Capitulo 23: Oblígame
Después de tres largas semanas, vuelvo a tenerlo tan cerca de mi. Clyde tiene puesto un jean con rotos alrededor de la rodilla. Tiene una camiseta gris de The Kings of Leon.
No puede ser. Me encanta esa banda, porque es de las pocas que me traen recuerdos especiales. No puedo creer que este sujeto que esta parado justo en frente de mi, tenga algo en común conmigo. Ahora si que quiero golpearlo.
Su cabello está despeinado, como siempre, pero jamás le luce mal. Su ceño fruncido me indica que no está muy contento conmigo, o con su regalo. Su leve capa de barba se ve más oscura en este lugar, pero ha de ser por la poca iluminación del lugar.
Miro de reojo a las personas que estan a nuestro alrededor. Algunos tienen la boca abierta, sólo la cierran un poco para beber de sus vasos. Otros, esperan la reacción de Clyde, o mi próximo movimiento.
Hayley, por su parte, eleva su rodilla, dándome a entender que quiere que le dé un buen golpe bajo a Clyde. Interesante sugerencia, pero creo que con devolverle su camiseta vomitada por su adorada Alana, es más que suficiente de mi parte.
— ¡Samantha! ¿Qué te ocurre? — aparece Eloise de la nada, con Ethan, ambos juntos de la mano — Esta es la casa de Ethan. No puedes venir y hacer lo que te plazca, ¿sabes?
¿Pero qué tal? Estoy tan, pero tan enojada, que no puedo ver a Eloise como mi amiga, sino, como a una torpe incompetente que trata de sacarme la ira.
Hayley se acerca a Eloise, decidida a insultarla por hablarme de esa manera. La llamo y le hago una señal con mi mano, comunicando que quiero arreglar este asunto por mi propia cuenta. Ella comprende, asiente con la cabeza y da unos pasos hacia atrás.
Eloise, traidora.
— ¿Qué te sucede, Eloise? ¿Acaso olvidas lo que el maldito de Ethan me hizo?
Abre sus ojos y su boca. Quiere refutar,pero sabe que tengo la razón. Si habla, pierde.
— ¡Te vale mierda lo que me hizo! — Le grito.
Percibo que Clyde retrocede, al igual que los demás que están en círculo alrededor de nosotros, incluyendo a Eloise. Todos, excepto Ethan. Él se ríe, dichoso y orgulloso de lo que ha hecho.
— Volvería a hacerlo, dulcecito — Ethan suelta la mano de Eloise y mira a Clyde, ¿por qué? Vuelve a mirarme —. Aún si eso implica drogarte para lograrlo.
Eloise no lo reprende. Es una completa tonta.
— ¿Ves, Eloise? Este loco no te respeta en lo absoluto, ¿eso es lo que quieres? — Trato de hacer que ella caiga en cuenta de lo mal que está, por implicarse con un tipo de esta raza.
— Si — interviene Ethan —, yo soy lo que ella quiere.
Mi ira se vuelve en confusión absoluta. No entiendo por qué Eloise no hace algo al respecto. Ella nunca fue así, o al menos eso es lo que creo. Es como si estuviera obligada a defender a Ethan.
Mis músculos pierden su fuerza, mi mente es un caos.
No sé qué es peor, si lo que le hice a la camiseta, o ver a Clyde de nuevo, o tener que presenciar a una Eloise que desconozco.
¿En qué momento perdí a mi amiga?
Ethan se acerca a mi, sé que debo retroceder, coger a Adam del brazo y salir corriendo de esta casa; pero no entiendo qué pasa con mi cuerpo. Mis piernas no responden a mis órdenes y quedo en shock.
Intento enojarme, colmar mi mente de furia. Sólo cuándo estoy iracunda puedo ser más rápida que mi agresor. Pero es imposible, mis pensamientos sobre lo que ha pasado en estos minutos me han convertido en un desastre.
Cunde el pánico en mi interior. Fragmentos de ese horrible vídeo en el que Ethan me toca, aparecen y se repiten sin detenerse. Alana grabando y gritándole a Ethan, diciendo que me tocara por debajo de la ropa. Rob insultando a Ethan por abusar de mi mientras dormía en esa silla, intentando arrebatarle la cámara a Alana.
— Deja que te toque otra vez —. Ethan acerca su mano para rozar mi rostro con sus dedos.
Mis ojos se inundan de lágrimas mientras susurro un "no". Muevo mi cabeza de un lado para el otro, mientras siento que mi vista se nubla. Intento protegerme, cubriendo mi cara con mis manos. Cierro mis ojos y mis lágrimas se derraman por mis mejillas.
Soy vulnerable, de nuevo.
De repente, siento que algo cae al suelo con mucha fuerza. Abro los ojos, pero no alcanzo a ver demasiado. Hay alguien parado frente a mi, pero de espaldas. La reconozco, sé quién es.
