Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 64: Eres peculiar

Parte II

Seco mis lagrimas con el dorso de mis manos. Siento de inmediato que no sólo los ojos de Hayley están sobre mi, también los ojos azules del conductor.

— Ningún hombre merece que llores por él. — El conductor se dirige a mi.

— Lo sé, Uber. — Respondo sin mirarlo por el retrovisor.

El hombre parece ahogar una risa, al igual Hayley. ¿Es que están drogados o qué?

— ¿Te da gracia tu propio nombre? — Pregunto.

— Sólo si lo fuera. Soy Caleb, ¿y tú?

Hayley lo señala con su dedo índice.

— Cuidado escarabajo. — ambos nos sorprendemos al escuchar a la pelirroja— Ni creas que no he visto ese anillo en tu dedo.

Corro mi cuerpo un poco para ver si es cierto. Así es, un lindo anillo. El muy infiel está casado.

— ¿Te refieres a mi anillo de castidad, cabello en llamas? — Ríe.

¿Castidad? Hayley empieza a enfurecerse.

— No es nada profesional de tu parte burlarte de tus clientes. Para aclarar no más, mi cabello es natural, es decir, real, más que esa mierda de castidad.

— Piensa lo que quieras, pelirroja. ¿Qué dices tu, Sam?

Puta vida, sabe mi nombre. ¡No! Esa expresión es de Clyde. Algo malo se tenía que pegar.

— Pienso que me gustaría que todos hiciéramos silencio.

Y así es.

***

Minutos después, le pago el recorrido al tal Caleb mientras Hayley guarda una mesa para nosotras. Ni siquiera dándole el dinero deja de mirarme. Apoyo mis codos en la puerta del copiloto.

— Eres peculiar.

Lo miro extrañada de lo que acaba de decir.

— Dirás fenómeno. — Respondo.

— Me refiero a que estoy impresionado de que me hayas pedido que las llevara a una pizzería. No todos son así.

— Lo sé. — Contesto sin ganas de seguir con la conversación.

Me retiro un poco, pero Caleb separa un poco sus labios.

— Espero que te mejores, Sam.

Me comporto como una hipócrita al sonreírle. Doy la vuelta y entro al restaurante, y es que no pude escoger un peor lugar para comer pizza. Todo esto me recuerda a mi viejo, a Grace, y odio decirlo, pero también a Clyde. Me siento al frente de Hayley. Está revisando la carta.

— ¿Notaste cómo intentaba llamar tu atención? — Mira alrededor.

— La verdad es que me da igual.

Hayley llama a un mesero y pide nuestra orden. Ni siquiera me dijo qué es lo que me ha escogido.

— Yo también estoy furiosa con Rob, Sam. Él sabía todo, pero se quedó callado como un cómplice que se respete.

Odio sentir que Hayley y Rob hayan peleado por mi culpa. Lo que menos deseo es que mis asuntos interfieran en su relación, sobre todo al ver lo mucho que Hayley ha cambiado por Rob.

— Clyde estaba ahí cuando nos fuimos, Hayley. — Mi voz se quiebra, más lágrimas salen.

Hayley toma mi mano. Elevo mi mirada y me impacto al ver que llora. Mi corazón se parte más de lo que ya está. Suspira sin dejar de mirarme.

— Lo quieres, ¿no es así? — Pregunta y asiento con mi cabeza.

— Yo creí que al abrirle mi corazón, él tendría la suficiente confianza de compartirme el suyo. Este dolor — pongo la mano sobre mi pecho — me carcome de una forma que no logro describir.

— Perdónalo, Sam.

— Imposible. — Respondo rápidamente.

— Soy tu amiga, Sam. Estoy en el deber de decirte que Clyde no es el motivo por el cuál lloras.

¿Qué clase de insensatez acaba de decir? ¡Pues claro que lo es!

— Clyde me ocultó la verdad, Hayley.

— Si, eso es cierto. Clyde tiene culpa en esto, pero reconoce tu error, Sam.

— ¿Mi error? — Pregunto sonando déspota.

— Tu error es ser egoísta. Es tu egoísmo lo que te carcome. El mismo egoísmo que te impide perdonar a Clyde, sin decir que debes volver con él.

No es la primera vez que alguien me lo dice. Si, debo admitir que soy egoísta y pienso en mi bienestar antes que en el de los demás, pero eso sólo pasa cuando mi corazón está involucrado.

— Trata de — continúa — ponerte en sus zapatos, Sam. Ambos están sufriendo, pero tu egoísmo no te permite percibir su dolor y arrepentimiento.

