Capitulo 36: ¿Acaso tenías esto planeado?
¡Hola! Aquí les dejo el audio del capitulo. Es una canción de Alina Baraz & Galimatias llamada Make You Feel. Recomiendo que la escuchen mientras leen, da como el toque apropiado; sino, continúa con el capítulo.
https://youtu.be/a_hNsq5e5W0
Parte I
Clyde me deja sentada sobre la silla del conductor, con los pies en el aire, mientras aprieto sus caderas con mis piernas para no caerme hacia delante. Se encuentra parado en frente mío, y estruja mi cintura con fuerza. Paso mis dedos entre su suave cabello y poso mis manos en su rostro.
De repente, con una mano me coge del cuello, y con la otra la entrelaza en mi cabello. Tira con fuerza y mi mirada se pierde en el techo de la camioneta. Mis ojos se cierran y salen jadeos de mi boca al sentir que presiona de abajo hacia arriba con su perforación por todo mi cuello. Mi sexo se contrae aún más.
Besa y absorbe mi piel entre sus labios. Corre la tela de mi camisa para tener libre mi hombro. Muerde mi hombro y mi cuerpo se estremece.
— ¡Ah! — Gimo y Clyde lleva mi boca a su oreja.
— Mierda, Sam, gime otra vez, por favor.
Se detiene para observarme, sus ojos colmados de lujuria me excitan a tal punto que no quiero que se detenga.
Siento que no estaría para nada mal arriesgarme un poco. Con mis manos me ayudo a retroceder por dentro de la camioneta, dando a entender que quiero que entre. Su expresión refleja sorpresa y curiosidad. Ni yo sé qué es a lo que realmente me enfrento.
Pero no puedo. Es bastante complicado resistirme a su presencia, a su manera de hablarme cuando está de buen humor, a la manera en la que me hace experimentar lo desconocido y prohibido.
Tomo la decisión de no arrepentirme jamás por lo que esté a punto de pasar.
Clyde entra, cierra la puerta y abre por unos centímetros la ventana. Ya está haciendo calor aquí adentro. Se arrodilla por encima de mis caderas, pero no se acuesta encima de mi. Pasa su lengua en medio de sus labios mientras me observa a los ojos. Su respiración aún no se normaliza.
— ¿Sabes lo que haces, Sam? — Pregunta, y quizá sea mi momento para recapacitar
— No exactamente —. Intento mirar hacia otra cosa, pero imposible teniendo a Clyde encima de mi.
— Me estás tentando, y eso no está bien —. Su gruesa voz me hace sentir vergüenza. Llevo mis manos a mi rostro para ocultarme en vano. De inmediato, Clyde las retira.
— Si no quieres seguir, eres libre de irte, a pesar de que no quiero que lo hagas. Si quieres, lo hacemos —. Dice mientras acerca su rostro al mío. Me alarmo de inmediato.
— ¡No voy a permitir que me desvirgues en tu camioneta!
Se ríe.
— ¿Quién dijo que yo me trago las cosas? — con su nariz roza mis mejillas y desciende por mi cuello, hasta llegar a la tela de mi camisa — Poco a poco. Las ganas jamás se matan a la primera oportunidad — mete sus manos por debajo de mi camiseta y acaricia la piel de mi abdomen — ¿Me permites quitarte esto?
Estira la tela para que yo observe. Me quedo pasmada. No recuerdo qué sostén tengo puesto. Gracias al cielo que no compro de esa ropa interior de estampados de muñecos o cosas así. Siempre he sido muy sobria en ese aspecto.
Su gesto cambia un poco al ver que demoro en darle una respuesta. Pasa su mano entre su cabello y suspira.
— Hagamos esto, si no quieres, no sé, aparta mi mano de ti. Si sigo, entenderé que es porque quieres que lo haga, ¿bien?
Asiento con mi cabeza. En seguida, vuelve a meter sus manos por debajo de mi camisa. Me acaricia y mi cuerpo se relaja por completo. Ahogo cada jadeo que todo esto produce en mi, e intento mirarlo y no dejar que mis ojos se cierren por el placer.
— Te voy a quitar la camisa, Sam.
Ve subiendo la prenda lentamente por mi torso, mientras me observa para identificar en mi rostro algún gesto de desaprobación. Es extraño ver que no sonríe. Está muy serio. Diría que concentrado.
Deja al descubierto mi pecho y sus ojos se concentran en mi cuerpo. Sigue retirando la camisa hasta quitarla por completo. A pesar de que estamos con las ventanas un poco abiertas, siento que mi piel se eriza del frío que está haciendo.
