Capitulo 51: ¿Quieres saber una verdad?
Parte I
Estoy completamente segura de que no había visto un día tan hermoso como este. El radiante sol calienta mi cuerpo, pero la brisa se encarga de refrescar mi piel y hacer que las hojas de los árboles comiencen a caer.
Este lugar es increíble. Si por mi fuera, visitaría este pequeño y bonito pueblo más a menudo. Sonrío, y no sé si lo hago por el asombro que todavía surge en mi por ver jardines coloridos, casas tradicionales, o porque siento que Clyde me está mirando. Me he dado cuenta que cuando me siento un poco incómoda, es a causa de que Clyde no quita sus ojos de encima de mi. Por enésima vez, saco la cabeza por la ventana de la camioneta.
— Mierda, Sam, ya deja de hacer eso — habla con firmeza en su tono de voz —. Algún día te golpearás la cabeza y te vas a acordar de mi, y dirás "Putísima vida, Clyde tenía razón".
No entiendo qué motiva a Clyde a arruinar mi momento. Soy feliz haciéndolo. Pero debo reconocer que mi padre me dice lo mismo, pero sin el vocabulario sucio de Clyde.
— No soy grosera como tu, Clyde — lo observo. Tiene su mirada fija en la calle —. Además, deja de ser tan aburrido y déjame observar el paisaje.
Vuelvo a sacar la cabeza y siento un tremendo golpe en la frente, al igual que un revoloteo en mi cara. Cierro con fuerza mis ojos y ahogo un grito. Escucho a Clyde reírse como si fuera a morir mientras entro en razón y quito al insecto de mi cara.
— Putísima vida —. Susurro.
— Yo tengo — dice entre risas —, tengo la razón. Bien hecho por la mariposa.
Observo a Clyde e intento no reír. Me encuentro en ese incómodo momento en el que Clyde me gana en tener la razón. Cierro la ventana y Clyde no deja de reír. Ahora es cierto que le he dado el mejor motivo para burlarse de mi.
— Ja ja, ya supéralo. Ni siquiera fue gracioso.
Cruzo mis brazos por debajo de mi pecho, actuando como enojada.
— Lo fue, y bastante. Qué mierda, quita esas arrugas de tus cejas y ríete de la vida, amargada.
Vuelve a reír y algo reacciona en mi. Recuerdo la manera en la que nos conocimos Clyde y yo. Siempre mantenía con el ceño fruncido y sus labios eran semejantes a una línea recta. Era difícil sacarle una sonrisa, pero ahora, se ha complicado no provocarle una risa. Es lindo, de pronto no sabe lo atractivo que se ve con su expresión relajada. Creo que lo mejor es no hacerme la furiosa con él. Merece más que un simple motivo para reír. Él merece ser feliz.
¿Por qué lo veo con otros ojos? ¿Cómo es posible de que en una semana mis sentimientos hacia él se hayan elevado a un nivel mucho más alto, y a la vez, a un estado profundo? Ya no logro entender lo que siento cuando pienso en Clyde. Este hombre es en extremo complicado, pero tambien es una dulzura. Por lo menos no es de esos tipos que no permiten recibir ayuda. Clyde sabe que tiene problemas, o eso supongo. Quizá sea eso lo que le impulsa tratar de mejorar su carácter de alguna u otra manera.
— ¿Me escuchaste, Sam?
Su voz me devuelve a la realidad.
— Eh, si, si claro, seguro — Clyde detiene el vehículo y me mira a los ojos. Él sabe que no es cierto —. Lo siento. La verdad es que estaba distraída.
Su expresión de duda no cambia.
— ¿Qué te hace pensar tanto?
— Nada. Bueno, muchas cosas, ¿si?
Se forman pequeñas arrugas entre sus cejas.
— Entre esas muchas cosas, ¿estoy involucrado?
Me da vergüenza decir la verdad. Se imaginará en su cabeza que la niñita se está obsesionando con él. Opto por afirmar a su pregunta moviendo mi cabeza de abajo hacia arriba.
Sólo me observa y respira. Ojalá pudiera escuchar lo que piensa. Hasta pensando se ve hermoso.
