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Capitulo 63: Justo a tiempo

Parte I

— Déjame ver ese culo tuyo mientras caminas.— Sonríe y me da una palmada en el trasero.

Clyde no es Clyde. Clyde no es así, ¿verdad? No dejó en ningún momento mi mano libre. No me soltaba incluso cuando hacia cambios en el vehículo. Pego el dorso de mis manos a mi trasero, así puedo evitar la tensión de que a Clyde se le estan desbordando los ojos por mi culo, como dice él. Mi triste culo sufre muchas palmadas últimamente.

Clyde me pidió que dejara mi maleta en la habitación, incluso mi teléfono. Creo que es por la sorpresa que me tiene. ¿Clyde le habrá hecho sorpresas a las demás mujeres? Yo sólo sé que mi estómago no aguanta a estas impacientes mariposas. ¿Qué clase de sorpresa será? Clyde sabe poco sobre mis gustos, así que puedo esperar cualquier cosa de su parte.

Abro la puerta de mi habitación, lanzo mi maleta a mi cama y me dirijo al baño para lavarme los dientes. Es que uno nunca sabe. Me miro al espejo y no me gusta lo que veo. Desenredo mi cabello y recojo la mitad en una cola alta. ¿Debería maquillarme? Si, pero no tengo. ¡Genial! Justo cuando más necesito unos cuantos productos... un momento, a Hayley no le molestará prestarme su maquillaje, qué suerte que lo haya dejado. Me pierdo al instante al abrir un bolso "especial" para sus cosas. ¿Para qué tantas brochas? Creo que me guiaré por el color que tengan las puntas. ¿Por cuál parte de la cara empiezo? Esto es terrible. Necesito que Hayley me enseñe para qué sirve tanta cosa en su bolso.

Escucho la puerta de la habitación rechinar un poco. Sonidos de pasos acercándose a mi. Muy bien, justo a la persona que necesito.

— ¡Hayley, tiempo sin verte! Voy salir con él y no sé cómo maquillarme bien.— Bajo la tapa del inodoro y dejo el bolso encima.

— ¿Él?— Pregunta.

— Pues, Clyde. ¿Quién más? — Respondo automáticamente.

Esperen, ¿quién me acaba de hacer esa pregunta? No puede ser. Creo saber quién es, y no, no es Hayley. Es ahora que recuerdo el mensaje que recibí hace varios minutos.

Me doy cuenta que estoy muy cerca del espejo. Doy un paso hacia atrás, luego hacia un lado. La imagen de Eloise me aterroriza. Creo que es Eloise. Lo dudo por el nuevo corte de cabello que tiene, por encima de sus hombros. Doy la vuelta y salgo del baño. No sé qué esperar de esta visita tan repentina e inoportuna. Me estremezco al ver cómo no le da vergüenza salir a la calle con esos shorts tan cortos. 

Con la lengua, Eloise chupa sus dientes superiores. Cruza los brazos y se apoya sobre una pierna.

— Además de ser una cobarde, ¿también eres una ilusa?— Eleva su ceja.

¿Qué es lo que intenta decir?

— Cobarde tu, por fallarle a tu amiga sólo por complacer al idiota de tu novia. Cínica, por mandar a publicar ese vídeo, decirme sobre ello y actuar como si nada.

Eloise sonríe con malicia. ¿En qué momento de su corazón sólo brota odio hacia mi?

— ¿Fallarte? — da un paso hacia mi — Si, pero no fui la primera, mucho menos la más importante.

— No te hagas la...

— ¿Mandar a publicar ese vídeo? — me mira fijo a los ojos — Dime algo, Sammy,  — me da ganas de vomitar que se dirija de esa manera a mi — ¿no te has preguntado de quién fue la idea de avergonzarte ante todos?

Maldito Ethan. Rob no pudo haber sido, él no es de esa clase. Pudo ser Alana, e incluso Layla. Bueno, Layla no tanto. Hace mucho que no la veo amargando mi vida.

Escucho pasos fuertes que provienen del pasillo.

— ¡Sam! Tenemos que irnos antes de que se vaya el sol.

La voz de Clyde se hace más audible a medida que camina hacia la habitación. Clyde aparece, pero se detiene bajo el umbral de la puerta. Su mandíbula se tensiona, su respiración comienza a agitarse. No entiendo qué es lo que sucede.

— Justo a tiempo, Clyde. A tiempo como siempre. Estábamos hablando de ti. — Eloise literal se come a Clyde con esa mirada.

Al parecer yo soy la única que no sabe lo que pasa.

— Yo no tengo nada que perder, Eloise. Tu, en cambio, estás perdida.— Clyde desafía a la rubia desaliñada.

Eloise camina hacia mi, tomándome de los hombros me obliga a dirigirme a Clyde.

