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Capitulo 28: Alguien te espera

Pierdo la potestad sobre mi cuerpo cada vez que Clyde muerde y estira levemente la piel de mi cuello. Una inmensa ola de calor invade mi cuerpo cuando hala de mi cabello y con su mano me aprisiona. No me da la alternativa de escapar. Lo más extraño es que no quiero irme.

En este momento he olvidado quién soy. Esto es algo totalmente nuevo para mi. La combinación de ira y deseo han provocado esta situación.

Clyde me coge de las caderas y me levanta. Sin pensarlo, rodeo su cintura con mis piernas y él me acerca a la camioneta un poco. Me observa, sorprendido de lo que acabo de hacer. Yo también lo estoy.

Separa sus labios y vuelve a colmar mi cuello de besos. Baja un poco más la cabeza y mueve la tela de mi camiseta para morder mi hombro. Acabo de entrar en razón.

— Clyde... espera —. Susurro mientras recobro la cordura.

Trato de separar su cuerpo del mío, pero está increíblemente aferrado. Es como si su vida dependiera de succionar mi piel.

— Clyde, esto no está bien —. Digo con convicción. 

Suelta mi cabello para cogerme de la barbilla.

— Si, esto es normal. Déjate llevar.

Pero, esto no es lo quiero. Por lo menos, no de esta forma.

Acerca sus labios a los míos, pero no le doy lo que quiere. Giro mi cabeza y suelto mis piernas para tocar el piso. Hasta yo me sorprendo de poder empujarlo lejos de mi.

Tengo un plan. Sólo espero que pueda resultar.

Clyde abre sus ojos y se queda por un momento paralizado. Me acerco a él y meto la mano en el bolsillo delantero de su jean para sacar lo que necesito.

— ¿Qué haces? — Pregunta confundido.

Le doy la espalda y entro por la puerta del copiloto, aseguro la puerta y me acomodo en la silla del piloto. Clyde aparece e intenta abrir la puerta, le da un golpe con su puño al vidrio. Se ha vuelto a enfadar conmigo.

— ¡¿Qué crees que vas a hacer?!  — Lo escucho gritar.

Enciendo la camioneta, miro a Clyde y le elevo mi dedo medio. Arranco lo más veloz que puedo y logro ver en el retrovisor que Clyde se ha subido a la batea del vehículo. Viviendo la definición misma de caos, o diversión. Mientras él se sigue mojando allá atrás, yo enciendo la calefacción.

Voy por el pueblo cambiando las estaciones de la emisora, porque no encuentro nada bueno. Necesito escuchar música para que esa fastidiosa voz de Clyde gritando que me detenga se pueda diluir.

Al llegar a Stanford, me veo obligada a parar la camioneta en algún lugar, porque no puedo seguir con una persona en la parte trasera, así que, lo hago rápido. Freno en seco y salgo corriendo por la calle en medio de los demás vehículos. Gracias al cielo el semáforo está en rojo.

Para mi fortuna, encuentro un local donde puedo realizar una llamada. Ya he venido aquí con Adam. Me asombro al ver que el lugar está lleno de personas usando computadoras, haciendo llamadas, o imprimiendo cualquier papel. Esto no debería de ser normal un domingo. Al parecer el hombre que está a cargo, puede visualizar en mi apariencia la necesidad que tengo de comunicarme con alguien.

— Disculpe, señor, necesito su ayuda. Yo... no tengo a nadie por aquí. No tengo dinero o un teléfono. Si usted me permite, ¿puedo llamar a un amigo? Por favor, yo se lo pago con intereses. No soy una fugitiva o algo así.

El caballero expresa misericordia en su rostro y me pasa un teléfono. Sonrío en modo de agradecimiento y marco el número de Adam.

— ¿Aló? — Contesta.

— ¡Adam! Por favor, necesito que vengas por mi. Me encuentro en Stanford.

—  ¡Sam! Demonios, ¿por qué me llamas de un número desconocido? — Su tono de preocupación me incita a llorar.

— Adam, sólo ven por mi. Nos encontramos donde siempre hacemos las copias, ¿si? Trae dinero para que pueda pagar esta llamada — Intento contener las lágrimas para que no sigan corriendo por mi cara, pero me siento ahogada.

— Sam, amiga, no llores, por favor. Salgo volando por ti y almorzamos juntos.

— Gracias —. Cuelgo y rompo en llanto.

Me siento usada, ¿cómo pude dejar que mis hormonas tomaran las riendas sobre mi? He permitido que Clyde me tocara y me tocara. Soy una sucia, me he vuelto una impura, no valgo un centavo.

