ¿Acaso tiene los ojos hinchados?
— Clyde, hijo. — Sonríe, me toma de la cintura y me abraza.
— ¿Estuviste llorando? — Pregunto.
— Estuve recordando. — Responde con voz temblorosa.
Juro que nadie se aguanta a esta mujer en sus putos días depresivos. El domingo pasado fue que cumplió un año más de haberse ido.
— Te estas mutilando.
— Cinco años, Clyde. — me suelta y camina por la sala hasta sentarse en el sofá — ¿Sabes qué edad cumpliría este año?
Puta vida, ni modo de irme y dejarla hecha un mierdero. Creo que necesita esto más de lo que yo creo. Tocará seguirle la corriente.
— Tendría veinte años.
— Oh, mi pequeña Lucy. — mira hacia el techo como si fuera el cielo — No nos regalaste la dicha de verte arrojar al aire tu birrete. No me permitiste ayudarte a escoger tu vestido de novia. No dejaste que fuera Clyde quien te entregara al altar.
De inmediato, mi cuerpo se descompone con lo que acaba de decir. ¿De qué esta hablando esta mujer?
— ¿Qué dijiste? — Pregunto.
Con lágrimas en sus ojos, me mira e intenta sonreír apesar de que está al borde del colapso.
— Lucy deseaba que fueras tu quien la acompañará al altar el día de su boda. Leonard no sólo destruyó tu confianza y la mía, Clyde.
Muerdo mi lengua. Parpadeo más de lo usual. No puedo, no puedo llorar ahora mismo. Eso es motivar a mi madre a seguirse lamentando.
— Ya cambiemos de tema. Tengo algo que decirte. Bueno, dos asuntos.
— Dime, hijo. — Sonríe con una pizca de tristeza en su rostro.
Tomo asiento frente a ella. Cruzo los dedos de ambas manos. Suspiro. Es hora de dejar salir esto.
— Es sobre Sam, ¿la recuerdas? — Sería el puto colmo si no es asi.
El tema de mi hermana pasa a un segundo plano. Mi madre sonríe como si se tratase de que le voy a dar un nieto.
— Sam, si, la pequeña, ¿cómo olvidarla? Dime.
— Ella...
— ¡No me digas que lo echaste a perder! Puede ser pequeña pero estoy segura de que es más que valiosa. — Dice con entusiasmo.
— ¿Podrías callarte por un...?
— Presiento — vuelve a interrumpir — que jamás encontrarás a una dama como ella.
— ¡Demonios, mamá! ¿Me vas a dejar hablar? — ahora si capto su atención — Sam es — aclaro mi garganta — más que una amiga, ¿entiendes?
Qué putas. No me incomoda decirle al mundo entero que Sam es mía y de nadie más, pero ver esos ojos abiertos de mi madre me ponen ansioso.
Ella asiente con su cabeza mientras una sonrisa se forma en sus labios.
— Sam y yo estamos juntos. Ella forma parte de mi ahora. Por lo tanto, quiero el mayor respeto hacia ella.
Sus labios se separan, sus ojos comienzan a inundarse de lágrimas. ¿Quién putas puede entender los cambios hormonales de una mujer? Ha de ser la menopausia.
— No puedo creer que digas eso. — se levanta del sofá y camina hacia mi — ¡Mi hijo está enamorado! — abraza mi cabeza e intento no quitar sus manos de encima — ¡Por un tiempo pensé que eras gay y que no me darías nietos!
¿De qué putas habla esta mujer?
— Mujer, no puedes tener nietos si tu hijo sigue virgen. — Bromeo.
Mi madre me da una fuerte palmada en el hombro. Sam hace eso de vez en cuando.
— Eso es más falso que la virginidad de tu abuela. — mi madre abre sus ojos, dándose cuenta de la estupidez que acaba de decir — Mentiras, madre linda, que en paz descanses.
Es lamentable, pero debo acabar con su alegría.
— Abandonaré la carrera. — Declaro.
Lo siguiente que veo es a mi madre confundida, buscando sentarse de nuevo en el sofá. Hablaré con ella, luego iré con Rob a resolver un asunto.
***
Sam
Tomo el periódico y lo extiendo sobre mi cama. Busco la sección de empleos. Exacto, necesito un empleo si quiero vivir por aparte con Hayley. Ambas estamos en la misma búsqueda.
— ¡Aw, Sam! Mira esto. — Esa voz chillona interrumpe mi momento.
Sin pensarlo mucho obedezco. Me acerco de rodillas a la cama de Hayley mientras ella dirige la pantalla de su iPhone hacia mi.
Los latidos de mi corazón convulsionan. Reconozco esa foto. Fue la noche en la que Clyde me pidió que fuéramos novios. Mis ojos se ven llorosos, pero la expresión en mi rostro es dicha pura. Las luces iluminan mi alrededor. Esa fotografía me transporta a la noche más maravillosa de mi existencia.
— ¿Por qué tienes mi foto? — Sonrío.
Sus labios forman una línea.
