Capitulo 4: "Somos flamencos"
— ¿Preparada para mañana, Sam?
Mi padre me interrumpe de mis pensamientos. Está parado bajo el umbral de mi puerta.
— Si, papá. Tengo mis maletas listas. Todo lo necesario. Quisiera llevarme todo, pero me supongo que tendré que dejarle espacio a mi compañera de cuarto.
— ¿Sabes, Sam? No regalaré o venderé tus cosas, si es eso a lo que te refieres.
Nos reímos juntos. Mi padre y sus ocurrencias.
— Me enfadaría mucho. No me gusta estar enojada contigo. Te recomiendo que nunca lo hagas. Mis cosas, son mis cosas.
Mi padre entra a mi cuarto y observa mis pertenencias que tengo encima de una mesa antigua y blanca. Es mi mesa de recuerdos.
— Es curioso. En tu colección no tienes nada de mi.
Noto desilusión en su voz, mientras toca cada cosa que hay en la mesa. Hace que esa chispa de niña sensible surja en mi. En esta vieja de 18 años.
— Es porque tu vives en mi corazón, papá.
De inmediato voltea a mirarme. Viene hacia mi y nos abrazamos.
— Mi pequeña Sam. Te quiero mucho, ¿lo sabes, verdad?
— Lo sé, papá. Yo te quiero más.
— Yo te quise primero.
— Es porque me sacaste ventaja, papá.
Se ríe suave. Huelo su camiseta. Me encanta que use mi perfume favorito para él. Armani Code. Le queda de maravilla. Aunque debo admitir que me da celos cuando alguna otra mujer lo halaga por su fragancia. Todas tratan de conquistar a mi padre. Aquí, la dueña de su corazón seré yo, hasta que crea que sea conveniente.
Mi padre no ha salido con otra mujer después de la que me parió. Pobre hombre. Esa mujer debió herirlo de manera profunda, para que mi padre tomara la decisión de jamás pretender una relación o tener citas con alguien.
De pequeña, una vez le pregunté a mi padre por mi madre. Él siempre ha sido sincero conmigo. Me dijo que un día salió por la puerta de la casa con sus maletas, y jamás la volvió a ver. Cuando ella se marchó, Zac tenía 5 años y yo no había cumplido mi primer año. Desde esa respuesta, me empeñe en buscar a alguna mujer que tuviera las características de esposa y madre ideal. Pero al poco tiempo me rendí. Fue cuando entendí de que quizá nosotros estábamos destinados a estar así.
— Echaré un último vistazo, papá. No quiero llegar a la universidad y darme cuenta de que algo se me ha quedado.
— Claro, Sam. Te despides, cariño.
— Ahora voy a fastidiarte a tu cuarto.
— Te esperaré entonces, pequeña—. Se va de mi habitación y me siento sobre mi cama.
En parte, agradezco que aquella persona no se quedara con este maravilloso hombre. Mi padre es demasiado para cualquier mujer. Es un ser humano amoroso, tierno, juguetón y lleno de vida. La mayoría de padres son un montón de adultos llenos de amargura y preocupación. Mi padre no es así. Siempre nos ha dicho que la vida nos da oportunidades, y que si no las aprovechamos, en el futuro lamentaremos haber sido tan cabezas huecas. A pesar de la crisis financiera que tuvimos hace un tiempo, eso nunca cambió a mi padre; tampoco nos separó como familia.
Hayley y su madre, Nydia Hoult, fueron un gran apoyo durante nuestra complicada situación. Durante un año y medio, yo trabajé con Nydia en la multimillonaria empresa "RED it", nombrada así por el llamativo cabello de Hayley. Es una empresa que fabrica telas, confecciona ropa de todo tipo de la más alta calidad. Aparte de eso, tiene cientos de boutiques en 10 estados del país. Fui, por decirlo así, su asistente personal. Debía estar pendiente de sus teléfonos, agendas, eventos y cosas así. Pasaba todas las tardes después de la escuela con Nydia. A veces me quedaba en su casa, algunos días salía con ella para la para la planta de confección, otros a visitar boutiques dentro de California.
Mis días eran eternos. Terminaba con Nydia alrededor de las 7:00 p.m. de laborar. Al llegar a casa hacía las tareas que no alcanzaba a terminar en el recreo. Hayley me ayudó con muchos de esos deberes. Como no podía realizar trabajos en grupo en casa de compañeros, era Hayley la que hacía mi parte, para qué los demás integrantes no me dejaran sin calificación.
Zac tenía dos trabajos. En el día se la pasaba con el señor LaHaye, trabajando en la contabilidad de su empresa de transportes aquí en San Francisco. En la noche, servía cócteles en un bar bastante costoso.