— ¿Quieres saber una verdad? — asiento con mi cabeza — Tu no piensas en mi tanto como yo en ti.
Mi yo interior grita y se revuelca en el suelo como una loca. Esto tiene que ser verdad. Clyde no es así, y si lo es conmigo, entonces de verdad hay algo en él que me busca, que me necesita, que me quiere.
Santo cielo, ¿Clyde llegará a quererme? ¿Yo lo quiero? ¡Un momento! Es muy pronto para pensar en eso, ¿no? ¡Ah! Pero no fue temprano besarnos sin hallar un límite. No fue prohíbido encontrar plenitud en el roce de sus dedos en mi intimidad. No es pecado que sus manos me moldeen a su voluntad. Y es que, aun no logro comprender cómo lo anterior puede fortalecer esta extraña relación.
***
Como todo un caballero, Clyde abre la puerta del restaurante "The 80's". Se forma una sonrisa en mis labios cuando siento la mano de Clyde en mi espalda, llevándome a la mesa en la que habíamos estado la primera vez que me trajo a este lugar.
— Sonríes cómo si nunca hubiera salido de una caverna, Sam.
Clyde cree que es muy gracioso, pero es lo contrario, y es por eso que me causa risa.
— Me encanta lo que este lugar genera en mi.
— Claro, entre anticuados se entienden.
Sonrío y le volteo los ojos. Nos sentamos y una señorita rubio de curvas pronunciadas nos entrega el menú.
— Lo dice quien tiene objetos medievales en su apartamento —. Digo mientras reviso la lista, aunque ya sé que pediré pancakes y que no podré comer todo y que Clyde estará feliz de recibirlo.
— Por eso mismo. Entre anticuados nos entendemos.
Dirijo mis ojos a los suyos. Le hago vizcos y vuelvo al menú.
— ¡Pero si son ustedes dos otra vez! — Una voz de mujer mayor me distrae.
Elevo la mirada y percibo que Clyde se voltea en su silla.
Pero claro, ¿quién más podría reconocernos? La anciana de cabello blanco camina hacia nosotros. Se ve adorable con su vestido color púrpura. Un momento, no recuerdo haberla visto antes con un bastón. ¿Hace cuánto no la veo?
— Clyde, hijito, espero que esta vez hayas invitado a la señorita sin pensar en secuestrarla.
Clyde me observa y eleva su ceja. Sonrío y la señora Brown me toma de la mano, yo la aprieto un poco.
— Señora Brown. Esta vez, si me invito.
La mujer se ríe y me agrada que lo haga.
— Sam me rogó que la invitara a salir, señora Brown. No sabe lo desesperante que puede llegar a ser.
La anciana y yo lo observamos. Sonríe porque sabe que nos ha molestado a ambas. La señora Brown me mira y se acerca a mi oreja
— Siempre he dicho que Clyde tiene un pésimo sentido del humor.
— No estoy sordo, señora Brown —. Dice Clyde.
— Tápate las orejas, entonces, hijo.
Ahogo una risa y la señora Brown vuelve a acercarse a mi.
— Eres tan parecida a alguien que conocí.
La sonrisa se borra de mis labios. Esta no es la primera vez que me dice algo como eso. Me separo un poco para ver sus ojos.
— ¿A quién? — Pregunto.
— Oh, hija, no recuerdo su nombre. No la veo hace 18, 19 o 20 años, creo.
Se va y deja mi mundo colapsado. Habla de una mujer. Me parezco a una mujer que conoció antes de que yo naciera, pero no se acuerda de su nombre. ¿Cómo puede acordarse de la cantidad de años que no ve a aquella mujer, pero no de su nombre? ¿La señora Browm tiene algo que ver conmigo? Santo cielo, si que me estoy volviendo loca.
— Sam, ya van a tomar el pedido —. Dice Clyde a mis espaldas.
Decido dejar de que esa situación me comience a estresar y me siento frente a Clyde.
***
— ¿Qué tienes, Sam? — Clyde pregunta mientras acaricia el dorso de mi mano.
