
Capitulo 57: ¡¿Acaso piensa en largarse?¡
Acabo de colgar la llamada con Grace. ¡Si estará con nosotros esta noche! Muchas razones han hecho que no pare de sonreír. Mi viejo viene a visitarme hoy. De hecho, Hayley y Rob tampoco se pierden la cena de nuevo en la pizzería The 97's Pizza. Grace vendrá sola, y eso me alegra. Su hija, Victoria, no es que me agrade mucho.
Intento no voltear para ver al hombre que maneja la camioneta. Es decir, es Clyde, pero a la vez no. Clyde tiene puesta una camisa blanca de manga larga y se ve de lo más elegante posible. Yo sé lo que intenta hacer. Yo no tengo por qué sorprender a mi papá, así me diga que jamás le permito que me vea vestida como una dama; pero Clyde intenta eso, sorprender a mi viejo.
Aún no me puedo quitar el sonido de su voz pronunciando "Te quiero, Sam". ¿Cómo se llama ese sentimiento cuando odias, pero a la vez adoras que alguien en especial te diga que te quiere?
— Estás sonriendo. — Dice y me avergüenza decir la verdad.
— Es muy raro verte bien vestido. — Con su mirada fija en la carretera, sonríe un poco.
— Disfrútalo mientras dure, Sam.
— Tú sólo intentas caerle bien a mi papá, Clyde. — Le doy una palmada en el hombro.
— Debo impresionar a mi suegro. — me mira de reojo, disimulo una sonrisa y le doy otra palmada— Eso, provócame.
— ¿A qué?
— Mejor no. — Sonríe.
— ¡Clyde! Dilo, ya. — La curiosidad va a matarme.
— ¿Quieres que te diga cosas sucias? — mi sexo comienza a palpitar — ¿Por qué aprietas tus piernas, Sam?
Oh, oh. Se ha dado cuenta. Creo que no lo supe esconder.
— Quizá sea porque está haciendo frío. — Se ríe de lo que digo.
— Será afuera, porque aquí adentro esta haciendo calor, ¿no lo crees, Sam?— Su voz se vuelve ronca.
Es cierto. Ya siento cómo me humedezco, y ni siquiera ha puesto un dedo sobre mi.
— Dame tu mano, Sam. — Ordena y obedezco sin saber a qué me estoy enfrentando.
Extiende mi mano, con mi dorso sobre el asiento. Con su dedo índice, forma círculos en la palma de mi mano.
Una extraña corriente sube por mi brazo. Mi mente se oscurece mientras se deleita al imaginar ese dedo acariciando otra parte de mi. Aprieto mis labios para no dejar escapar ni la más mínima señal de debilidad ante el roce de su piel. Me acomodo en el asiento, buscando alivio en mi sexo, pero nada resulta eficiente.
Santo cielo, debo controlarme. Mis hormonas no se alteraban tan rápido como lo hacen ahora.
No puedo llegar con estas sensaciones a la reunión con mi padre.
— ¡Clyde, nos pasamos! — Qué torpe.
Perdí de vista que estábamos a unos cuantos metros del restaurante. Volteo a mirar a Clyde. ¿Pero qué le sucede? Esa leve sonrisa suya, ¿sé está riendo de mi?
— Lo hiciste a propósito, Clyde. Vamos a llegar tarde.— Digo y retiro su mano de la mía, pero eso sólo hace que saque su lengua junto a esa pecaminosa perforación.
— Tenemos quince minutos. — Dice mientras gira el timón del vehículo. ¿Quince minutos para qué?
Clyde aparca la camioneta al lado de un edificio un poco abandonado. Aquí, parece que no hubiera más vida aparte de la nuestra. De nuevo, observo a Clyde. Su brazo apoyado en el timón mientras pasa su mano entre su cabello. Su otra mano... santo cielo, la tiene justo en su entrepierna.
— ¿Estás bien, Clyde? — Pregunto y eleva su ceja.
— ¿No es obvio? — su mirada se enfoca en mi pecho — Quiero que nos deleitemos un rato. ¿No te parece justo, Sam?
Deleitarnos, santo cielo. ¿Y si alguien nos ve? ¿Es legal hacer este tipo de cosas en la calle? ¿Quiero hacerlo? Pero, ¿qué es lo que exactamente vamos a hacer? ¡Necesito detalles!
Pero qué perversa soy. Si, si quiero hacer esto. Mi antigua yo abriría la puerta y se esfumaría del lugar. Pero, yo he cambiado.
— Justo, dices... — Retiro el cinturón de seguridad con lentitud.
Sus oscuros ojos se dilatan, y sus labios empiezan a resecarse.
— Ha pasado una puta semana, Sam. Una puta semana sin cogerte para mi. — Se acomoda en el asiento, mirando mi entrepierna.