Mi padre ya era policía en ese tiempo. Su trabajo no me agrada en lo absoluto. Nunca sé cuál será la última mañana junto a él. Le he pedido que busque otro empleo, pero él se niega. Mi padre dice que ser policía le da el privilegio de asustar a mis pretendientes. Qué gracioso. Se imagina pretendientes que no existen.
Cuando cumplí 17, ya todo estaba mejor. Ningún centavo me lo guardé para mi; tampoco Zac. Entre nosotros tres, logramos salir de una deuda con el banco y pagar cuentas. Pude volver a tener mis tardes libres para estudiar y hacer tareas. Aun así, seguí trabajando con Nydia los sábados, todo el día. Ella siempre me pagaba, pero siempre lo hice por gratitud; en agradecimiento por haberme aceptado, siendo menor de edad. Mañana es sábado. Ya no podré trabajar con Nydia.
Tengo mis dos maletas listas. Llevo todo lo necesario. Ojalá.
Me levanto de mi cama y me dirijo hacia mi mesa favorita número uno de mi casa. Observo mi mesa de recuerdos y cojo con mi mano una pulsera de oro, con dijes de diferentes figuras, pero todas fucsia. Era de Hayley.
Dejo la pulsera en su lugar y me fijo en una hermosa concha de mar. Eloise me la obsequió. Ella sabe que me encanta el mar.
Sigo revisando y veo un collar antiguo, una caja musical, una moneda de hace un siglo, un euro, un libro, una máquina de escribir y un toca discos.
Es curioso. Ahora que recuerdo, sé de dónde y de quién proviene cada objeto en mi mesa, a excepción del collar y la caja musical.
Quisiera llevar todo conmigo. Creo que dejaré parte de mi alma aquí en casa.
Cierro la puerta y me pongo mi pijama. Mi pijama es una camisa ancha y vieja, junto a unos shorts.
Salgo de mi habitación y me asomo a ver a Zac en la sala. Sigue haciendo su trabajo.
Me asomo por la puerta de la habitación de mi padre. Esta viendo la televisión, acostado en su cama.
— ¿Qué pasa, cara de pasa?
Le pongo mis ojos en blanco.
— ¿Podrías madurar?
— ¿Me ves cara de fruta?
— ¿Me ves cara de pasa?
— Ay, Sam, deja de ser tan amargada. Mira que ya tienes esas arruguitas entre tus cejas. Así no conseguirás amigos.
Me río y él continúa.
— Mejor "pasa", cariño.
Entro y me acuesto en su cama. Esta viendo noticias, como de costumbre. Que bueno que no es de esos hombres que se la pasan todo el día observando un juego de béisbol.
Es irónico. Mi padre tiene un bate de béisbol, pero no ve en casa un juego de béisbol. Que confuso.
— Adivina quien me vio hoy, papá, mientras estaba de camino a casa —. Mi papá coge el control del televisor y baja el volumen.
— No me pongas a adivinar, no soy brujo. Dime.
— Nuestra "querida" vecina.
— ¿Ah, si?
— Si. Intentó saludarme.
— Como siempre, ¿y que hiciste?
— Me hice la loca y seguí mi rumbo.
Me mira por unos segundos y se ríe.
— Tu nivel de madurez es inalcanzable, Sam.
— Ni te lo imaginas.
— Deberías ser amable con ella, Sam.
Me sobresalto y lo fulmino con mi mirada. Se ríe de nuevo. Pero qué... necesito que se tome esto muy en serio.
— Nunca, papá. Eso es lo que ella quiere. Esa Pamela cree que si se gana mi confianza, obtendrá sin ningún esfuerzo entrada libre a nuestra casa.
— ¿Pero de qué diablos estás hablando?
Me siento en la cama y pongo mi mano sobre su hombro.
— Papá, esa mujer lo que quiere es violarte.
Mi padre se ríe. Santo cielo, ¿acaso a este hombre lo hicieron mis abuelos, riéndose?
— Sam, eso lo sé. Es por eso que jamás le he prestado atención cuando me pide el favor de podar el césped de su jardín.
¿Podar el césped de el jardín de Pamela Carson? ¡Qué locura!
A ver, a ver. Según la petición de esa mujer, y conociendo sus perversas intenciones con mi padre, puedo deducir de manera sucia tres cosas. No me gustar pensar cosas perversas. No es propio de mi. Pero dado el caso, me veo forzada a hacerlo.
Número uno: Dudo que Pamela se esté refiriendo al jardín de su casa. Más bien, el mal llamado "jardín" o "huerto del Edén" de su operado cuerpo. Si alguien dijera que ella es como una rosa, yo le diría que si, una rosa plástica.
