Capitulo 35: Hagamos un trato
— Por favor, eres mi amigo, ¿verdad?— Junto mis manos, rogando como una vil pecadora por perdón. Aunque no necesito ser perdonada. Necesito información.
Llevo diez minutos en la habitación con Rob, intentando que coopere a mi causa. Aprovecho el tiempo en el que Hayley le ha tocado salir para terminar de cuadrar unos trabajos con sus compañeros.
— Oye, Sam, en serio, no te diré nada —. Hace una mueca y sacude sus hombros en señal de desinterés.
Tengo que lograr mi objetivo.
— Hagamos un trato. Tú me das lo que yo quiero, y a cambio te dejo la habitación dos horas en la noche por dos semanas— me observa, he captado su atención—. Excelente propuesta, ¿no? ¿Cómo negarse? Piensa en todo lo que podrías hacer con Hayley... en dos horas. Un cuarto para ustedes dos para que hagan y deshagan. Todos felices; tú con Hayley yo con los detalles que te pido.
Rob ríe, cruza los brazos y ladea su cabeza.
— No puedo creer que me hayas convencido de vender a un amigo. Bien, Sam. Dime, ¿qué es lo que quieres saber?
¡Si! He ganado. Ahora, improvisaré.
— Rob, ¿quién es Clyde? — Pregunto y abre los ojos.
— ¿Que clase de pregunta es esa? ¿Desconoces al sujeto que hace unas horas tenías encima de ti?— mantengo mi mirada fija en él, pasa la mano por su barba y suspira — Bien, Clyde es un maldito que usa expansiones en sus orejas, tiene sus brazos completamente tatuados, y se ha perforado la lengua. Se cree una prostituta el muy bastardo, ¿feliz?
Pongo mis ojos en blanco.
— Me acabas de decir lo que ya sé, Rob. Eso es muy superficial. Quiero que profundices. Necesito saber más de él.
Claro, si que necesito saber más de Clyde. Su comportamiento conmigo siempre varía, y necesito saber el por qué.
Rob sonríe.
— ¿Te gusta, Sam? — Bufo al escuchar su pregunta.
— Curiosidad.
— La curiosidad mató al gato. Lo sabes, ¿Sam? — Ya he escuchado ese refrán antes.
— ¿Cuántos años tiene?
— Créeme, es muy mayor para ti. Tiene 24.
Y yo 18... pero pronto cumpliré 19. Si mal no estoy, creo que es un delito estar en una relación con alguien que sea mayor de edad.
— Listo, ¿estudia aquí?
— Si. Este es su último año. Quiere ser ginecólogo.
— ¡¿Qué?! — Chillo y Rob se tapa las orejas. No puedo creer que Clyde quiera verle los genitales a todo el mundo. Y no sólo ver, sino palpar... qué repugnante.
— Era una broma, Sam, veo que todo te lo tomas muy personal... estudia medicina.
¿Quién lo diría? Igual que Hayley.
— ¿Dónde vive?
Ríe a carcajadas.
— ¿Vas a cometer un secuestro? — elevo mi ceja y capta mi orden de "deja las bromas para otra ocasión" — Calma. Él vive no muy lejos de aquí, en un penthouse que compró.
— ¿Así que trabaja?
— Claro. Le he dicho que deje de ser tan idiota y empiece a ir a un hospital o algo así. Pero trabaja para las empresas de su padre, y gana lo suficiente para saciar sus ganas. Lo bueno es que no tiene que salir de su habitación o cumplir con un horario.
Más sorpresas...
— Wow... créeme que si tú no me das toda esta información, Clyde jamás me lo hubiera comentado. Es un tanto difícil tratar con él.
— Y contigo pasa lo contrario — ríe —. No necesitas ser sociable para que todos nos demos cuenta de lo que eres o no eres.
¿Qué fue eso?
— Ahora, ese es otro dilema. No entiendo por qué todos ustedes saben cosas que sólo yo conozco de mi misma —. Cruzo una pierna encima de la otra.
— ¿Hayley cuenta? — Pregunta.
— Bueno... ella y yo —. ¿A qué nos lleva esto?
— ¿Segura?
Me exaspera tanto misterio, en vez de soltar la bomba y listo. Pero Rob me ha hecho pensar... niego con mi cabeza.
— No... ella no lo haría, Rob.
— Fue ella la que abrió esa puta boca.
Mi corazón se reprime a tal punto que desearía llorar para aliviar el dolor.
— ¿Qué le hicieron a Eloise? — Pregunto.
— La pregunta correcta es, ¿por qué te hizo eso? Es decir, que putas, ¿no? Es la única persona que conozco que va por el mundo diciendo que su "amiga", Samantha Evans, jamás ha salido con un hombre porque ninguno considera que sea linda, que nunca ha besado, y por lo tanto, sigue siendo virgen. Ethan tiene un poder de influencia increíble.
