Capitulo 20: Vete, por favor
Él esta aquí, recostado sobre la puerta de mi habitación. Me alegra verlo, aunque no entienda su motivo de quedarse parado junto a mi puerta. Me sonríe y se acerca a darme un abrazo.
— Sam, ¿cómo seguiste? Tenía que venir a verte después de lo que pasó —. Su voz es tenue, me da la confianza de hablar.
— Mejor, Jeremy. Gracias, de verdad, por preocuparte. Me hice cargo de la situación. Dudarán en volver a hacer algo parecido.
— ¿Les diste un poco de su medicina? ¿Los grabaste, o algo así? — Pregunta, curioso.
— Pues, en realidad, los busqué y les dí una paliza —. Le muestro mi posición de defensa; piernas separadas, rodillas levemente dobladas y manos cubriendo mi rostro.
— Eso les pasa por meterse con la hija de un policía. Algo debiste aprender de vivir sólo con hombres.
Ambos nos reímos.
— Si. Los conozco un poco, creo. Incluso le di en las partes bajas a un sujeto —. Lo volvería a hacer, pero eso sería muy rencoroso de mi parte.
— ¿Ah, si? Creo que mejor me protejo cuando esté cerca de ti. Dime su nombre del desafortunado al que le cerraste las fábrica de hijos.
Suelto una carcajada. Qué cosas, santo cielo.
— No sé si lo conozcas, pero es probable que si. Se llama Clyde — murmuro el nombre, no quiero que me escuche—, o por lo menos así le dicen.
Su expresión amigable se esfuma de su rostro, mostrando al Jeremy furioso que poco he visto. Su rostro se tensa, sus puños se aprietan y su respiración se acelera sin control.
Jeremy no me esta mirando.
¿Acaso dije algo malo? ¿Me va a pegar, o a ahorcar? ¿Querrá matarme? No. Pensar eso es muy tonto. Jeremy jamás me haría daño, se lo debe a mi padre, quien le salvó la vida.
¿Esta así porque dije el nombre Clyde? Oh, santo cielo. Ha de ser eso. Estoy segura que tiene algún conflicto sin resolver con Clyde.
Es intrigante que Clyde tenga tantos enemigos sueltos, ¿qué habrá hecho para que un chico como Jeremy, se enoje tanto al escuchar su nombre?
— ¿Qué pasa, Jeremy?
Intento mirarlo a los ojos, pero no soy yo a quien observa fijamente.
Agacho mi cabeza, me giro lentamente mientras muerdo mi labio inferior con fuerza. Tengo miedo de quien pueda estar atrás.
Es Clyde.
Luce, odio decirlo, muy bien, apesar de que lleva la misma camiseta negra de ayer. Puede ser una señal de que no se ha bañado. Qué mal. Ya tiene un punto más en contra.
¿Y es que acaso Clyde tiene puntos a favor? Bueno, para ser sincera, si. Su cuerpo es lindo, la perforación en su lengua es llamativa, sus ojos color café con esa mirada tan penetrante que desnuda los pensamientos de cualquiera, su cabello... ese cabello alborotado. No estoy de acuerdo con las expansiones en las orejas, mucho menos en los hombres, porque parecen indígenas; pero tengo que admitir que le da ese toque muy propio de tipo malo de la historia.
Pero Clyde es sólo eso. Clyde es sólo cara bonita y cuerpo esbelto. Nada más. Su alma es oscura, se confunde con las tinieblas, aleja a los pecadores del paraíso, para atraerlos al infierno de su mente.
¿Qué acabo de pensar?
— ¿Que haces aquí? — Pregunta a Clyde. La gruesa voz de Jeremy me estremece, haciendo que me acerque repentinamente a la puerta de mi habitación.
— Ese no es asunto tuyo, Jeremy —. Dice, desafiante.
Temo por mi vida. Se acercan un poco ambos, manteniendo el contacto visual. Parecen dos leones que pelean por, ¿por qué, exactamente?
— No deberías estar aquí. Eres masoquista, te gusta que te peguen.
Este no puede ser el Jeremy que conozco.
— No pretendas hacerte el valiente. Ambos sabemos que eres débil. Siempre lo has sido —. Se burla de Jeremy.
— Te demostraré lo contrario.
Jeremy se acerca a Clyde, lo empuja, pero no lo suficiente como para hacerlo caer, sino que retrocede sólo un paso. Santo cielo, qué fuerte es. Su expresión es divertida, muestra una leve sonrisa, pero la de Jeremy es de ira palpable, y sus venas se marcan en su rostro.
— ¿Qué pasa, Jimmy? ¿Todavía crees que puedes superarme?
— Tu no eres mejor que nadie. Eres de lo peor.
Jeremy levanta su puño y le da un golpe en la cara. Por un momento, creo que Clyde se echa para atrás, cubriéndose. Pero no es así.