Alargo mi mano para abrir la puerta. Clyde se asombra. Su expresión llena de ansiedad sólo me incita a hacerlo sufrir más.
— ¿Te vas?— asiento— No.
Su cuerpo se acerca al mío, me toma de mis muslos y hala de mi.
— Te vas... a dejar tocar. — Y lo hace.
Sin tocar mi piel, siento sus dedos pasar por encima de la tela de mi jean. Santo cielo, mi mente ya no razona. Con su otra mano, aprieta mis mejillas y acerca mi rostro al suyo. Humedece sus labios con su lengua antes de besarme, pero no lo hace. Miro a Clyde a los ojos. Hay algo distinto en ellos.
— ¿Qué sucede? — Pregunto.
— No sé cómo he podido aguantar las ganas que tengo de hacerte mía.
Mierda. Ya, puedo morir. Bueno... aun no, no mientras Clyde me diga esas palabras y siga tocándome.
— Yo sé que te has masturbado. — Por todo lo inicuo, ¿qué acabo de decir?
— No, Sam. — Sonríe. Retira sus manos de mi, desabotona y baja el cierre de su jean — Esto te corresponde a ti. Prefiero que así sea.
Santo cielo, esto es demasiado. Candente sería el término que Rob usaría para definir esta situación. ¿Qué pensarían Rob, Hayley o Adam de mi?
Agacho mi cabeza. No es sumisión, es sólo que todo esto todavía me da un poco de vergüenza mostrar mi rostro cuando quiero que Clyde entienda lo que quiero. Desabotono y bajo el cierre de mi prenda. Juego con mis dedos mientras analizo cómo le digo a Clyde qué estoy pretendiendo.
— Esta vez, es tu turno de... — se me va la voz por un instante— hacérmelo a mi.
Lo miro de reojo, sonríe, humedece sus labios y se acercan a robar cada aliento que sale por mi boca. Lo hace muy rápido. Muerde con fuerza mi labio inferior, el dolor me hace gemir y abrir mis ojos. Clyde lo disfruta, le fascina morderme. Sin darle tiempo a reaccionar, muerdo su labio superior y absorbo su piel. Su quejido hace que pierda la cabeza. Escuchar ese sonido que proviene de su garganta sólo me hace desear que siga quejándose. Libero su labio. De inmediato, aprisiono su lengua entre mis dientes, teniendo cuidado de no hacer presión en su piercing. Tal como lo hice con su miembro, lo imito. Meto un poco mis labios en su boca y vuelvo a salir. Abro los ojos y Clyde está con su mirada fija en mi. ¿Cuánto tiempo llevará así? Espero que no me haya visto bajo el poder de mis hormonas.
— Ya no queda mucho tiempo.— Besa mis labios con ternura.
Empuja mis hombros haciendo que caiga de espalda sobre el asiento y se escapa una leve risa de mi. Retira un poco mi jean para luego palpar mi hinchado y húmedo sexo.
***
— ¡Papá! — Grito en medio del restaurante al observar a mi viejo buscándome desde la entrada.
Salgo corriendo y por poco hago caer una deliciosa lasagña de un mesero. Agacho la cabeza, doy pasos muy cortos hasta abrazar a mi viejo.
— Sammy, estás bien torpe. — Ríe.
— Qué mala educación. Primero se saluda. — Le respondo ante su inofensivo comentario de mi torpeza.
Mi padre me da un beso en la frente y me sonríe. Sus ojos se dirigen hacia otro lugar, ¿o a otra persona? Oh, ya sé a quién está mirando.
— Tenemos compañía.— Dice.
Trago saliva. Tengo que decir algo que no haga que mi padre vea a Clyde como mi perseguidor.
— Si, papá. Lo invité y aceptó.
— ¿Ah, si? — no suena muy convencido — Me parece que anda detrás de ti.
Trató de mantener la calma. Mi padre no puede enojarse de que tengo un pretendiente, ¿o si? Puede estar celoso, eso es normal cuando hay hijas, pero, ¿hasta dónde puede llegar su protección sobre mi? Qué bueno que Clyde haya venido bien vestido. Pero qué más da, mi padre ya le ha visto los tatuajes, expansiones en sus orejas y perforación en la lengua. Clyde tiene la costumbre de antes de hablar sacar un poco su piercing de color plateado y pasarlo por sus dientes.
— No es un acosador, papá.
— Pues le conviene no serlo. — Responde con cierta firmeza en su voz.
— ¿No te agrada? — Pregunto con temor a que diga que no.
Aprieta un poco sus labios. Santo cielo, está serio. Esto puede ser peligroso. Mi viejo no es así. Nunca me ha prohibido algo en esta vida. Siempre ha dejado en mis manos que tome la decisión correcta.