Con nuestras espaldas recostadas sobre el tronco de un enorme árbol, hemos pasado el tiempo mirando nuestro entorno y escuchando el sonido de las hojas que se golpean entre si y nuestras respiraciones.
¿Le digo a Clyde de que estoy creyendo que la señora Brown conoció a mi madre? Pensará que he perdido la cordura. Debo ingeniar algo diferente qué decirle.
— Asi que, ¿soy desesperante? — Pregunto y apoyo mi barbilla en su hombro.
Sonríe.
— Mierda, demasiado.
— No lo soy, Clyde. Sólo quieres joderme.
Abro los ojos al darme cuenta de que lo que acabo de decir puede interpretarse de dos maneras. Santo cielo, ya se me ha ensuciado la mente más de lo apropiado.
— ¿Te gustaría que te jodiera?
Aprieto mis labios. No sé si debo responder.
— Eso suena muy extraño, Clyde —. Intento quitarle importancia al asunto.
— Siéntate sobre mis piernas, y mírame a los ojos.
Vaya. Ya siento que mi sexo comienza a palpitar, no con lo que me pide, sino por lo que sé que pasará.
— Clyde, no creo que...
— Nada, Sam — me silencia —. No refutes. No te lo estoy preguntando ni pidiendo. Obedece y ya.
Wow... está bien, creo. Hago lo que ordena pero me es difícil mirarlo a los ojos. Retira el cabello que se entromete entre nosotros y lo deja caer tras mi espalda, y de camino deja sus manos sobre mi cintura.
— ¿Esta semana que viene tienes exámenes? — asiento con mi cabeza — Déjame tocarte. No te he tenido para mi por una semana.
Si supiera que yo me encuentro igual. Me he matado estudiando hasta altas horas en la noche para tener el fin de semana libre para estar con él. Con sólo escuchar su voz cada noche al recibir su llamada no basta, no es suficiente.
Pego mis labios a los suyos. Yo también necesito esto. Necesito que me toque. Pero ahora, es diferente porque algo me convence de que no estoy perdiendo mi tiempo. Esto es verdadero. Puede tomar semanas o meses para que lo nuestro pueda trascender, y estoy dispuesta a esperar.
Clyde no es la peor persona de la vida. La vida no ha sido de lo mejor para Clyde. Afortunadamente, eso no ha acabado con la bondad que existe en él. Es esa bondad que lo hace reconocer sus errores.
Clyde estruja mi trasero con sus manos. Nuestra respiración es una sola. Nuestros quejidos se liberan en el momento que uno mi cadera a la suya. Mi interior arde al sentir su miembro estrujándose con mi parte íntima.
— Quiero darte mi sorpresa, Clyde —. Jadeo.
— Hazlo, entonces.
— Pero necesito hacer algo primero.
Frunce el ceño.
— Dime.
Nuevamente se genera vergüenza en mi. Me separo un poco de su cuerpo y señalo su pantalón. Con picardía, trata de esconder una sonrisa y se levanta.
— Si no me vas a decir lo que piensas hacer, muéstralo.
Santo cielo, es ahora o nunca. Jamás he hecho algo así, y no quiero equivocarme o lastimarlo. Hayley intentó enseñarme alguna vez cómo hacerlo, pero ella es demasiado gráfica, por lo cual me rehusé a escucharla.
Sobre mis rodillas me acerco a su cuerpo. Sin mirar a Clyde, intento desabotonar su jean, pero estoy tan nerviosa que los dedos andan de muy torpes. Percibo que Clyde se da cuenta de lo que sucede. Así que me ayuda a desabotonar, y deja que baje el cierre. Tomo fuerzas de donde no las temgo para seguir con mi misión y bajo su jean hasta donde inicia la curva de sus muslos.
Me distraigo en el momento que pienso que ese miembro debe estarse asfixiando en este instante. Hayley siempre elogiaba a los hombres con grandes atributos. Clyde lo tiene grande, eso es más que seguro. Hasta un ciego puede verlo... yo me entiendo.
Samantha, mantén la calma. Poco a poco, bajo el bóxer.
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