Siento que alguien pone su mano sobre mi hombro y me sobresalto cuando veo al caballero con un pañuelo. Su acto de amabilidad me hace llorar aún más.

Todos en este local me están mirando. Odio sentirme vulnerable, pero, a decir verdad, esto es mi culpa.

Escucho que la puerta se abre y me niego a elevar el rostro para saber quién es.

— Samantha, ¿por qué huyes de esa manera? — La voz de Clyde sólo hace que me duela el pecho.

— No quiero que estés aquí—. Sollozo.

Da un paso hacia mi, pero yo retrocedo.

  — ¿Por qué lloras? ¿Qué te hice? — se acerca a mi— Creí que te estaba gustando lo que estábamos haciendo —. Murmura.

— Cierra la boca, maldita sea, Clyde. Todo esto es mi culpa, no debí permitirte eso.

— ¿Qué, tocarte? Las personas siempre lo hacen, no entiendo cual es tu conflicto.

— Quiero que te vayas, ahora —. Le ordeno, aunque sé que no me hará caso.

Lo miro de reojo y detecto de inmediato su impotencia al no poder solucionar el problema en el que ambos estamos metidos. Al menos yo lo estoy.

— ¿Es por tu novio? — Pregunta.

Me asombra que se acuerde de eso. Abro mis ojos y elevo mi rostro para poder observarlo mejor.

— ¿Qué novio? — Se escapan las palabras de mi boca sin dar pie a mi cerebro a pensar.

Qué bien. He estropeado todo. Me enoja que Clyde se ría

— Esto no lo esperaba, ¿te olvidaste por completo de él? — Se burla de mi.

— Sólo vete, hablo en serio.

— Samantha, no digas eso —. Avanza hacia mi.

— ¡Ya! — grito y el lugar queda en silencio — ¡Déjame! ¡No quiero que vuelvas a acercarte a mi! ¡Créeme cuando te digo que no soy lo que necesitas!

— ¡¿Por qué lo dices?! — Cierra sus puños y las venas de su frente empiezan a marcarse.

— ¡Tú sólo buscas que me acueste contigo! — se queda pasmado — Si lo único que quieres es complacerte, busca una prostituta; te recomiendo recurrir a Alana. Sé que ella no te cobrará nada. Compra una revista porno, entonces. Pero deja de insistir en hacer algo conmigo que yo no deseo.

Escucho la motocicleta de Adam y dirijo mi mirada a la calle. Gracias a Dios que haya llegado, y que Clyde se quede callado de una vez por todas.

— Sam, vámonos —. Dice Adam mientras saca dinero de su bolsillo. Le indico que se la dé al caballero que siempre atiende el lugar. Pero se rehusa a recibir el billete.

— ¿Es él? — Me pregunta Clyde en voz baja.

Decido no responder y seguir a Adam a la salida.

— Samantha...

Clyde me llama a mis espaldas, pero lo único que sale de mi son lágrimas.

Adam sube a la motocicleta y la enciende. Me acerco pero Clyde me coge del brazo.

— ¿Es tu novia? — Le pregunta a Adam.

Adam abre los ojos y la boca. Confundido por la pregunta, empieza a tartamudear.

— ¿Desde cuándo, Sam? — me mira atónito y mi mundo se detiene, aprieto mis labios — Pensé que sólo éramos — lo amenazo con mi mirada —... oh. Si, señor. Eh, si, somos novios.

Esto no puede estar pasando.

— ¿No te importa que haya estado conmigo durante toda la mañana? — Intimida a Adam.

— ¡Wow! ¿Y qué hicieron? Te tengo pillada, Sam — Pregunta emocionado a Clyde. Sin que ninguno se dé cuenta, piso el zapato de Adam para que entre — ¡Auch! Perdón, eh, vaya, mal comportamiento, Sam. Perro malo. No, eh, niña mala. No se preocupe señor Clyde. Arreglaré todo este mierdero. Sam y yo planeamos tener seis hijos. Y cuando yo muera, adoptará gatos y tejerá ropa para ellos — se queda mirando a la nada y recapacita —. Oh, esperen, eso está mal.

— Ya vamos, cariño —. Le digo.

Me subo a la motocicleta y pellizco el brazo. Clyde frunce el ceño y cruza sus brazos.

— ¿Por qué no tienes zapatos puestos? — Adam le pregunta a Clyde, quien se ríe y me observa fijamente.

— Tu novia me quito los zapatos —. Sonríe. Desgraciado. Se siente muy orgulloso de ello.

— ¡Sam! Un fetiche oculto, ¿eh? — Se ríe Adam.

— ¿Quién lo diría, no? No tuvimos tiempo para el resto de ropa.