Yo quiero a Clyde, incluso cuando él no me lo exprese con palabras. Confío en él. No es el mismo loco degenerado que conocí hace unos meses. Miro a Clyde. Él nos observa y se forma esas arrugas entre sus cejas. Junta sus manos. Creo que trata de analizar lo que está sucediendo.
— Sam, ve y dile que quiero hablar con él afuera. Tú, quédate en la mesa.
El corazón se me detiene por unos segundos. Mi papá es policía y saber cómo matar. Clyde está loco y tiene la fuerza en sus manos para ahogar a cualquiera. Mierda. Camino hasta la mesa. No tengo la necesidad de pedirle que se levante, porque lo hace apenas pongo mi mano sobre el espaldar de una silla.
— Sam, ¿estás bien? Luces pálida. — Se acerca para tomarme del brazo, pero doy un paso para alejarme de él.
— Mi papá quiere hablar contigo. A solas. — Es todo lo que logro decir.
— Bien, Sam.— Es todo lo que dice, y se va.
Qué horrible es ver que se saludan. Siento que en cualquier momento me iré de cara al suelo. Sin que mi papá esté mirándonos, Clyde me observa y con sus manos forma un corazón sobre su pecho. Sonríe y ambos desaparecen de mi vista.
— ¿Desea hacer su pedido, señorita?— La voz de un hombre me devuelva a la realidad.
Lo observo. Este chico ha de tener mi edad. Se ve muy joven.
— Sólo necesito elevar mi mente un poco. — Respondo.
— Lo siento, no vendemos drogas, señorita. Si gusta, le puedo traer vino.
— Esperaré a que alguien más venga. — Le sonrío y se va.
Ahora que el mesero se aleja, creo que un poco de licor no sería mala idea. Mejor no. Mejor voy al baño a vomitar.
Esto me ha arruinado la noche. Yo quería comer mucha pizza, pero ahora quiero vomitar.
La puerta suena al cerrarse. ¡Ahora si voy a vomitar! No, quiero orinar. No puedo dejar de sacudir mis piernas y de correr la cutícula de mis uñas.
— Hola, pequeña. — ¿Pero quién...?
Elevo mi rostro. Santísimo cielo.
— Grace. — le doy mi mano y siento que la suya está muy fría — Wow. Estás congelada.
¿Congelada? Congelada y pálida. Tiene su hermoso cabello rojizo muy bien cepillado. tiene los ojos muy abiertos. Santo cielo, ¿acaso se va a desmayar?
— No, — ríe nerviosa — es tu mano la que está congelada. Estás muy pálida.
— Si, pero no más que tú.
Ambas sonreímos. Grace mueve el asiento y genera un ruido ensordecedor. Creo que hoy no soy la única torpe. Se sienta y deja en el suelo su bolso.
Grace está algo agitada y pensativa. Juega con sus dedos. Sonríe pero luego sus labios forman una línea. Algo tiene a la doctora muy ansiosa.
— Lo siento, pequeña.— suspira— Acabo de ver a alguien y... simplemente no lo esperaba.
Wow, Grace de verdad que es una mujer hermosa. Me pregunto si mi mamá fue bonita, tal como ella.
— No te preocupes...
Por un momento, siento que la comida de hoy se me va a salir por la boca. Grace me toma de los hombros para que no me encoja, levanta mi rostro y me obliga a mirarla.
— Sam, ¿qué tienes? — Pregunta. ¿Acaso tiene los ojos llorosos?
— Mi papá y Clyde están hablando a solas.
Genial. Ahora la doctora creerá que formo una tormenta en un vaso de agua. Esconde una sonrisa. Me imagino que lo hace por educación.
— ¿Tan nerviosa estás?
— Es la primera vez que mi papá habla con alguien que me gusta.
Oh, cielos. Parezco una niña. Grace sólo sonríe.
Un momento, esa sonrisa es muy extraña. Puedo percibir la incomodidad que siente Grace. Por un momento, su rostro volvía a brillar de alegría. Ahora, esta inconforme, pero, ¿con qué?
— Clyde te quiere, Sam. Estoy segura de que John lo notará y no será un inconveniente entre ustedes dos.
Se me revuelve de nuevo el estómago. ¿Grace ha visto los sentimientos de Clyde por mi? Todavía intento meterme a la cabeza de que Clyde si tiene sentimientos.
Recuerdo el corazón que formó con sus manos...
Esperen... ¡PUTA MIERDA!
Es inevitable que por poco se me salgan los ojos. La observo, está asustada.
— ¿Cómo sabes el nombre de mi papá? — Pregunto.
Por varios segundos, Grace no responde. Se queda como una estatua ante mi.
— Puta, la cagué. — Susurra y toma su bolso.
¡¿ACASO PIENSA EN LARGARSE?!
— ¿Grace? — Alguien pone su mano sobre su hombro antes de que ella se levante
Oh, no. Es mi papá.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro