Capitulo 55: Todo es negro
Parte II
El pasillo está congestionado de estudiantes caminando hacia mil direcciones. Me agacho un poco para poder pasar en medio de todos, aprovechando mi baja estatura. Me sofoca que tantas maletas me golpeen la cabeza. El calor corporal que emana cada cuerpo que pasa a mi lado hace que empiece a sudar.
Esto es increíble. Tuve la gran oportunidad de obtener lo que quería, pero se ha desaparecido.
Me acerco hasta una pared para aclarar mi mente un poco. Si yo fuera hombre, ¿a dónde me iría?
Me paro en la punta de mis pies, para ver algo, pero es inútil. Todo el mundo es más alto que yo, y lo único que puedo ver es el baño de los hombres.
¿Y qué tal que esté ahí? Me arriesgo, paso por en medio de las personas y me asomo por la entrada del baño.
¡Por todo lo santo y lo profano! Ahí esta. Supongo que va a orinar. Entra a un cubículo. Va a... cagar.
Tomo el siguiente riesgo y entro con la cabeza agachada para que nadie pueda ver mi rostro. Me detengo en frente del cubículo en el que se encuentra el tal Brian.
Mi corazón da un brinco en el momento que deja la maleta en el suelo y cerca de la puerta.
¿Lo que haré es legal? No le voy a robar nada. Aparte de eso, no es para nada legal lo que Ethan y su clan me hicieron, mucho menos que a alguien se le haya ocurrido grabar los hechos y hacerlo viral. Estoy en todo mi derecho.
Sin idea de qué es lo que exactamente voy a hacer, tomo la maleta de Brian y corro hasta la puerta para salir al pasillo.
— ¡¿Por qué todo el mundo me sigue jodiendo?! ¡Le mutilo los testículos!— Grita desde el baño. Me da gracia pensar que no pudo cumplir su objetivo de manera completa y satisfactoria.
Sale enfurecido. Está rojo. No debería darme gracia, pero no puedo evitar sonreír. Me mira, y su ira se convierte en temor.
— ¿Quieres esto? — Le pregunto mientras le muestro su maleta.
No quiero que responda. Tampoco quiero seguir en un baño del sexo opuesto. Doy la vuelta y corro. Brian grita, y no me importa. Subo las escaleras intentando escapar de él, pero el tonto es rápido. Sigo subiendo hasta el quinto piso porque mi estado físico no es el mejor.
Mientras corro, saco su macbook, busco una ventana y voy hacia ella.
— ¡Samantha! ¡Es mío! — Chilla como una niña.
Lo amenazo sosteniendo su preciado objeto por la ventana. No pienso lanzarlo al vacío. Yo sólo quiero que coopere.
Sus ojos se humedecen y sus labios le tiemblan. El hecho de que su estado emocional depende de mi me hace sentir superior. En cierta forma, es genial.
— Debes saber el por qué te hago esto, Brian. Yo sé quién eres — lo reto —. Tu decides si lanzo o no este estúpido e inservible computador.
— ¡Es un macbook! ¡Es Apple, genia! — Se acerca.
Sostengo su portátil con sólo mi índice y pulgar. Suelta un quejido.
— ¡Tengo la mitad de mi vida ahí! Haré lo que me pidas. En serio, lo juro.
Comienza a llorar. Qué emocional es este sujeto.
— Dime quién envió mi video para que fuera publicado. — Le ordeno.
— No lo sé, en serio.
No quiere colaborar con la causa. Subo y bajo mi brazo en el aire. Brian no puede hacer nada. Si me toca, su amado macbook se estrella contra el suelo, y yo no voy a pagar nada.
— Fue una chica, es todo lo que sé. — Dice más relajado.
Si es quien creo que es la voy a matar. No literal, pero le daré su merecido. Maldita zorra de quinta.
— Maldita Alana. — Susurro.
Brian frunce el ceño. Algo le parece extraño.
— ¿Foxx? No, no fue ella.
¿Qué? ¿Acaso todo el campus conoce a esa maldita? Si no fue Alana Foxx, ¿quién más pudo ser?
— ¿Layla? ¿Layla Bradford? — Creo que es la segunda persona que más me odio en el planeta. Tuvo que ser ella.
Brian no parece muy convencido. Creo que me esta diciendo la verdad. Acerco el macbook y lo abrazo contra mi pecho.
— Puedo mostrarte, con la condición de que mantengas en secreto que formo parte de los administradores de la página.
— Está bien.
Le doy su aparato. Chasquea sus dedos, mira el techo y aprieta sus labios.
— White. — dice y siento que mis piernas se debilitan — Una chica de apellido White. Rubia y delgada. ¿Elena? ¿Eleonor?...
— Eloise... — Susurro mientras me sostengo de las paredes.
Esto no me pudo haber sucedido a mi. Hayley tiene razón; si que es una hija de...
***
— ¿En serio crees que Eloise te va a decir el por qué hizo eso?— Hayley chilla a mis espaldas mientras camino hacia Adam. Me esta esperando en su motocicleta.
En realidad, no quiero discutir con Hayley, pero el timbre de su voz se agudiza cada vez que intenta gritar, y eso me molesta.
— Sólo iré a confrontarla, es todo.
— Sam, no lo hagas. — me siento detrás de Adam y Hayley toma mi mano— Tú misma me dijiste que ese lugar es horrible. Si ven que vas sola...
— ¿Qué pretendes decir, Hayley? — Interrumpe Adam.
— Iría con Rob o Clyde, — y cuando dice ese nombre, siento una daga perforando mi pecho— porque ya los conocen, a ti no Adam. Tu estúpida hermanastra de mierda no sirve de nada.
— No menciones ese nombre, Hayley.