— ¿Acaso tenías esto planeado, pequeña? — Sonríe y muerde su labio inferior.
Sonrío un poco y mete sus manos por debajo de mi espalda para soltar mi sostén. Lo hace y lo deja colgado en el volante de la camioneta. Aprovecho su descuido para cruzar los brazos y tapar mi desnudez.
Cuando voltea a verme, sonríe. Quizá yo sea demasiado ingenua para un hombre tan experimentado como él. Ahora, siento muchísima vergüenza. Mis senos no son tan notables y llamativos. Una talla 34 jamás es suficiente para un hombre.
— Sam, ¿por qué te cubres? — Pregunta cariñoso.
— Mis senos no tienen nada de especial, ¿si? Apostaría lo que fuera a que has visto mejores que los míos.
No para de sonreír y de acariciar mi ombligo.
— ¿Y qué hace especial a un par de senos? Según tu opinión.
— No lo sé. Que sean grandes, ¿no?
Intentar ahogar una risa.
— Te equivocas. Levántate y déjame ver, yo te doy mi opinión.
Se tira sobre mi y me abraza. Me levanta y acaricia mis hombros. Acerca sus labios a los míos y me da un suave beso.
— Recuerda que si no quieres hacerlo, no hay problema.
— Qué chantaje tan barato el tuyo, Clyde.
Ambos reímos y pega su frente a la mía.
— Mírame a los ojos, Clyde, por favor —. Le pido entre susurros y lo hace.
Poco a poco voy dejando a la vista mi pecho. Estoy totalmente asustada, pero eso no me impide detenerme. Es la primera vez que descubro gran parte de mi cuerpo a una persona. Siento intimidación y vulnerabilidad en el instante que Clyde baja la vista. Se queda observando mis senos y me empiezo a poner nerviosa.
Definitivamente esto fue una mala idea. Clyde no se digna ni siquiera a abrir la boca o algo parecido. Cruzo los brazos de nuevo y busco mi camisa.
— ¿Qué vas hacer, Sam?— Se exalta, lo veo en sus ojos. Su expresión me dice que realmente no entiende lo que estoy haciendo.
— Te quedaste ahí mirando sin decir nada —. Pone sus manos sobre mis brazos. Lentamente, vuelve a dejar libres mis senos.
— ¿Te molesta que admire tu cuerpo? — agacho mi cabeza, pero con su mano hace que la vuelva a subir — No te das cuenta, ¿verdad?— se acerca a mi y caigo de espaldas de nuevo.
Sin que me dé tiempo para reaccionar, se monta de nuevo encima de mi y muerde mi labio inferior. La tela de su camiseta toca mi desnudez, siento cómo se me eriza la piel y mi cadera se levanta por si sola, buscando mayor contacto con lo que Clyde tiene oculto bajo el jean.
— Es difícil de creer que nadie te haya pasado la lengua por aquí — lame uno de mis pezones, presionando con su perforación. Mi espalda se arquea, pero Clyde me obliga con su mano en medio de mis senos a bajar de nuevo —... o que no te hayan dejado una pequeña muestra de cariño por acá — coge uno de mis senos y empieza a succionar mi piel justo en dónde termina mi pecho, mientras, con sus dedos juguetea con mi pezón.
¿Cómo es que está tan endurecido?
Mi sexo se contrae cada vez con mayor rapidez. Mi cuerpo demanda más de estas sensaciones que desconocía. La erección de Clyde presionando mi vientre alivia un poco el placentero dolor al que me está sometiendo.
De repente, me pellizca un pezón.
— ¡Ah!— Jadeo.
Clyde acerca su rostro al mío y me observa con ojos que rebosan lujuria.
— Quiero que siempre digas mi nombre, Sam. Hazme ese cumplido— desvía su mirada a mi boca —. Ya tienes los labios hinchados, pequeña —. Me besa y su lengua y la mía se unen una vez más.
Y de nuevo, Clyde pellizca mi pezón.
— Clyde —. Gimo y una parte oscura se revela en mi.
Acerco mi boca a su oreja y emito pequeños quejidos, mientras mis manos recorren su espalda e intento que su erección sube y baje por encima de mi vientre.
Santo cielo, ¿pero qué es lo que estoy haciendo?
— Mierda —. Jadea.
Sus caderas empiezan a seguir mi mandato. Sube y baja. Baja y sube. Abro los ojos para verlo. Pierdo la noción al observar que está mordiendo con fuerza su labio inferior, abre la boca para jadear y sigue así.
