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Capitulo 50: Tu no te conformas con menos

Parte II

— No me he sentido bien, Sam.

Abro mis ojos, pero todavía no giro mi cabeza hacia él. Sé que si me dejo guiar por mis ganas de hablar, él no me contará todo lo que quiero saber.

— Lo que pasó hoy jamás debiste verlo. Mi mamá pretende que yo sea el niño que ella crió, pero es mucha mierda junta. En menos de un año sufrimos muchas pérdidas.

Noto algo extraño en su voz, pero de pronto es sólo mi impresión.

— Es verdad — continúa —, yo lo descubrí todo. No quise que lo supieras porque no quiero que tú tengas compasión de mi.

— Clyde, eso es inevitable — lo miro, pero él no se atreve a verme —. Me duele que hayas vivido eso. Nunca he vivido un divorcio en mi casa, pero sé lo que es jamás conocer a uno de mis padres.

— Es diferente, Sam.

— No, Clyde. No lo es — le hablo suave, no quiero que se frustre. Me acerco a él y acaricio el dorso de su mano —. Lo siento muchísimo, Clyde.

Es cierto, cuánto me hiere que este hombre tuviera que pasar por tantas dificultades.

— Me recuerdas tanto a Lucy — sonríe triste y me mira —. Ella siempre tocaba mi mano cuando quería hacerme sentir mejor. Abrazar a las personas jamás fue lo suyo. De los dos, ella siempre fue la más fría, pero sabía que me amaba cuando formaba figuras con sus dedos en el dorso de mi mano. Era la mujer más cerrada del mundo, pero todo me lo decía. Yo era el único amigo que ella tenía, y para mi ella era intocable.

— ¿Cómo pasó? — Pregunto sin dejar de acariciar su mano.

Inhala aire y exhala con esfuerzo. Me cuesta creer que estoy ante un Clyde totalmente diferente al de esta tarde.

— No lo sé. Tuvimos una fuerte discusión y ella se fue del apartamento muy enojada conmigo. Más tarde salí a buscarla y Rob estuvo ayudándome. La busqué toda la noche, pero no hallé nada — sus ojos se humedecen poco a poco —. Pasaron dos semanas para que nos diéramos cuenta de que estaba en San Francisco, pero la policía no se atrevió a decir que ella ya estaba muerta. Viajé solo. Al principio me enojé con mis padres por no ir, pero luego me di cuenta de que ellos ya presentían que Lucy ya no estaba — frunce más el ceño —. Violada y asfixiada con una bolsa negra de plástico.

Lo que acabo de comer se revuelve en mi estómago y me genera náuseas. Todo empieza a encajar aún más. Una de las razones por las que Clyde me salvó esa noche en el callejón es que estaba asustado. Aterrado y enojado. Me rescató, quizás buscando la manera de quitar alguna carga de encima

— Mi hermana murió, y los malditos y putos degenerados que le dejaron el cuello cubierto de chupones siguen libres quién putas sabe dónde.

¿Qué decir cuándo las palabras no ayudaran a traer a su difunta hermana de regreso?

— Clyde... — Susurro.

— Lucy estaría viva si yo no me hubiera comportado como un maldito hijo de puta con ella. Mi madre tiene razón. 

— No — tomo la punta de su barbilla con mis dedos y giro su cabeza hacia mi —, Clyde. No es tu culpa. No sé qué decirte, pero...

— Tu me dijiste que no te irías. Te fuiste y no me dejaste acompañarte.

Santo cielo, sus húmedos ojos sólo hace que mi ser se debilite.

— Clyde, no me va a pasar nada.

— Eso dijo Lucy antes de cerrar la puerta al irse.

El viento de la noche hace que parte de mi cabello cubra mi rostro. Clyde lo retira y con sus dedos me peina hacia atrás. Rodea mis hombros con su brazo y besa mi cabello.

— Perdóname, Sam. Te mentí, maltraté a mi madre y me convertí en lo que menos quiero ser enfrente tuyo.

Wow, ¿pero que es esto? ¿Clyde reconociendo sus errores sin que yo se los haya dicho? 

— ¿Por qué me dijiste esas palabras en el baño, y vienes aquí a abrazarme?

Me abraza más fuerte todavía.

— No lo sé.

— ¿Crees que te voy a dejar?

— Eso hiciste, Sam.

— No lo haré de nuevo, lo prometo, pero sólo si me dices algo.

— ¿Como qué?

— ¿Qué te hizo venir?

Sonríe. No le veo el chiste a mi pregunta.

— Tu. 

— No quiero sentirme insegura, Clyde. Yo necesito saber si te acercas a mi sólo en búsqueda de algún tipo de placer carnal o si de verdad te gusta pasar el tiempo conmigo.

— Pues, podemos pasar el tiempo haciendo cositas.

— Clyde — retiro su brazo de mi —, esto es muy serio para mi.

Se ríe a carcajadas, en serio que no le veo lo gracioso a la situación y me enoja que se ría y no poder entender el por qué.