Mi cabeza da vueltas sin parar. Con razón Clyde supo que le había dado mi primer beso. Con razón Rob le dijo a Clyde hace unas horas que cómo se le ocurría meterse conmigo. Puedo apostar a que Ethan lo sabía cuando sucedió lo de mi grabación acostada en la banca. Sabrá el cielo cuántas personas más conozcan la verdad. Mi verdad.
Pero, aún así, la verdad es que no me arrepiento de haber besado a Clyde.
— Yo le mentí a Clyde sobre el asunto del beso —. Susurro para mi, pero Rob me escucha.
— Si algo quieres de verdad saber de Clyde, es que nunca debes mentir. Ese hijo de puta odia las mentiras.
— ¡Ja! Un mujeriego con integridad. Eso es novedoso.
— Ya te lo he dicho, Sam. Clyde no siempre fue así.
Las lágrimas empiezan a salir sin que pueda hacer algo para detener su curso.
¿Por qué Clyde tiene que ser tan, pero tan misterioso? Quiero saber lo que pasa por su mente. Anhelo averiguar su pasado y descubrir la razón por la cual Clyde es tan... Clyde, así, tan complicado, tan desafiante.
¿Por qué mi corazón se derrite cada vez que se comporta como un caballero? ¿Qué es lo que realmente me hace enojar? ¿Es él, o mi orgullo? ¿Por qué escucho esa odiosa voz que me susurra que Clyde es diferente conmigo?
¿Habrá suplicado con angustia pura por un beso a otra mujer, de la manera que lo hizo conmigo? ¿Su esfuerzo por acercarse a mi es genuino?
¿Qué maldad pudo ocurrir para que Clyde se convirtiera en un hombre del común? En lo profundo de mi ser, desearía que Clyde fuera excepcional; no del montón.
— Mierda, Sam, no es para tanto —. Se sienta a mi lado y rodea mis hombros con su brazo
— Si, lo es para mi, ¿qué hizo que Clyde se convirtiera en lo que hoy es? — Pregunto, sin dejar de llorar.
La puerta se abre y Hayley entra, confundida con la escena que encuentra.
— ¿Y aquí qué está pasando? — Chilla y pone sus manos en sus caderas.
Sé que si se da cuenta de que mis lágrimas son causadas por un hombre, me matará, y a Rob también.
— Adam me llamó a decirme que perdimos una calificación. No lo puedo creer —. Rob tartamudea pero le pego con mi codo y se calla.
— Sam, debes recuperar esa nota —. Hayley se arrodilla en frente de mi y coloca sus manos en mis rodillas.
— Lo sé. Rob, ¿me prestarías tu teléfono para llamar a Adam? Te lo ruego.
Rob saca lentamente su teléfono y me lo da. Trato de esconder una sonrisa, pero Rob me ha pillado.
— No gastes mis minutos, Sam —. Guiña un ojo. Es muy astuto. Creo que yo también.
Retiro a Hayley de enfrente y salgo de la habitación. No me arriesgo a realizar la llamada en pleno pasillo para que cualquier chismosa me escuche.
Camino hasta llegar a una banca en la zona verde. Me siento y doy gracias al cielo de que este teléfono no tenga clave. Busco el contacto que necesito y llamo.
— Rob, ¿qué son estas llamadas por la noche — Contesta y ríe un poco.
Dios mío, su risa es ridículamente atractiva.
— Hola Clyde... — Sólo eso logro decir. Bravo.
Se queda en silencio por un rato.
— ¿Qué quieres, niñita? — Aquí va de nuevo con ese cuento de niñita. Pero en parte tiene razón.
— Ya sé por qué me dices niñita —. Sonrío, creyendo que él está aquí para verme.
— Ajá...
— Es porque tienes 24 años —. Sonrío de nuevo.
— ¿Quién putas te dijo eso? — Pregunta, con frialdad.
— Rob — escucho que bufa —. Pero no te enojes con él, por favor. Fui yo quien lo persuadió.
Se ríe con ironía.
— ¿Así que me estas investigando? Dime, ¿qué tal va eso?
Suspiro.
— No muy bien, de hecho. Creo que recurrí a una fuente de información no muy apropiada.
— ¿Qué quieres decir con eso?
— Quiero decir que, debí buscarte a ti.
He matado mi orgullo por primera vez en mi vida, creo.
No responde. Observo la oscuridad que me rodea, y el brillo en las hojas de los árboles a causa de los postes de iluminación.
— ¿Qué es lo que quieres saber exactamente, Samantha?
— Bueno, la verdad es que, quiero conocerte, ¿si?
