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Capitulo 52: Déjame hablar

Parte II

— Clyde, no sé qué es lo que voy a hacer exactamente —. Digo sin tener la valentía, o el atrevimiento de descubrir su miembro.

Mi mirada vaga entre la leve capa de vellos de su abdomen bajo y el tronco del árbol al que tengo a Clyde acorralado. ¿Qué diría mi yo de hace unos meses acerca de mi comportamiento?

— Sam — habla mientras eleva mi rostro con su dedo bajo mi mentón —, no tienes que hacerlo si no te sientes segura.

Calma y paciencia es todo lo que logro detectar de su voz y la forma en la que me dice esas palabras. No me imagino el esfuerzo que tiene que estar haciendo para mantener la cordura en una situación como ésta; que tiene a una mujer de rodillas frente a él y que puede decidir que lo masturbe con mis manos, o lo otro que aún me da cierta vergüenza mencionarlo.

¿Qué mujer habrá sido la primer y última en deleitarlo? Dudo mucho saber la primera mujer; pero algo me dice que la última pudo ser Alana, y eso hace que me duela el pecho.

— No sé cómo hacerlo —. Le aclaro.

— ¿Quieres darme placer? — asiento y sonríe — Entonces levántate y vamos a mi departamento.

¿Qué?

— No.

Abre los ojos y el espacio entre su miembro y mi rostro empieza a reducirse.

— ¿Aquí, Sam? — Pregunta.

— Si, yo quiero aquí.

En cuanto escucha mis palabras, separa sus labios y jadea. Ese simple jadeo hace que la chispa de fuego se encienda. Se lame los labios varias veces antes de volverme a mirar a los ojos.

— Harás lo que te diga hasta que vea que puedes sola. Eres libre de hacer lo que se te ocurra conmigo — me quedo observándolo —. Primero, deja de mirarme así antes de que no sólo te penetre por la boca.

Por todo lo profano, qué directo. Parpadeo antes de fijar mis ojos de nuevo en el elástico de su bóxer.

— Segundo — continúa —, bájame el bóxer — hago lo que me dice —. Rápido, por favor, Sam.

Santo cielo, si que tiene ganas. Aprieto mis labios al ver semejante cosa. ¿Acaso esto es de verdad? El cuerpo humano es sorprendente en todas sus formas.

Antes de tocarlo, Clyde coge mi mano derecha, se agacha un poco y lame cada uno de mis dedos. Mi sexo palpita y mi mente se debilita. Se me escapa un quejido y acaricio con la punta de mi nariz su miembro desde la punta hasta donde veo sus testículo. La perforación de su lengua tortura no sólo la palma de mi mano, sino mi hinchado interior. No sé si sabe lo que está generando en mi, o a lo mejor esto lo satisface. Nuestras miradas se unen y la perversión se prende en mi. Como si ya lo hubiera hecho antes, saco mi lengua y la poso sobre la punta de su miembro. No sé quién soy ahora mismo, y si lo sé, no tengo motivos para recordarlo ahora. Soy creadora de sensaciones para Clyde. Jadea y se ríe nervioso.

— Ahora — dice —, rodéame con tus manos — obedezco —. Cierra más tu mano — lo hago y se queja —. No tan fuerte, Sam.

¿Es normal sentir cómo la sangre corre por las venas de su miembro? No quiero hacerle daño o dejarle un trauma, tal como la chica a la que le dio su primer beso.

Pone su mano sobre la mía y dirige el movimiento. Sube hasta la punta hasta dejar que la palma de mi mano cubra la cabeza de su pene, y bajo según como Clyde me guíe. Me suelta y doy por asegurado de que ahora todo depende de mi. Me confundo un poco al pensar si esto se tiene que aprender, o si simplemente fluye.

Todavía no me entra en la cabeza el tamaño de lo que tengo en mi poder.

— Mierda. Sigue así, Sam —. Dice entre jadeos cada vez más profundos.

Ahora, soy yo quien lo domina. Tomo el control sobre su cuerpo, y se siente increíble satisfacer sus deseos. Sus quejidos me motivan a acelerar el movimiento.