Ella sólo me observa con sus ojos preocupados y abiertos.
— Si no me llamas dentro de una hora, yo misma iré por tu culo y el de Adam. — En mi interior, le agradezco por confiar en mi.
***
Adam y yo fuimos hasta ese asqueroso antro de perdición, pero Eloise no estaba, tampoco Ethan y Alana. Una chica de cabello morado, con un gran tatuaje en su pecho, fue muy amable conmigo. Es bastante bonita para ser sincera. Me dijo que quizá Eloise podía estar en casa de Ethan.
No le he avisado nada a Hayley.
Me encuentro ahora frente a su casa. Soy una persona llena de recuerdos en este momento. Aquí, conocí a Clyde. El recuerdo de Alana restregándose contra el miembro de Clyde me dan ganas de vomitar. Ya casi se hace de noche, y no hay luces prendidas. Dudo muchísimo que Eloise esté aquí.
— Voy detrás de ti, Sam. — Adam apaga la moto y se baja de ella.
— No. — me detengo sin mirarlo — Voy sola.
Es muy raro que la casa no sea otro antro de perdición. Peor es que ni siquiera tenga que forzar la cerradura de la puerta, porque ya esta abierta. La abro y parece que no hay nadie, y vuelvo a cerrar la puerta. Este lugar no tiene remedio. El olor a marihuana, alcohol y quién sabe qué otra porquería más está impregnada en el aire. Este lugar empieza a asustarme más al notar que no hay muebles o mesas. Es como si se hubieran llevado más de la mitad de objetos que recuerdo haber visto aquí.
Llama mi atención unos papeles y dos cajas en la cocina. Hago memoria que aquí me trajeron esa noche que por poco me desmayo por no haber comido bien durante el día. Leo lo que dice los papeles, pero no entiendo nada de lo que dice. Creo que son recetas médicas o algo así. Abro las cajas. No le caben un medicamento más. Me marea un poco ver pastillas tan grandes. A mi me cuesta muchísimo trabajo tomar medicamentos, porque siento que se me van a quedar en la garganta.
El aire se vuelve más denso, y siento que no estoy sola.
— Pero, ¿qué tenemos aquí? — mi piel se eriza e intento no perder la compostura mientras giro mi cuerpo — Dulcesito, cada día te haces más... apetecible. Clyde ha hecho un estupendo trabajo contigo.
Trato. Trato. Trato de no demostrar mi miedo. Ethan de verdad me asusta. No sé cómo su vida de locura no se le nota en el rostro. Es como si nada lo degenerara.
— No estoy de humor, Ethan. Dime dónde está Eloise y me largo.
Sonríe mientras muerde su labio inferior.
— Ese mal humor se te quita dándome una buena mamada. Quizá por eso Clyde no volvió a ti.
¿Clyde?
— ¿De qué hablas?
— ¿No te lo han dicho? — ríe — El sábado volvió con nosotros, y ya sabes que Alana siempre le tiene ganas a ese pedazo de mierda...
— Entre Clyde y Alana jamás ha pasado algo, Ethan. — Le aseguro.
— Ah, ¿con qué eso te dijo? Pensé que eras sabia, dulcesito. — me confunde — Puedo afirmar que sólo te dijo eso para conseguir ciertos placeres de tu linda piel.
Se acerca a mi y me pone los nervios de punta. No, eso no es cierto. No puede ser cierto. Clyde no pudo engañarme de esa manera. Clyde odia las mentiras.
— No es cómo tu piensas, Ethan. — Pero algo me hace dudar de lo que yo misma estoy diciendo.
— ¿Estas segura? — ladea su cabeza y sigue acercándose a mi— Apostemos a que si yo lo llamo y le digo que venga, vendrá con Alana en su camioneta.— por un instante siento que quiero vomitar— Exacto, en la misma camioneta en la que te ha llevado a muchos lugares, ¿cierto, dulcesito?
No, no, no, no y no. Ethan tiene que estar mintiendo. Clyde me quiere. Creo. Agh, ya no lo sé. Si en realidad me quisiera, no se habría alejado tanto de mi como lo ha hecho. Por lo menos me llamaría, o me mandaría un mensaje, pero nada. No sé dónde está Clyde. No quiero que esté con Alana. Dios mío, no. Esto me está doliendo más que cualquier otra cosa. Yo quiero a Clyde, y ahora que lo admito, se aleja de mi. No lo soporto. Pensé que de verdad sentía algo profundo por mi. Yo me entregué a hacer cosas con él que jamás había experimentado, ¿para que saliera corriendo a otra mujer?
Sin querer, lágrimas empiezan a rodar por mis mejillas. Sollozo y tapo si rostro. Mi pecho duele. No me importa que Ethan esté aquí observando mi lado débil.
No quiero volver a ver a Clyde.
No debí ser tan generosa con él. Todo esto era parte de su plan. Él nunca me vio como una persona especial. Tanta estupidez presentándose a mi papá, luego llevándome a conocer a su mamá. Tanta mierda para nada. Y soy yo quien tiene que lidiar con el dolor.
— Pobresita. Ya, ya. — escucho un sonido de plástico, luego un líquido vertiéndose en algo — Haré que te calmes.
Ethan me toma del cabello y pone un pañuelo húmedo sobre la mitad de mi rostro. El olor llega hasta mi cabeza y el conocimiento empieza a diluirse. No me da tiempo a gritar. Sólo veo a Ethan y su versión más perversa. Su rostro y todo lo que nos rodea empieza a verse borroso. Se deleita al ver como mi cuerpo se rinde a él. No puedo hacer nada al respecto.
Escucho la puerta caerse, y un poco de la luz del atardecer entra. Luego, todo es negro.
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