— ¡Hijo de puta! — Grita Clyde, antes de coger a Jeremy de la cabeza, agacharlo y darle en su abdomen con la rodilla.
Quedo en shock. No puedo moverme, sólo soy capaz de mirar y escuchar. Soy una espectadora, frente a estos dos gladiadores.
Jeremy aprovecha su posición para empujar a Clyde contra la pared.
Sólo se escuchan quejidos, y los golpes entre sus cuerpos.
— ¡No más! ¡Clyde, suéltalo! — Se sale un quejido de mi boca, y las lágrimas corren por mi rostro.
Clyde no se sacia de golpear a Jeremy. Puño tras puño, en su ojo, boca. Le ha sacado sangre a Jeremy de la nariz. Trata de cubrirse la cara, pero Clyde no tiene misericordia.
Lanza el golpeado cuerpo de Jeremy al suelo, para terminar de darle unas cuantas patadas en el abdomen.
— ¡Lo vas a matar, Clyde!— Es entendible. Clyde no piensa que Jeremy vea de nuevo la luz del día.
Parece que estuviera poseído por el mismísimo diablo. Su cara está roja, sus venas brotadas. Su labio se ha vuelto a herir, y está derramando sangre.
Un dolor cortante se hace sentir en mi estómago. Sé que debo hacer algo. Lo intentaré, a ver que tal resulta.
Obligo a mi cuerpo a ser el más fuerte del mundo. Corro hacia Clyde y lo cojo de la camiseta, atrayéndolo a mi, separándolo lo más posible de mi amigo. No sé cómo, pero lo logro. Alejo a Clyde de Jeremy, elevo mi vista y lo miro a los ojos. Profundos e iracundos, opacos, tal como la primera vez que lo vi.
Un extraño impulso me hace abrazarlo con fuerza. Seco mis lágrimas en su camiseta y apoyo mi cabeza en su pecho. Su corazón late a mil, su cuerpo tenso hierve. Su respiración calienta mi cabeza golpea mi cabello.
— Por favor, Clyde, detente. Me estás asustando. No sigas, por favor —. Murmuro.
Traté de sonar un poco ruda e intimidante, pero fue lo contrario, sólo logré mostrar vulnerabilidad y miedo. Todavía estoy asustada.
Mi mente se olvida por completo por Jeremy. Ahora, Clyde domina mis pensamientos, ¿con qué autorización me hace esto a mi? Pero esto es mi culpa. Yo corrí a abrazarlo.
Abrazarlo, no. Sólo protegía a Jeremy, ¿cierto? Si. Es decir, no. Santo cielo, no lo sé, ¿pero qué me pasa?
Hace unas cuantas horas sólo pensaba en darle un puño entre sus cejas, y ahora lo estoy, ¿abrazando? No me entiendo, ¿la comida de la cafetería tiene alguna droga o algo parecido? ¿O es la atmósfera? Sin duda, algo me sucede, y esto no me gusta, ¿o si? ¡No! ¿Por qué lucho contra mi misma? Esto no es común.
No. No es común, pero es nuevo, y creo que me agrada sentir que poco a poco sus brazos me rodean. Una de sus manos empieza a acariciar mi cabello.
Su respiración se ha normalizado, y su corazón ha adquirido un ritmo favorable. Es lindo escuchar su corazón, aquello que al herir, demora en sanar; pero cuando lo hace, ni los demonios pueden llegar a invadirlo y vivir en él.
— Gracias —. Susurro.
Inhala aire. Creo que va a decir algo. Me aparto un poco de él, pero Clyde no permite que lo haga. Su gesto tiene un poco de luz ahora. Está calmado, en paz.
Sus ojos... han cambiado. Su mirada es tenue y tranquila.
¿Este es el Clyde que conozco? No se parece en nada al sujeto de hace dos noches.
Ojalá Clyde fuera así, siempre.
Su rostre se ve más hermoso desde acá abajo, tiene la cabeza hacia abajo, mirándome. No sonríe, tampoco está enojado, su expresión no demuestra sentimiento o emoción alguna. Pero, ¿por qué se niega a soltarme de sus brazos?
Separa los labios un poco. Intento no mirar su boca. Me da pena que me observe haciéndolo.
— Lo siento, Sam. No quería...
Su cuerpo se separa de forma brusca del mío. Una fuerza mayor aleja a Clyde de mi. Caigo de lado al suelo. Santo cielo, ¿qué ha pasado?
Clyde.
Es Jeremy. Ha recobrado fuerzas para seguir peleando, y ahora, es él quien no va a detenerse. Esta encima de Clyde, golpeando su cara.
— ¡Jeremy, para! ¡Déjalo! — Grito, y vuelvo a llorar.
Siento cómo mi alma se encoge. Un nudo se ha hecho en mi estómago, y no puedo obligarme a dejar de llorar.
¿Por qué estaba aquí Clyde, en el piso de mi habitación?