— Clyde... — Murmuro.
Me hago a su lado y veo a Ethan en el suelo, intentando recobrar el aliento.
— ¡Todo esto es culpa tuya, Samuel! — Grita Layla. Ella esta junto a Alana, quien está realmente furiosa conmigo.
— ¡Cállate tú, bastarda prostituta de quinta! — Interviene Hayley.
— ¡Maldita perra, me las vas a pagar! — exclama Alana y se dirige hacia mi — ¡Devuélveme lo que me pertenece!
Clyde la detiene con su sola presencia. La intimida, e incluso da un paso para atrás y no logra sostener su mirada hacia él.
— Deja de decir que te pertenezco, Alana. Jamás estaría con una puta tan ofrecida como tú —. Su voz corta como una espada, gruesa y firme. Hasta yo me asusto de escucharlo hablar tan decidido.
Clyde da la vuelta, y sin darme tiempo para pensar, se agacha con el propósito de agarrar mis piernas y elevar mi cuerpo. Quedo de cabeza abajo, mirando su espalda. Vaya, incluso la curva de su trasero es visible desde este ángulo.
¿Pero qué estoy pensando? ¡Entra en razón, Samantha!
— ¡Bájame! ¡Clyde, hablo en serio! — Chilloy golpeo su espalda.
Se detiene en medio de la multitud y aprieta mis piernas. Siento que la sangre no corre.
— ¡Ya, suéltame! ¡Clyde! — Intento liberarme de él, pero es en vano cada esfuerzo que hago.
— ¡Por el puto amor de Dios, Samantha! ¡Por una vez en tu vida, cierra la boca!
Su orden hace eco en toda la casa. No me había dado cuenta que ya no se escuchaba la música.
Quedo estupefacta ante la reacción de Clyde. Mi instinto me sugiere que si quiero vivir, mejor le hago caso a las palabras de Clyde. Bufo y dejo caer mi cabeza y brazos.
Me sube por las escaleras y camina por este pasillo, el cual es testigo de lo que pasó esa noche. Escucho que gira la perilla de una puerta, observo la habitación; es la misma en la que vi a Clyde mientras quería inyectarse. Se devuelve para cerrar la puerta.
Las sábanas tienen un nuevo color, un hermoso color rojo carmesí. Clyde me sienta en esa hermosa cama doble, pero no se hace a mi lado, sino que se recuesta en la pared blanca que hay a unos pasos de la cama.
Suspira, pasa sus manos y desordena aún más su cabello, ¿por qué le queda tan perfecto? Es como si no quisiera verse bien, pero luce estupendo. Sobre todo esa camiseta de The Kings of Leon. No me molestaría que me la diera, la cuidaría y no dejaría que nadie la ensuciara con vómito.
No deja de mirarme a los ojos, de vez en cuando pasa su lengua por su labio inferior, abriendo un poco su boca, para sacar su piercing. Me enfoco en no perder la concentración cada vez que hace eso. Puede ser peligroso.
¿Por qué hizo eso? Es decir, ¿cuál fue su motivo para interponerse ante lo que Ethan quería hacer?
Hace unas semanas, sus manos estuvieron a un pelo de quedarse con mi último aliento; pero ahora, ¿son esas manos las que me salvaron?
— ¿Por qué hiciste eso? — Tartamudeo, siento que mi rostro se enrojece por lo torpe que soné.
Me cuesta mantener el contacto visual con Clyde. Es intimidante. Su sola presencia me hace sentir más pequeña de lo que realmente soy. Me provoca terror el hecho de que pueda enfurecerce e intentar ahorcarme contra la pared, otra vez.
Eleva un poco su rostro, frunce el ceño y da un paso hacia mi.
— Porque era notable que no querías que Ethan te tocara.
— ¿Y desde cuándo te importa lo que quiero o no? — Pregunto. Estoy curiosa, pero trato de no demostrar demasiado interés.
— ¿Prefieres que me hubiera quedado con los brazos cruzados ante lo que iba a suceder? — Empieza a sonar molesto.
— No, pero...
— Nada, niñita. Sé agradecida, y listo. Así de sencillo —. Me interrumpe con su regaño.
— Vaya — pongo los ojos en blanco y doy una palmada a mi muslo —, pero si estás de pésimo humor.
Sonríe, pícaro.
— Bien, no estaría de mal humor si tu no fueras tan insoportable. Deja de comportarte de esa manera.
Clyde es la descripción gráfica de obsesionado por decirme qué hacer.
No creo que sea mala idea jugar con él un rato, ¿o si?
Clyde mira hacia la ventana que hay a un lado de la habitación. Pone sus manos sobre sus caderas y por su gesto, podría imaginar yo que él anda perdido en sus pensamientos.
— Oblígame —. Lo reto, sacándolo de golpe de su estado.