Me levanto y muerdo su cuello. Sus quejidos son el cielo en mis oídos. Necesito y quiero enfocarme en él, así sea mi primer intento. Pero que sea ahora.
Con mis manos hago que gire su cabeza a un lado para obtener un mejor territorio y marcarlo con el paso de mi lengua. Detecto cómo su piel empieza a erizarse mientras llego detrás de su oreja. Me atrevo a pasar mi lengua en su oreja, recorriendo cada curva. Noto que sus caderas empiezan a moverse con mayor coordinación, y creo que eso es una buena señal.
Mi teléfono suena.
— ¡Santísima! — Exclamo.
— Oh, tú virgen—. Agrega.
Intento no reírme de sus pésimas bromas. Saco el teléfono de mi bolsillo y leo de quién proviene la llamada. Era de esperarse.
— ¡¿Dónde putas estas Samantha Evans?! — Tanto Clyde como yo nos exaltamos con el grito de Hayley.
Miente con firmeza, Samantha.
— E-estoy tomando aire fresco, ya te lo dije.
— Te diré algo Samantha. Si no llegas en dos minutos a esta habitación, llamaré a tu papá y le diré con quién estás y lo que me supongo que estarás haciendo con él—. Cuelga la llamada.
Sin pensarlo, me pongo mi camisa y salgo como pueda de la camioneta.
— ¡Sam! ¡Espera! — Escucho un portazo y Clyde llega corriendo a mi lado.
— Hayley va a matarme si se da cuenta de que estuve contigo, Clyde.
— ¿Y? Es tu amiga, no tu dueña. Deja de hablar como si le debieras algo —. Eleva su voz.
— ¡Fíjate que si, Clyde! Si no fuera por su mamá, yo no podría soñar con un título universitario. Además es mi amiga.
Clyde se queda en silencio, pero me acompaña en el recorrido a la residencia.
— Así que, ¿su madre es quien financia tu estudio? — Pregunta, demasiado calmado para ser verdad.
Lo observo mientras caminamos y asiento con mi cabeza.
— ¿Qué hace tu padre? — Se acerca más a mi.
— Es policia.
— ¿Debería preocuparme?
— ¿Por qué lo dices? — Me detengo.
— Pues porque estoy saliendo contigo.
Me echo a reír. Es la peor broma que ha salido de su boca. Se queda mirándome sin decir nada. Esta serio. Qué aburrido es. Le doy una palmada en el hombro y sigo caminando mientras me seco las lágrimas que han salido de mis ojos.
— No le veo el chiste —. Dice.
— Si crees que seré tu amiguita con derechos, te equivocas. Así que lo mejor es que paremos esto.
— No —. Se detiene y cruza los brazos.
— ¿Por qué?
— Porque no me involucraste en la decisión.
Masajeo mi frente con los dedos de mi mano. Elevo mi rostro y lo observo. Vaya, si que está disgustado. Es un poco extraño pensar que hace unos minutos estaba completamente dominada por su contacto.
— ¿Desde cuándo te tengo que pedir permiso para tomar una decisión, Clyde?
— Excelente inquietud, niñita, ¿por qué no le haces la misma pregunta a tu amiga Hayley cuando lleguemos a tu habitación?
Qué bien. No. Esto es malo. Tiene razón. Se hace detestar aún más.
Espera, ¿por qué habla en plural? Esto me suena a manada.
— Veo que dejaste tu sostén en alguna parte, menos en donde se supone que debe estar. Se te notan en la camiseta que tienes los pezones justo como te los había dejado hace un rato.
Santo. Cielo. Qué. Torpe. Soy.
Debo cambiar el tema antes de que caiga en mayor vergüenza.
— ¿Qué te hace pensar que quiero que me acompañes a mi habitación? — Pregunto.
Se acerca sin prudencia alguna a mi. Me toma de la cintura y atrae mi cuerpo al suyo. De nuevo siento un cosquilleo. El calor de su cuerpo me reconforta. Me siento rara al sentir que quien me toca no es un desconocido.
— Porque algo en tí me dice que no quieres irte, y es por eso que siempre me pides que me vaya, cuando sabes que no lo haré.
Acaricia mi mejilla con el dorso de su mano. No lo entiendo... ¿qué bicho le picó? O ¿habrá sido una flecha?
Dios, ¿por qué me esta mirando de esta manera tan profunda y diferente? No detecto lujuria o deseo carnal. Hay algo diferente.
— ¿A que te refieres? — Pregunto.
— No eres lo suficientemente fuerte para irte de mi lado, Sam, y yo soy muy débil para mantener la distancia contigo.
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