Número dos: ¿Césped? ¿Es en serio? Quién sabe hace cuanto esa mujer no se depila su zona íntima. Seguro que no se acerca una máquina para afeitar, por miedo a explotar una de sus siliconas. El término césped es muy decente. Yo diría jungla.
Número tres: Podar esa jungla con... qué inmundo.
No. Que Pamela ni sueñe con acercarse a mi padre. Es mío. Mi padre es muy inocente, como para que ese vil engendro de la silicona venga a pervertirlo.
— ¿Por qué la cara de asco? — Mi padre me devuelve a la realidad.
— Papá, te prohibo que vuelvas a hablar con esa mujer.
— Hasta donde tengo entendido, los padres somos quienes decretan las prohibiciones, no los hijos.
— No lo haría si no fuera por tu bien, papá.
— ¿El bien mío, o el tuyo?
Suspiro. Me atrapó.
— Por el bien de la humanidad. No soy egoísta, ¿cómo crees?
— Vaya. Mi hija resultó ser altruista.
— Papá, por favor.
— Sammy, no te angusties. Tu me conoces. Sabes perfectamente que nada malo va a pasar.
— ¿Promesa?
— Juramento.
Le sonrío. No quiero que nada fuera de lo común acontezca mientras yo no esté aquí para balancear la situación que se presente.
Es mentira. No quiero que llegue una mujer con malas intenciones a la vida de mi padre.
Me acuesto cerca de mi padre y pongo mi cabeza sobre su pecho. Sigue oliendo delicioso.
Creo que empiezo a arrepentirme de haber mandado la carta a la Universidad de Stanford. No pude encontrar una institución más lejana. Felicidades, Samantha.
Pero no puedo quejarme. Nydia se ofreció a pagar mis estudios universitarios; eso, no lo hace cualquiera. Ella me demuestra muchísimo cariño y aprecio. Nydia me considera como su segunda hija. Me agrada la ocurrencia de idealizar a la madre de Hayley, como "mi mamá"; pero no lo hago. Nydia es la madre de Hayley, no mía. Yo no tengo mamá.
Me siento bastante mal por Eloise. Sus padres han trabajado por años para que ingresara a una universidad respetable y decente.
Hayley fue quien me dio la sorpresa de que su madre iba a financiar mis estudios.
Mi padre cambia de canal y veo una escena familiar. Suspiro y me quedo de rodillas en la cama, mirando la televisión. Mi padre termina con mi emoción al cambiar de nuevo.
— ¡Papá! ¿Por qué la quitaste?
Mi padre frunce el ceño, mientras sigue cambiando el canal.
— Ese cuento de que "yo soy un pájaro" ¡Ay, si! "somos flamencos" me tiene hasta la coronilla.
No puedo evitar reír ante los comentarios tan absurdos de mi padre. Se cree muy gracioso. Bueno, en realidad, lo es. También por esa razón las mujeres se lanzan a él. Le doy una palmada en el hombro.
— No, papá, es "si tú eres un ave, yo soy un ave".
— Como digas, cariño.
Le hago pucheros, con la intención de que ponga mi película favorita, pero no hace nada al respecto. De mala gana vuelvo y me acuesto en el pecho de mi padre.
Pero mi comportamiento ha sido exitoso. Cambia el canal nuevamente y me deja ver a Allie y a Noah.
Me gustan ellos dos. Su historia siempre me conmueve. Noah escribiendo cartas. Allie jamás las recibe. Ambos dejan su amor por el otro a la deriva, pensando que la distancia fue mayor que sus sentimientos.
Esos chicos así no existen. Los hombres ya no conquistan a las mujeres con cartas, rosas y chocolates. De hecho, quienes conquistan y dan la propuesta son las mujeres. Pretenden conquistar con sus cuerpos y sensualidad. Es algo que no puedo tolerar. Quizá sea por eso que, al pasar los años, se sienten vacías y solas. Intentaron llenar su alma con sexo, pero una noche de lujuria no es tan caliente como una vida de amor sacrificial.
Mis ojos me pesan, se quieren cerrar. Casi no escucho lo que está pasando.
— No te vayas a quedar dormida, Sam.
— No, papá.
Cierro mis ojos por un instante. Todo se ha ido.
¡Hello! ¿qué tal?
Voy aclarando ciertas cosas. Pero me destaco por ser una persona que deja intriga. Espero a ver dejado, asi sea una pizca :)
¿Qué les parece John? Yo literal me muero. Es un osito. Su foto arriba
¿Las intenciones de Pamela Carson?
¿Podrá John Evans enamorarse de nuevo?
Eso lo veremos juju ¡aguanten!
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¡Saludos, besos y abrazos!
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