***

Clyde  

— Oh, Clyde. Es muy amable de tu parte. Preciso cuando a mis nietos les encanta esta porquería.

La anciana sonríe mientras dejo en sus manos la caja de pizza. Se suponía que era para Sam. La pizza era para nosotros. Mi estómago se revuelve al imaginar a Sam abriendo esos hermosos ojos suyos al observar tantas porciones de pizza para los dos. Me hubiera abrazado, permitiéndome besar su frente una vez más.

— Ni lo mencione, señora Rodríguez.

La mujer es demasiado alegre y gentil conmigo. Suele decir que un hombre soltero como yo necesita de una excelente mujer, para que no sea ella la que vele por mi comida. Sam es exquisita cuando se trata de hacer comida... y ser mi comida. Puta vida. Sabrá el demonio dónde está ella en este momento. Mi remordimiento no me dejaba acercarme a mi apartamento sin antes pedirle que me diera otro oportunidad de retomar la confianza entre nosotros.

Puta Eloise. Esa maldita mujer no tenía por qué entrometerse entre Sam y yo. Putos todos. Excepto Sam, mi Sam.

Abro la puerta de mi apartamento. Mi cabeza alucina con ver a Sam usando sólo una de mis camisetas y calzón, teniendo la libertad de no cubrir sus pezones en el momento que se endurezcan por el frío. Tenía planeado que se quedara conmigo esta noche, pero todo se fue a la mierda.

Entro a la habitación de Lucy. Siento su presencia, ella sigue aquí. Me acuesto sobre su cama y ella se sienta a mis pies.

"Pero qué feo eres, Clyde." Es lo que solía decirme para emputarme. Ahora, quisiera escucharla mencionar eso por última vez.

"Ve a tu cocina". Ese constante susurro. No, no quiero. "Si, si quieres". No, a Sam no le gustaría que lo hiciera. "Pero ella no está aquí, estás solo, por eso debes hacerlo". Me nubla la mente escuchar esa voz. Como si tuviera razón, voy a la cocina, abro el gabinete de arriba. Ahí, a la vista hasta de un ciego. Abro la botella y vierto el amargo líquido en mi boca sin descansar. Toma tiempo y práctica beber de esta manera. Esperaré un rato para seguir con el resto.

Al llegar a mi habitación, siento algo diferente. No me gusta estar solo en medio de estas cuatro paredes. Hasta las sábanas me recuerda a Sam y las veces en la que intentaba ocultar ese blanco y delicado cuerpo suyo. Ojalá estuviera aquí para besar el lunar de su hombro. Bebo más licor. Creo que esta mierda no está haciendo efecto.

Mi teléfono suena y por poco dejo caer la botella de vidrio. Sé que es Sam, ya me está extrañando. Se me desbordan los ojos por ver quién me llama. Es el idiota de Rob.

— ¿Para qué me llamas? — Contesto y sigo bebiendo.

— Come mierda. ¿Sabes algo de Hayley? — Pregunta.

— ¿Por qué sabría algo de ella? Tu eres quién se la come, no yo.

Aclara su garganta.

— ¿Sam? — Vuelve a preguntar.

— No sé, Rob. Si estuviera con ella no te habría contestado el puto teléfono.

— Estás bebiendo sin mi, perro.

— Debo irme. — Cuelgo.

Dejo la mitad del licor de nuevo en su lugar de la cocina. Tomo las llaves de la camioneta. Debo buscarla, así se empute conmigo por haber bebido de nuevo en menos de veinticuatro horas. Aunque no quiera verme de nuevo, yo ya no puedo vivir de mí mismo. Mi teléfono vuelve a sonar. Es el viejo Chris.

— Me quedé esperando, maldito. — Chris es muy cordial al saludar.

Chris iba a ayudarme con la sorpresa de Sam, pero ya qué, todo se fue a la mierda.

— Tuve un inconveniente y no pude ir. — Contesto.

— Para la próxima por lo menos dígnate a cancelar.

Me río.

— No. — Cuelgo.

***

Conduzco hasta el campus. Debe de estar acostada, esta muy tarde para que una persona como ella ande vagando en la noche.

Mi puto teléfono vuelve a sonar por milésima vez. Detesto que esta loca tenga mi número, así que lo cambiaré en cuanto pueda.

— Clyde, — me provocan náuseas esa voz orgásmica de Alana — ¿por qué tan perdido?

Es tan idiota que no lo ha entendido.

