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Capitulo 34: Seguiré tu consejo

Intento retirar a Clyde de encima mío, pero obviamente es más fuerte que yo, y sonríe porque ha logrado su objetivo: quedarse encima de mi.

Trato de concentrarme en el hecho de que Hayley puede verme en estas condiciones, pero mi cuerpo sigue conectado a la ilusión de tener la erección de Clyde presionando mi vientre.

— Te odio, Clyde —. Murmuro y no deja de sonreír.

Espero a que en cualquier momento Hayley empiece a lanzar algún torpedo o saqué una bazuca, en caso de que haya comprado alguna y la tenga escondida debajo de su cama.

— ¡Padre de la mierda! ¿Pero qué es esto?

Una parte de mi puede descansar en paz. No es Hayley.

— ¡¿Rob?! ¿Qué haces aqui? — Logro retirar a Clyde y me levanto de la cama.

— Bueno, Hayhay me dijo que podíamos pasar un rato a solas aquí, pero creo que nos cogiste ventaja, Sam — sonríe con picardía y luego observa a Clyde —. Eres un hijo de puta, ¿no te cansas de insistir no?

¿Hayhay? Ni siquiera yo le tengo un apodo a Hayley, como para que venga su compañero de cama... y amigo mío, a ponerle uno.

— Eso no es asunto tuyo, imbécil — responde y se para a mi lado, molesto por la situación —. Te sugiero que busques otro lugar.

Rob se ríe.

— ¿Qué pasa, hermano? ¿De tanto pagar motel, te has quedado sin billetera?

¿Qué? ¿Acaso era eso lo que pretendía? ¿Quería tener sexo conmigo en mi habitación, para no pagar un motel?

— ¿Motel? — Pregunto con un nudo en el estómago.

— Si, Sam. Hasta lo conocen y todo. Siempre la lleva al mismo lugar, "Seno de Venus". Es uno de los mejores clientes.

— Rob, cállate ahora mismo —. Clyde se acerca a él y lo amenaza.

— Sam — me observa Rob —, te lo haré saber desde ahora, tú eres la siguiente en ir, pero no la última. Pero si serás la primer virgen. Qué bastardo eres Clyde, ¿abusar de un ángel, tan pura y sin mancha? Si que eres un maldito hijo de puta.

De manera violenta, mi corazón se acelera y mi mente maquina las infinitas veces en las que Clyde le ha hecho lo que me acaba de hacer a mi con otras mujeres.

No puedo creer que haya sido tan estúpida de haberle dado mi primer beso a conciencia a este desgraciado que estuvo encima de mi.

Soy una tonta al pensar que un hombre tan mujeriego como él, puede serle fiel y leal a una sola mujer

Mis ojos se llenan de lágrimas y el rostro de Rob deja ver que se ha preocupado por mi. Clyde lo observa y gira para verme.

— No, Sam, no le prestes atención. Él sólo está molestando.

Acerca sus manos a mi rostro, pero doy un paso hacia atrás, busco una chaqueta y guardo mi teléfono en un bolsillo de mi jean.

— ¿Sabes, Clyde? No dudo en que eso sea cierto —. Agacho mi cabeza para que ninguno de los dos me vea llorar y salgo de la habitación.

Me regaño a mi misma por llorar, todo por culpa de Clyde. Llorar por un hombre que sólo busca herirme.

Al llegar al primer piso, me encuentro cara a cara con Hayley.

¿Qué pueden estar haciendo Hayley y Layla juntas? Sin permiso de ellas, me acerco para saber que es lo que está ocurriendo.

— Tiempo sin verte, Samuel —. Layla me saluda con notable sarcasmo.

— Come mierda, Layla — respondo sin pensar y ambas abren los ojos — ¿Qué es lo que sucede aquí?

— ¿Estabas llorando, Sam? — Pregunta Hayley, preocupada.

Mi ira se enciende cuando no responden mi pregunta de inmediato.

— Hice una jodida pregunta, respondan.

Hayley y Layla ahora abren la boca. Es muy raro que Layla no esté en el plan de hacerme la vida una total miseria.

Si, soy mala. Un poco.

— Es Eloise, Sam —. Por fin Hayley habla.

¿Qué?

— Ya te dije — interviene Layla —. La última vez que ella durmió en la habitación conmigo, fue una noche antes de que llegara Samu... Samantha a hacer que Alana vomitara en frente de todos. No éramos amigas, si es que no lo recuerdan. No me importa dónde esté.