Cruzo mis brazos sobre mi pecho que ha recogido aire, para dar esa impresión de mujer decidida que va por lo suyo. Elevo mi ceja y se me sale una sonrisa.
Me observa fijamente, aun con su cabeza dirigida hacia la ventana, pero empieza a girarla lentamente. Ladea su cabeza y se escucha una suave risa de su parte, haciendo que sonría de medio lado, y que me muestre la perforación de su lengua. A propósito.
Deja caer sus manos de sus caderas y camina de manera tortuosa hacia mi. Lamo mis labios, es la milésima vez que lo hago desde que Clyde me sentó en esta cama. Se están resecando los labios más de lo usual.
Se detiene justo en frente de mi, pero no puedo evitar no bajar el rostro al tenerlo tan cerca de mi. No sé si es miedo, intimidación o ansias. Una extraña ansiedad que desconozco su origen.
De repente, observo su mano pasar muy cerca de mi cara. Sus tibios dedos rozan mi mentón, lo hace suave y con delicadeza. Hago la mayor fuerza por mantener la calma y no temblar como gelatina. Intento mantener la normalidad en cuanto a mi respiración se refiere.
Con su dedo índice hace que eleve mi cabeza. Pero me niego a mirarlo a los ojos, así que opto por detallar su camiseta.
— Mírame, Samantha —. Ordena con autoridad.
Cierro los ojos por un segundo. De forma inconciente, muerdo mi labio inferior. Me arrepiento de inmediato de haberlo hecho, porque ahora Clyde vaga entre mis ojos y mis labios. No puedo culparlo. Yo estoy haciendo lo mismo.
Obligo a mis labios a no dejar salir un jadeo. Santo cielo, ¿cómo se llama esto? Mi corazón sólo sabe hacer una cosa: acelerar desefrenadamente. Mis piernas se juntan y tensionan de manera inadvertida. Siento un extraño palpitar, pero no proviene de mi corazón. Ese palpitar viene de más abajo.
— ¿En serio quieres que te obligue?
Su voz es lujuria en su máxima expresión. Mi mente y sus ideas vuelven a desmoronarse.
— ¿Te gustaría probar? — Pregunta.
Se arrodilla ante mi. Sólo mi padre lo ha hecho, cuando era pequeña y necesitaba que alguien le hiciera nudo a los cordones de mis zapatos. Pero esta misma acción, de una persona diferente, y que además me atrae sin explicación alguna genera una energía rara en mi cuerpo. Pero soy fuerte. Debo controlarla.
Pero, necesito saber a lo que Clyde se está refiriendo
— ¿Probar qué? — No logro sonar desinteresada. Por poco se sale un jadeo de mi boca.
Acerca su rostro al mío. Despacio, sin prisa alguna. Sus ojos dilatados observan los míos por unos segundos, luego parecen embriagarse mirando mis labios. No sé si sea lo correcto dejar que haga lo que le plazca conmigo.
Pero hay un ente, o una fuerza mayor que yo, que impide que pueda pensar con claridad. Quizá haya algo en el ambiente de esta habitación que este afectando mi coeficiente intelectual. O algo así.
Muerde su labio inferior antes de rozar su nariz con la mía. Un extraño impulso hace que quiera tocarlo, pero no puedo mover mis manos. Me sorprendo al no notar antes que las manos de Clyde tienen aprisionadas las mías contra el colchón de la cama.
— Probar una pizca de mi. Experimentar un poco. Iniciemos hoy —. Jadea.
Mi parte íntima quiere revolcarse en este mismo instante. Se contrae levemente, y se libera. No puedo hacer algo para detenerme. Pero, ¿qué le pasa a mi cuerpo.
— ¿Que hay de bueno en eso? — Susurro.
Sé lo que quiere, no soy tan ingenua. Clyde quiere besarme.
— Créeme, Samantha. Te arrepentirías de no hacerme caso esta vez.
Oh, Clyde. Pobre Clyde.
Acerco mi boca a su oreja. Un quejido sale sin querer de mi garganta, haciendo que Clyde recueste su frente en mi hombro. Libero mis manos de él y sostengo su rostro justo en frente del mío.
Su expresión irradia éxtasis, perversión y... ¿necesidad? ¿qué?
— Clyde — susurro —. Cállate, ¿si?
Abre sus ojos, confundido por lo que acabo de pronunciar. Su gesto lujurioso desaparece de mi vista.
— Lo que me ofreces no es del otro mundo — continúo —. No te ilusiones conmigo, supera cualquier trauma que tengas, en el cual yo esté involucrada. No quiero nada que ver contigo, ¿entendido? No soy una mujer que lo da todo por un tipo como tú. Ninguno vale la maldita pena.
Alejo su cuerpo del mío, me levanto y salgo caminando por la puerta.
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