— Ya que no tienes "nada" que perder, y yo ya estoy perdida, ¿por qué no le decimos la verdad a Sam sobre el popular e incómodo vídeo que todos conocemos?

El pecho de Clyde se eleva cada vez más.

— Eso es historia. Vamos, Sam.

— ¿Historia? 

— Clyde, — interrumpo — ¿qué verdad?

— Vamos, Clyde. No seas cobarde. — Eloise ahoga una risa.

Clyde camina hacia mi con los ojos húmedos. Un extraño instinto me dice que no me deje tocar de su piel. No quiero que confiese. Por eso, por eso me dejó sola esa noche durmiendo en esa silla. Debí suponer que no había excusa más estúpida que irse por un rato. Un fuerte dolor se apodera de mi cuerpo, al punto que no sé qué otra cosa más hacer sino llorar.

— No tenía el derecho de hacerte eso, Sam.— Rompo en llanto. El único motivo por el que no haya caído de rodillas al suelo es por Eloise, que todavía me sostiene.

— Pero lo hiciste. — Digo sin poder controlar mi respiración.

— Y no sabes cuánto lo siento, Sam.

Eloise acaricia mi cabello.

— Pobre Sam, — dice — todo por haber impedido que te suicidaras. Ella te salvó la vida, pero tu intentaste matarla. Como no pudiste acabar con ella, entonces sólo lograste desgraciar su vida.

— ¡VETE ELOISE! — El grito de Clyde retumba mi cabeza.

Eloise me suelta y se enfrenta a Clyde.

— ¡NO CLYDE! — chilla — ¡Quiero ver cómo se te va entre los dedos lo que quieres!

Por un momento, pienso si Eloise tiene algo en contra de Clyde

— Yo sé tu verdad, Eloise. La tuya, la de Ethan y Alana.

Mi habitación parece encogerse, el aire no es suficiente para nosotros tres en este lugar. Salgo corriendo hacia el pasillo y me alegra no sentirme perseguida. Me incomoda que todos los que caminan a mi alrededor me estén mirando el hinchado y rojo rostro que debo tener. Saco mi teléfono. Mis temblorosos dedos no me ayudan a marcar el número de Hayley.

— ¿Sammy?

Una voz femenina y que poco he escuchado me llama. Alzo mi rostro. Gaby me mira mientras tiene a Adam cogido de la mano. Al soltarlo y caminar hacia mi, Adam se da cuenta de mi presencia. Gaby me abraza y mi cuerpo pide que libere el dolor.

— No sé qué tengas, pero llora. — Gaby me sujeta más fuerte

Eso hago. En cuestión de segundos he humedecido su hombro con mis lágrimas. Observo a Adam y me sorprendo al ver su cara convertida en furia.

Unas manos que mi cuerpo reconoce me tocan, pero Adam llega a separarlo de mi de un empujón.

— Qué hijo de puta eres, ¿no? — Adam se enfrenta.

— Cállate, niño. — El enojo en la voz de Clyde es notable.

— ¿Lo dices tú? ¿Crees que por ser mayor que yo eres un hombre? Los niños como tú hacen llorar a las mujeres. Si realmente fueras un hombre, no tendría que ver a Sam llorando.

— Esto no es tu asunto, Adam.

Escuchar la voz de Clyde sólo hace que mi pecho duela más. Suelto a Gaby y me dedico a caminar.

Clyde

Puta vida. Detesto no poder deleitarme al ver su peinado. Camina, y por primera vez mis ojos no logran fijarse en el hermoso culo que tiene, sino en el inmenso dolor que ese pequeño cuerpo debe cargar por mi culpa.

— Es mejor que la dejes ser feliz, sola. — El intenso amigo de Sam me esta empezando a emputar.

Mantengo mi distancia de Sam y camino tras de ella.

Esa perra de Eloise no pudo aparecer en un peor momento. Ahora, la sorpresa que le tengo a Sam corre peligro. Pero puedo convencerla, ella me quiere. Sam siempre me perdona todas las cagadas que hago.

Sam se desvía del camina y se sienta al lado de un árbol. Recuerdo de inmediato la sorpresa que ella me tenía a mi. Esa increíble sorpresa, pero el recuerdo se opaca al verla llorando, todavía.

Mi sorpresa también incluía no sólo un árbol, sino muchos.

Me acerco y siento en mi corazón que ella no quiere que yo esté aquí, pero no me importa, necesito arreglar todo este mierdero.

— No te quiero cerca de mi, Clyde. — Sam ni siquiera tiene que mirarme para saber que soy yo.

Sé que a Sam le gusta que le diga alguna cursilería como "yo si te quiero cerca de mi", pero podría cagarla, así que mejor no. Lo indicado es que comience a explicar todo.

— Estaba enojado contigo por no poder hacer lo que quería hacer.

Debo admitir que ha sido lo más estúpido que he hecho. Qué puto soy.