La noticia me cae como un balde de agua fría. Eloise no es así, ¿dónde estará?

Por donde vive Alana...

— Ethan — digo y ambas se centran en mi—. Él debe saber dónde está ella.

— Qué tontas — se burla Layla —. Si ella se fue y nos les dijo nada, es porque le importa un pedazo de mierda ustedes. Sigan sus putas vidas, y ya.

Layla pasa por en medio de Hayley y yo, y desaparece por las escaleras.

— ¿Qué hacemos ahora, Sam?

— No lo sé, Hayley. Ahora mismo no podemos hacer nada. Está un poco tarde para salir a buscarla, ¿cómo te diste cuenta?

— Sam, era como lógico, ¿no? Yo, por lo menos, hace mucho que no la volví a ver.

Alana...

— Alana —. Susurro.

— ¿Qué pasa con ella? — Cruza los brazos.

— Hoy fui con a Adam a dar un paseo — si, claro —. Nos perdimos y llegamos a un barrio de lo más bajo posible. Alana vive ahí. Y en una esquina creí ver a Eloise.

— ¡No! ¿Anda de prostituta?

— Es muy pronto para deducir eso. Mañana después de almuerzo. Dile a Rob que nos lleve a ese lugar, todavía recuerdo la esquina.

— Listo. Hablando de Rob, ¿no apareció en nuestra habitación? ¿Y tú para dónde vas?

Me quedo pensando por unos segundos.

— Si, allá está Rob. Necesito un tiempo a solas.

Aprieto su hombro y salgo a caminar.

***

— ¡Sam!

Después de media hora de andar vagando en la noche. Alguien me saluda con entusiasmo.

— ¡Jeremy! — Camino hacia él y me abraza.

No recuerdo la última vez que vi su rubio y ordenado cabello. Nada comparado con el de Clyde.

Qué horror. Ahora todo lo relaciono con Clyde. Ya para, Samantha.

— Sam, no sabes cuanto lamento lo que pasó esa noche —. Evita mirarme a los ojos.

— Oye, no te preocupes. Eso es cosa del pasado.

Suspira.

— Ojalá así fuera... ¿Qué tal tu vida?

— Bien, preparándome mentalmente para la primera semana de exámenes, ¿y tú?

Pone sus manos en sus caderas y se apoya en una pierna.

—  Diría lo mismo que tú. Sam, debo irme. Tengo un compromiso con alguien.

Me abraza y sale corriendo... ¿qué fue eso? ¿Quién será ese alguien?

Debería de dejar de preocuparme por las cosas ajenas y enfocarme en mi estudio. Debería leer unos cuantos textos que tengo pendientes para la otra semana; pero en cambio, camino una vez más en la noche.

Me detengo en el parqueadero y observo... nada. Está muy tarde para estar afuera.

Mi padre me despidió aquí ese sábado que llegamos por primera vez a la universidad. Es extraño sentir que puedo verlo ahora mismo, sonriendo como acostumbra. No sé cómo imaginar a mi padre, sonriendo a causa de otra mujer que no sea yo.

A veces, quisiera que mi viejo no estuviera solo. Zac no es una muy buena compañía que digamos.

¿Qué se sentirá compartir a mi padre con otra mujer? Una pequeña parte de mi, permanece oculta, susurrando que algún día mi madre volverá. Si es que sigue con vida.

¿Me parezco a ella? ¿Tendré su carácter, o el de mi padre? Sólo sé una cosa, y es que debe tener los ojos iguales a los míos, porque mi viejo tiene los ojos de color café.

Me imagino la cantidad de trenzas y hermosos peinados que quizá ella me pudo haber hecho. Mi padre difícilmente podía sostener mi cabello con un elástico. De pronto, ella pudo enseñarme a caminar con tacones, en vez de Hayley y su madre, Nydia. Quizá mi madre no hubiera permitido que me cortara tanto el cabello, y pareciera más como una niña. Me hubiera ahorrado ese apodo con el que Layla me bautizó.

Si mi madre se hubiera quedado, sé que ella jamás se habría molestado conmigo las veces que hubiera pedido que alguien jugara conmigo y las Barbies. Zac siempre me sacaba de su habitación, o me ponía la condición de jugar con Buzz Lightyear o algún Max Steel.