— Eso no te importa.

— Claro que si. — ríe — Eres de los nuestros.

— No lo soy, Alana. Ya cerré ese capítulo.

— Claro, como si no pudiera detectar el alcohol en tu voz. — Arrastra sus palabras.

— Tu qué sabes. — miento — No seguiré por el mismo camino que el de ustedes.

— Puede que tu no, pero la virgen...

La sangre que corre por mis venas hierven en un instante.

— ¡A ELLA LA DEJAN EN PAZ! — Cuelgo.

Parqueo la camioneta cerca del edificio. Estos imbéciles no van a dejar de fastidiar a Sam. Golpeo el volante. Me doy cuenta de que tengo los ojos húmedos. La necesito. Debo cuidarla. La quiero aquí, conmigo.

***

Sam

Hayley ya me explico ese asunto del Uber. Por poco muero al saberlo porque ¡creí que el nombre del conductor era Uber! Hayley vuelve a pedir un conductor mientras esperamos afuera del restaurante. Elevo mi rostro. Un terrible golpe al corazón al ver una camioneta idéntica a la de Clyde, pero sale un anciano de ella. Las ganas de llorar vuelven. Siempre están, pero esta vez están tomando su lugar. No soy lo suficientemente fuerte para soportarlo. Limpio mi rostro, pero es en vano, porque sigo sin parar de derramar lágrimas.

¿Por qué no ha salido a buscarme? Odio sentir que lo necesito a mi lado, a pesar de todo el daño que me ha hecho. Me siento terrible de haberle dicho en pocas palabras que podía suicidarse. Es lo que una persona menos necesita escuchar. Dios, extraño mucho a ese hombre.

Hayley me rodea con sus brazos.

— Ya, Sammy. — Me consuela.

Parquea frente a nosotras un vehículo que para ser sincera, no es la primera vez que lo veo. Hayley se acerca a la ventanilla y vuelve a señalar al conductor con su dedo índice. Olvidé su nombre por completo.

— No soy idiota, idiota. Nos estás persiguiendo. — Hayley lo amenaza.

"No soy idiota, idiota." ¿Qué estupidez acaba de decir Hayley?

— Me alegra verlas de nuevo. — Su mirada se une a la mía.

Su aparente sonrisa se desvanece al verme. Supongo que es porque sigo llorando.

— Iremos contigo sólo porque está muy tarde.

***

El viaje ha sido un constante duerme y despierta. No sé qué parte ha sido un sueño o la realidad. De vez en cuando sentía que un par de ojos estaban encima de mi, que por desgracia no era Hayley, sino Caleb. Incluso acabo de ver la camioneta de Clyde, pero eso si fue un sueño, porque ya no está.

Hayley paga la tarifa y bajamos del auto. Escuché que Caleb intentó despedirse de mi, pero no tengo mente para eso. Quisiera que Clyde me hablara en vez de observar a Caleb coqueteando de alguna u otra forma conmigo. Hayley se adelanta un poco. Ella anda muy despierta.

— Te espero arriba, Sam.

Abro un poco mis ojos para mirar por dónde camino. Un fuerte dolor me agobia el corazón. Me abruma sentirme tan vulnerable. Vuelvo a llorar, sin importar el dolor que se presenta en mis ojos. Hasta la cabeza me da vueltas.

Hayley tiene razón. Clyde no me está hiriendo; lo hizo pero no es el mismo que conocí hace un tiempo. Soy yo la autora de mi agonía. Lo extraño. Lo necesito. Lo odio. Lo quiero.

Giro mi cabeza. No puede ser, la camioneta está aquí. Me acerco para aliviar mi curiosidad de saber que Clyde está ahí sentado esperándome. Toco el vehículo, está frío, eso significa que lleva mucho tiempo aquí. Clyde nunca se fue. Clyde sigue en este lugar. Sin motivo alguno, lloro todavía más al ver que no está en la camioneta. Apoyo mi frente contra la ventana. El calor de mi respiración empaña el vidrio. Es ahora que me doy cuenta de que está haciendo mucho frío.

— Lo siento. — Susurro con la esperanza de eliminar la carga que llevo sobre mis hombros.

Pero no hace efecto. Necesito que Clyde me escuche.

— Yo sé que eres diferente y te extraño. Te extraño y no te lo puedo decir porque tu no estás escuchándome. No me escuchas porque te alejé. Es mi culpa.

El frío es cortante. Mis vellos se erizan y mis dientes se golpean entre sí.

— No llores, Sam.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro