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Capitulo 30: ¿Podrías salvarme, Sam?

El callejón se ilumina en el momento que el tipo baja el cierre de mi short, ¿acaso es una intervención divina y celestial? Una camioneta entra a toda velocidad por el callejón y se detiene a unos metros de nosotros.

Esperen, esa es la camioneta que estuvo a punto de atropellarme. Identifico a un hombre con una camiseta negra que se baja del vehículo y cierra la puerta sin miseria.

Clyde...

Se abalanza sobre el sujeto que estaba justo detrás de mi. Aprovecho que el hombre que me tiene atrapada se distrae y le doy con mi rodilla en su parte íntima. Creo que la tiene muy pequeña, porque casi que sigue derecho mi rodilla. Veo una botella en el suelo, la tomo y le golpea al hombre en la cabeza, haciendo estallar pedazos de vidrio encima de él. Hoy no soy yo. Esta no soy yo. Mi ira se adueña de mi y con la botella llena de filos, se la paso por el cuello y oreja. Chilla como una nena. Es ahora que me doy cuenta de que era un tipo afeminado, cuando veo su cuerpo desaparecer entre el callejón, mientras corre despavorido.

Volteo a ver a Clyde, quien está encima del sujeto que por poco me baja el short. Sin misericordia, coge la cabeza de aquel tipo y la estalla contra el suelo, hasta dejarlo inconsciente.

— Clyde...

Me acerco a él. Tiembla como un niño que le teme a la oscuridad. Sus manos están machadas de sangre. Se levanta y detallo sus nudillos lastimados. Su nariz derrama sangre y tiene el labio herido. Me preocupo al ver que tambalea.

— Clyde, ¿estas bien? — Me observa. Su rostro refleja dolor, pero me da una pequeña sonrisa.

— Lo que importa es que tú estés bien, Sam.

Sus palabras rompes la barrera que he intentado construir para mantenerlo alejado de mi. Vuelvo a llorar.

— Clyde, lo siento. Perdóname —. Sollozo, y mi pecho empieza a doler.

— No es tu culpa. Por favor, no llores —. Dice con esfuerzo.

— Me salvaste, Clyde.

Sonríe un poco. Abre la boca, y tartamudeo. Entre cierra sus ojos y tambalea mientras camina hacia mi.

— ¿Podrías salvarme, Sam?

— ¡Clyde! — Grito en el instante que él cae al suelo con su mano en su abdomen bajo. No había visto que la sangre en sus manos, era de él mismo.

***

No. No quise que esto pasara, ¿quién querría que algo así sucediera?

No he parado de llorar desde que arrastré el cuerpo de Clyde e intenté conforme pudiera, subir su cuerpo y llevarlo de inmediato al hospital. En el camino, me pasé la mayoría de semáforos en rojo. Vi las luces de la policía, pero no podía detenerme, porque cada vez que tocaba las manos de Clyde, más frías se volvían. Entendieron cuando me vieron en un mar de llanto, gritando como una loca para que alguien lo atendiera. Gracias al cielo, los médicos no se hicieron esperar.

La policía no espero. Les dí mi declaración de los hechos. Me dijeron que habían atrapado a uno de ellos, pero no pregunté, porque no quería recordar ese mal rato que me hicieron pasar. Pero luego los escuché diciendo que tenían bajo su custodia al hombre que había dicho que yo le había golpeado y cortado con la botella. Lo cual me hace pensar que el sujeto del tatuaje del símbolo nazi en la cien, quedó merodeando en las calles. Aún me cuesta creerlo. No tengo ni la menor idea de dónde esté ese sujeto.

Lo único que he escuchado hasta ahora desde que me acosté en estas incómodas sillas, es que ha perdido muchísima sangre, que sufrió una hemorragia interna. Escuchar tantos términos médicos me da náuseas. Es la 01:03 a.m. Sigo aquí sentada a que me den permiso de entrar a verlo. Las enfermeras me han dicho que sigue bastante delicado.

— ¿Señorita Evans?

Me sobresalto y veo a una enfermera, creo, es quien acaba de decir mi apellido. Sus ojos verdes tratan de tranquilizarme. Su cabello es rojo como el de la sirenita, pero hasta por encima de sus hombros. Seco mi cara con mis manos y la observo de nuevo.

— Sígame, por favor, lo llevaré al cuarto de su novio.

Me causa gracia que piense que Clyde es mi novio, pero no le refuto lo que acaba de decir.

— ¿Está estable, doctora? — Pregunto mientras me acerco a su lado.

— De hecho, señorita Evans. El señor Payne no lo estuvo.

¿Payne? Clyde Payne... así que ese es su apellido.

— ¿A qué se refiere exactamente? — Ambas nos detenemos en medio del largo pasillo.

— Señorita, le pido prudencia con lo que le voy a decir— asiento con mi cabeza, esperando a que hable rápido —. Perdimos al señor Clyde por unos minutos. No tenía pulso. Tuvimos que reanimarlo. Por fortuna, respondió.

— No — tapo mi cara con mis manos y de nuevo me encuentro llorando —, ¿pero está vivo? ¿Estará mejor?— La doctora sonríe y me acaricia el hombro.

— Es un milagro, señorita. Aún no ha despertado. Le pido que no lo haga hablar mucho, ya tendrán tiempo para eso. Sus cosas personales se encuentran encima de la mesa dentro del cuarto—. Señala una puerta que se encuentra justo detrás de mi.

— Gracias, doctora.

— Llámame si despierta —. Sonríe antes de dar la vuelta y desaparecer por el pasillo. Qué agradable es un doctor que te eleva los ánimos.

Abro la puerta lentamente, no quiero despertarlo a la fuerza. Camino lento por la habitación para sentarme en una silla que está justo al lado de su camilla. Me impacta ver las agujas en las venas de su mano. Me recuerda a la vez que lo vi intentando inyectarse en la casa de Ethan. Tantos cables en su pecho. La sábana cubre la parte que le apuñalaron. No logro hacer memoria de la última vez que vi su pecho desnudo. Aún me llama la atención conocer el motivo por el cual no hay tinta sobre toda esa parte de su cuerpo, a excepción de sus brazos.

Santo cielo, qué pálido está. Apoyo mis codos en la camilla y estudio su físico. Es un desgraciado. Hasta en una camilla es de lo más hermoso que yo haya podido ver. Me fascinan sus largas pestañas, sus cejas, incluso su rostro cuando no esta enojado o haciendo que mi vida sea miserable.

Verlo aquí, me hace sentir que nuestro paseo de esta mañana fue hace siglos. Es extraño. Me preocupo al ver que de vez en cuando frunce el ceño. Me quedo observando cada detalle de su tatuaje de plumas que cubre todo su brazo derecho. Eso tuvo que ser un trabajo duro, además, me imagino que dolió bastante. Con mucha delicadeza, recorro la piel de sus brazos de arriba hacia abajo con la yema de mis dedos. Luego doy pequeños toques, creyendo que toco el piano de la canción de Coldplay, Clocks.

Doy un pequeño brinco en la silla al sentir mi teléfono vibrar.

— ¿Papá?

— ¡Sammy! ¿Estás bien? El departamento de policía me llamó a avisarme que te había pasado algo, ¿te hicieron daño?— De inmediato empiezo a llorar.

— Papá, si, estoy bien. Esos hombres no pudieron hacerme nada. Ahora mismo estoy en el hospital.

— ¡¿Qué?! ¿Qué haces allá, Sam? — Agacho mi cabeza y trato de no perder el control sobre mi respiración.

— Papá, lo hirieron. Estuvo unos minutos sin vida y tuvieron que reanimarlo...

— Tranquila, Sam, ¿a quién hirieron?

— A Clyde —. Lo digo como si mi padre supiera su nombre.

— No sé quien es, Sammy.

— Es el chico con quien salí hoy. De el que te hablé mientras íbamos al auto, ¿recuerdas? Esos tipos no me hicieron nada gracias a él. Clyde llegó a defenderme, y por estar peleando con uno de ellos, lo hirieron con una navaja... — Me detengo a seguir llorando. No puedo continuar.

— Dios mío, ¿estás ahora mismo con él?

— Si, papá... Fui tan dura con él, papá. Yo, yo no entiendo por qué lo detesto a veces. No comprendo por qué se arriesgó por mi. Deberás pensar que tú hija se ha convertido en una bipolar, que primero habla cosas negativas de él, y ahora, heme aquí de madrugada en un hospital esperando a que despierte.

— Tranquila, Sammy. No llegues a pensar de que esto es tu culpa. Quédate ahí con él. Necesita la compañía de alguien más que nunca. Si necesitas que vaya a verte, si quieres hablar conmigo, sólo dilo Sam. Dile a tu amigo que iré en cuanto pueda a verlo.

— Gracias, papá. Te amo.

— Te amo, cariño. Cuídate, por favor.

— Si, papá. Tu igual —. Cuelgo la llamada y elevo el rostro.

El pánico y la alegría me colman el alma cuando veo que Clyde tiene sus ojos abiertos y me observa.

— Clyde — pongo el dorso de mi mano en su frente para medir su temperatura, aunque es realmente tonto de mi parte —, ¿te desperté?

Pasa su lengua por sus labios para humedecerlos. Dejo caer mis brazos sobre la camilla.

— ¿Por qué lloras?— Pregunta.

— No estoy llorando.

Sonríe y me mira con ternura. Alza su mano y acaricia el dorso de la mía.

— Mentir no es lo tuyo, niñita.

Me da gracia que aún siga siendo detestable en sus condiciones. Pero mi corazón se niega a endurecerse contra él.

— Casi mueres por mi culpa, Clyde.

Frunce el ceño y con su mano, seca las lágrimas que acaban de salir por mis ojos.

— Y tú casi mueres por culpa mía, ¿recuerdas? — Dice con su voz gruesa y llena de calma.

— Después de lo de ayer, no merecía que lo hicieras.

— No digas eso. No podría vivir con el pensamiento de que pude haber hecho algo para ayudarte, y no hacerlo.

Muerdo mis labios, intentando que de esa manera ya deje de llorar.

— Te ves linda, Sam.

Río del comentario absurdo que salió de sus labios.

— ¿Así que te parezco linda cuando lloro y se me hinchan los ojos, la cara se me pone toda roja y no puedo respirar por mi nariz? Qué considerado eres.

— No, no lo dije por eso.

— ¿Entonces? — Pregunto y el suspira.

— Te ves linda, no porque estés llorando, sino, porque abriste tu corazón a mi.

Siento maripositas en el estómago

— ¿Significa algo?

— Bueno — sonríe —, en realidad, significa mucho.

No logro controlar los nervios que me producen las palabras de Clyde. Le doy una sonrisa y él sólo tiene ojos para mirar los míos. Me levanto de la silla, abro la puerta y busco a la doctora.

***

Hello!!!!! ¿Cómo van? Estoy que me quedo dormida. Ha ha.

Aqui les dejo un capítulo un poco corto para que puedan dormir en paz. Ahora si puej hasta el sábado.

¿Será que por fin esta gente se la puede llevar bien? Me tienen como harta :3

Feliz noche a todos!!!!!! No se acuesten tan tarde que eso es perjudicial para la salud.

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