Su cadera se mueven hacia adelante y atrás. Noto que necesita más de mi, así que eso le daré. Observo a Clyde antes de avanzar a mi nuevo objetivo. Sus pupilas dilatadas, sus labios secándose a cada instante, su miembro erecto. Me mira y es la señal que requería. Lamo mis labios, y con ellos cubro mis dientes para luego abrir mi boca y meterlo dentro.

— ¡Oh! Mierda —. Gime.

Es demasiado grande para cubrirlo con mi boca, así que me ayudo con la mano. Con mi lengua humedezco y acaricio mientras mis labios ejercen presión. Con su mano me toma por detrás de la cabeza y lleva su miembro hasta el límite de mi boca. Siento como la punta roza mi paladar y se dirige hacia mi garganta, haciendo que se me dificulte respirar. De inmediato, Clyde retrocede un poco y logro recobrar un poco el aliento.

— No te detengas hasta que te lo pida—. Ordena.

Continúo con lo mío y muevo mi cabeza más rápido al igual que mi mano. Su cuerpo empieza a perder la tensión y sus dedos liberan mi cabello.

— Puta vida, Sam. Ya déjame antes de que me corra en tu boca.

Pero no. Esta vez no seguiré lo que me diga. Yo tengo el mando, y él no. Acelero mi movimiento hasta que Clyde me toma nuevamente por la parte trasera de mi cabeza, dejándome inmóvil. De repente, un líquido se derrama sobre mi lengua y se va rumbo a mi garganta. No sabría especificar el sabor, ya que no es desagradable; pero si es un poco espeso. Trago y suelto su miembro. Me da un poco de vergüenza seguir observando su pene, así que subo su bóxer al igual que su jean. Clyde termina de subir el cierre y abotonar el pantalón. Se sienta en frente mío y cruza los brazos. Qué extraño. Clyde sólo hace eso cuando esta de mal humor.

— ¿Es tu primera vez, cierto? — Su pregunta me confunde.

— ¿Para que preguntas lo que ya sabes? — No entiendo a qué quiere llegar con esto.

— No es normal que una mujer haga eso.

Frunce el ceño y estudia mi reacción.

— ¿Hacer qué, Clyde? — Le demuestro lo irritable que es este asunto.

— De las cosas más jodidas en esta puta vida es encontrar a una mujer dispuesta a tragar semen; y llegas tu a ingerirlo todo.

No puede ser. Esta algo enojado. Creí que hacerlo era correcto. Algo me decía que quizá le iba a gustar, pero me doy cuenta de que no es así. Ahora tendré que vivir con el hecho de que no fui una buena experiencia para un hombre; que arruiné para siempre mi primera vez dando sexo oral a un hombre. Juego con mis dedos y observo por un rato el césped. 

— Quiero que sigas haciendo eso, Sam.

Abro mis ojos y lo observo. ¿No estaba enojado? Clyde y sus cambios abismales de humor.

— ¿Qué dices, Clyde?

Sonríe.

— Deseo que nunca me obedezcas cuando te diga que no quiero correrme en tu boca; porque eso me complace.

¿Cómo puede decirme eso? Elevo mi ceja.

— Lo sé, Clyde. — me observa confundido —Tu sólo me quieres para eso.

Me apoyo de mis manos para ponerme de pie. No soporto lo que mi corazón está sintiendo en este momento. No puedo creer que no le importa menospreciar lo que hice, sólo por él y por nadie más. Camino hacia la camioneta, abro la puerta pero no logro cerrarla, porque Clyde me ha seguido. Él siempre me sigue. Clyde y su miedo de que me aleje de su lado. Su cercanía sólo hace que salgan lágrimas de mis ojos.

— No, Sam, no llores—. Pide mientras me toma por la cintura y me deja en el asiento.

— Yo pensé que estaba bien lo que hacía. Creí que te iba a gustar. Luego llegas a dudar de que eres el primer hombre al que le hago esto y — respiro y observo a Clyde — después me das a entender que yo sólo te sirvo para eso.

— Sam, no me has...

— Déjame hablar, ¿si? Yo pensé que de verdad me creíste cuando te confesé que todo esto es nuevo para mi. Creí que querías pasar el tiempo conmigo para que nos conociéramos, pero...

Clyde me interrumpe con un beso sobre mis labios. Hay algo en sus labios que me tranquiliza. Pero un poco nada más. Aunque debo admitir que ha sido una linda forma de hacerme sentir mejor. Pero no tanto.