— Verdad que la pica piedra no usa WhatsApp. — guiñe un ojo — Esa es su foto de perfil, Sam. No he tenido tiempo de revisar el teléfono, supongo que lleva toda la semana con tu foto.
¿Foto de perfil? ¿Un hombre tiene mi foto en una red social? ¿Clyde no tiene vergüenza de mostrarme al mundo? Creo que puedo morir en paz.
Recuesto mi cabeza sobre la cama. Clyde ha hecho mi día más agradable con ese gesto.
— Qué suertuda eres. — Dice.
— ¿De qué hablas? — Elevo mi rostro hacia Hayley.
— Me refiero a que pasaste mucho tiempo lidiando con Clyde, y ahora son novios. En cambio, Rob ni siquiera me ha insinuado pasar al siguiente nivel de esta relación.
Oh, ¿estará celosa? Santo cielo, no quiero que se enoje conmigo por tener lo que ella no, sin decir que no lo pueda obtener.
— ¿Has hablado con él sobre el tema?
— Claro que si, pero no directo. Es decir, qué mierda, me trata como si fuera su novia pero parece que no es lo suficientemente hombre para asumir el compromiso.
Hayley bloquea su teléfono y lo deja al lado de su almohada.
— Han pasado muchos meses — continúa — y yo sigo dejando que haga conmigo lo que quiera. Creí que todo sería diferente, ¿sabes? Que me haría sentir segura. Ahora, no sé qué hacer, Sam.
Acaricio el dorso de su mano con mi dedo índice, formando círculos.
— Inténtalo, es mejor que vivir en la incertidumbre.
Hayley hace una mueca.
— Sam.
— Dime.
— Tengo un mal presentimiento. Llevo así toda la semana. — Libera su carga.
Es cierto. Aquel asunto lleva atormendando a Hayley desde hace días. Ya no sé cómo tranquilizar su estado de ánimo.
— Estoy más que segura de que ella me hará pasar un horrible rato, sólo por vengarse de mi. — Su voz comienza a quebrarse.
— Entre más alejadas estemos, mejor.
— Sam, — resopla — como si eso impidiera que pueda acercarse a nosotras.
En cuestión de segundos, Hayley esta hecha un desastre. Llora sin hallar consuelo.
— No debí confiarle mi vida privada. — chilla — Me arrepiento, me duele, Sam.
Sin darme cuenta, yo ya empecé a llorar. No soporto ver a mi única amiga destrozada. Me siento sobre la cama y la abrazo, ella me toma con fuerza de mi blusa.
— No sé cuándo ni dónde, Sam, pero me va a joder.
— Shh... — acaricio su cabello — no hables más. ¿Te parece si hacemos algo esta noche?
Hayley limpia su cara con sus manos.
— ¿No tienes que estar con Clyde? — Pregunta y agacha su cabeza.
— No te preocupes por eso, Hayley.
El teléfono de Hayley vibra. Ella espera unos segundos antes de revisar. Frunce el ceño, luego sonríe, pero parece confundida.
— Es él. Dice que quiere verme esta noche.
Qué bien. Plan de amigas directo a la basura.
— Qué raro, — continúa — me ha enviado una dirección. Y tambien un "xoxo", es lo más homosexual que he recibido en mi vida.
Sonrío un poco. Por lo menos saber de Rob hace que deje de llorar.
— Creo que no vendrá por mi. Quiere que vaya. ¿Qué piensas, Sam? — Pide mi consejo.
Suspiro y me encojo de hombros.
— Pues ir, ¿no? — Es muy lógico.
— No puedo dejar de creer que esto es extraño.
Le extiendo mi mano para que me dé su teléfono. Accede y lo hace. Leo el mensaje. La sangre en mis venas comienza a hervir al ver esa dirección.
— Ethan... — Susurro.
— ¡¿Qué?! — Endereza su espalda.
¿Cómo? ¿Cómo puede Rob invitar a Hayley a la entrada al infierno? ¿Acaso sigue siendo amigo de Ethan apesar de todo el daño que ha causado? ¿Clyde sabe algo de esto? Clyde lo mataría. Sé que no estaría de acuerdo con esto. Hayley es mi amiga, supongo que a Clyde le importa un poco.
Hayley toma de nuevo su teléfono y parece escribir algo. El teléfono vuelve a vibrar.
— Mira, Sam. Le pregunté si era en casa de Ethan... — hace una pausa — dijo que si.
— ¿Qué vas a hacer?
— Acompáñame, Sam, por favor.
Santo cielo, esto no puede estar pasando. Cuantas veces se me ha insinuado que no vaya a esa casa. Clyde podría matarme si se da cuenta en caso de que lo haga. Esto no es buena idea. ¿Y si algo malo nos sucede?
— Bien, iré pero esto queda entre nosotras. Tu entras y yo me quedo afuera.
— Sigues asustada, ¿verdad? — Pregunta.
Dirijo mi mirada hacia la ventana. Divago en mi mente imaginando la reacción de Clyde si se llegara a dar cuenta de que iré a la casa de Ethan para que Hayley vea a Rob; pero eso, eso Clyde no lo puede saber.
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