— Pues entonces aprovecha que no te quiero aquí, ve y ahórcate. — Responde.

Duele que lo diga con esa convicción en su temblorosa voz. Abraza sus piernas. No me permite ver su cara. Veo que se está esforzando por no derramar lágrimas frente a mi.

— Tuvo que ser Eloise quien me dijera la verdad. — comienza a hablar, pero a ratos su voz se quiebra — Tu no tuviste el valor de decírmelo antes, y nada de esto hubiera pasado.

— Sam...

— Lo más seguro que es te hubiera perdonado. Pero ahora que todos saben que ocultaste la verdad, yo quedaría como una estúpida si vuelvo contigo.

Puta vida. No puede hablar en serio. Sam es lo único que tengo, así no sea asegurado y de mi absoluta propiedad.

— Quiero que me perdones, Sam. — acerco mi mano a su pierna, pero la aleja con esa expresión de asco en su cara — Todavía estamos a tiempo para tu sorpresa.

Sam suelta sus piernas y se voltea a mirarme. Está emputadísima. Por primera vez, le tengo miedo, y es que debo recordar que esta mujer tiene mano dura. Se pone de pie y empuña sus manos.

— ¡No me vengas con ese chantaje barato! ¡Te perdono para que después no dejes una nota suicida diciendo que fue porque no te di mi perdón!

Me pongo de pie a ver si así la intimido con mi tamaño, pero este pequeño cuerpo está decidido a enfrentarse.

— Sabes que no soy la misma persona de antes.

¿Es que acaso no se acuerda de lo que le dije esta madrugada? Así de enojada debe de estar.

— Pues parece que empeoraste. — me señala con su dedo índice — Yo andaba por ahí enojada con Ethan por haberme besado y tocado mientras dormía, pero resulta que fue tu idea.

No, así no son las cosas.

— Eso no fue mi idea...

— Sólo déjame, ¿si?

Sam vuelve a irse, llorando. Me atormenta recordar que de la misma manera se fue Lucy, para no volver.

***

Sam

Son las once de la noche y el estómago me pide que lo alimente. Toco dos veces el hombro de Hayley para que se despierte. Ella quiso dormir en mi cama para hacerme compañía. Hayley cree que así me dolerá menos lo de Clyde, pero es lo mismo.

— Tengo hambre. — Digo y abre un poco sus ojos.

— No tengo un almacén de alimentos, Sam. — Contesta dormida.

— Quiero pizza. — Sólo en pensarlo se me retuerce el estómago.

— Pide un domicilio.

— No... quiero salir. No he podido dormir.

— Bien. — Responde.

Hayley se levanta de la cama. Sin vergüenza alguna comienza a quitarse la pijama en frente de mi, se viste y toma su teléfono. Hago lo mismo, pero en el baño. Al salir, Hayley recibe una llamada.

— Bajemos. Nos está esperando.

— ¿Rob? — Ese Rob si que es veloz.

— Uber, Sam.

— ¿Y ese quién es? — Pregunto.

Hayley frunce el ceño y ahoga una risa.

— Ya lo... conocerás.

Al salir del edificio, un ¿Audi? O eso creo, está parqueado a unos cuántos metros. Hayley camina hacia él. ¿En qué negocios anda Hayley metida?

De repente, el conductor baja el vidrio polarizado. ¿Conductor? Parece un modelo o algo así. Cabello negro y detestable, porque ese pelo despeinado se parece al de Clyde. Le echa un vistazo al rostro de Hayley y luego pasa a mi. Parece que fuera a sonreír, pero no lo hace. Hayley y yo nos sentamos, pero yo me aseguro de quedar detrás de la silla del conductor modelo. Observo sus ojos color azúl como el oceáno desde el retrovisor. Dirige su mirada al retrovisar y se topa con la mía. De inmediato bajo la cabeza.

— Buenas noches. — una deleitable voz sale de su boca — ¿Cuál es su destino?

— Mi destino es dormir. Sam está algo despechada. — Hayley bosteza y me gustaría darle un puño a esa cara suya.

— ¿Un bar? — Pregunta, pero suena a respuesta.

— La pizzería que tiene una linda fachada en madera con muchas plantas alrededor. — Digo.

— ¿Un corazón roto que busca pizza en vez de licor? — Pregunta extrañado de mi petición.

— Hay millones de formas de matar el dolor, señor, sin tener que caer en perdición por culpa de ellas.

El retrovisor me permite ver la poca capa de barba que tiene.

Clyde...

— Interesante. — Me mira por el espejo y creo ver un pequeño brillo en sus ojos.

Giro mi cabeza, lágrimas vuelven a salir de mis ojos al ver a Clyde parqueando la camioneta, dando puños al timón. Clyde con sus ojos húmedos. Por suerte, él no puede verme llorar.

— Arranque, por favor. — Pido y el conductor obedece.

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