— No voy a negar el hecho de que desearía que me consumas a tu antojo— mira mis labios y muerde los suyos—. Me sorprendiste. No pensé que lo harías. Y me encantó la manera como te apoderaste de mi.

Me besa nuevamente sobre mis labios.

— Clyde, yo...

— Déjame hablar, ¿si? — escondo una sonrisa — Quiero aprovechar cada momento, ¿esta bien? Yo hace muchos años que no comparto con alguien de la forma que trato de hacerlo contigo — sonrío—. Qué bueno que esta vez escondí las llaves de mi camioneta.

Ambos reímos. Sus dientes me toman del labio inferior y absorbe para luego unir su lengua a la mía, besándome con dulzura.

— Tienes los labios muy suaves gracias a mi — ahogo una risa y le doy un beso de pollito en la punta de su nariz —. Cuando desees humectarlos ya sabes que puedes bajarme el bóxer y...

— Cierra la boca ya, Clyde.

Me da un beso de pollito sobre mi ceja. Qué extraño es este hombre. Sonríe, cierra la puerta y se dirige a su puesto.

***

— No quiero verlo, Clyde —. Suplico al ver que faltan unas cuantas cuadras para llegar a nuestro nuevo destino.

Esto no estaba planeado. Se suponía que después de hacer las compras juntos iríamos a su departamento a almorzar. Pero no. Ethan tuvo que llamarlo para no sé qué asunto que Clyde no quiere explicarme.

— No me demoraré. No te bajes de la camioneta y tampoco el vidrio, ¿entendiste?

— ¿Para qué te pidió Ethan esa pastilla? — Pregunto.

Se exaspera.

— Es una estúpida pastilla y ya, Sam.

— El hecho de que sea virgen, no me hace ignorante. Esa pastilla se toma en las primeras 72 horas después de haber tenido relaciones sin protección.

— Sam, me pidió un puto favor y ya.

— ¿Y por qué no lo compró él?

— Sólo quédate y no te bajes, ¿está claro?

Habla con autoridad y a mi sólo me queda resignarme. Nos encontramos a unas pocas cuadras de donde vive Alana, y algo me sugiere que algo malo va a pasar. Clyde parquea a unos metros de una esquina que me parece haberla visto antes, pero depronto es sólo mi imaginación.

Mis nervios surgen en el momento que veo a Ethan saliendo por una puerta de una rara clase de tienda. No entiendo qué tipo de negocio pretende atraer a sus clientes sin ventanas que permitan mostrar sus productos. Pero hay muchas botellas de vidrio aquí. Qué sucios son. Este barrio es muy raro. Y no ha de faltar la del cabello de colores extravagantes, sólo que hoy no parece tan drogada como siempre.

Clyde se acerca a Ethan. Ethan ríe e intenta saludarlo, pero Clyde sólo le entrega la bolsa con la pastilla y se queda con los brazos cruzados. ¿Qué sucede aquí? Alana se acerca muy cariñosa a él y mi ira comienza a aparecer. Camina alrededor de él, pero me observa, la muy maldita me está mirando. De repente, Ethan se da cuenta de que estoy en la camioneta, y lo sé porque también me mira. Sonríe. Me está sonriendo.

— Así que — Ethan habla más fuerte y logro escucharlo — nos cambiaste por la virgen, ¿no es así, amigo?

Desafortunadamente, no puedo oír lo que dice Clyde.

— ¿Recuerdas lo del vídeo, pedazo de mierda? — invade el espacio de privado de Clyde — Así como yo la besé primero que tu, también le daré por ese culo hasta el cansancio...

Clyde se le abalanza encima y golpea la cara de Ethan con fuerza. No puedo ni moverme de mi lugar. No sé qué hacer al respecto. La maldita Alana sólo me mira y se burla.

— ¡Mancharé mis manos con tu sangre si es necesario, hijo de puta! — Clyde grita, pero Ethan recobra sus fuerzas y le golpea su costado.

— Clyde... — susurro antes de abrir la puerta — ¡Clyde!

Todo se detiene al ver bajo el umbral de aquella puerta a una persona que reconocería en cualquier manera. Pero ahora, no sé que le han hecho. ¿Eloise?

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