— ¿Conocerme? ¿Te refieres a tener una amistad?
— Si, exacto —. Siento vergüenza de la emoción que salió de mi.
— Yo intenté acercarme a ti, pero siempre me echabas como si fuera un maldito perro. Pero ahora me llamas desde el número de Rob, de noche, a decirme esto, ¿pretendes que diga que si, como si no me hubieras mentido a los ojos hoy? — El tono de su voz se eleva.
— ¿Dónde estás ahora mismo?
— E-en mi camioneta, ¿por?
— ¿Te encuentras cerca de mi residencia? — Que diga que si. Que diga que si.
— Si...
— ¡Veámonos! — Chillo con alegría.
— No quiero verte, Samantha.
Mis ánimos descienden a la altura de mis talones. No lo puede decir en serio. He matado mi orgullo en vano.
— Es broma, Samantha. Estoy en el parqueadero, ¿vienes o voy?
La emoción vuelve a mi mente.
— ¡Voy! — Cuelgo la llamada y de inmediato salgo corriendo al parqueadero.
Al llegar, descanso a unos metros. No quiero que se dé cuenta de que vine practicamente volando.
Respiro y me acerco. Está recostado sobre la puerta del conductor, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Me intimida de inmediato con su presencia.
Me recuesto en la camioneta, justo al lado de Clyde, manteniendo la distancia. No me mira, y tampoco me habla. Está enojado conmigo, lo sé. Tengo que reparar esto.
La emoción invade mi cuerpo, Clyde me pone nerviosa.
Sé fuerte, Samantha.
— Es cierto. Lo que sabes de mí, es verdad — suspiro —. Jamás fui esa clase de chica que llamaba la atención de un hombre. Creo que nunca he sido lo suficientemente bonita para que alguien se fijara en mi. Yo jamás había salido con alguien, y el primero fuiste tú — siento que me está observando, yo fijo mi mirada al suelo —. Nadie me había besado antes. Pero, eso ya lo saben todos, al parecer. Mentirte fue inmaduro de mi parte. Aún no sé si lo hice en modo de defensa, porque no quiero que llegue un hombre a usarme, o, por vergüenza a que nunca he hecho algo que parece muy común. Soy la única persona que conozco que dió su primer beso a los 18 años de edad. Soy muy anticuada, quizá, en ese aspecto. Pienso que si daré un beso, tiene que ser porque lo vale. No fue mi intención herirte al mentir, Clyde.
Elevo mi rostro hacia él. Me observa, con la expresión más relajada. Siento que me he quitado una enorme carga de encima al saber que Clyde ha enfocado su atención en mi.
— Si una persona miente, es capaz de hacer cualquier otra cosa, incluso asesinar, Sam — Sam...
— Lo siento, Clyde, ¿podrías perdonarme?
Me observa con un gesto neutral. Luego sonríe.
— No lo vuelvas a hacer, ¿si? — Asiento con mi cabeza rapidamente como una niña pequeña. Sonrío y miro al suelo.
De repente siento que coge mi mano y acerca mi cuerpo al suyo. Suelta mi mano para rodear mis hombros. Con su mano, hace que recueste mi cabeza en su pecho. Toma mi brazo para que rodée su cintura. Y con eso, mi corazón ya se acelera sin control.
Me deja abrazarlo. Su corazón es fuerte. Cada palpitación retumba en mis oídos.
— Cierra los ojos —. Dice.
Obedezco. Siento sus dedos recorrer mi mentón. Eleva mi rostro con uno de sus dedos y no puedo evitarlo, así que, abro mis ojos.
Su nariz roza la mía lentamente. Escucho sus jadeos y su mano se ha trasladado a mi cintura, estrujando mi camisa. Saca su lengua y recorre mi mentón hasta mi labio inferior con su piercing, haciendo que mi interior exija más de sus ocurrencias.
Pierdo la cabeza. Me empino y muerdo su labio inferior, y gime. Santo cielo, ¿qué es esto que siento?
Sin pensarlo, sus manos se meten por debajo de mi camisa y me agarra por la cintura. Un escalofrío recorre mi espalda al sentir cómo su agarre me comunica deseo y necesidad... y quizás algo más.
Lo tomo por detrás de su cuello y me besa con fuerza. Su respiración golpea mi rostro, y su erección se restriega contra mi vientre. Me obliga a abrir la boca y dejar que recorra mi paladar con su piercing, y siento que mi sexo empieza a contraerse. Con mi lengua, juego con la suya, siguiendo sus movimientos, y sintiendo oleadas de calor cuando presiona su perforación contra mi lengua.
— Clyde... — Jadeo.
Pone sus manos por debajo de mi trasero y me levanta. Me sostiene con un brazo mientras abre la puerta de la camioneta.
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