Sin desearlo, ruedan lágrimas por mis mejillas. No me importa que corran por mi cuello. 

De repente, siento que alguien se acerca a mi por detrás. No necesito dar la vuelta para saber quién es.

— Quiero que sepas, Clyde, que no me acostaré contigo.

— Sam, Rob sólo buscaba joderme el rato. No le prestes atención, por favor.

Cruzo los brazos y doy la vuelta.

— Sé que lo que Rob dice es verdad, Clyde. No soy tonta.

Suspira y mete las manos en sus bolsillos.

— Eso lo sé, Sam. No te voy a negar de que alguna vez fui así—. En parte me alegra, pero por otra, sigue enfadándome.

— ¡Bien por ti! Te felicito, Clyde, ¿ahora qué quieres? ¿Una reverencia, o que te bese los pies? — Digo con sarcasmo.

— No. Quiero que dejes de huir. No sé qué habrás aprendido en tu vida, pero de los problemas no se huyen, se enfrentan y se resuelven — bufo, porque tiene la mayor de las razones —. Hagamos algo.

Me toma de la mano y me lleva por el pasto. Se sienta con las piernas cruzadas y me pide que haga lo mismo. Obedezco, y se queda mirándome a los ojos.

— ¿Vamos a dejar que se nos suban las hormigas? — Pregunto.

Me toma de las manos y cruza sus dedos con los míos, haciendo que pierda toda mi concentración en no dejar que abuse de mi bondad. Pero me transmite una energía que aún estoy en proceso de descubrimiento. 

— ¿Qué es lo que más detestas de mi?

Su pregunta me deja en estado de shock por unos segundos. Luego, la respuesta viene sola.

— Eres grosero conmigo. Crees que soy una copia de Alana, pero no es así. Me dejaste sola esa noche que me quedé dormida en la banca, y que luego llegó Ethan a tocarme. No tienes límites. Crees que puedes venir a tocarme las veces que deseas, pero este cuerpo es mío, y no tuyo. Además, no sabes muchas cosas. Odio no saber

Su rostro refleja tranquilidad. Creo que este hombre está dopado, o algo así.

— ¿Algo más? — Insiste.

— Si. Eres mujeriego. Te gusta beber y siempre dices groserías —. Se ríe, sin dejar de mirarme.  

— Bien. Ante tus acusaciones diré lo siguiente. Primero, si, soy un maldito bastardo cuando se trata de ti. No te pido que te acostumbres, yo no soy una mala persona, pero me gusta aparentarlo. Si fueras una copia de Alana, no estaría cogiendo tus manos ahora mismo. Ya te lo dije, son cosas de hombres. Con respecto a esa noche, no me veas como tu enemigo. Quería ir al baño, ¿si? y cuando volví, tú ya no estabas. Me quedé toda la noche ahí a tu lado.

Mi ego vuelve a aplastarse contra el suelo. Cada vez que menciona una palabra, agacho más la cabeza de la vergüenza que siento.

— Ahora, tienes que entender que eres demasiado cerrada. La verdad me sorprende que no me hayas cortado las manos por tocar las tuyas. No sé de qué otra forma puedo llamar la atención de alguien.

— No necesitas tocarme para eso, Clyde.

— No lo sabía, Sam. No quiero hacerte sentir incómoda. Crees que no, pero sé que me diste tu primer beso—. Sonríe orgulloso.

Abro los ojos e intento no irme de espaldas contra el pasto. Santo cielo, ¿de dónde sacó ese dato?

— Eso es mentira. Yo ya he besado —. Miento e intento mantener el contacto visual lo más seguido posible.

Clyde hace una mueca de desaprobación. Abro los ojos al sentir que suelta mis manos y se levanta. Camina y se aleja más de mi, ¿qué fue lo que pasó? Me levanto y lo sigo.

— ¡Clyde! —lo llamo pero no se detiene, tampoco gira para verme. Me paro justo en frente de él y me evade — Clyde, ¿qué te sucede? ¿Por qué te paraste sin decir nada?

Clyde se detiene, ríe y luego frunce el ceño cuando observa fijamente.

— Si eres de las personas que se agradan en mentir mirando a los ojos, entonces seguiré tu consejo de dejarte en paz y no buscarte más.

Me da la espalda y sigue su camino.

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