Me levanto e intento separar a Jeremy de Clyde, pero es imposible.
Clyde no abre sus ojos. Ya no se defiende. Sus brazos caen al suelo.
Dios mío. No, por favor, no.
Empiezo a perder la cordura. Respiro y me ahogo en mi llanto.
Por favor, alguien que me ayude.
— ¡NOOOO! — Grito con todas mis fuerzas, hasta quedarme sin aliento.
Mi voz hace eco en el pasillo. Jeremy se detiene y me mira, desconcertado. Se levanta lentamente, mientras observa a Clyde. Quieto.
Jeremy se acerca a mi. Está arrepentido, quizá, de haber montado semejante espectáculo en frente de mi.
— Sam, perdón. No creí que...
— ¡Lo mataste, Jeremy! —Lo interrumpo, y se exalta.
— No, Sam, tú no entiendes...
— ¡No! No necesito entender nada. Estás loco. Él ya había parado de pegarte, y tú decidiste continuar. Vete, por favor.
— Sam...
— Vete —. Susurro, y sigo llorando.
Santo cielo, Clyde no se mueve.
— Algún día lo entenderás, y cuando lo hagas, querrás matarlo.
Jeremy retrocede y se va.
Se me viene la repentina pregunta a la cabeza: ¿acaso nadie vive en este piso del edificio?
Caigo de rodillas al suelo, sostengo con cuidado la cabeza de Clyde. Con mi otra mano, sacudo su hombro. Pero no responde.
Pongo mi mano en si cuello. Su vena aún se mueve.
Jeremy lo ha dejado inconsciente.
— Lo siento, Clyde. Perdóname— susurro entre mi llanto —. Ojalá pudiera escuchar lo que querías decirme.
Me siento un poco cursi y patética, pero es lo primero que sale de mis labios.
No sé cómo describir lo que estoy sintiendo. Estoy enojada con Jeremy por haber iniciado y culminado todo este lío. Tengo curiosidad sobre qué hacía Clyde en el piso de mi habitación. No sé a qué se refiere Jeremy con "algún día lo entenderás". Y, finalmente, estoy preocupada, angustiada por Clyde.
Saco las llaves de mi habitación y abro la puerta, prendo la luz, salgo de nuevo para intentar arrastrar a Clyde a mi cama. Es como llevar a un muerto. No es que lo haya hecho antes. Sólo me imagino que así debe de ser.
Una vez en mi cama, le quito las botas, porque no quiero que ensucien mi cobija de Bob Esponja. Son un poco complicadas de desamarrar.
Busco en las cosas de Hayley el botiquín. Ella ya se cree una médica y todo.
Sus nudillos estan destrozados, heridos, estoy segura que deben estar infectados. Cojo el agua oxigenada y derramo un poco sobre la parte herida. Bingo. Empieza a surgir la espuma. Abro un paquete de gasa y derramo un poco de solución en los cuadritos de gasa, limpio y retiro la espuma.
No sé qué más hacer. No soy enfermera o algo así. No creo que sea buena idea experimentar remedios ahora.
Reviso su labio. Es carnoso, delicado, un lindo color, de hecho. Retiro la sangre que se ha secado en su piel.
Examino su rostro. Jamás me he acercado a detallar la cara de un hombre. Sus pestañas son largas, más que las mías. Sus cejas son hermosas, abundantes, pero con una forma linda. Veo que no es de esos chicos que se depilan las cejas. Nariz fina. Tiene unas leves ojeras, al igual que la capa de barba y bigote que le está creciendo. Ambas están unidas. Le luce.
Clyde sigue sin moverse. Es un poco extraño verlo así, en calma, sin estar molestando mi vida.
Me acuesto en la cama de Hayley. Si ella llegara y me viera tan cerca de Clyde, me fastidiaría con ese tema por el resto de mi vida.
Su pecho sube, y baja despacio. No ronca.
Lo acepto. Clyde es lindo.
¿Qué? Los dedos de su manos los empieza a mover. Luego dobla sus rodillas. Abre sus ojos, mirando hacia el techo, confundido.
Cierro mis ojos rápidamente. No quiero que sepa que lo he estado observando durante todo este tiempo. Ahora dependo de mi oído.
Lo escucho suspirar. Algo me dice que se está acomodando en la cama. Oh no, se ha parado. Creo que vuelve a sentarse, puedo oír cómo le hace nudos a sus botas. Se levanta de nuevo. Sus pasos se hacen más fuertes y los siento cerca de mi.
Trato de no moverme cuando noto que se ha sentado a mi lado, en la cama de Hayley.
Empieza a tocar mi cabello. Lo sé porque siento una corriente por mi cuello. Inhala y exhala con fuerza.
— Perdóname tú a mi, Sam.
Santo cielo, ¿qué acaba de decir?
Cuando quiero que repita esas últimas palabras, Clyde sigue hablando.
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