— Esas arruguitas entre tus cejas son menos amargadas que tu — me quedo mirándolo fijamente hasta que logro que deje de reírse —. ¿Qué es lo que te preocupa, Sam?

— Clyde — susurro —. Tu ya tienes que saber la respuesta.

Vuelve a abrazarme y hace que apoye mi cabeza sobre su pecho.

— Piensas que sólo quiero aprovecharme de tu inocencia, y es normal que lo hagas. Tienes un ideal de hombre muy alto — alzo mi rostro para verlo—. Sé que quieres a alguien que te ame tanto como tu papá a ti, y que jamás te defraude, y es por eso que eres tan complicada. Tu no te conformas con menos.

— Yo quiero sentirme segura, Clyde.

— Lo sé, pequeña...

— Quiero que me hagan sentir que de verdad no me van a dejar y que mis esfuerzos jamás sean en vano.

Humedece sus labios para luego dejar un suave beso sobre mi frente. 

— No quiero herirte, Sam, y por más que intente controlar mi ira, termino alejándote.

— ¿Por qué te cuesta tanto controlar tu enojo?

— Seis años de continuas peleas en discotecas, en las calles. Créeme, es peor cuando has bebido o tienes unas cuantas drogas haciendo efecto en tu cuerpo.

— ¿Todavía lo haces? — Me da miedo lo que pueda responder.

— No recuerdo cuándo fue la última vez. Oh, si. Anoche mientras dormías me levanté a beber una cerveza que tenía en el refrigerador.

Es inevitable. Eso me descompone totalmente. ¿Cómo es que puede decirlo sin la menor vergüenza de la vida?

— No puedo creer que te hayas levantado a eso, Clyde —. Reclamo.

Se ríe de mi.

— ¿De verdad te importa tanto? En realidad no. Estaba ocupado durmiendo a tu lado.

Ahora soy yo quien sonríe, pero me alegra todavía más que él no pueda verme.

— Sé que estás sonriendo, Sam.

— ¿Por qué lo dices?

— Porque sentí cómo tu mejilla se esponjó.

Ambos reímos. ¿Se esponjó? Yo jamás he visto una mejilla esponjada. Clyde no tiene remedio en cuanto a sus malos chistes se refiere. Se siente bien estar a su lado de esta forma, sin la intención de que algo más pase, riéndonos y hablar de temas relevantes.

Me tranquiliza en cierta manera saber que comparte su tiempo conmigo y no con otra mujer. Sé que cualquiera dejaría que Clyde beba y cometa actos indebidos, pero quiero estar aquí para cuidar de él. Quiero asegurarme de que no caiga de nuevo en lo que ha vivido por años. Ver a Clyde sonreír es la confimación que necesitaba para tomar la decisión de arriesgarme, a darle la oportunidad de que pasemos nuestro tiempo juntos y de poder ayudarlo.

— Creo que mi madre te ama más a ti que a mi —. Dice.

— Es porque soy muy educada.

Ahoga una risa. Se cree muy gracioso.

— Lo eres, Sam — sonrío, sé que he triunfado —. Tanto que te quedaste sin camiseta y sostén en un pasillo dentro de casa ajena.

"Eres más fácil que el resto que he conocido." Esa oración hace un fastidioso zumbido en mi cabeza. No puedo ser tan tonta, ¿o si? Clyde no puede venir con sus encantos a hacer que caiga a sus pies.

Dios, ¿y si sólo está jugando conmigo? La probabilidad de que esta noche y justo ahora me alabe como una princesa, y que dentro de cinco minutos me trate como si fuera la copia barata de Alana es muy alta. Por cierto, ¿se habrá muerto?

— ¿Qué sucede, Sam? ¿Por qué tienes esa cara?

No me había percatado de que me había arrodillado, ¿acaso me estaba parando para irme? Santo cielo, no me doy cuenta a veces de lo que hago. Clyde se arrodila de frente a mi, con sus manos sobre mis hombros hace presión para que me siente sobre mis piernas.

— No soporto sentirme como una maldita regalada.

Frunce el ceño por milésima vez.

— No lo eres.

Quito sus manos de encima de manera brusca.

— Pues eso fue lo que me diste a entender hoy, ¿recuerdas?

Me mira a los ojos, y sé que ha hecho memoria de sus palabras.

— No eres regalada, Sam...

— ¿Entonces? Deja de darle tantas vueltas al asunto, Clyde. Explícame que es lo que sientes, qué es lo que pasó por tu cabeza para que me dijeras eso. Ya basta de indirectas, yo necesito respuestas sinceras. Quiero la verdad.

— Sam— pasa sus dedos entre su cabello—, eso no es verdad, ¿bien? Lo que dije fue estúpido, tu no eres así. Me aterras un poco, ¿si?

¿Qué? ¿Acaso soy la llorona para que se asuste de mi?

— ¿Te doy miedo?

— ¡No! Me confundes — no más de lo que tu a mi, Clyde, créeme —, y quiero que tengas tiempo para mi, pero no quiero que cuando joda el momento, tu te vayas.