Clyde me provoca, pero no en un sentido tentador de lanzarme a sus brazos, lo cual jamás pasaría. Lo hace para enfadarme.

— Eso hubiera sido salvaje, ¿no? — Estas intervenciones de Adam me van a matar.

— Salvaje es lo que haremos esta noche, cariño — acaricio la pierna de Adam mientras miro de reojo a Clyde —. Vamos. Ya.

— Fue un placer conocerte —. Adam se despide de Clyde de la mano.

— ¡Ya! — Grito.

Adam obedece y acelera la motocicleta, dejando atrás a Clyde.

***

— De una cosa estoy segura, Sam. Ese sujeto es un grandísimo hijo de la grandísima puta de la vida.

Hayley ha estado sermoneando desde que llegué a la habitación hecha un desastre, con mis ojos rojos e hinchados.

Le conté todo, excepto la parte de adultos. No sé cómo reaccionaría si se diera cuenta de lo que Clyde me hizo, lo que yo le permití. Su concepto de mi cambiaría por completo. La verdad es que creo que lo que sucedió entre Clyde y yo, sobra decirlo. Supongo que hay detalles en nuestra vida que es mejor callarlas. Nadie tiene porqué enterarse de ello.

Tampoco mencioné acerca de las veces en las que pude sacarle de vez en cuando unas sonrisas, incluso cuando sólo le causaba gracia alguna de mis torpezas.

No pude contarle a Hayley los momentos que parecen normales o cotidianos, mucho menos de decirle lo que hablé con Clyde cuando ambos estábamos sentados en la batea de la camioneta.

Creo que omití todo, pero supongo que eso es lo mejor.

Antes de eso, Adam me llevó a almorzar a un restaurante mexicano en Stanford. Le conté la misma historia, sin detalles de lo que sucedió cuando la lluvia cayó.

Ahora mismo, me encuentro bañada y acostada en mi cama. Miro hacia el techo como si hubiera experimentado la peor situación jamas vivida en la historia de la humanidad. Sé que a veces exagero, pero así lo veo yo.

— Qué mierda tan asquerosa —. Dice Hayley al entrar a la habitación.

— ¿Qué? — Pregunto.

— Pues tú.

— ¿Qué? — Vuelvo a preguntar y me siento en la cama.

— Estas toda depresiva desde que llegaste. La vida es puta, Sam. Debes aprender a no dejarte derrotar por esas idioteces—. Me regaña mientras escoge algo de ropa. Supongo que saldrá a alguna parte.

— ¿Quién dice que estoy emo? Estoy bien Hayley, siempre he sido así. Tú me conoces, ya deberías de saber mis comportamientos.

De espaldas, Hayley se detiene, con la blusa justo por debajo de sus hombros y voltea a verme con rostro de lástima, creo. Mis ojos se pervierten al ver sus grandes pechos. Gracias al cielo que tiene sostén.

— Santo cielo, Hayley. No me muestres eso.

— Deja la pendejada, Sam. Tú también tienes lo tuyo, niñita.

De inmediato, al escuchar la última palabra que ha dicho, mi sangre empieza a sulfurarse. Pero quizá Hayley lo haya mencionado sin intención de enfadarme. Mejor me calmo.

Hayley se hace una trenza de tres cabos y la deja caer por su espalda. Toma su dinero y la mete en su cartera, al igual que... ¿mi teléfono?

— Eh, Hayley, disculpa... mi teléfono...

Me levanto de la cama y la empiezo a seguir por la habitación hasta la puerta.

— Sam, se me había olvidado decirte que hoy será noche de chicas... con tu amigo, Adam, claro.

— No iré. Son las 6:00 p.m. y mañana tenemos que madrugar. 

Hayley corre a buscar mis converse negras, las coge y se dirige hacia mi.

— Vamos, Sam. Alguien te espera en Stanford—. Me toma de la mano y me lleva con fuerza por el pasillo, sin darme tiempo para asegurarme de que la puerta haya quedado bien cerrada.

***

Hola! Como van? Cuenten que harán hoy viernes 5 de agosto? Yo nada... veré una película y comeré para luego sentirme gorda.

COSAS MUY BUENAS Y MUY MALAS VENDRÁN PARA SAM, ¿QUÉ PODRÍA SER? Lo siento pero me gusta la tragedia y las lágrimas... 

Recuerden que ando en Instagram subiendo cualquier cosa que tenga en mi cel. Sigámonos @irrawaddysite ! Tengo una propuesta para ustedes... Publicaré un libro para ustedes, para enseñar temas cinematográficos. Será algo como informativo y educativo :3

Feliz Viernes!!! Pasen este día mejor que yo!

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