Y sigue con ese tema de dejarlo, ¿cuál es el origen de su temor a que lo abandonen? Presiento que hay una parte más oscura de su historia que ha decidido no contarme todavía.

No. No quiero dejarlo, no importando su inconstante estado de ánimo. Necesita ayuda, y estaré aquí a su lado, pero siempre dejando claras mis condiciones.

— ¿Alguna vez has tenido novia, Clyde? — Pregunto.

De inmediato lo dejo en un estado de incomodidad absoluta.

Es obvio que se ha acostado con muchas mujeres, incluso más de las que pueda recordar. Habrá estado con ellas de todas las formas existentes y por existir. Conmigo será muy difcil que sea diferente.

— Si, Sam. Eso fue hace mucho, y me refiero a años.

— ¿Como se llama?

— ¿No te basta saber con que tuve novia? — Se irrita.

— Pues... si vamos a pasar tiempo juntos y formar una linda amistad debo conocerte, ¿no?

Relaja un poco su rostro.

— Se llamaba como tu. Samantha.

¿Puede haber algo peor que la ex del hombre que te atrae se llame igual que tu? No, no lo creo.

— Oh...

Sonríe.

— Es por joderte un poco, Sam. Su nombre es Venus.

Venus... qué nombre tan peculiar.

— Sería gracioso que además de llamarse Venus su fábrica de niños no funcionara.

Se ríe a carcajadas, y por un momento olvido el tema de Venus.

¿Cómo habrá sido su relación con esa chica? ¿La quería de verdad? O ¿la amaba? Me es complicado imaginar a Clyde amando a una mujer. Después de saber de Lucy, ya no sé ni qué pensar al respecto.

 — ¿Quieres dar un paseo conmigo? Esta vez, tu escoges el lugar —. Interrumpe mis pensamientos.

Una ola de emociones me golpea. Una pizca de incertidumbre, más un toque de perversidad pero sobre todo muchísima alegría se adueñan de mi con sólo fantasear con todo lo que implica salir con Clyde.

— ¡Vamos a ese pueblito!— chillo y sonríe, se ve tan tierno— ¡Por favor!

Doy pequeños aplausos cerca de su cara para observar su reacción. El hombre con temores desaparece y se convierte en un pequeño adorable. Ancha su sonrisa.

— Te llevaré al lugar que me pidas. Eso si, esta vez ni se te ocurra escapar con mi camioneta. Es mía, no tuya.

— ¡Da igual! — chillo — ¡Gracias, Clyde!

Rodeo su cuello con mis brazos y lo atrapo por sorpresa. Acaricio su oreja con mi nariz. Me pregunto que clase de brujería hará para oler tan bien todo el día. Me toma de la cintura y junta su cuerpo al mío.

— Vamos y volvemos juntos, ¿entendido?  

— Si, señor —. Digo con gracia.

No entiendo por qué mi corazón rebosa de felicidad cuando siento que su pecho se "esponja" al respirar.

— Qué fría eres. ¿Por qué no me das un beso de agradecimiento?

Sonrío y le doy un beso en la mejilla.

— Dame un beso de verdad, Sam.

— ¿Quieres un beso de pollito? — Me siento tan cursi en este instante, que eso hace que sonría como tonta. No quisiera ver mi rostro en este estado.

— Dame lo que quieras pero en la boca.

Me retiro un poco y su mirada me hipnotiza. Vaya que si que quiere una muestra de afecto. Es extraño no sentir tanto miedo como antes el hecho de tenerlo tan cerca de mi. Rozo mi nariz con la suya, me toma del rostro y me besa apasionadamente.

Su lengua y la mía vuelven a ser una sola. Es un sensual baile que se lleva a cabo entre las dos, y cabe mencionar el hecho de que ya siento mi sexo palpitar.

Me separo de él al notar que mi razón tiende a perder el control.

— Mañana tengo que estudiar —. Murmuro.

— Tienes exámenes, ¿verdad? — asiento con mi cabeza — No te distraeré. Te llamaré al medio día esta semana en tu hora del almuerzo. El sábado vendré por ti a las nueve de la mañana. Ya ve a dormir. Quiero ver tu lindo culo mientras caminas.

Así que mi trasero es lo que en realidad quiere ver...

Sin más, me levanto y camino hacia la residencia. Pero tengo una idea para que Clyde no pueda dormir en toda esta semana.

— Clyde — eleva su ceja. Aun se encuentra sentado decidiendo si verme la cara o el culo... trasero —. El sábado te daré una sorpresa.

Abre los ojos.

— ¿Qué es?

No puedo creer que esté a punto de decir esta barbaridad.

— Te daré una pista. Tiene que ver con un lavado bucal y mejillas esponjadas —. Guiño un ojo e intento no morir de la risa.

Abre todavía más sus ojos y su mandíbula parece que se fuera a descolgar. Se levanta y corre hacia mi. De inmediato, huyo corriendo en dirección opuesta a él.

— ¡Pensaba que eras inocente! — Grita.

— ¡Inocente pero no de mente cerrada!

Santo cielo, ¿podré hacerlo?

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